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La sargento Finch se inclinó hacia delante para escudriñar los mensajes (tuits, estados de Facebook y actualizaciones de blogs) que discurrían por el monitor principal de Henry. Todos ellos estaban siendo traducidos en tiempo real.

—¿El volumen sigue aumentando? —preguntó.

—Se ha duplicado en las últimas tres horas —respondió Henry—. Y este es solo el material publicado en Egipto —añadió, señalando la pantalla de menor tamaño situada a la derecha de la principal.

—Los mensajes publicados desde Israel también han aumentado mucho.

La sargento Finch se volvió para observar el flujo de mensajes que discurría por la segunda pantalla.

—Así fue exactamente como se desarrollaron las cosas en Libia y Siria antes de que surgieran los enfrentamientos. ¿Estás al tanto de los avances en la operación de búsqueda de la doctora Hunter?

Henry asintió.

—Estamos siguiéndoles la pista —dijo. Señaló una tercera pantalla en la cual había un punto rojo que parpadeaba sobre un mapa, un latido rojo.

—Regresaré más tarde. No me gusta la pinta que tiene todo esto —dijo la sargento Finch—. Llámame si ocurre algo —añadió, dándose unos golpecitos en el bolsillo de su gruesa chaqueta negra—. Tendré el teléfono encendido.