La gaviora acaricia lo
que no sabe volar. Así los pobres
con decisión del alma cuelan
estrellas en su cuarto, brillan más
que las constelaciones y la noche
se aposenta en su soñar bajito.
¡Animales del deseo que
no dejan dormir y se vuelven
compañeros de vida!
¡Alzan las furias de la mano
vacía en cruz de piedra! Unir
lo que se sabe a lo ignorado, los
pedazos que vendrán y que
calientan en el miedo, áspero
de clavos fríos en
los parientes más queridos del alma.