—Está ocurriendo algo raro —dijo Henry, sacudiendo la cabeza. En la pantalla que tenía delante, que se dedicaba a rastrear las redes sociales, aparecían datos que avanzaban sin cesar.
Normalmente habría dejado que los sistemas automáticos se ocupasen de aquello. Buscaban publicaciones realmente sospechosas entre los miles de millones de estados de Twitter y Facebook, comentarios en foros, anuncios publicitarios y correos no deseados que atestaban la red todos los días. Los algoritmos que utilizaban eran tan importantes para el servicio como las mejores herramientas de decodificación.
El volumen de publicaciones sobre un tema estaba creciendo como la espuma. El día anterior se habían publicado mil posts en una hora. Ahora iban a un ritmo de diez mil por hora, y subiendo.
La sargento Finch bajó la cabeza y lo miró, ajustándose las gafas en la punta de la nariz. Parecía una institutriz. Una corpulenta y autoritaria institutriz.
—Espero que esto no sea otro de tus pálpitos —dijo.
Él le sonrió.
—Esto no es un pálpito. Es una profecía.
—¿Ahora eres profeta? —preguntó con una media sonrisa que podía ser de complicidad o de anticipación al imaginar cómo le describiría a su jefe aquello mientras se tomaban un café.
A Henry no le importaba.
—Yo no —respondió—. Es de lo que se ha estado hablando en Twitter y Facebook en Egipto durante las últimas veinticuatro horas.
—¿Me lo vas a contar? —Dirigió la vista rápidamente a otro operador de pantalla que había alzado una mano. Aquella sala era donde se monitoreaban en tiempo real alrededor de un centenar de amenazas para la seguridad nacional británica.
—Todas estas publicaciones tratan sobre la afirmación de que se ha encontrado una carta del primer califa del islam. Al parecer, dice que Jerusalén, una vez que sea tomado por el islam, seguirá siendo islámico el resto de sus días.
—¿Sabemos si esa carta existe realmente?
—Se está investigando.
—Hazme saber lo que averigüen, Henry. Lo último que necesita Oriente Medio es otra profecía religiosa. Ese lugar ya es un polvorín, podría explotar en llamas en cualquier momento.