El dolor da poco de comer
y siempre da lo mismo.
Oscuro, oscuro,
cada vez más oscuro
el placo repetido, la ruindad
que abre los brazos para recibir.
Trastos que alteran la casa con
cenizas del que ardió.
¿No amaba?
¿No le dolía el mundo,
el sol mal repartido?
Hay miserables que olvidan
lo que viajaron de sí al otro.
Sus babas no apagan el tiempo con
charletas que dicen amén.