Anders está en la oscuridad observando a Petra a través del espejo del lavabo. Se cepilla los dientes, escupe, coge agua formando un cuenco con la mano y vuelve a escupir.
Cuando descubre a Anders parece que se asusta unos segundos.
—¿Estás despierto?
—Te estaba esperando —dice Anders ausente.
—Qué bien.
Petra apaga la luz y él la sigue al dormitorio. Ella se sienta en el borde de la cama y se unta crema en las manos y los codos.
—¿Te lo has pasado bien?
—No ha estado mal… Lena tiene un trabajo nuevo.
Anders le coge la mano izquierda y la sujeta con fuerza de la muñeca. Ella lo mira a los ojos.
—Sabes que mañana tenemos que madrugar.
—Cierra la boca —dice él.
Ella intenta soltarse, pero Anders le coge la otra muñeca y la tumba en la cama.
—Ay…
—¡Cierra la boca!
Clava una rodilla entre sus muslos y ella intenta liberarse retorciéndose, pero luego se calma y lo mira.
—Pero lo digo en serio: luz roja… Tengo que dormir —dice tranquila.
—Te he estado esperando.
Petra lo observa un momento y luego asiente con la cabeza:
—Cierra la puerta.
Anders salta de la cama, escucha en el pasillo, todo está en silencio, cierra la puerta y echa el cerrojo. Petra se ha quitado el camisón y está abriendo el cajón. Con una sonrisa, saca la suave cuerda y el látigo, el vibrador y el gran dildo; acto seguido él la tira sobre la cama.
Ella le pide que pare, pero Anders le arranca las braguitas con tanta fuerza que le deja marcas rojas en las caderas.
—Anders, yo…
—No me mires —la corta él.
—Perdón…
Ella no opone resistencia mientras él la ata fuerte, quizá un poco demasiado. Es posible que la borrachera la vuelva menos sensible de lo habitual. Anders tensa la cuerda alrededor de uno de los postes de la cama y la obliga a abrirse más de piernas.
—Ay —gime ella.
Anders va a buscar el antifaz y ella niega con la cabeza cuando se lo pone. Petra intenta liberarse y cada vez que da un tirón de la cuerda, se le bambolean los pechos.
—Eres tan hermosa… —susurra él.
Ya son las cuatro cuando terminan y él la desata. Petra permanece en silencio, está temblando y se masajea las muñecas entumecidas. Tiene el pelo sudado, las mejillas marcadas por las lágrimas y el antifaz se le ha bajado hasta el cuello. Anders le ha metido las braguitas rotas en la boca cuando ella ya no ha querido más, cuando ya no ha tenido fuerzas para seguir.