A base de limpieza Evelyn había revolucionado mi despacho-hogar, parecía un quirófano de lo limpio y despejado que estaba, pero en todo eso había un pequeño problema: era imposible encontrar nada, era como si todo estuviese escondido. El teléfono sonaba y sonaba y sin papeles debajo de los que buscarlo me sentía perdido siguiendo su rastro. Los teléfonos inalámbricos serán un gran invento pero entre que se descargan y se pierden… me duró un mes y no he vuelto a tener otro nunca más.
—¿Si?
—¿Señor Mauricio?
—Sí, soy yo.
—Perdone que le moleste a estas horas, soy Leonor. Me gustaría que nos viésemos hoy para hablar del caso y que me explicase un poco los avances en la línea de Marco Pérez.
—Sí, claro, dígame ¿Cuándo le viene bien?
—Pues esta tarde mismo.
—Uy, esta tarde precisamente no voy a poder —tenía entradas para ver al Madrid en el Bernabéu jugar contra el Manchester el partido de ida de los cuartos de final de la Champions—. Tengo programado un viaje a Madrid.
Precisamente relacionado con el caso. Voy a hablar con un contacto que conoció personalmente a Marco Pérez y quizás pueda darme información para descartar algunas líneas y priorizar sobre otras.
—Fantástico. Pero recuerdo que debe de ser prudente, no debe saber con qué fin se entrevista con él.
—No se preocupe mujer. Soy un profesional.