Joona se despierta al oír la melodía del teléfono. Ni siquiera notó que se había dormido, sino que se había sumido en un sueño profundo mientras Disa se cambiaba para ir a trabajar. El dormitorio está a oscuras, pero la luz de la pantallita refleja un haz elíptico en la pared.
—Joona Linna —responde con un suspiro.
—Jurek se ha fugado, ha conseguido salir de…
—¿Saga? —pregunta Joona y se incorpora de golpe en la cama.
—Ha matado a un montón de gente —dice su compañera con histeria en la voz.
—¿Estás herida?
Joona cruza el piso y la adrenalina comienza a correr por todo su cuerpo al mismo ritmo que comprende lo que Saga le está contando.
—No sé dónde está, dijo que iba a por ti, dijo…
—¡Disa! —grita Joona.
Ve que sus botas no están, abre la puerta de entrada y grita su nombre por el hueco de la escalera. La voz resuena en la oscuridad. Joona intenta recordar lo que le había dicho justo antes de que se quedara dormido.
—Disa se ha ido a Loudden —dice.
—Perdóname por…
Joona corta la llamada, se viste, coge la funda del arma con la pistola y sale del piso sin molestarse en cerrar con llave.
Baja corriendo la escalera y sale a la acera en dirección a la calle Dalagatan, donde Carlos le había aparcado el coche. Mientras corre llama a Disa. No lo coge. Está nevando mucho y cuando ve los montones de nieve apartada en los laterales de la calzada piensa que a lo mejor va a tener que abrir un hueco para poder salir con el coche.
Frena en seco para no ser arrollado por un autobús que pasa tan cerca que el suelo tiembla bajo sus pies. La corriente de aire levanta la nieve virgen de un murete bajito y ancho.
Joona se abalanza sobre el coche, se sienta al volante y atraviesa el montículo de nieve, roza un vehículo aparcado y pisa el acelerador.
Pasado el parque Tegnérlunden, empieza a bajar por la calle Sveavägen y aumenta la velocidad lo suficiente para que la nieve acumulada sobre el coche salga volando en nubecillas blancas.
Joona sabe de pronto que esa noche todo lo que le da miedo prenderá como una tormenta de fuego.
El tiempo avanza de un segundo a otro.
Disa va sola dentro del coche de camino al muelle Frihamnen.
Joona nota cómo el corazón golpea la funda del arma a cada latido. La nieve cae como una cortina sobre el parabrisas.
Conduce a toda velocidad y piensa en que el jefe de Disa la ha llamado para pedirle que le echara un vistazo a un nuevo hallazgo. Rebecka, la esposa de Samuel, recibió una llamada del carpintero, que le pidió que fuera a la casa de campo antes de la hora prevista.
El hombre de arena debió de hablar de Disa en la carta que Susanne Hjälm le entregó a Jurek. A Joona le tiemblan las manos cuando marca el nombre de Disa en el teléfono y la vuelve a llamar. Los tonos se suceden y el sudor comienza a acumularse en su espalda.
No contesta. Joona pega un volantazo, se mete por la calle Karlavägen y acelera todo lo que puede.
«Seguro que no es nada», intenta decirse. Sólo tiene que contactar con Disa y decirle que dé media vuelta y regrese al piso. La esconderá en algún sitio hasta que hayan capturado a Jurek otra vez.
El coche derrapa en el aguanieve sucia que se ha acumulado en el asfalto y un camión se aparta bruscamente para esquivarlo. Joona vuelve a llamar, pero Disa no responde.
Conduce lo más rápido que el tráfico le permite y bordea el parque Humlegården. Hay nieve sucia amontonada a lo largo de toda la calle y las farolas se reflejan en el asfalto mojado.
Vuelve a llamar a Disa.
El semáforo se pone rojo, pero Joona gira a la derecha y se mete por la calle Valhallavägen. Un camión hormigonera tiene que dar un volantazo para no chocar contra él y un turismo rojo frena haciendo sonar los neumáticos. Se oye una bocina que se prolonga cuando, de repente, Disa descuelga el teléfono.