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Johan Jönson se inclina hacia adelante y desplaza el cursor en la pantalla sobre los gráficos de ondas de sonido reproducidos. Los altavoces chisporrotean y silban y luego se oyen los pasos en la cinta y los golpes rítmicos.

«Podemos salir juntos del hospital», dice Jurek.

La señal crepita y aumenta el sonido de fricción.

«No sé si quiero», responde Saga.

«¿Por qué?».

«En realidad, no me queda nada ahí fuera».

De fondo se oyen risas procedentes de la tele.

«¿Quedarte? De todos modos, no se puede volver… a nada de lo que había, pero hay sitios mejores que éste».

«Y puede que peores».

El audio vuelve a crepitar y se oye un suspiro.

«¿Qué has dicho?», pregunta Saga.

«Sólo he suspirado, porque recuerdo un sitio que sí que era peor…».

Su voz suena llamativamente dulce y serena cuando continúa:

«El aire zumbaba por los cables de alta tensión…, los caminos estaban destrozados por el tráfico de las excavadoras… y los surcos se llenaban de lodo rojo, me llegaba hasta la cintura…, pero aún podía abrir la boca y respirar».

«¿Qué quieres decir con eso?», pregunta Saga.

Aplausos y nuevas risas llegan desde la tele.

«Que hay lugares malos que son preferibles a uno bueno», responde Jurek de forma casi inaudible.

Pasan unos segundos en los que se mezclan las respiraciones, los pasos pesados en la cinta y el silbido de la misma.

«¿Estás pensando en tu infancia?», pregunta Saga Bauer.

«Seguramente», susurra Jurek.

Toda la mesa queda en silencio cuando Johan Jönson para la grabación y mira a Joona con la frente arrugada.

—No avanzamos con esto —dice Pollock.

—Imaginad que Jurek está diciendo algo que no entendemos —se empecina Joona, y señala la pantalla del ordenador—. Aquí hay tiempo. ¿Verdad? Justo cuando Saga dice que también hay lugares peores fuera del hospital.

—Él suspira —dice Pollock.

—Jurek dice que suspira, pero ¿estamos seguros de que realmente lo hace? —pregunta Joona.

Johan Jönson se rasca la barriga, retrocede con el cursor, sube el volumen y reproduce otra vez el instante.

—Necesito un cigarrillo —avisa Corinne, y levanta su reluciente bolso del suelo.

Los altavoces sisean y a un fuerte crujido le sigue una espiración en forma de suspiro.

—¿Qué te he dicho?

—Prueba más despacio —insiste Joona.

Pollock tamborilea estresado con los dedos en la mesa. La velocidad se reduce a la mitad y ahora el suspiro suena como una tormenta que se aproxima a tierra.

—Está suspirando —dice Corinne.

—Sí, pero hay algo en la pausa y en el tono de su voz justo después —dice Joona.

—Explícame qué es lo que tengo que buscar —exige Johan Jönson frustrado.

—No lo sé…, quiero que te imagines que en realidad está diciendo algo…, aunque no se oiga —responde Joona y luego sonríe por su propia respuesta.

—Puedo intentarlo.

—¿No sirve subir más y más el volumen hasta que realmente sepamos si hay algo en el silencio o no?

—Si aumento los niveles de presión e intensidad del sonido unas cien veces, el ruido de los pasos en la cinta para correr nos reventaría los tímpanos.

—Pues elimina los pasos.

Johan Jönson se encoge de hombros, hace un bucle con el instante, estira el tiempo y luego reparte el sonido en una treintena de curvas diferentes en hercios y decibelios. Después, con las mejillas hinchadas, selecciona algunas curvas y las elimina.

Las curvas eliminadas aparecen en una pantalla reducida.

Corinne y Pollock se levantan. Salen al balcón a pasar frío un rato y pasean la mirada por el tejado de la iglesia de Filadelfiakyrkan.

Joona se queda observando el lento trabajo.

Pasados treinta y cinco minutos, Johan Jönson se reclina en la silla y escucha el bucle limpiado a diferentes velocidades, elimina tres curvas más y luego reproduce el resultado.

Lo que queda del sonido suena más o menos como una roca pesada siendo arrastrada por un suelo de piedra.

—Jurek Walter suspira —constata Johan Jönson y detiene la reproducción.

—¿Estos picos no deberían coincidir? —dice Joona y señala tres de las curvas eliminadas en la pantalla pequeña.

—No, sólo es un eco que he limpiado —responde Johan Jönson, pero se queda pensando—. Aunque podría probar a quitarlo todo menos el eco.

—Puede que esté de cara a la pared —informa Joona en seguida.

Johan Jönson elimina y devuelve las curvas con el eco, aumenta en trescientas veces el nivel de presión del sonido y el de la intensidad y reproduce el loop otra vez. Ahora, el mismo sonido arrastrado suena como una espiración temblorosa cuando se reproduce a velocidad real.

—¿Hay algo ahí? —pregunta Joona concentrado de nuevo.

—La verdad es que es posible —susurra Johan Jönson.

—Yo no lo oigo —interviene Corinne.

—Ya no suena como un suspiro —reconoce Johan Jönson—, pero no podemos hacer más, porque a este nivel se mezclan las ondas longitudinales con las transversales… y como tienen velocidades diferentes sólo se borrarían las unas a las otras.

—Inténtalo de todas formas —insiste Joona impaciente.