María Teresa León, la mujer de Rafael Alberti, estaba al tanto de la íntima amistad que unía a Lorca y Rafael Rodríguez Rapún. Cuando la respuesta del coronel Espinosa al telegrama de H. G. Wells había confirmado tácitamente ante el mundo la muerte de Federico, la escritora volvió a ver a Rapún. «Nadie como este muchacho silencioso debió sufrir por aquella muerte —escribe en Memoria de la melancolía—. Terminadas las noches, los días, las horas. Mejor morirse. Y Rapún se marchó a morir al frente del Norte. Estoy segura de que después de disparar su fusil rabiosamente se dejó matar. Fue su manera de recuperar a Federico».[1]
Rapún falleció en el Hospital Militar número 4 de Santander el día 18 de agosto de 1937, ocho días antes de que la ciudad cayera en manos de las tropas de Franco. Hacía un año exacto del fusilamiento de Lorca. Según la inscripción de defunción practicada al día siguiente en el Registro Civil, se ignoraban la edad, lugar de nacimiento y nombres de los padres de aquel teniente de artillería, muerto «a consecuencia de heridas de metralla en espalda y región lumbar».[2]
De los últimos momentos de Rapún, de si recordó entonces al poeta —a cuyo lado había estado en Santander varias veces con La Barraca—, de si llevaba encima alguna carta o poema de Federico, nada sabemos. Fue enterrado en el cementerio de Ciriego, desde donde se oye el retumbar del mar Cantábrico. En junio había cumplido veinticinco años.