El premio Pulitzer que le fue concedido a Margaret Mitchell en 1937 venía a reflejar el insólito tirón popular de una novela que había vendido más de millón y medio de ejemplares sólo en su primer año de vida. Y todo ello en un país que empezaba a recuperarse de la crisis económica y social más dramática de su historia. Pero Selznick no se dejó convencer de inmediato para comprar los derechos de “Lo que el viento se llevó”. Entre los estudios dominaba la idea de que las películas de la Guerra de Secesión no resultaban rentables. Dijo que le interesaría si tuviera una primera actriz para el papel protagonista, pero como no la tenía, rechazaba el proyecto.

Lo que el viento se llevó” tenía más de 150 personajes secundarios que aparecían prominentemente en la novela. David O. Selznick y sus guionistas consiguieron reducirlos a cincuenta papeles con frase, un número récord para cualquier producción. Uno de los grandes talentos de Selznick era su instinto para el casting, y pobló la película con un rico surtido de algunos de los mejores actores de carácter de Hollywood y Nueva York. En la fotografía superior, Barbara O’Neill y Thomas Mitchell. A la derecha, Butterfly McQueen, una actriz teatral de Nueva York de veintiocho años, que interpretó memorablemente a la chillona y lerda sirvienta Prissy, el único papel que Margaret Mitchell desearía haber podido interpretar ella misma.

El 24 de agosto de 1938, Louis B. Mayer y David Selznick firmaron el contrato por el cual MGM daría a Selznick 1.2500.000 dólares y los servicios de Clark Gable para el papel de Rhett Butler. A cambio MGM obtuvo los derechos de distribución de la película durante cinco años más un 50% de los beneficios, mientras Loew’s Inc., la compañía “hermana” de MGM. recibía el 15% de los ingresos brutos por distribuir la cinta. Gable recibió su salario de 4.500 semanales más un bonus de 50.000 dólares que empleó en divorciarse de su segunda esposa para poder casarse con Carole Lombard. MGM insistió en que Selznick pagara un tercio del bonus adicional al salario de Gable.

En un principio, Leslie Howard estaba firmemente decidido a mantenerse alejado de Ashley Wilkes. Como Clark Gable antes que él, había sido elegido tanto por David O. Selznick como por el público, e, igual que Gable, había rechazado el papel. Pero el dinero y la promesa de producir Intermezzo con él de protagonista terminaron por convencer a Leslie. Ray Milland y Melvyn Douglas fueron las otras opciones para encarnar a Ashley.

En noviembre de 1938, las necesidades de producción obligaron a iniciar el rodaje con el guión a medio terminar y sin haber encontrado a la protagonista femenina. Así, el 10 de diciembre se filmó la secuencia del incendio de Atlanta en los remozados decorados de King Kong. El rodaje conllevó mucha planificación y riesgos considerables. Fue una noche extraordinaria. Ensayaron todo el día, hicieron una pausa para cenar y a las ocho de la tarde prendieron la mecha. Con Cukor como testigo, Menzies dirigió la escena y Rennahan la fotografió, asistido por veintisiete operadores y siete cámaras tecnicolor. Todo salió a la perfección. Por fin, el 13 de enero de 1939 se anunció que una virtual desconocida, británica para más inri, iba a protagonizar la más ambiciosa producción de Hollywood. Su nombre: Vivien Leigh. A favor de Vivien jugaban su escasa cotización, que aliviaba el desmesurado presupuesto del filme, y la imperiosa necesidad de encontrar a la protagonista femenina. Sólo su voz aflautada constituía un serio problema. La espera hasta que el estudio tomó una decisión fue angustiosa.

Con sus facciones delicadas, ojos verdosos y cutis de marfil, Vivien Leigh parecía una figura de porcelana. Pero bajo su frágil apariencia ocultaba una vivaz inteligencia y una voluntad de hierro.

Las primeras escenas en las que intervino Clark Gable, las del baile benéfico de Atlanta, fueron bastante complicadas. El actor tenía que aprender el reel —baile típico escocés— de Virginia y seguir haciendo el dandy por otros procedimientos varios, un estilo de actuación que le resultaba enormemente incómodo. El clima emocional que imperaba en el plató no contribuyó a apaciguar sus suspicacias e inseguridades respecto a su papel y su capacidad interpretativa.

Cuando comenzó el rodaje ya se llevaban gastados 1.081.465 dólares, de los 2.893.000 presupuestados.