Henry Mowlam extrajo la bolsita de té de su fina taza de plástico blanco y la tiró en un mugriento cubo de la basura. Trabajar para los servicios de seguridad no era tan glamuroso como lo pintaban en las series de televisión.
Se tomó su té de media tarde sentado de nuevo ante su escritorio. Tenía que leer un informe. Estaba en una de las dos pantallas laterales, más pequeñas que la principal. El informe era un PDF guardado en modo seguro, un documento que no permitía la opción de imprimirlo ni de guardarlo y al que solo podía acceder utilizando su contraseña de seguridad. Únicamente podía leerse en pantalla, y la cantidad de tiempo que permanecía abierto, además de la persona que accedía a él, quedaban registradas como parte de los metadatos del documento.
El informe reflejaba la última evaluación de las consecuencias potenciales que tendría una guerra entre Israel y los Estados Unidos contra Irán, y posiblemente también contra Egipto, así como otros países, en función de qué gobiernos árabes se viesen implicados con el afán de demostrar sus credenciales islámicas.
El contenido del informe era de gran crudeza. El impacto humano y económico de una guerra de esas características sería mayor que el de cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. Ahora Irán era una potencia regional y contaba con un ejército profesional de quinientos cuarenta y cinco mil efectivos y una reserva de sesenta y cinco mil hombres. Sería la mayor y más avanzada fuerza militar a la que Israel se hubiese unido. Israel poseía una fuerza activa de defensa de ciento ochenta y siete mil efectivos y una reserva de quinientos sesenta y cinco mil. La población de Israel era de siete millones ochocientos mil habitantes; la de Irán, de setenta y ocho millones.
Las predicciones de cifras de heridos se basaban en una serie de escenarios de guerra posibles. Hasta las predicciones más optimistas de pérdidas de vidas en la región serían inaceptables para la opinión pública de cualquiera de los países participantes, en caso de que la información se diese a conocer en algún momento.
La segunda mitad del documento detallaba los niveles de destrucción humana y física a largo plazo en caso de que tuviese lugar un ataque nuclear. Incluía detalles del arsenal nuclear israelí y una estimación de la capacidad nuclear restringida de Irán.
Henry estaba autorizado a ver el documento gracias únicamente al nuevo protocolo de seguimiento remoto que le permitía rastrear a ciudadanos británicos considerados como de alto valor que realizaban estancias de corta duración fuera del país en lugar de pasarles la vigilancia a los del MI6, la rama de los servicios de seguridad británicos dedicada a las amenazas externas.
La situación relativa a la doctora Susan Hunter, una de las ciudadanas británicas a las que estaba rastreando, junto con la tensión en Israel, que era el último lugar en el que había sido vista, exigían que estuviese al tanto de las últimas informaciones de ese país hasta donde su nivel de autorización de seguridad le permitiese.
Lo que tenía que hacer ahora era evaluar la información y decidir cómo iban a proceder con respecto a la situación de Susan Hunter.
El informe que había leído antes del documento sobre la posible guerra era la cuestión sobre la que tenía que tomar una decisión operativa.
En él se explicaba que se le había seguido la pista a una carta del primer califa del islam que trataba sobre el destino de Jerusalén hasta llegar a una declaración de un tal Max Kaiser, el arqueólogo que había muerto una semana antes, poco después de haber concedido una entrevista a un periodista que trabajaba para un periódico egipcio.
El artículo, que no se había publicado hasta el día anterior en El Cairo, estaba escrito en árabe y el servicio de traducción había tardado ese tiempo en priorizarlo y traducirlo.
Ni siquiera mencionaba la muerte de Max Kaiser. Seguramente el periodista que lo había entrevistado antes de morir ni se había molestado en actualizar su historia, si es que se había enterado siquiera de su muerte.
Tenía que considerar la posibilidad de que este artículo y la muerte de Kaiser estuvieran relacionados. Pero ¿por qué iba a querer matarlo algún islamista? La carta les interesaba.
¿Y de qué modo se relacionaba todo aquello con la doctora Hunter?