Una fosa para Alice
Por fin, mientras el sol se ocultaba de nuevo por el oeste, aparecieron de nuevo los páramos frente a nosotros, y muy pronto nos encontramos ascendiendo por entre los árboles hacia la casa del Espectro, por el camino con el que evitábamos pasar por el pueblo de Chipenden.
Me detuve frente a la valla de entrada. El Espectro estaba a unos veinte pasos detrás de mí, contemplando la casa como si fuera la primera vez que la veía. Yo me giré hacia Alice.
—Será mejor que te vayas —le aconsejé.
Alice asintió. Había que pensar en el boggart del Espectro. Protegía la casa y la propiedad. Si atravesaba la valla, Alice estaría en grave peligro.
—¿Dónde estarás? —le pregunté.
—No te preocupes por mí. Y no empieces a pensar que estoy en manos de la Pesadilla. No soy tonta. Tengo que llamarla dos veces más para que eso ocurra, ¿verdad? Aún no hace mucho frío, así que estaré por aquí cerca unos días; a lo mejor en lo que queda de la casa de Lizzie. Después lo más probable es que vaya a Pendle. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
Alice aún tenía familia en Pendle, pero eran brujas. A pesar de lo que había dicho, Alice ya pertenecía a lo Oscuro. Era donde se encontraba más cómoda.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y se perdió entre las sombras. Observé su marcha con tristeza, hasta que desapareció de mi vista. Entonces me volví y crucé la valla.
Abrí la puerta principal, y el Espectro me siguió al interior. Lo llevé hasta la cocina, donde la chimenea estaba encendida y había una mesa puesta para dos. El boggart nos esperaba. Era una cena ligera: un par de cuencos de sopa de guisantes y unas gruesas rebanadas de pan. Yo tenía hambre tras nuestra larga travesía, así que me lo comí todo en un momento.
Por un momento, el Espectro se quedó mirando su cuenco de humeante sopa, pero entonces tomó una rebanada de pan y la mojó en la sopa.
—Ha sido duro, muchacho. Y es agradable volver a casa —dijo.
Yo estaba tan sorprendido de que hablara de nuevo que en tuve a punto de caerme de la silla.
—¿Se encuentra mejor?
—Sí, chico, mejor que antes. Una noche de sueño reparador y mañana estaré estupendamente. Tu madre es una buena mujer. No hay nadie en el condado que sepa más de pociones.
—No pensé que fuera a acordarse de nada —dije—. Parecía distante. Casi como si estuviera sonámbulo.
—Y era como si lo estuviera. Lo veía y lo oía todo, pero no me parecía real. Era como si estuviera viviendo una pesadilla Y no podía hablar. Era como si no encontrara las palabras. Hasta que no me encontré ahí fuera, frente a esta casa, no volví a ser yo mismo. ¿Aún tienes la llave de la Puerta de Plata?
Sorprendido, metí la mano en el bolsillo izquierdo de mi pantalón y saqué la llave. Se la di al Espectro.
—Ha causado muchos problemas —dijo, dándole vuelta en la mano—. Pero lo hiciste bien, dadas las circunstancias.
Sonreí y me sentí más contento de lo que había estado en días, pero cuando mi maestro volvió a abrir la boca, su tono de voz fue muy duro.
—¿Dónde está la niña?
—Probablemente no ande muy lejos —confesé.
—Bueno, nos ocuparemos de ella más adelante.
Durante toda la cena pensé en Alice. ¿Qué encontraría para comer? Bueno, se le daba bien cazar conejos, así que no se moriría de hambre; eso solucionaba un problema. No obstante en primavera, después de que Lizzie la Huesuda secuestrara a un niño, los hombres del pueblo habían prendido fuego a su casa, y las ruinas probablemente no le servirían de abrigo en aquella noche de otoño. Aun así, tal como había dicho Alice, el frío aún no había llegado. No, la mayor amenaza para ella era el Espectro.
Resultó ser la última noche templada del año: la mañana siguiente, el aire era decididamente fresco. El Espectro y yo nos sentamos en el banco de cara a las colinas mientras el viento aumentaba de intensidad. Las hojas caían constantemente. El verano había acabado definitivamente.
Yo ya había sacado el cuaderno, pero el Espectro no parecía tener prisa por iniciar la clase. No se había recuperado de su terrible experiencia con el Inquisidor. Durante el desayuno no había dicho gran cosa y se había pasado la mayor parte del tiempo mirando al aire, sumido en sus pensamientos.
Fui yo quien por fin rompió el silencio.
—¿Qué querrá la Pesadilla ahora que está libre? ¿Qué daño le puede hacer al condado?
—Eso tiene fácil respuesta —contestó el Espectro—. Sobre todo quiere crecer y ganar fuerza. Entonces su terror no tendrá límites. Extenderá la sombra del mal sobre todo el condado. Y no habrá criatura viva que se pueda esconder. Chupará sangre y leerá las mentes hasta conseguir el máximo poder. Verá a través de los ojos de la gente que camina de día mientras se vea obligada a esconderse en la oscuridad del subsuelo. Si antes controlaba únicamente a los sacerdotes de la catedral y ejercía su influencia sobre Priestown, ahora no habrá un rincón del condado a salvo.
»Caster puede ser su próximo objetivo. Pero primero puede que ataque alguna pequeña aldea y aplaste a todos sus habitantes como advertencia, para demostrar lo que puede hacer. Así fue como llegó a controlar a Heys y a los reyes que gobernaron antes que él. La desobediencia suponía que todo un pueblo podía morir aplastado.
—Mamá me dijo que estará buscando a Alice —dije con tono abatido.
—Es cierto. Tu insensata amiga Alice. La Pesadilla necesita recuperar fuerzas. Alice le ha dado dos veces su sangre, de modo que mientras siga libre, cada vez, estará más cerca de caer bajo el dominio de la bestia. Si no hay nada que lo impida, se convertirá en parte de la Pesadilla y apenas tendrá voluntad propia. La Pesadilla podrá hacer con ella lo que quiera con la misma facilidad que muevo yo mi dedo meñique, y lo sabe; hará todo lo que pueda para beber de su sangre otra vez. Ahora mismo la estará buscando.
—Pero ella es fuerte —protesté—. Y en cualquier caso, pensaba que a la Pesadilla le asustaban las mujeres. Los dos nos la encontramos en las catacumbas cuando intentaba liberal le Había adoptado su forma para engañarme.
—Así que los rumores eran ciertos: ha aprendido a tomar forma física ahí abajo.
—Así es, pero cuando Alice le escupió, salió corriendo. A lo mejor puede seguir ahuyentándola.
—A la Pesadilla le cuesta más controlar a una mujer que a un hombre. Las mujeres la ponen nerviosa porque son criaturas decididas y a menudo impredecibles. Pero una vez ha bebido la sangre de una hembra, todo cambia. Ahora perseguirá a Alice y no le dará tregua. Se abrirá paso en sus sueños y la mostrará las cosas que puede llegar a tener (las cosas que puede conseguir con sólo pedirlas), hasta que por fin crea que necesita llamarla de nuevo. Sin duda, ese primo mío estaba bajo el control de la Pesadilla. Si no, nunca me habría traicionado de aquel modo.
El Espectro se atusó la barba.
—Sí, la Pesadilla crecerá cada vez más, y pocas cosas pueden detener su avance hasta que todo se pudra en el condado. Eso es lo que les ocurrió a los Pequeños hasta que tomaron medidas desesperadas. Tenemos que descubrir exactamente cómo apresaron a la Pesadilla; aún mejor, cómo se puede acabar con ella. Por eso tenemos que ir a Heysham. Allí hay un gran túmulo, un túmulo fúnebre, y los cuerpos de Heys y sus hijos están en unas tumbas de piedra cerca de allí.
»En cuanto tenga fuerzas suficientes, ahí es donde vamos a ir. Como sabes, los que sufren muertes violentas a veces tienen problemas para dejar este mundo. Así que visitaremos esas tumbas. Si tenemos suerte, puede que aún sigan por allí uno o dos fantasmas. A lo mejor incluso el fantasma de Naze, que consiguió apresarla. Quizás ésa sea nuestra única esperanza porque, a decir verdad, chico, en este momento no tengo ni idea de cómo vamos a acabar con esto.
Dicho aquello, el Espectro agachó la cabeza y adoptó una expresión triste y preocupada. Nunca lo había visto tan bajo de ánimo.
—¿Ha estado allí alguna vez? —pregunté, sin entender por qué nunca había hablado nadie antes con los fantasmas y les habían dejado irse en paz.
—Sí, chico, una vez. Cuando era aprendiz. Mi maestro estaba allí para enfrentarse con un fantasma marino que había dado problemas por la costa. Una vez resuelto aquello, en la colina que había sobre los acantilados pasamos junto a las tumbas y supe que allí había algo porque lo que hasta entonces era una cálida noche de verano de pronto se volvió muy fría. Cuando vi que mi maestro no se detenía, le pregunté por qué no hacía nada.
—Me dijo: «Déjalo así. No molestan a nadie. Además, algunos fantasmas permanecen en este mundo porque tienen una labor pendiente. Así que lo mejor es dejarles que la hagan». Entonces no sabía a qué se refería, pero tenía razón, como siempre.
Intenté imaginarme al Espectro como aprendiz. Sería mucho mayor que yo, porque primero había sido seminarista. Me pregunté cómo sería su maestro, para aceptar un aprendiz tan mayor.
—En cualquier caso —prosiguió el Espectro—, iremos a Heysham muy pronto, pero antes de eso tenemos que resolver otra cosa. ¿Sabes cuál?
Me estremecí. Sabía lo que iba a decir.
—Tenemos que ocuparnos de la niña, así que necesitamos saber dónde se esconde. Yo supongo que estará entre las ruinas de la casa de Lizzie. ¿Tú qué crees?
Iba a decirle que no estaba de acuerdo, pero me miró con dureza hasta que me vi obligado a bajar la vista y mirar al suelo. No podía mentirle.
—Probablemente esté allí— admití.
—Bueno, muchacho, no puede quedarse allí mucho tiempo Supone un peligro para todos. Así que mejor será que empieces a cavar.
Lo miré sin dar crédito a lo que estaba oyendo.
—Mira, chico, es duro, pero hay que hacerlo. Nuestro deber es mantener la seguridad en el condado, y esa niña siempre será una amenaza.
—¡Pero eso no es justo! —repliqué—. ¡Le ha salvado la vida! Y en primavera me la salvó también a mí. Todo lo que ha hecho ha acabado saliendo bien. Tiene buenas intenciones.
El Espectro me hizo callar levantando la mano.
—¡No malgastes el aliento! —ordenó, con el gesto muy frio—. Sé que detuvo la quema. Sé que salvó vidas, incluida la mía. Pero liberó a la Pesadilla, y preferiría estar muerto que dejar a esa malvada criatura libre para que haga el mal por ahí. ¡Así que sígueme, y acabemos con esto!
—¡Pero si matáramos a la Pesadilla, Alice quedaría libre! ¡Tendría otra oportunidad!
El rostro del Espectro se tiñó de rojo de la rabia; cuando habló, había un rastro de amenaza en su voz.
—Una bruja que usa la magia de los espíritus cómplices siempre es peligrosa. Con el tiempo, en su madurez, será mucho más mortífera que las que utilizan la sangre o los huesos. Pero normalmente se trata de un murciélago o un sapo, algo pequeño y débil que va ganando poder lentamente. ¡Piensa en lo que ha hecho esa niña! ¡De entre todas las criaturas, la Pesadilla! ¡Y se cree que la tiene sometida a su voluntad!
»Es lista y temeraria, y no habrá nada que no se atreva a hacer. ¡Y sí, también arrogante! Pero aunque la Pesadilla muriera, la cosa no acabaría ahí. ¡Si dejamos que crezca y se convierta en mujer adulta, será la bruja más peligrosa que ha conocido el condado! Tenemos que encargarnos de ella antes de que sea demasiado tarde. Yo soy el maestro; tú eres el aprendiz. ¡Sígueme y haz lo que te digo!
Dio media vuelta y se puso en marcha con paso enérgico. Con el alma en los pies, lo seguí hasta la casa para recoger la pala y la vara de medir. Fuimos directamente al jardín del este y allí, a menos de cincuenta pasos de la oscura fosa donde se encontraba Lizzie la Huesuda, empecé a cavar una nueva fosa cuadrada de dos metros y medio de profundidad y metro y cuarto de lado.
Para cuando el Espectro quedó satisfecho con la fosa, ya se había puesto el sol. Salí del hoyo sintiéndome intranquilo, sabiendo que Lizzie la Huesuda estaba en otra fosa cerca de allí.
—Por hoy ya basta —dijo el Espectro—. Mañana por la mañana bajaremos al pueblo y buscaremos al mampostero para que tome medidas.
El mampostero revestiría la fosa con losas sobre las que se colocarían trece barras de hierro para eliminar cualquier probabilidad de escapatoria. El Espectro tendría que estar vigilando su trabajo para protegerlo del boggart de la casa.
Cuando volvía a casa arrastrando los pies, mi maestro apoyó por un momento la mano sobre mi hombro.
—Has cumplido con tu deber, muchacho. Nadie puede pedirte más, y me gustaría decirte que hasta ahora has cumplido con creces lo que me prometió tu madre...
Me quedé mirándolo, sorprendido. Mi madre un día le había escrito una carta diciendo que sería el mejor aprendiz que tendría nunca, pero a él no le había gustado que le dijera aquello.
—Sigue así —añadió— y cuando me llegue la hora de retirarme, estaré seguro de dejar el condado en muy buenas manos. Espero que eso te haga sentir un poco mejor.
El Espectro siempre escatimaba halagos, y oírle decir aquello era algo muy especial. Supongo que sólo intentaba animarme, pero yo no me podía quitar de la cabeza a Alice y la fosa, y me temo que aquellos halagos no me sirvieron de nada.
Aquella noche me costó dormir, así que estaba completamente despierto cuando ocurrió.
Al principio pensé que era una tormenta repentina. Se oyó un rugido y una corriente de aire, y toda la casa pareció agitarse y temblar como si fuera azotada por un gran viento. Algo golpeó contra mi ventana con una fuerza terrible, y oí cómo se rompía el cristal. Alarmado, me arrodillé sobre la cama y abrí las cortinas.
La gran ventana de guillotina se dividía en ocho gruesos paneles desiguales, de modo que en el mejor de los casos no se veía mucho a través de ellos, pero la luna brillaba y pude distinguir las copas de los árboles que se inclinaban y se contorsionaban como si un ejército de gigantes enfurecidos estuviera sacudiendo los troncos. Y tres de los gruesos cristales de la ventana estaban rotos. Por un momento, me sentí tentado de tirar del cierre de la ventana para abrir la parte inferior y ver lo que pasaba. Pero entonces me lo pensé mejor. Se veía la luna, así que era poco probable que se tratara de una tormenta natural. Algo nos estaba atacando. ¿Sería la Pesadilla? ¿Nos habría encontrado?
A continuación, se oyeron unos duros golpes y el sonido de algo que se quebraba justo por encima de mi cabeza. Sonaba como si algo estuviera golpeando el tejado, dándole puñetazos. Oí que las tejas empezaban a volar y a golpear contra las losas que bordeaban el jardín del oeste.
Me vestí a toda prisa y bajé las escaleras de dos en dos. La puerta de atrás estaba abierta de par en par y salí corriendo al jardín, enfrentándome a un viento tan intenso que apenas se podía respirar, por no hablar de dar un paso adelante. Pero hice un esfuerzo, dando pasos cortos, luchando por mantener los ojos abiertos con aquel viento de cara.
A la luz de la luna pude ver al Espectro de pie, entre los árboles y la casa, con la capa negra ondeando empujada por el intenso viento. Tenía el bastón levantado ante sí, como si se dispusiera a repeler un ataque que no acababa de llegar.
—¿Qué es eso? ¿Qué es? —grité cuando por fin llegué hasta él.
La respuesta me llegó casi de inmediato, pero no de boca del Espectro. Un terrible y amenazador sonido cruzó el aire, una mezcla de grito rabioso y de gruñido vibrante que se oiría a kilómetros de distancia. Era el boggart del Espectro. Había oído aquel sonido antes, en primavera, cuando había evitado que Lizzie la Huesuda me atrapara en el jardín del oeste. Así que supe que ahí abajo, entre las sombras de los árboles, se enfrentaba cara a cara con algo que amenazaba la casa y los jardines.
¿Qué otra cosa podía ser, sino la Pesadilla?
Me quedé allí temblando de miedo y frío, con los dientes castañeteando y el cuerpo dolorido por los azotes del vendaval. Pero a los pocos momentos el viento remitió, y poco a poco todo volvió a quedar en calma.
—A casa —ordenó el Espectro—. No se puede hacer nada más hasta mañana.
Cuando llegamos a la puerta trasera, me quedé mirando los trozos de tejas tirados por el suelo.
—¿Era la Pesadilla? —pregunté.
El Espectro asintió.
—No le ha costado mucho encontrarnos, ¿verdad? —dijo, sacudiendo la cabeza—. No hay duda de que la culpa es de la niña. Debe de haberla encontrado a ella primero. O eso, o ha sido ella la que la ha llamado.
—Ella no volvería a hacer eso —dije, intentando defender a Alice—. ¿Nos ha salvado el boggart? —pregunté, cambiando de tema.
—Sí, de momento. Y por la mañana sabremos a qué precio. Pero no estoy tan seguro de que pueda hacerlo una segunda vez. Me quedaré aquí de guardia. Tú sube a tu habitación y duerme un poco. Mañana podría pasar cualquier cosa, así que necesitarás estar entero.