Cuando comienzas a investigar un caso, nunca sabes dónde te va a llevar. Se supone que tú llevas la investigación, pero es la investigación la que acaba llevándote a los lugares más insospechados: Sisante, sin duda alguna el pueblo con más dementes, tullidos y tarados de toda España, conocido en la provincia por Piensos Nohales y los chistes: ¿Por qué los de Sisante ponen cebollas en la carretera? Porque son buenas para la circulación. Con este panorama no es que tuviese muchas esperanzas en que el caso se resolviese allí precisamente. El ambiente estaba enrarecido. Seguí la procesión discretamente junto a Leonor, allí yo era un convidado, un colaborador de lujo. Mucho movimiento y chismorreo, pero al final: agua.
El caso estaba en punto muerto, parecía abocado al fracaso. Ni siquiera sabíamos exactamente qué buscábamos, ni con qué fin. Ya sólo quedaba investigar la obra de Marco Pérez y ver qué pasaba. Si la investigación acababa y no aparecía la tulipa podía tener dificultades para cobrar el dinero que se me iba adeudando. No me gusta dejar un caso sin resolver, pero todos sabíamos desde el principio que esto era un imposible.
Regresé nada más acabar la procesión, en mi coche, con el Kandinsky y el Araña, Leonor se quedó en Sisante discutiendo algunas cosas con otros miembros de la orden. Sonaba el directo del 87 de Camarón en París, en el Cirque D’Hiver, con Tomatito a la guitarra: maravilloso, aunque ellos no parecían muy metidos en la música.
—Por estas carreteras he cogido yo así de liebres, chavales, cuando era más joven y venía a ver a una novia que tenía en Tébar. —Les espoleé a ver si conseguía sacar de ellos un poco de conversación y quizás algo de información, nunca se sabe.
—¿Eso sabe igual que los conejos no? —dijo el Araña envuelto en una nube de humo, que esta vez era solo tabaco. En mi coche ni se atrevió a preguntar si podía fumar otra cosa.
—Sí, hombre, pero igual que los conejos de campo, no como los del Doctor Galíndez, los del doctor Galíndez saben a anchoa revenía.
—Ostias lo que sabe el abuelo, Kandinsky.
—Ten cuidado con el abuelo, Spiderman, que el maletero esta vacío. Decidme, ¿la tulipa esta, por qué es tan importante?
—Joder qué preguntas, es una reliquia sagrada. —Soltó con excitación Kandinsky.
—Ya, ya, pero yo me refiero al poder y eso que tiene, al secreto. ¿Cuál es su secreto?
—Nosotros eso no lo sabemos —de nuevo Kandinsky en su estado de excitación habitual.
—Cómo que no lo sabéis… ¿Entones quién lo sabe?
—Es que nosotros somos Imperitus Auctoritas y ese tipo de cosas sólo las conocen los agregados y los Imperitus Potestas.
—¿Y Leonor sí que lo sabe?
—Sí, ella es Imperitus Potestas y además nuestra directora espiritual.
—Copón ¿Pero vosotros sois católicos y eso?
—Claro. Somos más que eso, somos una orden secreta de la iglesia católica. Un grupo muy selecto e importante.
—¿Y en qué se basa vuestra orden o qué hacéis que no hagamos los demás católicos normales o los de Philadelphia?
—Nuestra orden tiene cinco principios básicos: vida ordinaria, santificación del trabajo, oración y mortificación, caridad y apostolado y por último unidad de vida.
—¿Y cobráis algo de la orden?
—No, por favor. Nosotros somos de la orden porque Cristo es el Dios vivo que nos creó y nos mantiene en existencia y el único que puede satisfacer los deseos del corazón humano.
—Pero… ¿Sois curas o monjas o algo así?
—No, que va, ni mucho menos.
—Entonces vosotros podéis ir de putas, por ejemplo.
—Sí claro —entraba de nuevo en la conversación el Araña, que al oír la palabra puta pareció despertar de su letargo.
—Y cuáles son las putas que más os gustan: las brasileñas, las búlgaras…
—A mí las paraguayas.
—Y a mí también, es que son las únicas que hemos probado, son las que hay en Las Torres —medio se lamentaba Kandinsky—. ¿Y a usted?
—A mí las valencianas, que son gratis. Escuchad, escuchad esta, que es buena, ya veréis qué alegrías:
Yo pego un tiro al aire
Cayó en la arena
Confianza en el hombre
Nunca la tengas…
Ante la cara de ese par de ignorantes puse la radio, por escuchar hablar un poco algo que no fuesen tonterías de vendedores de Biblias. Hablaba Aznar sobre la tregua de ETA del 98 que duró 439 días. ¿Cómo se le pudo ocurrir a Aznar negociar con ETA en nombre de España?