Segunda parte

[1] Samuel Hopkins Adams apenas recibió reconocimiento alguno, de Capra menos que nadie, por su contribución a la película más celebrada e influyente de la filmografía del director italo-americano, pero muchos elementos de su relato fueron incorporados a Sucedió una noche. Así, el Peter Warne del relato de Adams comparte rasgos con el personaje de Clark Gable, pero no es un periodista en paro, sino un licenciado en ciencias químicas que sobrevive a base de trabajos esporádicos, intercalados con frecuentes temporadas de desempleo. Es un aristócrata del alma, circunstancia que diluye las barreras de clase en el proceso de conquista de la heredera. Según el cineasta siciliano, fue Myles Connolly (también ex periodista) quien propuso convertir al protagonista de la historia en un reportero tan cínico como idealista, empeñado en recuperar su trabajo. Riskin había incluido un personaje similar en el primer guión que escribió para Capra, La jaula de oro, marcado por idéntica situación, la del periodista enamorado de la millonaria caprichosa. Riskin y Capra ofrecieron una imagen considerablemente más amable de la clase alta en Sucedió una noche que en La jaula de oro, y esto fue así, quizá, porque también ellos se estaban haciendo ricos.

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[2] La screwball comedy es un género difícil de definir. Trata sobre los contradictorios deseos de los personajes por la identidad individual y la unión completa en el romance. Las películas enfrentan los momentos eróticos de cortejo de la pareja con sus combates verbales, batallas de inteligencia salpicadas con rápidas y brillantes réplicas. A causa del resurgimiento de la censura en 1934 junto con la reticencia de los americanos a ser francos respecto al sexo, las screwball comedies sacaban provecho de la necesidad de enmascarar y expresar verbalmente las tensiones y conflictos sexuales. Las screwball comedies usualmente descansaban sobre una reconciliación final o sobre el matrimonio para mostrar la unidad de la pareja. Sucedió una noche estableció estas reglas genéricas y propuso un modelo para incorporar en una estructura cómica actitudes, miedos y tensiones sobre los roles sociales, sexuales y económicos.

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[3] Irónicamente, el relato original de Samuel Hopkins Adams había sido considerado por MGM después de su publicación en la revista “Cosmopolitan” de Hearst, pero el estudio lo dejó pasar. Sucedió una noche simplemente adaptaba a un contexto de la Depresión una popular fórmula de las películas de los años veinte, reflejada en títulos como Dancing Mothers o A Woman of the World. El director Ernst Lubitsch reforzó la integridad estructural de esta fórmula y creó el prototipo de la screwball comedy en Un ladrón en la alcoba y Una mujer para dos. Impresionado e influenciado por las películas de Lubitsch, Frank Capra tomó prestada la estructura de comedia romántica que el cineasta berlinés había desarrollado para tratar los cánones sociales y sexuales de la clase media. Pero Capra utilizó la fórmula como un vehículo para la resolución de todas las diferencias sociales y económicas en una vasta clase media americana unida por las virtudes de preocuparse y compartir.

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[4] En aquella época, Clark Gable era un actor contratado por la MGM con unos saludables 2.500 dólares semanales, pero había estado descontento con su anterior película, Dancing Lady, se quejaba de que estaba cansado de los papeles de tipo duro y gigoló que le asignaban y exigía un aumento de sus honorarios. Furioso, Louis B. Mayer le suspendió de empleo y sueldo, y luego decidió mandarle durante una temporada a la Siberia cinematográfica. Así fue como Gable aterrizó en la Columbia. Pero la cesión, aparte de un castigo, también fue un acuerdo de negocios que beneficiaba a ambos estudios. La Metro no tenía proyectos propios preparados para el actor, y además ganaba $500 semanales al cobrarle a Columbia 2.500 en vez de los 2.000 que ellos le pagaban.

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[5] «Nadie hubiese podido imaginarlo», recordaba Colbert. «Constance Bennett y Miriam Hopkins habían rechazado la película porque pensaban que era una historia estúpida. Y la única razón por la que yo quise hacerla, en realidad, era para trabajar con Clark Gable». Hay algo en esta película, efectivamente, que escapa a todo análisis o descripción. Con todos los méritos que encierran el relato y el guión, y la magistral dirección de Capra, Sucedió una noche podría no haber alcanzado el éxito espectacular que conquistó sin su dúo protagonista. Clark Gable y Claudette Colbert hacen tan buena pareja que es imposible imaginar a dos actores distintos en los mismos papeles. Y sin embargo, los personajes habían sido escritos para otra pareja de intérpretes.

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[6] Frank Capra prestó especial atención a la imagen de Clark Gable. Aún parecía demasiado aniñado en la treintena, por lo que dispuso la iluminación cuidadosamente para añadir un poco de madurez. Y le permitió que destacase naturalmente sobre los otros actores. Hasta entonces, los directores siempre subían a los demás intérpretes en cajas cuando estaban cerca de él.

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[7] «Creo que Gable idolatraba a Capra», dijo el veterano editor de sonido del director, Edward Bernds. «La hostilidad inicial del actor había desaparecido cuando empezamos. El rodaje comenzó con una escena nocturna, en la estación de autobuses de Greyhound, y él ya se había hecho amigo de los técnicos. Creo que cuando llegó a la Columbia pensó: “¡Anda, hacer películas puede ser divertido!”».

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[8] Gracias a Sucedió una noche, 1934 fue el año más lucrativo de la historia de la Columbia desde 1929, fecha de la transición masiva al cine sonoro. En un momento en que otros estudios apenas conseguían mantenerse a flote, la Columbia declaró beneficios de 1.008.870 dólares para el año fiscal que terminaba el 30 de junio de 1934, una cifra 268.630 dólares superior a la del año anterior. La película de Capra continuó proyectándose en las salas de todo el país hasta bien entrado 1935. Si tomamos como referencia las cuentas del estudio, la primera explotación del filme generó ingresos por distribución por valor de un millón de dólares, pero, tal como señaló Joe Walker, esta cifra podría haber sido muy superior si la película no hubiera sido vendida a los exhibidores como parte de un lote integrado por más de dos docenas de producciones menores de la Columbia, la totalidad de cuyos ingresos de distribución fueron divididos equitativamente entre cada una de las cintas, como era costumbre en la época, con el fin de disminuir riesgos y consolidar a los grandes estudios en su posición de dominio.

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