En cada punto, un rostro
de mí que no es de mí. Que callen
las ventanas, el mundo.
¿Qué hago aquí al pie de una palabra
que no se deja decir?
Inútil perseguirla, ella sabe
que su única casa es ella misma.
Ya nunca entenderé cómo cantan los grillos
que cincelan la noche.
En ese animalito cabe
la lejanía del estar. La noche
que me cubre la mano
otoña en nieblas idas
y los motivos lentos
dan frío al corazón.