En Cuenca la Semana Santa comienza a vivirse semanas antes, se puede decir que es una semana que dura como veinte días. Que se empieza a vivir antes quiere decir que, con los banzos ya subastados, la gente escucha las marchas procesionales en el coche o en el trabajo, pide resoli en los bares y se infla a comer torrijas en su casa. Pero si hay un protagonista en la semana santa de Cuenca, Jesús me perdone, ese es Luis Marco Pérez, que en la década de los años cuarenta y cincuenta realizó la inmensa mayoría de la imaginería procesional conquense. Investigar toda su obra en diez o quince días era algo imposible y vigilarla suponía estar pringado toda la Semana Santa. Pero algo de toda esta historia me turbaba, así que me acomodé una carpeta azul debajo del brazo y me dispuse a girar visita a todas y cada una de las imágenes de Marco Pérez durante toda la semana. Se suponía Marco Pérez recibió el encargo sobre el año cuarenta o cuarenta y algo, que es cuando Coullaut restaura la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno del convento de las clarisas de Sisante, por lo que no era necesario investigar las imágenes anteriores, pero dadas las dificultades e imprecisiones que surgían una y otra vez en este caso me dispuse a hacerle un seguimiento a todas. Me hice un cuadrante y todo, como en la mili, que seguí a rajatabla. El lunes, diez de abril, visité la iglesia de El Salvador que es donde más imágenes pasan casi todo el año, donde vi a San Juan Bautista, al Cristo de los Espejos, a Ntra. Sra. de la Amargura, al Jesús de las seis, el de las turbas, la procesión de los borrachos para los de fuera, a San Juan Apóstol, al Cristo yacente, y a la Verónica. Casi nada. El martes once, visité Ntra. Sra de la Luz, para ver el Amarrado, el Ecce-Homo, la Soledad del Puente, las Angustias y el Cristo de las Misericordias. El miércoles me tocó andar mucho para ver lo que en los otros dos días; en Santa Ana la Borriquilla, el pollino para algunos, la imagen preferida de los niños, en San Felipe Neri, Ntro. Padre Jesús de Medinaceli y en Santiago San Pedro, el de los fachas, que en Cuenca son de dos clases: impotentes o maricones. El Jueves estaba hasta arriba de ver imágenes, y como aún me quedaba cierto resquemor de profesional, y aunque ya no importaba fui a Alarcón a ver si Jamete había dejado algún recado. El resultado fue el esperado: gua. Para acabar el viernes fui a San Esteban para ver el Jesús orando en el Huerto, el Beso de Judas, El cristo del Perdón y El cristo de la Salud. Inmerso en el trabajo y cegado por el mismo, aún dediqué toda la tarde en viajar a San Clemente para ver el Descendido, no fuese la tentación.
Las manos a las que da forma Marco Pérez son de una calidad indudable, cargadas de una fuerte tensión dramática todas y cada una de ellas; escoger solo un par como las moldeadas con el Santo Madero me resultó imposible. Será que no tengo una sensibilidad especial para estas cosas el arte. No son buenas apuestas las que se hacen a ciegas, pensaba mientras miraba por la ventana de mi despacho apurando un cigarro, cuando me vino una pregunta a la cabeza ¿Por qué razón Marco Pérez utilizaría el Santo Madero para la talla de unas manos como hiciera la Roldana? ¿Había algún indicio? ¿Había algún motivo? Había estado todo el tiempo buscando unas manos cuando no había nada en lo que apoyarse para ello, quizás por eso, después de toda una semana, tenía las manos vacías. Y luego estaba la tulipa… ¿Qué sentido tenía buscar una tulipa que nadie sabía dónde estaba para luego esconderla para que nadie supiese dónde estaba? Se me estaban escapando unas cuantas cosas me parecía. ¿Para qué servia realmente la tulipa?