La luz que toca mi camisa
nada sabe de mí. La recibo,
pero quién la merece.
Poner el cielo al fuego es una
condición de este tiempo, el almanaque
finge inocencia en su papel.
Los bárbaros que manejan las penas
de los demás, espinan
astros que no vendrán.
¿Qué esperan los dolidos en su cueva
con una cama donde
espantos, miedos, duermen cada noche?
El no mundo conversa
con mañanas sin Dios.