El otoño se decolora, triste,
cuando poetas hábiles
en la abyección, pisan la
poesía, su fuego,
por un puestito. Ese
crimen les cuesta vida, no
se queman en el
pulso de su voz única
y nada alcanzan a nombrar.
Triste, triste, es la cara
del manco o ciego que
deja el vacío por la nada.
El apagamiento de su música
grazna en libros torcidos.
A Marco Antonio Campos