Nathan Pollock se sienta junto a Verner Zandén, quien entra en la base de datos del Ministerio de Justicia y teclea el código de doce cifras. Juntos introducen fechas de autos de procesamiento, presentaciones de demandas y vistas principales. Formulan calificaciones de crímenes, informes psiquiátricos y que el tribunal de Uppsala consideró a la acusada culpable de dos homicidios premeditados extremadamente violentos.
Al mismo tiempo, Carlos introduce en el registro de antecedentes penales de la policía judicial los crímenes de Saga Bauer, su sentencia y los castigos.
Verner pasa al registro del Instituto Nacional de Medicina Legal, pega el informe psiquiátrico, escribe un seguimiento del caso y sonríe para sí.
—¿Cómo vamos de tiempo? —pregunta Saga.
—Bastante bien, creo —dice Verner, y mira la hora—. Exactamente, dentro de dos minutos los miembros del Consejo de Régimen Penitenciario se van a sentar a la mesa para celebrar su reunión extraordinaria… y, entonces, mirarán lo que pone en el registro del Consejo General de Justicia… y tomarán la decisión de trasladar a dos pacientes al módulo de seguridad del departamento psiquiátrico del Löwenströmska.
—En ningún momento habéis dicho por qué vamos a ser dos pacientes —advierte Saga.
—Porque eso te expone mucho menos —responde Pollock.
—Pensamos que Jurek Walter a lo mejor podría sospechar si, de repente, aparece una paciente nueva después de tantos años —explica Carlos—. Pero si primero llega un paciente del pabellón cerrado de Säter… y algún día más tarde otro del Karsudden, en el mejor de los casos te librarás de buena parte de la observación.
—Vamos a dejar que Saga se vaya —opina Verner.
—Mañana dormirás en el hospital Karsudden —dice Pollock.
—A tus familiares, tienes que decirles que te vas al extranjero en una misión secreta —empieza Verner—. Alguien tiene que ocuparse de los recibos, las mascotas, las plantas…
—Yo me encargo de eso —lo corta ella.
Joona recoge la parca que está tirada en el suelo y se la ofrece abierta a Saga para que pueda meter los brazos.
—¿Te acuerdas de las reglas? —le pregunta en voz baja.
—Hablar poco, frases cortas, hablar en serio y atenerme a la verdad.
—En realidad, tengo una regla más —dice Joona—. Creo que es algo muy personal, pero Samuel decía que hay que evitar hablar de los padres.
Saga se encoge de hombros.
—Vale.
—La verdad es que no sé por qué eso le parecía tan importante.
—Me parece inteligente escuchar los consejos de Samuel —reconoce Verner.
—Sí, a mí también.
Carlos guarda dos bocadillos en una bolsa y se los da a Saga.
—Debo recordarte que allí dentro serás una paciente, eso es todo… Es decir, no tienes ningún deber ni autoridad policiales —dice serio.
Saga se cruza con su mirada.
—Lo sé.
—Es importante que lo entiendas si vamos a tener que protegerte a posteriori —dice Verner.
—Me voy a casa a descansar un poco —dice Saga en voz baja, y se dirige hacia el recibidor.
Mientras está sentada en un taburete atándose los cordones, Joona se acerca. Se pone de cuclillas a su lado.
—Dentro de poco será demasiado tarde para echarse atrás —susurra.
—Quiero hacerlo. —Ella sonríe y lo mira a los ojos.
—Lo sé —responde Joona—. Va a salir bien, siempre y cuando no te olvides de lo peligroso que es Jurek. Sabe influir en las personas, las transforma, les arranca el alma como…
—No dejaré que Jurek entre en mi cabeza —dice ella segura de sí misma; se pone de pie y empieza a abrocharse el abrigo.
—Es como un…
—Pero yo soy una chica fuerte —lo interrumpe Saga.
—Lo sé.
Joona le aguanta la puerta y la acompaña al rellano. Él titubea y ella se apoya en la pared.
—¿Qué es lo que me quieres decir? —pregunta con cariño.
Vuelven a guardar silencio unos segundos. El ascensor está quieto en la planta baja. Fuera, un vehículo con sirena se precipita por alguna calle.
—Jurek hará todo lo posible por fugarse —dice Joona con su voz profunda—. No puedes dejar que eso ocurra. Eres como una hermana para mí, Saga, pero es mejor que mueras a que dejes que eso ocurra.