[1] En junio, “The Bookseller” reseñaba: «Aunque el libro sólo lleva quince días a la venta, ya se han encargado más de cinco mil ejemplares». Los pedidos llovían y Hill no pudo cumplirlos hasta septiembre. El editor anunció en octubre que la primera edición de diez mil ejemplares se había agotado dos semanas después de su publicación y, como la segunda, de quince mil, estaba casi agotada, pronto se prepararía otra de diez mil.

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[2] Actualmente, existe una próspera sociedad de Oz, que celebra lúdicas convenciones anuales, edita la hermosa publicación “The Baum Bugle” y cuenta en sus filas con un gran número de miembros jóvenes tan entusiastas de Oz como siempre lo han sido los niños. La intemporalidad de la fábula de Baum está garantizada.

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[3] «El señor Mayer compró el libro para mí», afirmó Mervyn LeRoy. «Estoy harto de oír hablar de Freed y de El mago de Oz. El nombre de Arthur Freed ni siquiera aparece en los títulos de crédito. El mío, sí. El señor Mayer me pidió que utilizara a Arthur como ayudante y éste me ayudó en la cuestión musical. Yo nunca he reivindicado nada que no sea mío de verdad. Pero esa película la produje yo».

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[4] Harold Arlen, que en realidad se llamaba Hyman Arluck, era un músico de gran talento que ha dejado baladas inolvidables como “Stormy Weather”, “It’s Only a Paper Moon”, “That Old Black Magic” y “Blues in the Night”. E. Y. Harburg, un intelectual progresista que durante los años del maccarthismo conocería los rigores de la “lista negra”, era ya un famoso letrista cuyo “Brother, Can You Spare a Dime” se había convertido en el himno no oficial de la Depresión. Ambos formaban un equipo muy compenetrado y fecundo.

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[5] Al año siguiente, Shirley Temple sufrió algo que no había experimentado nunca: el fracaso. Susannah of the Mounties se estrelló en taquilla. Como algunos habían predecido, había signos de que el público se estaba cansando de la misma vieja fórmula en las películas de Temple. El 12 de mayo de 1940, la Fox anunciaba que cancelaba el contrato de su estrella más valiosa. A los doce años de edad, Shirley Temple estaba acabada. El mago de Oz, por el contrario, transformó a Judy Garland en una estrella de la noche a la mañana.

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[6] Según cuenta la leyenda, Schenck hizo un último intento de conseguir a otra actriz para el papel de Dorothy. El magnate solicitó a la Metro que negociara la cesión del nuevo fenómeno de la Universal Deanna Durbin, quien en el pasado había estado brevemente bajo contrato en la compañía del león. Pero la Universal se había salvado de la bancarrota gracias a Durbin y no quiso saber nada del asunto. También se habló, dicen, de contratar a Bonita Granville, que no había hecho un musical en su vida.

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[7] Buddy Ebsen medía un metro noventa y le faltaban quince kilos. Era el espantapájaros perfecto. Este notable actor secundario, que ya había trabajado con Judy Garland en La melodía de Broadway, no sería realmente popular hasta 1974, a los 66 años de edad, gracias a su creación del televisivo detective privado Barnaby Jones.

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[8] El nombre de W. C. Fields siguió prodigándose mientras la Metro escudriñaba el horizonte en busca de su actor. Por el motivo que fuese, el cómico no llegó a firmar contrato alguno. Se dice que Fields rechazó el papel porque el estudio no quiso pagarle lo que pedía. «Le ofrecieron 75.000 dólares y él quería cien mil», explica Harburg. Según una carta publicada en el libro “W. C. Fields By Himself”, la cosa no fue tan sencilla. La misiva afirma que Fields «no ha aceptado cinco mil dólares al día de la Metro-Goldwyn-Mayer porque desea dedicar todo su tiempo a escribir el guión de “You Can’t Cheat an Honest Man”».

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[9] Todo el mundo daba por sentado que el papel estaba asignado a Gale Sondergaard. Margaret Hamilton recordaba incluso haberlo leído en los periódicos: «Me alegré de verdad por ella. Me pareció estupendo… pero no la veía como la Bruja. Era… y sigue siendo, una mujer de belleza perfecta».

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[10] En 1976, Mervyn LeRoy no recordaba la razón por la que había elegido a Richard Thorpe para dirigir El mago de Oz, ni tampoco recordaba Thorpe por qué lo habían contratado. Hugh Fordin insinúa en su libro sobre Arthur Freed, “The World of Entertainment”, que LeRoy hubiera preferido a Norman Taurog.

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[11] La idea de retocar el apéndice nasal de la protagonista, defendida por varios ejecutivos del estudio, fue abandonada antes del comienzo del rodaje.

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[12] Durante las dos semanas que pasó en el rodaje, Thorpe tuvo tiempo de rodar varias escenas en el Castillo de la Bruja, con Dorothy, el Hombre de Hojalata, el Espantapájaros y el León Cobarde. También filmó abundantes planos de la huida de Toto del castillo y su regreso al rescate de Dorothy.

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[13] Cuando Bert Lahr se quitaba la piel de león, y con el doble fin de refrescarle a él y de restaurar el traje sudado, Lahr y su atuendo eran “ventilados” mediante un potente secador, en una operación muy incómoda para él.

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[14] La mayoría de los enanos habían coincidido meses atrás en el rodaje de The Terror of Tiny Town, un curioso western de 1938. Por ejemplo, uno de los tres miembros de la “Lollipop Guild” (“Asociación de la Piruleta”), Kurt Schneider, alias Harry Earles y Harry Doll, es el triste héroe de La parada de los monstruos, de Tod Browning. Sus tres hermanas, Elly, Frieda e Hilda (Tiny Doll, Gracie Doll y Daisy Doll) también trabajan en El mago de Oz. La reunión de ciento veinticuatro enanos y seis niños causó numerosos problemas.

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[15] En el último año de su vida, Garland apareció en un programa de televisión, presentado por Jack Paar, y habló con aspereza de los Enanos, «borrachos que se ponían piripis todas las noches». Extendía su acritud a Haley, Bolger y Lahr. Entre todos le habían robado el protagonismo, la habían arrinconado, la habían dejado en segundo plano. Jack Haley vio asombrado el programa de Paar: «No es verdad, no es verdad. ¿Cómo podíamos quitarle el protagonismo a nadie? Pero, hombre, si íbamos todo el tiempo del brazo».

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[16] Cuando la Bruja Malvada observa a Dorothy y a sus amigos en el bosque encantado, les dice a sus monos alados que va a enviar un insecto que acabará con las fuerzas de sus adversarios. Esto es lo único que queda de “The Jitterbug”, un número musical donde cantan todos los protagonistas y al León le pica un Jitterbug (un bicho, se supone, que impulsa a interpretar este movido baile). El rodaje de la secuencia duró cinco semanas, costó 80.000 dólares y a todos les encantó el resultado, pero la necesidad de acortar el metraje, que en su versión original duraba dos horas, obligó a suprimir la escena junto a otros números musicales.

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[17] Bolger y Lahr ganaron 3.500 dólares. Rooney había cobrado 5.000 por semana; Garland, el mismo sueldo semanal que sus compañeros de reparto. Curiosamente, aquellas semanas en el Capitol le habían reportado a Judy más ingresos que los cinco meses de rodaje de El mago de Oz (la actriz cobró 9.649 dólares por diecinueve semanas de trabajo).

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[18] Cuando en el Grauman’s Chinese Theater fue pronunciado el nombre de Herbert Stothart como ganador del Oscar a la Mejor Banda Sonora, el premio iba dirigido en realidad a los cuarenta minutos de canciones —“Over the Rainbow”, “If I Were King of the Forest”, “Ding Dong, the Witch is Dead”, “We’re Off to See the Wizard”, “If I Only Had a Brain”— que habían escrito Harold Arlen y E. Y. Harburg. El hecho de que la estatuilla fuera otorgada al hombre que se limitó a componer la música de transición entre las canciones de El mago de Oz es buena muestra de las macabras jugarretas que solía hacer Hollywood a los compositores de los treinta. Según las normas vigentes en la Academia en la actualidad, el premio hubiera sido para Arlen, Harburg y Stothart.

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