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En un ciclo de cien cuartetos que, con sencillez casi infantil, sondean lo más grave y lo más complejo, el gran poeta checo escribe:

Los poetas no inventan los poemas

El poema está en alguna parte ahí detrás

Desde hace mucho mucho tiempo está ahí

El poeta solamente lo descubre.

Escribir significa pues para el poeta romper una barrera tras la cual algo inmutable («el poema») está oculto en la sombra. Es por lo que (gracias a esa revelación sorprendente y súbita) «el poema» se nos presenta en un principio como un deslumbramiento.

Leí por primera vez El castillo cuando tenía catorce años y nunca ya este libro me fascinará hasta tal extremo, aunque todo el vasto conocimiento que contiene (todo el alcance real de lo kafkiano) me resultara entonces incomprensible: estaba deslumbrado.

Más tarde mi vista se adaptó a la luz del «poema» y comencé a ver en lo que me había deslumbrado mis propias vivencias; sin embargo, la luz permanecía siempre ahí.

Inmutable, «el poema» nos aguarda, dice Jan Skacel, «desde hace mucho mucho tiempo». Ahora bien, en el mundo del cambio perpetuo, ¿no es lo inmutable una pura ilusión?

No. Toda situación es obra del hombre y no puede contener más que lo que está en él; podemos, por lo tanto, imaginar que existe (ella y toda su metafísica) «desde hace mucho mucho tiempo» en tanto que posibilidad humana.

Pero, en este caso, ¿qué representa la Historia (lo no inmutable) para el poeta?

En la visión del poeta, la Historia se encuentra, cosa rara, en una posición paralela a la suya propia: no inventa, descubre. En las situaciones inéditas desvela lo que es el hombre, lo que está en él «desde hace mucho mucho tiempo», lo que son sus posibilidades.

Si el poema ya está ahí, sería ilógico conceder al poeta la capacidad de previsión; no, él «no hace sino descubrir» una posibilidad humana (ese «poema» que está ahí «desde hace mucho mucho tiempo») que la Historia también, a su vez, descubrirá un día.

Kafka no profetizó. Vio únicamente lo que estaba «ahí detrás». No sabía que su visión era también una pre-visión. No tenía la intención de desenmascarar un sistema social. Sacó a la luz los mecanismos que conocía por la práctica íntima y microsocial del hombre, sin sospechar que la evolución ulterior de la Historia los pondría en movimiento en su gran escenario.

La mirada hipnótica del poder, la búsqueda desesperada de la propia falta, la exclusión y la angustia de ser excluido, la condena al conformismo, el carácter fantasmal de lo real y la realidad mágica del expediente, la violación perpetua de la vida intima, etc., todos estos experimentos que la Historia ha realizado con el hombre en sus inmensas probetas, Kafka los ha realizado (unos años antes) en sus novelas.

El encuentro entre el universo real de los Estados totalitarios y el «poema» de Kafka mantendrá siempre algo de misterioso y testimoniará que el acto del poeta, por su propia esencia, es incalculable; y paradójico: el enorme alcance social, político, «profético» de las novelas de Kafka reside precisamente en su «no-compromiso», es decir en su autonomía total con respecto a todos los programas políticos, conceptos ideológicos, prognosis futurológicas.

En efecto, si en lugar de buscar «el poema» oculto «en alguna parte ahí detrás», el poeta se «compromete» a servir a una verdad conocida de antemano (que se ofrece de por sí y está «ahí delante»), renuncia así a la misión propia de la poesía. Y poco importa que la verdad preconcebida se llame revolución o disidencia, fe cristiana o ateísmo, que sea más justa o menos justa; el poeta al servicio de otra verdad que la que está por descubrir (que es deslumbramiento) es un falso poeta.

Si estimo tanto y tan apasionadamente la herencia de Kafka, si la defiendo como si de mi herencia personal se tratara, no es porque crea útil imitar lo inimitable (y descubrir una vez más lo kafkiano), sino por ese formidable ejemplo de autonomía radical de la novela (de la poesía que es la novela). Gracias a ella Franz Kafka dijo sobre nuestra condición humana (tal como se manifesta en nuestro siglo) lo que ninguna reflexión sociológica o politológica podrá decirnos.