Arap Anach pulsó la opción de «llamada oculta». Se abrió un teclado y pulsó el contacto de lord Bidoner. Veinte segundos más tarde oyó sonar el teléfono.
—¿Sabes qué hora es en Londres? —preguntó lord Bidoner.
—Las dos de la madrugada —respondió Anach.
—¿Esta conversación es segura?
—Tu aplicación de llamada oculta está abierta en tu teléfono, ¿no? —preguntó Anach.
—Sí. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Ha habido una movilización general de las unidades de la Fuerza de Defensa Israelí esta mañana. Todo se está desarrollando como estaba planeado.
—Asegúrate de hacerlo bien esta vez. Aquel fiasco de Londres me dejó con el culo al aire.
—Nadie de los servicios de seguridad ha intentado contactar contigo, ¿verdad?
—No, pero han estado fisgoneando.
—Las posibilidades de que alguien se imagine siquiera lo que está ocurriendo son prácticamente nulas.
—Asegúrate de tratar a la mujer como acordamos, cuando llegue el momento.
—Sé lo que tengo que hacer. Deseará no haber nacido.