13 de diciembre de 1914
Amor mío:
Al fin estoy cerca de ti. Hoy he llegado a R, una pequeña ciudad que está a tan sólo unos kilómetros del frente al que te han destinado. Me han dispensado una acogida de lo más encantadora. El alcalde ha salido a recibirme como si yo fuera el Mesías. La escuela está muy abandonada. Voy a sustituir al maestro, que, según me han dicho, está gravemente enfermo. Su vivienda se encuentra en un estado lamentable, de modo que van a buscarme otro alojamiento. De momento, estoy en el hotel. Me ha llevado el alcalde, un campesino gordo que se cree un chaval. Seguro que lo encontrarías divertido. Te echo tanto de menos… Pero saber que estoy cerca de ti, saber que respiramos el mismo aire, que vemos las mismas nubes y el mismo cielo, me reconforta.
Cuídate mucho y no corras riesgos. Te quiero y te mando un beso muy tierno.
Tu Lyse
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16 de diciembre de 1914
Amor mío:
Estoy viviendo en un sitio maravilloso, una casita de muñecas en un gran parque que rodea una hermosa mansión. La gente de aquí la llama «el Palacio». Exageran un poco, porque no es un auténtico palacio, aunque es realmente preciosa. La idea fue del alcalde. Me acompañó a ver al propietario del «Palacio», que es un señor mayor, viudo, fiscal en V. El alcalde le planteó el asunto mientras yo esperaba delante de la casa. Luego me hicieron entrar. El Fiscal no me dijo una palabra. Yo le sonreí y le di los buenos días. Él retuvo mi mano en la suya un buen rato, como sorprendido de verme. Todo en él emana una tristeza infinita. Al final, dio su conformidad al alcalde, me saludó y nos dejó.
La casita lleva mucho tiempo deshabitada. Tendré que poner orden. Espero que puedas verla algún día. Te echo tanto de menos… Puedes escribirme a mi nombre a la dirección del Palacio, calle Champs-Fleury, R. Aguardo tus noticias con impaciencia. Tu última carta es de hace tres semanas. Espero que no lo estés pasando demasiado mal, a pesar de este frío. Aquí se oyen los cañones noche y día. Todo mi ser se estremece. Tengo miedo. Te quiero y te mando un beso muy tierno.
Tu Lyse
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23 de diciembre de 1914
Amor mío:
Estoy muy preocupada. Sigo sin tener noticias tuyas, y esos cañones, que no paran jamás… Y decían que la guerra acabaría enseguida… Si supieras cuánto echo de menos tus brazos, acurrucarme entre ellos y ver tu sonrisa, tus ojos… Quiero ser tu mujer. Quiero que esta guerra acabe de una vez, para convertirme en tu mujer y darte hijos muy guapos que te tiren del bigote. ¡Ah, si tus padres y los míos no hubieran sido tan idiotas el año pasado, ahora ya seríamos el uno del otro, para siempre! Si les escribes, no les digas dónde estoy. Me fui sin que lo supieran. Para mí, ya han dejado de existir.
Me tomo mi nuevo trabajo muy en serio. Los niños son dóciles. Les he cogido mucho cariño y creo que ellos a mí también. Muchos me traen pequeños regalos, un huevo, nueces, un trozo de tocino… A su lado me siento en paz y me olvido un poco de mi soledad.
Tristeza (es el apodo que le he puesto a mi casero, el Fiscal) me espera todos los días cuando vuelvo a casa. Se pasea por su parque y me saluda. Yo le devuelvo el saludo y le sonrío. Es un hombre solitario, viejo y frío. Su mujer murió cuando eran muy jóvenes.
Pronto será Navidad… ¿Te acuerdas de nuestra última Navidad, de lo felices que éramos? Escríbeme pronto, amor mío, escríbeme…
Te quiero y te mando un beso muy tierno.
Tu Lyse
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7 de enero de 1915
Amor mío:
¡Tu carta, al fin! Ha llegado hoy, y eso que la escribiste el 26 de diciembre. ¡Con lo cerca que estamos! Tristeza me la ha entregado personalmente. Debe de sospechar de qué se trata, pero no me ha hecho ninguna pregunta. Ha llamado a la puerta, me ha saludado, me ha dado el sobre y se ha ido.
He leído tus palabras llorando de alegría. Tengo tu carta apretada contra el corazón, sí, contra el corazón, sobre la piel, y tengo la sensación de que eres tú quien está ahí, con tu calor y tu olor. Cierro los ojos…
Temo tanto por ti… Aquí hay una clínica a la que no paran de traer heridos. Todos los días llegan camiones llenos. Tengo tanto miedo de reconocerte entre ellos… Su aspecto es inhumano; algunos no tienen casi rostro, otros gimen como si hubieran perdido la razón…
Cuídate mucho, amor mío, y piensa en mí, que te amo y quiero ser tu mujer. Te mando un beso muy tierno.
Tu Lyse
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23 de enero de 1915
Amor mío:
Te echo mucho de menos. Cuántos meses sin verte, sin hablarte, sin tocarte… ¿Cómo es posible que no te den un permiso? Estoy muy triste. Intento poner buena cara delante de los niños, pero a veces siento que las lágrimas acuden a mis ojos, y tengo que volverme hacia la pizarra y trazar unas letras, para que no se den cuenta.
Sin embargo, no puedo quejarme. Todo el mundo es muy amable conmigo, y estoy muy a gusto en esta casita. Tristeza sigue guardando conmigo esa distancia respetuosa, pero siempre se las arregla para cruzarse en mi camino y saludarme al menos una vez al día. Ayer, no sé si sería a causa del frío, me pareció que se sonrojó. En el palacio hay una vieja criada, Barbe, que vive allí con su marido. Nos llevamos bien. A veces como con ellos.
Me he acostumbrado a subir al monte todos los domingos. En la cima hay un gran prado desde el que se domina todo el horizonte. Tú estás allí abajo, amor mío. Veo humaredas, explosiones horribles… Me quedo tanto rato como puedo, hasta que ya no siento ni los pies ni las manos, porque ahí arriba hace un frío helador, pero quiero compartir un poco de tu sufrimiento. Pobre amor mío… ¿Cuánto va a durar esto?
Te mando un beso muy tierno. Espero tus cartas.
Tu Lyse que te quiere