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Saga se levanta, cruza los brazos y se queda quieta con la mirada perdida en los copos de aguanieve que caen al otro lado de la ventana.

—Ahora mismo, lo difícil es impulsar el traslado al módulo de seguridad del Löwenströmska, pero al mismo tiempo encontrar un crimen y un diagnóstico que no impliquen una medicación demasiado fuerte —dice Verner.

—La misión fallará irremediablemente si te atan o te aplican una terapia de electrochoque —advierte Pollock con neutralidad.

Shit —susurra ella y luego se vuelve hacia sus compañeros.

—Jurek Walter es inteligente —dice Joona—. No es fácil de manipular y mentirle va a ser muy peligroso.

—Tenemos que crear una identidad perfecta —exige Verner mirando a Saga.

—He estado pensando bastante y creo que en el fondo me gustaría darte un trastorno esquizoide de la personalidad —opina Pollock mirándola con los ojos tan entornados que sólo se reducen a una fina línea negra.

—¿Basta con eso? —pregunta Carlos.

—Si le añadimos episodios psicóticos reiterados con brotes agresivos…

—Vale —asiente Saga mientras se le sonrojan las mejillas.

—Estarás tranquila con ocho miligramos de Decentan tres veces al día —dice él.

—¿Cuál es el nivel real de peligrosidad de esta misión? —pregunta Verner al final al ver que Saga no lo hace.

—Jurek es muy peligroso, el otro preso que entre al mismo tiempo que Saga también lo es y no podremos influir en el trato que ella va a recibir una vez que esté dentro —responde Pollock con total sinceridad.

—Entonces ¿no podemos garantizar la seguridad de mi agente de ninguna manera? —pregunta Verner.

—No —responde Carlos.

—¿Eres consciente de ello, Saga? —pregunta Verner.

—Sí.

—Sólo un pequeño grupo seleccionado sabrá de la existencia de esta misión y no tendremos ningún tipo de acceso al módulo de seguridad —dice Pollock—. Así que si por alguna razón no te oímos por el micrófono, abortaremos la misión pasadas veintisiete horas, pero durante ese tiempo tendrás que apañártelas tú sola.

Joona pone un plano detallado del módulo de seguridad delante de Saga y con un bolígrafo señala la salita de recreo.

—Como puedes ver, hay esclusas aquí… y tres puertas automáticas aquí —dice Joona—. No es fácil, pero en una situación de emergencia tendrías que hacerte una barricada aquí, y a lo mejor también aquí y aquí… Y si estás al otro lado de esta esclusa, la ubicación del operador y este almacén de aquí serían los mejores sitios.

—¿Se puede acceder a ese pasillo? —pregunta Saga señalando el plano.

—Sí, pero no por aquí —dice él y tacha las puertas que son imposibles de forzar sin tarjeta ni código de acceso.

—Te encierras y esperas a que llegue la ayuda.

Carlos empieza a buscar entre los papeles que hay sobre la mesa:

—Por si algo sale mal en una fase posterior, quiero enseñarte…

—Espera un segundo —lo interrumpe Joona—. ¿Has memorizado el plano?

—Sí —responde Saga.

Carlos saca el gran mapa de los terrenos que rodean el hospital.

—En primer lugar, entraremos con un coche de salvamento hasta aquí —dice y señala el camino que pasa por detrás del hospital—. Lo dejaremos al lado del patio grande…, pero si no puedes llegar hasta allí, te metes en el bosque y sigues hasta este punto.

—Bien —admite Saga.

—Las fuerzas de asalto entrarían por aquí, seguramente…, y por el pasaje subterráneo, depende un poco del nivel de alarma.

—Siempre y cuando no reveles la misión, podremos sacarte y hacer que todo regrese a la normalidad —informa Verner—. No habrá pasado nada, volveremos a cambiar el registro del Ministerio de Justicia, no existirá ninguna sentencia sobre ti y nunca habrás estado internada en ningún sitio.

La sala se queda en silencio. De repente, es como si lo inverosímil de la misión emergiera con total nitidez.

—¿Cuántos confiáis en mi misión? —pregunta Saga en voz baja.

Carlos asiente inseguro y farfulla algo.

Joona se limita a negar con la cabeza.

—Puede —dice Pollock—, pero es difícil y peligrosa.

—Hazlo lo mejor que puedas —dice Verner y, durante un instante, descansa la enorme mano sobre el hombro de Saga.