Anders golpea la pesada puerta de acero y grita, pero el jefe de servicio no le abre. Siente el pulso retumbando en la cabeza cuando se vuelve hacia el paciente. Jurek Walter sigue sentado en el suelo, parpadea algunas veces mientras lo mira y luego comienza a incorporarse.
—Es mentira —dice Jurek, manchándose de sangre la barbilla—. Dicen que soy un monstruo, pero sólo soy una persona…
No tiene fuerzas para ponerse de pie y vuelve a desplomarse en el suelo.
—Una persona —murmura.
Con movimientos agotados, se mete una mano por debajo de la ropa, saca un papel doblado y lo tira a los pies de Anders.
—La carta por la que te ha preguntado antes —dice—. Llevo siete años pidiendo que me dejen ver a un representante legal… No es que tenga esperanzas de que me suelten…, soy quien soy, pero sigo siendo una persona…
Anders se agacha y alarga el brazo para pescar el papel sin quitarle los ojos de encima a Jurek. El arrugado hombre intenta levantarse otra vez, se apoya sobre las manos, se tambalea y al final logra poner un pie en el suelo.
Anders recoge el papel, retrocede y oye por fin el tintineo de una llave que se introduce en la cerradura. Se vuelve, mira por el cristal blindado y siente que le tiemblan las piernas.
—Nunca deberías haberme provocado una sobredosis —murmura Jurek.
Anders no se vuelve, pero sabe que Jurek Walter está de pie mirándolo.
El cristal blindado de la puerta es como una lámina de hielo sucio. No se puede ver quién está al otro lado girando la llave en la cerradura.
—Abre, abre —susurra Anders mientras oye la respiración a sus espaldas.
La puerta se abre y Anders sale a trompicones de la celda de aislamiento. Se deja caer sobre la pared de hormigón del pasillo y oye el ruido pesado que hace la puerta cuando se cierra y el restallido del mecanismo de la cerradura cuando giran la llave.
Se apoya en la fresca pared resoplando, da media vuelta y descubre que no es el jefe de servicio quien lo ha salvado, sino la mujer joven con piercings en las mejillas.
—No sé qué puede haber pasado —dice ella—. Roland debe de haber tenido un lapsus o algo, porque siempre es muy meticuloso con la seguridad.
—Voy a hablar con él…
—A lo mejor no se encuentra bien…, creo que tiene diabetes.
Anders se seca las manos sudadas en la bata de médico y la vuelve a mirar.
—Gracias por abrirme —dice.
—Por ti, haría cualquier cosa —bromea ella.
Anders intenta esbozar su sonrisa masculina imperturbable, pero las piernas le tiemblan cuando sigue a su compañera para atravesar la puerta de seguridad. Ella se queda en la centralita de vigilancia y lo mira.
—La verdad, el único problema de trabajar aquí abajo —dice— es que está todo siempre tan tranquilo que tienes que comer un montón de chucherías para mantenerte despierta.
—No está mal.
En un monitor se ve a Jurek sentado en la cama descansando la cabeza entre las manos. La sala común con el televisor y la cinta para correr está vacía.