La caracterización más rica de toda la película fue ofrecida por Hattie McDaniel como Mammy (imagen anterior, en una prueba de vestuario y maquillaje), la astuta, curtida, mandona sirvienta de la familia O’Hara y la única persona, además de Rhett Butler, a la que no engañaban las lágrimas de Scarlett. McDaniel tenía 45 años cuando interpretó el papel y había pasado la mayor parte de su vida girando en el cinturón del teatro negro, actuando en carpas, cabarets y vodevil. Sus talentos cómicos y dramáticos fueron plenamente aprovechados por Selznick, Cukor, Fleming y Wood, que le dieron algunos de los momentos más jugosos de la película. Nativa de Wichita, Kansas, Miss McDaniel tuvo que aprender con Susan Myrick a hablar en el rico dialecto de una negra transplantada de Savannah que ha vivido en el norte de Georgia durante veinte años.
La renuncia de George Cukor obligó a Selznick a buscar otro director. Oteando el panorama entre las paredes de la Metro, el productor sacó a Victor Fleming del plató de El mago de Oz, a cuyo rodaje aún le quedaban tres semanas, y le puso a leer “Lo que el viento se llevó”. Fleming se quedó horrorizado ante el legajo informe que habían puesto ante él. A Clark Gable le sentó de maravilla el cambio de director. Él y Victor Fleming eran amigos desde hacía mucho tiempo. Habían compartido horas de trabajo (Vic dirigió a Clark en Piloto de pruebas, entre otras películas) y horas de ocio.
Victor Fleming, que había conducido coches de carreras, pilotado aviones y cazado tigres en sus años de juventud, era un hombre brusco y arisco, de aires muy masculinos y con fama de «director de hombres». Una técnica diametralmente opuesta al estilo íntimo e introspectivo que caracterizaba a George Cukor, el «director de mujeres». En el plató, Vivien Leigh y Victor Fleming tenían roces continuos. La actriz se pasaba el rato consultando un ajado ejemplar de la novela, mientras Fleming y Selznick, irritados, le pedían que guardara el maldito libro e hiciera la escena como se le decía.
En la fotografía anterior, un sonriente David Selznick y Victor Fleming fingen estar repasando el guión de Lo que el viento se llevó. Cuando Fleming fue contratado para reemplazar a Cukor, insistió en una revisión total del guión, haciendo que toda la producción cerrase sus puertas durante casi dos semanas. Durante cinco interminables días con sus noches, Selznick, Fleming y Hecht emplearon todas sus energías en dar forma al guión. A consecuencia del esfuerzo, a Fleming le estalló un vaso sanguíneo en el ojo derecho y Selznick se derrumbó sobre el sofá, entregado a un sueño tan profundo que los otros dos temieron que hubiera entrado en coma.
Un agobiado Victor Fleming (imagen anterior), de vuelta al trabajo tras un descanso de dos semanas, instruye a una tensa Vivien Leigh sobre las necesidades dramáticas de la escena en curso: Scarlett buscando al Dr. Meade entre los 1.600 soldados confederados muertos y moribundos que yacen en los patios de la estación de ferrocarril. La ciudad de Atlanta fue recreada con relativa fidelidad a partir de fotos y dibujos proporcionados por Wilbur Kurtz. La estación de tren fue construida prácticamente a escala real a partir de los planos de la original.
En la imagen anterior Olivia de Havilland caracterizada como Melanie Hamilton en un retrato de estudio de Fred Parrish.
En la imagen siguiente el director de orquesta Kay Kyser, Carole Lombard y Clark Gable, recién llegados en el “Sky Sleeper” de American Airlines, son recibidos por las autoridades de Atlanta. La compañía aérea envió un representante especial en el vuelo para asegurarse de que las estrellas eran apropiadamente atendidas.
Imagen siguiente: Vivien Leigh ganó el premio a la mejor actriz, derrotando a competidoras como Bette Davis en Amarga victoria y Greta Garbo en Ninotchka
Los premios de la Academia de 1939 fueron casi un paseo para Lo que el viento se llevó. La noche del 29 de febrero de 1940, los miembros de la Academia bendijeron a la película con ocho estatuillas, más el premio Irving Thalberg concedido a David O. Selznick, un récord hasta el momento. El momento más emotivo de la noche fue el premio concedido a la entrañable Hattie McDaniel (imagen siguiente). Cuando Fay Bainter leyó el nombre de la actriz, el público prorrumpió en el aplauso más caluroso de la noche. El discurso de aceptación de la actriz había sido escrito por alguien en el estudio; ella lo memorizó cuidadosamente, y tras prometer seguir «siendo un orgullo para mi raza», rompió a llorar y abandonó el escenario.