Hay que hacerlo con gran
respeto por las hojas. Su amarillo
es un resto de sol y dice
que el alma es un
ejercicio del alma. Si no,
se le va el techo y las tormentas
embarran el lenguaje. De ahí
no nacen hombre ni mujer, apenas
espejos de las grietas
sin luz lunar ni humo
que esconda puertas mal cerradas.
Lo que se oxida es el recuerdo
de uno mismo
en vociferaciones de la frase.
Alguien riega los astros
y la madera crece.