68

Anders Rönn está esperando sentado junto a la gran mesa de reuniones. Ya son las cinco y media. En la iluminada e impersonal sala se encuentran los representantes habituales de la directiva del hospital, dos personas de referencia de psiquiatría general, el jefe de servicio, Roland Brolin, y el jefe de seguridad, Sven Hoffman.

El director médico, Rikard Nagler, sigue hablando por teléfono y su secretaria le entrega un vaso de té helado.

La nieve cae lentamente desde el bajo cielo.

Las conversaciones en la sala mueren cuando el director médico deja el vaso vacío en la mesa, se seca los labios y declara abierta la reunión.

—Qué bien que hayáis podido venir todos —dice—. Hace una hora me han llamado del Consejo de Régimen Penitenciario.

El último murmullo entre los presentes se diluye y la sala queda en silencio.

—Han decidido que en los próximos días vamos a albergar a dos pacientes más en el módulo de seguridad —continúa—. Estamos malacostumbrados a tener uno solo… que además es viejo y tranquilo.

—Porque está esperando —dice Brolin muy serio.

—He convocado la reunión para saber qué opináis sobre lo que esto implica en cuanto a seguridad y a la situación general —prosigue el director médico haciendo caso omiso al comentario de Brolin.

—¿A qué pacientes quieren mandar? —pregunta Anders.

—Ni que decir tiene que ambos requieren el máximo nivel de seguridad —responde el director médico—. Uno ha estado en el pabellón cerrado de Säter y la otra, en el departamento psiquiátrico del Karsudden después de un…

—No va a funcionar —lo interrumpe Brolin.

—Nuestro módulo de seguridad está construido para albergar a tres pacientes —replica el director médico sin alterarse—. Los tiempos han cambiado, hay que ahorrar dinero, no podemos…

—Sí, pero Jurek es… —Brolin se queda callado.

—¿Qué ibas a decir?

—Para nosotros es imposible gestionar más pacientes —dice Brolin.

—Pero tenemos el deber de aceptarlos.

—Invéntate una excusa.

El director médico suelta una carcajada cansada y niega con la cabeza.

—Tú siempre lo has visto como a un monstruo, pero él…

—No me dan miedo los monstruos —lo corta Brolin—, pero tengo suficiente sentido común como para temer a Jurek Walter.

El director médico mira sonriendo al jefe de servicio y luego le susurra algo a su secretaria.

—Yo soy bastante nuevo aquí —dice Anders—. ¿Alguna vez Jurek Walter ha dado problemas?

—Hizo desaparecer a Susanne Hjälm —responde Brolin.

La sala queda en silencio. Un médico de psiquiatría general se quita nervioso las gafas y se las vuelve a poner de inmediato.

—Me dijeron que había pedido una excedencia… para un proyecto de investigación —dice Anders despacio.

—Lo llamamos así —aclara Brolin.

—Me gustaría saber qué ha pasado —replica Anders y siente que una angustia incómoda se despierta en su interior.

—Susanne sacó una carta de la celda de Jurek Walter, pero se arrepintió —explica Brolin con la mirada baja—. Me llamó y me lo explicó todo. Estaba completamente… No sé…, sólo hacía que llorar y juraba que había quemado la carta… Y creo que lo hizo porque estaba asustada y no paraba de decir que nunca más entraría en la celda de Jurek.

—Ha pedido la baja —informa el director médico toqueteando distraído sus papeles.

Algunos se ríen y otros parecen más bien incómodos. El jefe de seguridad, Sven Hoffman, proyecta una imagen del módulo de seguridad sobre la pantalla blanca.

—Por lo que respecta a la seguridad, no nos supone ningún problema admitir a más pacientes —dice con sobriedad—. Pero las primeras semanas aumentaremos los dispositivos de alarma.

—Jurek Walter no debe verse con otras personas —se empecina Brolin.

—Pero ahora no queda más remedio… Tendréis que resolver el tema de la seguridad —exige el director médico y mira a los demás.

—No se puede… y quiero que conste en acta que renuncio a la responsabilidad del módulo de seguridad, tendrá que ser una parte de psiquiatría general o ser una área independiente…

—¿No estás exagerando un poco?

—Esto es exactamente lo que Jurek Walter lleva esperando todos estos años —responde Brolin sin aliento por el nerviosismo.

Se levanta de la silla y abandona la sala sin decir nada más. Las sombras de los copos de nieve se deslizan lentamente por la pared y la pizarra blanca.

—Estoy seguro de que yo podría controlar a tres pacientes independientemente de sus diagnósticos —se ofrece Anders sin prisa reclinado en la silla.

Los demás lo miran desconcertados; el director médico suelta el bolígrafo y sonríe amable.

—La verdad es que no entiendo el problema —explica Anders y mira hacia la puerta por la que acaba de salir Brolin.

—Continúa —pide el director médico animándolo con la cabeza.

—Es sólo una cuestión de medicación —aclara Anders.

—No se les puede dormir —se ríe Hoffman.

—Claro que se puede si es necesario —responde Anders con una sonrisa varonil—. Un ejemplo es Sankt Sigfrid… Estábamos tan sobrecargados que simplemente no podíamos con todas las incidencias.

Observa la mirada atenta del director médico, levanta las cejas, se abre de brazos y dice:

—Una medicación fuerte de verdad… Puede que sea un poco incómodo para el paciente, lo sabemos, pero si yo fuera responsable del módulo de seguridad, no correría ningún riesgo.