Jurek apaga la máquina y respira un rato largo con una sonrisa en los labios.
—Dices que le dabas citostáticos a tu madre, quimioterapia…, pero no lo hacías…
—Sí que lo hacía —sonríe ella.
—La medicina que has descrito es Kodein Recip —dice él.
—¿Analgésicos?
—Sí, y no se les da codeína a los enfermos de cáncer, sólo opiáceos potentes, como morfina o cetobemidona.
—Pero recuerdo perfectamente las pastillas… Tenían una marca en un lado…
—Sí —afirma Jurek.
—Mi madre dijo que…
Se queda callada y su corazón comienza a latir desbocado. Contesta con tanta fuerza que teme que se le note en la cara. «Joona me lo advirtió —piensa—. Me dijo que no hablara de mis padres».
Traga saliva y baja la mirada a la alfombra raída.
«No pasa nada», piensa y empieza a caminar hacia su celda.
Ha salido así, ha hablado un poco más de la cuenta, pero se ha ceñido a la verdad.
No ha tenido opción. No responder a las preguntas habría sido demasiado esquivo por su parte. Ha sido un intercambio necesario, pero ya no va a decir nada más.
—Espera —dice Jurek dulcemente.
Saga se detiene, pero no se vuelve.
—Durante todos estos años no he tenido nunca la menor posibilidad de fugarme —continúa—. Siempre he sabido que la decisión que tomaron de darme tratamiento psiquiátrico nunca se va a reconsiderar, porque he entendido que nunca se me concederá un permiso…, pero ahora que tú estás aquí, por fin puedo abandonar el hospital.
Saga da media vuelta y mira directamente el rostro delgado con ojos claros.
—¿Qué podría hacer yo? —pregunta.
—Tardaremos unos días en prepararlo todo —responde él—, pero si tú te encargas de conseguir somníferos… Necesito cinco pastillas de Diazepam.
—¿Y cómo iba a conseguirlas?
—Te mantendrás despierta, dices que no puedes dormir, pides diez miligramos de Diazepam, escondes la pastilla y te acuestas.
—¿Por qué no lo haces tú mismo?
Jurek sonríe con sus labios heridos.
—A mí nunca me darían nada, me tienen miedo, pero tú eres una sirena… Todos ven la belleza, nadie ve el peligro.
Saga piensa que esto puede ser lo poco que necesita para acercarse más a Jurek. Va a hacer lo que le dice, tomará parte en su plan siempre y cuando no se vuelva peligroso.
—Asumiste la culpa de lo que yo hice, así que intentaré ayudarte —responde en voz baja.
—Pero no quieres venir conmigo.
—No tengo adónde ir.
—Lo tendrás.
—Cuéntame —sonríe ella.
—La salita cierra ahora —dice él y se marcha.
Saga siente un extraño vértigo, como si él ya lo supiera todo de ella, antes de que ella se lo cuente.
Es obvio que no era quimioterapia. Eso sólo es lo que ella creyó, sin reflexionar. La quimioterapia no se administra así. Lo cierto es que Saga sabe que siempre la dan respetando estrictos intervalos. Probablemente, el cáncer estaba demasiado avanzado. Lo único que quedaba era mitigar el dolor.
Cuando vuelve a su celda, tiene la sensación de haber estado aguantando la respiración durante toda la charla con Jurek Walter.
Se tumba en la cama extenuada.
Saga piensa que de ahora en adelante se mantendrá pasiva y dejará que Jurek le revele sus planes a la policía.