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Saga se encuentra en el piso vacío con los dos jefes. Su corazón late con fuerza y cada músculo de su cuerpo le grita que debe rechazar la propuesta.

—¿Esto es ilegal? —pregunta, y se percata de que se le ha secado la boca.

—Sí, por supuesto…, y es altamente confidencial —responde Carlos con gravedad en la voz.

—¿Altamente? —repite ella y junta los labios.

—En la judicial vamos a declararlo confidencial para que la secreta no pueda mirar el expediente.

—Y yo me encargaré de que la secreta lo declare confidencial para que la judicial no pueda husmear —continúa Verner.

—Nadie podrá saber nada de esto sin una orden directa del Gobierno, como mínimo —aclara Carlos.

El sol entra por la sucia ventana y Saga contempla el tejado parcheado del edificio vecino. Un ventilador le lanza un reflejo y ella se vuelve para mirar a los dos hombres.

—¿Por qué hacéis esto? —pregunta.

—Para salvar a la niña. —Carlos sonríe, pero sus ojos permanecen serios.

—¿Pretendéis que me crea que el jefe de la policía judicial y el jefe de la policía secreta se juntan para…?

—Yo conocía a Roseanna Kohler —la interrumpe Carlos.

—¿La madre?

—Fuimos a la misma clase en la escuela de Adolf Fredrik y éramos muy amigos… Hemos… Es muy difícil, ha sido…

—O sea, que esto es personal —comenta Saga y da un paso atrás.

—No, es… Esto es lo único correcto que podemos hacer, tú misma lo has leído —responde haciendo un vago gesto hacia la carpeta.

Al ver que Saga no reacciona, Carlos continúa:

—Pero si quieres que te sea sincero…, sólo es una hipótesis y si esto no fuera personal, no sé si habríamos convocado esta reunión.

Empieza a toquetear la palanca del grifo del fregadero. Saga lo observa y tiene la fuerte convicción de que Carlos no le ha explicado toda la verdad.

—¿En qué sentido es personal? —le pregunta.

—Eso no es relevante —se apresura él a responder.

—¿Estás seguro?

—Lo importante es… que hagamos esto ahora, es lo correcto, lo único correcto… porque creemos que podemos salvar a la niña.

—Es decir, metemos a un agente tan pronto como podamos, eso es todo, no es una gran operación —opina Verner.

—Está claro que no podemos asegurar que Jurek Walter vaya a soltar nada, pero existe esa posibilidad… y todo apunta a que es nuestra única oportunidad.

Saga se queda inmóvil y con los ojos cerrados un buen rato.

—¿Qué pasa si digo que no a esta misión? —pregunta—. ¿Dejaréis morir a la niña en esa puta cápsula?

—Encontraremos a otro agente —dice Verner.

—Pues ya podéis ir haciéndolo —propone Saga y empieza a caminar hacia el recibidor.

—¡¿No quieres recapacitar?! —grita Carlos.

Ella se detiene, les está dando la espalda a los dos jefes y niega con la cabeza. La luz atraviesa su melena con las trenzas de colores.

—No —contesta y sale de la vivienda.