Esch ha denunciado a Bertrand. Huguenau denuncia a Esch. Esch quiso con ello salvar el mundo. Huguenau quiere con ello salvar su carrera.
En el mundo sin valores comunes, Huguenau, arribista inocente, se siente maravillosamente cómodo. La ausencia de imperativos morales es su libertad, su liberación.
Es profundamente significativo que sea él quien, sin el menor sentimiento de culpabilidad, asesine a Esch. Ya que «el hombre que participa de una pequeña asociación de valores aniquila al hombre que pertenece a una asociación de valores más amplia pero en vías de disolución, el más miserable asume siempre el papel de verdugo en el proceso de degradación de los valores y, el día en que las trompetas del Juicio Final suenen, será el hombre liberado de valores quien se convertirá en el verdugo de un mundo que se ha condenado a sí mismo».
La Edad Moderna, en la idea de Broch, es el puente entre el reino de la fe irracional y el reino de lo irracional en un mundo sin fe. El hombre cuya silueta se perfila al comienzo de ese puente, es Huguenau. Asesino feliz, inculpabilizable. El fin de la Edad Moderna en su versión eufórica.
K., Svejk, Pasenow, Esch, Huguenau: cinco posibilidades fundamentales, cinco puntos de orientación sin los cuales me parece imposible perfilar el mapa existencial de nuestro tiempo.