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Mikael respira más de prisa, mueve la cabeza hacia los lados, farfulla algo, abre los ojos y mira directamente a Joona con temor.

—Tienes que ayudarme, no puedo estar aquí tumbado —dice—. No lo aguanto, no lo aguanto, mi hermana me está esperando, la noto todo el rato, la noto…

Reidar se acerca a toda prisa, le coge la mano y se la pega a la mejilla.

—Mikael, lo sé —susurra y traga saliva.

—Papá…

—Lo sé, Mikael, pienso en ella constantemente…

—¡Papá! —grita Mikael con voz estridente—. No lo aguanto, no puedo más, no…

—Tranquilízate —lo consuela su padre.

—Está viva, ¡Felicia está viva! —grita—. No puedo quedarme aquí, tengo que…

Tose y carraspea una y otra vez. Reidar le levanta la cabeza e intenta ayudarlo. Repite palabras de consuelo para calmar a su hijo, pero su mirada está encendida por un pánico infinito.

Mikael se desploma otra vez sobre la almohada entre jadeos y susurra palabras ininteligibles mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas.

—¿Qué dices sobre Felicia? —pregunta Reidar contenido.

—No quiero —solloza Mikael—. No puedo quedarme aquí tumbado…

—Mikael —lo interrumpe Reidar—, ahora tienes que ser claro.

—No lo aguanto…

—Has dicho que Felicia está viva —insiste Reidar—. ¿Por qué lo has dicho?

—La dejé allí, la dejé sola —llora Mikael—. Me fui corriendo y la dejé allí.

—¿Estás diciendo que Felicia sigue viva? —pregunta Reidar por segunda vez.

—Sí, papá —susurra Mikael a lágrima viva.

—Dios mío… —murmura su padre y se pasa una mano temblorosa por el pelo—. Santo cielo…

Mikael tose con violencia, una nube de sangre sube por el tubo, respira hondo, tose otra vez y resuella.

—Estuvimos juntos todo el tiempo, papá. A oscuras, en el suelo…, pero la dejé allí.

Mikael se queda callado, como si hasta la última gota de fuerza hubiera abandonado su cuerpo. En los segundos que siguen su mirada se vuelve turbia y cansada.

Reidar mira a su hijo con una cara que ha perdido toda la firmeza, que ha abandonado la necesidad de guardar las apariencias.

—Tienes que decir…

Se le corta la voz, toma una bocanada de aire y luego repite:

—Mikael, ¿entiendes que tienes que decir dónde está para que podamos ir a buscarla…?

—Sigue allí… Felicia sigue allí —dice Mikael con voz débil—. Sigue allí. La conozco y tiene miedo…

—Mikael… —suplica Reidar.

—Tiene miedo porque está sola… No puede soportarlo, siempre se despierta por las noches y llora hasta que se da cuenta de que yo estoy allí.

Reidar nota cómo se le encoge el pecho. Unas manchas grandes de sudor se le han formado en la camisa, debajo de los brazos.