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Saga apunta con la pistola asomada por la ventana y ve a Reidar Frost en el resplandor de la bengala. La tiene en la mano, va dejando un rastro de sangre que le cae del otro brazo, se tambalea, parece que se vaya a caer, pero luego lanza la bengala.

Saga se limpia la sangre de las cejas y ve cómo la antorcha traza un arco en el aire mientras va dando vueltas sobre sí misma. Sigue la llama con la mirada y ve cómo aterriza en la nieve. En el halo blanco puede distinguir a Jurek Walter. Lleva a Mikael a rastras. Se encuentran a más de cien metros de distancia.

Está muy lejos, pero Saga se apoya en el marco de la ventana y apunta.

Jurek se aleja a cada segundo que pasa. La punta del arma tiembla en el punto de mira. La silueta negra oscila en la línea de tiro.

Saga intenta mantener quieta la pistola. Respira despacio, aprieta lentamente el gatillo hasta que oye la primera muesca, ve que la cabeza de Jurek se mueve a un lado.

Su visión es cada vez más borrosa y tiene que parpadear de prisa.

Un instante después, el ángulo mejora y Saga aprieta el gatillo tres veces. La mira desciende un poco en cada tiro.

El eco de los breves pero ruidosos disparos rebota entre la mansión y el edificio de las cuadras.

Saga tiene tiempo de ver que por lo menos una de las balas ha alcanzado a Jurek en el cuello. Un chorro de sangre sale disparado y se funde en la nieve, como un velo rojo, delante de él, iluminado por la luz blanca.

Dispara varias veces más y ve que suelta a Mikael, tropieza en la oscuridad y desaparece.

Saga se aparta de la ventana, da la vuelta y sale por la puerta secreta.

Baja volando la escalera. La pistola choca con un tintineo contra los listones de la pared. Entra en la cocina, cruza corriendo los salones, atraviesa el amplio recibidor y emerge a la nieve. Se acerca resoplando a la luz blanca con el arma en ristre. Más adelante ve brillar el agua negra del torrente como una grieta metálica en el paisaje nevado.

Continúa por el grueso manto blanco y trata de ver algo en la oscuridad del bosque.

La luz de la bengala está perdiendo intensidad, en breve se apagará. Mikael, tumbado de lado en la nieve, respira jadeando. Hay salpicaduras de sangre en el borde del halo de luz, pero allí no hay ningún cuerpo.

—Jurek —dice Saga, y se mete en el círculo iluminado, donde descubre las huellas en la nieve.

Siente un dolor de cabeza insoportable, pero recoge la bengala, la levanta con el brazo estirado y sigue caminando. El resplandor está a punto de perecer. Sombra y luz se mezclan en la nieve y, de repente, detecta un movimiento con el rabillo del ojo.

Jurek se levanta y se aleja con dificultad.

Saga dispara sin apenas darse tiempo para apuntar. La bala le atraviesa el antebrazo y Jurek se tambalea a un lado, está a punto de caer, desciende unos metros por la ribera del torrente.

Saga lo sigue con la bengala en alto. Lo descubre otra vez, apunta y efectúa tres disparos.

Jurek se dobla hacia atrás y se da de bruces en la orilla helada, en el agua negra. Saga dispara mientras cae y la bala le abre un tajo entre la mejilla y la oreja.

Jurek es arrastrado por la corriente. Saga empieza a correr y le da tiempo de dispararle otra vez en el pie antes de que desaparezca. Saga cambia el cargador, baja la cuestecita de la orilla, resbala y se hace daño en la espalda, queda enterrada en la nieve, se levanta como puede y dispara otra vez al agua. Ilumina los pequeños remolinos del torrente con la bengala. La luz penetra en la superficie y revela burbujitas que giran en el lecho marrón del arroyo. Algo grande da un tumbo y, de pronto, vislumbra la cara arrugada de Jurek entre piedras y algas.

Saga dispara otra vez y una nube de sangre se esparce en el agua oscura. Apunta y sigue disparando, deja caer el cargador, mete uno nuevo y vuelve a disparar. Los chispazos de fuego que escupe la boca del cañón se reflejan en el agua. Camina por la orilla y sigue la corriente, continúa disparando hasta que se le acaban las balas y el cuerpo de Jurek Walter se mete debajo del hielo donde el arroyo se ensancha.

Saga se queda quieta resollando mientras la bengala se consume hasta convertirse en una brasa roja incandescente.

Mira fijamente al agua y las lágrimas ruedan por sus mejillas, como las de una niña cansada.

Los primeros rayos de sol rozan las puntas de los abetos y la cálida luz del amanecer empieza a bañar el chisporroteante paisaje de nieve. Un helicóptero se acerca azotando el aire con las aspas y Saga entiende que, por fin, se ha acabado todo.