[1] En sus tiempos de joven fugitivo judío en la Europa del Holocausto, Roman Polanski se fabricó un prepucio de cera por si le cogían las SS. Pero para el diminuto agitador polaco, el drama no había hecho sino empezar. Al enorme éxito de La semilla del diablo siguió el estremecedor asesinato de su esposa, Sharon Tate, a manos de los monstruosos hermanos Manson. El productor Robert Evans reconoció que Polanski era un Napoleón con los actores, pero a Nicholson le cayó en gracia su extravagante personalidad y le abrió las puertas de su casa. En ella le sorprendió la policía al año siguiente del estreno de Chinatown, en la cama con una muchacha menor de edad. El director regresó entonces a sus raíces de fugitivo en Europa: había completado el círculo.

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[2] Afortunadamente para el bolsillo de Evans, tanto Polanski como Dunaway serían nominados al Oscar.

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[3] En retrospectiva, no sorprende que este filme sobre agua y corrupción funcionase tan bien en el año del Watergate. Y aunque Jack Nicholson no ganó el Oscar por Chinatown, sólo tardaría un año más en subir victorioso al escenario de los premios de la Academia para recoger su estatuilla por Alguien voló sobre el nido del cuco.

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