BARCELONA
El poeta vuelve a Barcelona. Yerma
Lorca amaba Barcelona, ciudad inseparable, en su recuerdo, de aquella primera visita a Cataluña en la Semana Santa de 1925; de su apasionada relación con Salvador Dalí; del estreno en 1927 de Mariana Pineda; de su exposición del mismo verano en las galerías Dalmau; de la cálida acogida que le dispensaran entonces artistas y escritores catalanes; de los amigos de la ya desaparecida revista sitgetana L’Amic de les Arts… Al año de la primera estancia había expresado su entusiasmo a Melchor Fernández Almagro, después de referirse algo despectivamente a Zaragoza: «Barcelona ya es otra cosa, ¿verdad? Allí está el Mediterráneo, el espíritu y la aventura, el alto sueño de amor perfecto. Hay palmeras, gentes de todos países, anuncios comerciales sorprendentes, torres góticas y un rico pleamar urbano hecho por las máquinas de escribir. ¡Qué a gusto me encuentro allí con aquel aire y aquella pasión!».[1] La posibilidad de pasar ahora, en pleno triunfo, una estancia de varios meses en la Ciudad Condal no podía por menos de cautivarle.
Llega a Barcelona con la compañía de Margarita Xirgu el 9 de septiembre. Al día siguiente Margarita abre su temporada con La dama boba —versión de Federico— en el teatro Barcelona (esquina rambla de Cataluña con la plaza de Cataluña). Cuando la Xirgu hace su primera entrada, el público la recibe con una fervorosa ovación que parece no terminará nunca, y al acabarse la representación, la actriz, acompañada en el escenario por Lorca y Rivas Cherif, llora de emoción. La crítica es extremadamente elogiosa, y tanto éxito tendrá el montaje que habrá que aplazar el estreno de Yerma, previsto en un principio para el 12 de septiembre. Entre septiembre y diciembre, La dama boba tendrá unas veinticinco representaciones.[2]
Famosísimo ya el poeta y dramaturgo granadino, sus improvisadas tertulias en la terraza de la Maison Dorée, en la plaza de Cataluña, se convierten en multitudinarias. Federico, rodeado de amigos y admiradores, está eufórico y habla incansablemente de Yerma, de sus proyectos literarios —entre éstos el de publicar Un poeta en Nueva York—, de su amistad con Falla y Fernando de los Ríos, de la edición francesa de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, próxima a aparecer, de la nueva tragedia que está escribiendo —tragedia política, puntualiza—, de sus amigos gitanos en Sevilla, de flamenco, de su proyecto de hacer una película dedicada al ambiente que rodea la corrida de toros. Es un volcán, un incontenible chorro de palabras, anécdotas y ocurrencias.[3]
En vista de las protestas formuladas contra Yerma por casi toda la prensa derechista de Madrid, la empresa del teatro Barcelona publica el 15 de septiembre en numerosos periódicos de la capital catalana un manifiesto en el cual defiende las cualidades artísticas de la obra que está en vísperas de ser estrenada, mientras, por otro lado, indica el contenido fuerte y comprometido de la misma. La publicación del documento acrecienta, necesariamente, la extraordinaria expectación con que se espera el estreno.[4] El día 16 ya están agotadas las entradas y la policía tiene que patrullar las calles que rodean el teatro para impedir que la multitud que se ha quedado sin localidades lo invada.[5]
El estreno de Yerma, el 17 de septiembre, con el teatro totalmente abarrotado —«desbordante hasta el peligro», con público en todos los espacios libres entre las localidades—,[6] constituye un éxito tan delirante que le sobrecoge al mismo Lorca, quien no sólo tiene que aparecer en escena al final del primer acto sino, cosa fuera de lo normal, en medio del segundo, algo que le produce extrema incomodidad. Después de cada cuadro estalla una ovación, y tanta emoción genera la obra que muchas personas lloran abiertamente, sin recato. Cuando termina la representación el público se pone en pie, aplaudiendo frenéticamente. Federico no tiene más remedio que pronunciar algunas palabras, y recuerda que fue en Barcelona donde ocho años antes, de la mano de Margarita Xirgu, empezó a afirmarse, con el estreno de Mariana Pineda, en el teatro. Ahora, otra vez, ofrece los aplausos a la gran actriz catalana a quien tanto debe. Emocionada, Margarita se dirige al público desde la escena: «El meu cor sempre ha estat amb vosaltres. ¡Visca Catalunya!».[7]
Al día siguiente las críticas de la prensa liberal, republicana, son unánimemente elogiosas. No así las de la prensa conservadora. Valentín Moragas, del Diario de Barcelona, encuentra la obra «repugnante», estimando que «adolece de una inmoralidad esencial, que no bastan a paliar ni los méritos literarios del autor, ni el supremo arte de Margarita Xirgu». Dándoselas además de sutil entendedor del alma femenina, Moragas se declara ofendido por el hecho de carecer la protagonista «del espíritu de sacrificio que entraña, casi siempre, quien sienta la maternidad». Al final de su artículo insinúa que Lorca, al utilizar «frases crudas, tendenciosas, descarnadas», sólo ha buscado que el público las discuta y comente, «para escandalizar y llamar la atención». Juicio torpe, machista, que al poeta, es de suponer, no le haría gracia alguna.[8] Tampoco ha gustado la obra, por razones parecidas, al crítico del diario carlista El Correo Catalán, José María Junyent, que se siente obligado a salir en defensa del desafortunado marido de Yerma, que, si bien es «poco atento al fin primordial del matrimonio», no merece tampoco ser asesinado por ello. Yerma, para el portavoz teatral de la comunidad tradicionalista de Barcelona, «roza la experimentación ginecológica» y su autor trata el asunto «en tono bajo y soez, complaciéndose malsanamente en la pintura descarnada de sensualismos abyectos». Hay en la obra, encima, «más de una blasfemia que crispa los nervios y que justificaría la protesta más contundente».[9] Otros diarios siguen una línea parecida. El crítico de El Diluvio encuentra en Yerma, pese a sus extraordinarias cualidades, una «grosería de mal gusto»; el de La Veu de Catalunya se siente sublevado por «la escabrosidad de ciertos pasajes de la obra y la crudeza de ciertas expresiones»; y el del catoliquísimo El Matí protesta ante la recomendación de la Vieja Pagana («Dios, no. A mí no me ha gustado nunca Dios») y despotrica contra la «asquerosa bacanal con la absurda y lasciva escena simbólica».[10]
En definitiva, la prensa derechista de Barcelona se ofende tanto como la de Madrid con las «inmoralidades» y «escabrosidades» de Yerma.
En el otro campo todo son alabanzas, asombro y júbilo, recordándose famosos estrenos anteriores, como el de Electra de Pérez Galdós, en 1901, y hasta el de Hernani. El gran crítico Domènec Guansé es uno de los que mejor entienden la obra, encontrando en ella «una interpretación poética de la más profunda realidad española», el reflejo de una España que, después de dos años con las derechas en el poder, se mueve en un «ambiente de asfixia, de estrangulación moral». Como algún otro crítico, Guansé admira la extraordinaria potencia metafórica del lenguaje lorquiano, citando como ejemplo la descripción de las sensaciones que acompañan el reconocimiento, por parte de María, de estar embarazada: «¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?», pregunta ésta a Yerma, quien contesta que sí. «Pues lo mismo, pero por dentro de la sangre».[11]
La fina sensibilidad de María Luz Morales, joven crítico teatral de La Vanguardia, vibra ante el patetismo y el sabor popular de la obra. Según ella, Yerma, enraizada en la vida del campo español, podría llamarse «Romance de la casada que ansiaba hijos». En el alarido de la protagonista «parece escucharse el hondo acento lejano de las grandes poesías de la maternidad». La crítica le vale a María Luz Morales el ataque personal hasta de colaboradores suyos. Resulta increíble, dicen, que una señorita como ella pueda defender tales inmoralidades.[12]
Margarita Xirgu dará Yerma veintinueve veces antes de que tenga que abandonar el Barcelona a mediados de octubre, y ello a teatro lleno. La Jornada del 4 de aquel mes comenta que la obra «está batiendo todos los récords de taquilla y de ovaciones».[13]
Por estos días un redactor de la revista semanal L’Hora, órgano del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), le hace al poeta una entrevista muy reveladora de la postura de éste ante la situación socio-política actual del país… y del mundo. Al margen del parti pris del periódico, de su deseo de ver en el poeta al hombre que se aproxima cada día más al pueblo, «el futuro gran poeta de la clase trabajadora», no cabe duda de que las declaraciones de Lorca reflejan fielmente su compromiso artístico y social del momento. Rechazando otra vez el fascismo italiano y alemán, habla del fervor que le inspira Rusia —y no menos su cine, representado por El acorazado Potemkin—, y expresa las muchas ganas que tiene de visitar la URSS, «una cosa formidable… una obra de virilidad, de nervio, una imponente reacción de las masas». En cuanto al teatro puramente artístico, lo declara muerto por haber perdido todo contacto con la realidad social. Lorca cree —y lo ha dicho antes— que «la verdadera misión del teatro es educar a las multitudes». Al decirlo, intuimos que está pensando en la labor de La Barraca, en las experiencias que ha tenido por tierras de Soria, de Galicia, de Castilla, de Levante… Tal vez sorprenda el conocimiento que demuestra tener del teatro de Erwin Piscator. Parece que siente una sincera admiración por el dramaturgo alemán: es decir, por la forma en que éste pudo vencer innumerables dificultades para crear «un auténtico teatro de masas, de educación revolucionaria».
Preguntado por su opinión acerca de la actitud del artista ante la cuestión social, recuerda las escenas que presenció en Nueva York, donde los parados trataban desesperadamente de vender manzanas en la calle, y asegura que muy pronto saldrá un libro suyo en el cual expresa su protesta ante las injusticias de la sociedad actual:
No les gustará a los que sólo conocen mi obra anterior. Tal vez creerán que es un cambio total, absoluto, de rumbo. Pero, en el fondo, yo soy el mismo ahora que en el primer verso. Sólo las circunstancias son las que me han obligado a tomar esa posición. Las circunstancias que marcan la evolución del mundo y de la civilización tienen, y tienen que tener indefectiblemente, excepcional influencia sobre los hombres. En este libro, sin abandonar el lenguaje poético, del que tan íntimamente satisfecho estoy, hablo de una multitud de cosas que he podido observar en los últimos cinco años.[14]
¿A qué libro —se sobreentiende de versos— se refiere el poeta? La información con que contamos hoy, bastante incompleta, no nos permite saberlo a ciencia cierta. Lo más probable es que se tratara de Tierra y luna, libro nunca publicado por el poeta y cuyo posible contenido, así como la relación de éste con Poeta en Nueva York, ha ocupado intensamente —y sigue ocupando— a los críticos.[15]
Una noche de septiembre Federico recibe en el teatro Barcelona la visita de Ana María Dalí, a quien no ha visto desde 1927 y que tiene ahora veinticinco años.[16] Pero si ver otra vez a Ana María le complace al poeta, mucho más emocionante es el reencuentro con Salvador.
Dalí llevaba tiempo deseando reanudar su amistad con Lorca. Al enterarse en abril de 1934 de que acababa de pasar por Barcelona —a su vuelta de Argentina—, el pintor le había mandado una tarjeta postal:
Querido Lorquito: Estoy seguro de que nos «divertira» que nos viesemos de nuevo, ¿quieres? Has pasado por Barcelona, que lastima que no hubieras venido a Cadaques donde paso unos meses, despues el 2 de mayo voy a Paris por un mes.
Tengo un gran proyecto de opera que se basa en personajes importantes Sacha [sic] Masoch, Luis II de Baviera, Bogen,* etc. Pienso que podriamos hacer algo juntos si vinieras podriamos entendernos ahora sobre muchas cosas. Gala tiene una curiosidad terrible de conocerte.
¿Te acuerdas de cuando «caeran los puros»? Todo esto va bien con la sextuobsesion del «anacronismo espectral y super-fino». Lee el articulo mio salido en el numero 3 y 4 de «Minotauro» hay tambien un articulo sobre las tarjetas postales de Eluard que te gustaran y una puntualizacion (mise au point) teorica de Breton sobre la comunicacion muy muy muy importante; no dejes de contestarme en seguida. Tu Budo, Salvador Dali.[17]
* No ha sido posible identificar a este personaje. Tal vez se trate de un error de transcripción de la carta (véase nota 17).
A pesar de contener unas alusiones indescifrables (de los puros caedizos no sabemos nada), es evidente que la postal es de una gran cordialidad y que Dalí da a entender en ella que su relación con Gala ha evolucionado hasta un punto que hace ya posible la reanudación de su antigua amistad con el poeta. Es de suponer que estaba al tanto de la adversa reacción de Federico ante la aparición de la rusa. Y ello porque tenían muchos amigos en común y Federico no ocultaba su extrañeza y desesperación por lo ocurrido. A Rafael Alberti, por ejemplo, le declaró que no concebía que ninguna mujer fuera capaz de complacer sexualmente a Dalí, con su odio a los senos y genitales femeninos, su terror ante el coito y su obsesión anal. ¿Qué mujer podría prestarse a participar en los juegos eróticos del pintor, en sus fantasías?[18]
El comentario de Rafael Santos Torroella a esta postal no tiene desperdicio:
Parece como si, por la mención de Gala a seguido de haber afirmado que «ahora» se podrían entender mejor sobre muchas cosas, Dalí quisiera significar la superación definitiva del conflicto íntimo en que habían desembocado sus relaciones amistosas y del cual aquél había hecho escudo y símbolo aleccionador a su San Sebastián. Sin embargo, el señuelo que le brinda a Lorca de trabajar juntos en un proyecto de ópera, entre cuyos importantes personajes estaban tan notorios ejemplos de desviación y decadentismo eróticos como Luis II de Baviera y el barón austríaco Leopold von Sacher-Masoch (de quien, como es sabido, tomó su nombre la perversión masoquista) induce a la sospecha de que Dalí, con Gala o sin ella, en modo alguno había dado por agua pasada su estrecha amistad con Federico.[19]
El reencuentro tan anhelado por el pintor —y, no hay razón para dudarlo, también por el poeta— tiene lugar en Barcelona el sábado 28 de septiembre de 1935, y provoca un pequeño escándalo. Aquel día la Academia de Música Marshall había organizado un concierto en homenaje a Lorca con motivo del éxito de Yerma, acto que iba a protagonizar la soprano Conchita Badía de Agustí, interpretando varias de las canciones populares recogidas y armonizadas por Lorca. Pero, llegada la hora del concierto, el poeta no aparecía. Ni aparecería. Consternación. Finalmente, ante el desencanto de los organizadores, Cipriano Rivas Cherif explicó al público que llenaba la sala que Lorca, enterándose de que estaba en Barcelona Salvador Dalí, a quien no veía desde hacía años, se había ido con él a Tarragona. Se trataba de un espléndido ejemplo de aquellos «plantones angelicales» de Federico recordados por Rafael Alberti, y sería muy comentado en Barcelona.[20]
Por estos días conoce a Lorca un joven periodista de dieciocho años que está haciendo sus pinitos profesionales: Josep Palau i Fabre. El chico siente una viva curiosidad por saber si es verdad que, según le han dicho, el poeta granadino es esa cosa rara e insólita que se llama «homosexual». No está dispuesto a creer así por las buenas el rumor, puesto que tanto el Romancero gitano como Bodas de sangre le parecen eminentemente viriles. ¿Cómo podía ser su autor homosexual? Cuando le presentan al poeta, sin embargo, Palau nota «algo». Unos días después, en el vestíbulo del teatro Barcelona, le pregunta a Lorca por qué no se representa nunca Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. La respuesta le convence de que, efectivamente, el poeta es homosexual: en España nadie quiere ser cornudo, le asegura Federico, hay muchos prejuicios y a los actores ¡ni les gusta ser cornudos en el escenario! «Y ello —añade Lorca— cuando todos los hombres somos cornudos de alguien, de una mujer o de un amigo». El poeta subraya la palabra «amigo» con intención, mirando al joven de soslayo para ver su reacción.[21]
Unos días después del reencuentro de Dalí y Lorca, Palau i Fabre le hace una entrevista a éste y observa con cuánto entusiasmo habla del pintor:
García Lorca aprovecha todas las ocasiones para manifestar su gran entusiasmo por Salvador Dalí. Nos dice, con visible alegría, que escribirá una obra en colaboración con él y que los decorados los diseñarán también conjuntamente.
«Somos —nos dice— dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba: siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiésemos estado hablando diariamente. Genial, genial Salvador Dalí».[22]
La observación del poeta nos recuerda no sólo el hecho de haber nacido él bajo el signo de Géminis —el 5 de junio de 1898—, sino el dibujo de Dalí que le había hecho Lorca años antes y que el pintor interpretaba así: «Lorca me veía como una encarnación de la vida, tocado como un dioscuro». Tocado, es decir, como uno de los dioscuri, Cástor y Pólux.[23]
Es difícil saber hasta qué punto Lorca ha seguido la carrera de Dalí desde la última vez en que se vieron. Parece claro, de todas maneras, que ya le ha perdonado su posible intención de satirizarle en Un Chien andalou. ¿Hablaron de ello? No lo sabemos. ¿Echó Dalí la culpa de todo a Buñuel? Tampoco lo podemos decir. Es de suponer, desde luego, que Dalí le hablaría de sus experiencias con los surrealistas —acababa de salir en La Publicitat una reseña de su La Conquête de l’irrationnel, publicada en París por Éditions Surréalistes—,[24] de sus recientes aventuras en Estados Unidos, de su relación con Gala. Es decir, que le hablaría de todo.
En su Vida secreta, publicada en Nueva York en 1942, Dalí no evoca su reencuentro con Lorca, pero sí alude a él en una entrevista publicada en 1954. Allí el pintor, pensando equivocadamente que la reunión había tenido lugar «dos meses antes de la guerra civil», declara que Gala, al conocer por fin a Federico, se había quedado asombrada, y que el poeta, por su parte, le correspondió fascinado: «Durante tres días Lorca, maravillado, no hizo más que hablar de Gala». Sin duda le intrigaba conocer a la mujer capaz de satisfacer la compleja sexualidad daliniana, que él conocía tal vez mejor que ningún otro amigo del pintor. Acompañaba a Dalí y a su mujer estos días el poeta y coleccionista inglés Edward James, inmensamente rico, que tenía en las venas la sangre de una hija ilegítima de Eduardo VII y, fiel a la excentricidad británica, solía vestir al estilo tirolés, con pantalón corto. Era todo un espectáculo por las calles de Barcelona. «Lorca —recuerda Dalí— decía que era un pájaro colibrí vestido como un soldado de la época de Swift». Según el pintor, la personalidad del granadino le impresionó fuertemente a James, quien, sin embargo, no le recuerda en las breves memorias dictadas en los últimos años de su vida a George Melly.[25]
Dalí y Gala iban a visitar entonces con James la casa que tenía éste cerca de Amalfi, la Villa Cimbrone, y el inglés —que llegaría a reunir una de las colecciones de cuadros de Dalí más importantes del mundo— invitó a Lorca a acompañarles, cosa que éste no pudo hacer en aquellos momentos. Con el paso de los años Dalí se convencería de que, si él hubiera insistido suficientemente en que el poeta fuera con ellos a Italia, éste se habría salvado de la muerte. Pero, como acabamos de señalar, el reencuentro tuvo lugar nueve meses antes de que empezara la guerra, y no dos.[26]
Dalí y Lorca se vieron con frecuencia estos días, y la actriz Amelia de la Torre recordaba años después su asombro ante las corbatas hechas con papel de periódico que llevaba el pintor en sus reuniones con Federico en un bar al lado del teatro Barcelona donde actuaba la compañía de Margarita Xirgu.[27] En 1986 Dalí evocaba todavía, con honda nostalgia, la última vez que vio al poeta, en el Canari de la Garriga, famoso restaurante, frente al Ritz, muy concurrido por escritores y artistas y que habían frecuentado juntos en 1925 y 1927.[28]
Los barceloneses aprovechan la estancia del poeta entre ellos para invitarle a dar varios recitales de poemas. El 1 de octubre en la Llibreria Catalana, a instancias de los Amics de la Poesia, lee composiciones del Poema del cante jondo, de Canciones, el «Romance de la Guardia Civil española», Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y una poesía del ciclo neoyorquino, probablemente «Luna y panorama de los insectos». También —no faltaba más— la Oda a Salvador Dalí.[29] Dos días después le ofrece una cena, celebrada en la Taverna Basca, la redacción de la revista Quaderns de Poesia, que en su tercer número publica un poema suyo, «Gacela de la terrible presencia». Entre los comensales se encuentran J. V. Foix, Marià Manent, Tomás Garcés, Josep M. de Sagarra, Ignacio Agustí, Grau Sala y Joaquim Sunyer. Se adhiere al acto el poeta Carles Riba.[30]
Entretanto, ante la consternación mundial, se produce la invasión italiana de Abisinia. Cada día, bajo el ojo vigilante de la censura, la prensa española sigue el desarrollo de la guerra y da cuenta de los inútiles esfuerzos de Gran Bretaña y de la Liga de Naciones para intervenir a favor de los atropellados. En vista de la acción imperialista de los fascistas de Mussolini, Margarita Xirgu decide en seguida anular su visita a Italia, gesto que acrecienta su talla de republicana comprometida con la democracia. La actriz anuncia que después de unas actuaciones por las provincias catalanas y una breve temporada en Valencia a partir del 25 de octubre, volverá a Barcelona, donde repondrá Bodas de sangre y estrenará Doña Rosita la soltera.[31]
Decidida la Xirgu a abrir su nueva temporada barcelonesa con Bodas de sangre, Lorca se pone en contacto con José Caballero, quien el 4 de octubre recibe en Madrid un urgente telegrama de Federico y Margarita: «ENVÍA INMEDIATAMENTE DECORADOS Y FIGURINES BODAS DE SANGRE». Seguirán otros. En uno de ellos, poeta y actriz, entusiasmados con los figurines y bocetos de decorados de Caballero, anuncian que la nueva actuación de la compañía se inaugurará el 10 de noviembre, en el teatro Tívoli, con Bodas de sangre. De hecho, ni el teatro ni la fecha serán éstos.[32]
Sigue con intensidad la vida social del poeta. El 4 de octubre recibe el homenaje de los Amics de l’Art Nou (Adlan).[33] El domingo 6, ante una imponente multitud, en su mayor parte compuesta de obreros, que acude al teatro Barcelona, él y Margarita Xirgu ofrecen un espléndido recital organizado por el Ateneo Enciclopédico Popular. El poeta explica que jamás ha leído sus versos ante un público tan inmenso, y añade: «Es mi amistad con el pueblo lo que me impulsa a leerles éstos». La mañana transcurre entre el mayor entusiasmo. Los versos escogidos proceden de Poema del cante jondo, Canciones y el Romancero gitano. Al anunciar que va a recitar el «Romance de la Guardia Civil española» se produce un murmullo entre el público, y cuando termina, estalla una imponente ovación. En aquel ambiente el romance de los tricornios tenía obvias connotaciones sociales, ya que en Cataluña la Benemérita había llegado a ser casi tan odiada como en Andalucía. Margarita Xirgu finaliza el acto leyendo Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y el romance «La monja gitana». Lorca está contentísimo. «Jamás había encontrado un público tan inteligente para mi poesía», declara.[34]
Entre los asistentes está Juan G. Olmedilla, crítico teatral del Heraldo de Madrid, que acaba de llegar a Barcelona. En su crónica apunta que Margarita lucía un traje rojo, el que llevaba en Medea, «hecha una bandera viva», que el acto tuvo una significación netamente republicana y que Lorca, ante aquella encendida multitud, recitó con «el corazón entero». El artículo de Olmedilla se reprodujo en El Defensor de Granada.[35]
Lorca está tan solicitado que da la impresión de estar en dos, o varios, sitios al mismo tiempo. Parece ser que después del recital en el teatro Barcelona, que tiene lugar por la mañana, vuelve a Madrid. Allí, el 8 de octubre, la prensa recoge el rumor de que el poeta, «torbellino de ideas y de palabras», ha llegado a la capital para cooperar en los preparativos para el estreno en Barcelona de Doña Rosita la soltera, así como para organizar la visita a la Ciudad Condal de los críticos teatrales madrileños, en cuatro o cinco autobuses —extraña exageración, pues no había en Madrid tanto crítico de teatro—, para poder asistir a tal acontecimiento.[36]
Es posible que fuera durante esta breve escapada a Madrid cuando el poeta se dirigiera por tercera vez en 1935 a Buenos Aires a través de las ondas de la radio. Se ha conservado el texto de una entrevista hecha a sí mismo por el propio poeta y, presumiblemente, leída después de su breve alocución. El mayor interés del documento reside en el hecho de insistir el poeta otra vez sobre la decadencia del teatro español, «indudablemente pobre», y la apremiante necesidad de una renovación. En cuanto a su propia labor teatral, expresa su descontento con lo que ha hecho hasta ahora y señala que Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín es la obra suya que más le gusta. Está trabajando en cosas nuevas. Dice que «el hombre teme a verse retratado en el teatro», y explica: «Aspiro a recoger el drama social de la época en que vivimos y pretendo que el público no se asuste de situaciones y símbolos. Pretendo que el público haga las paces con fantasmas y con ideas sin las cuales yo no puedo dar un paso como autor».[37]
Son declaraciones importantes, que encajan perfectamente con otras en el mismo sentido hechas por el poeta durante estos meses. Lorca está asqueado del podrido teatro burgués español, precisamente porque no afronta los acuciantes problemas de la sociedad y del hombre contemporáneos. Y parece indudable que, al hacer estos comentarios, está pensando en su obra El público, aún sin estrenar, en la cual los personajes sí procuran hacer las paces con sus fantasmas. En estos momentos, además, el poeta está trabajando en una nueva tragedia de orientación social, obra por lo visto nunca terminada y que la crítica ha dado en llamar Comedia sin título.
El poeta vuelve en seguida a Barcelona. El 9 de octubre, invitado por el Instituto de Acción Social Universitaria y Escolar de Cataluña, pronuncia en la Residencia de Estudiantes —inspirada en la de Madrid—, ante una sala totalmente llena, su conferencia-recital del Romancero gitano, al final de la cual interviene Margarita Xirgu recitando composiciones del poeta. Es, otra vez, el éxito arrollador.[38]
El 14 de octubre Xirgu termina con dos representaciones de Yerma su temporada en el teatro Barcelona. La función se hace en beneficio de la actriz y, al final, Lorca recita varios romances y Margarita Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.[39]
Al día siguiente, vestido con el mono de La Barraca, Lorca lee Doña Rosita la soltera a la compañía. A la lectura, que tiene lugar en el teatro Studium, asisten varios escritores y amigos del poeta. En una fotografía se aprecia, entre otros, a Rivas Cherif, a Max Aub —de paso en Barcelona— y al crítico teatral Ernest Guasp.[40]
El 17 Margarita representa Yerma en Tarrasa, acompañada de Lorca, quien el 11, repitiendo el plantón barcelonés, había decepcionado a los socios de la sociedad de Els Amics de les Arts que le esperaban.[41] Por las mismas fechas la Xirgu representa Fuenteovejuna para los Amics del Teatre de la cercana localidad de Manresa.[42] El día 19 el Lyceum Club ofrece un homenaje a la actriz en el Café de las Ramblas al que también asiste Lorca.[43]
El fervor que suscita la decisión de Margarita de rechazar la invitación a Italia, añadido a la enorme simpatía que siempre han profesado a la actriz catalana los barceloneses, hace que se tome la iniciativa de ofrecerle un gran acto de adhesión popular. Se trata de una representación especial de Fuenteovejuna que se celebrará en el Teatro Circo Olympia, el de mayor aforo de la ciudad, a beneficio de los presos políticos. El homenaje tiene lugar el 23 de octubre. Nunca se ha visto en Barcelona un espectáculo parecido. Se calcula que acuden 8.000 personas. Desde el penal de Santa María mandan un hermoso ramo de flores Companys, presidente de la Generalitat, y sus compañeros Lluhí y Comorera; desde el de Cartagena llega un telegrama de Gassol, Esteve, Barrera y Mestres («De cor i de pensament amb vós, germana nostra»); manda un mensaje Manuel Azaña, tan amigo de la actriz. Cuando termina la representación, el público arroja miles de flores sobre el escenario, que parece un jardín. Margarita Xirgu llora abiertamente, y Lorca, que se encuentra en la presidencia al lado de diversas personalidades catalanas, está tan emocionado como ella. «¡Qué pueblo!», exclama, atónito.[44]
En estas fechas, tal vez esta misma noche, el poeta vuelve a Madrid.[45]
La capital española está viviendo el escándalo del estraperlo que envuelve al Partido Radical de Lerroux, uno de los partidos en el poder, y da lugar a infinitas especulaciones sobre el inmediato futuro del Gobierno. El 30 de octubre un grupo de conocidos intelectuales, entre ellos Unamuno, Baroja, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Américo Castro, Corpus Barga y José Bergamín protesta públicamente contra la actitud de la CEDA, también integrada en el Gobierno y que parece querer beneficiarse de la coyuntura para sus propios fines políticos. Es una situación que hace prever próximas elecciones generales.[46]
El 4 de noviembre Lorca da un recital de sus poemas a los niños del madrileño Instituto Plurilingüe, leyendo varias composiciones de Libro de poemas y Canciones y recitando de memoria el «Romance de la luna, luna» del Romancero gitano. El doctor Teófilo Hernando agradece el rasgo del poeta al acudir al Instituto. «El señor García Lorca puede enorgullecerse —dice— de saber que los niños han visto realizada una de sus ambiciones: la de oír las poesías en labios de su creador».[47] Entre los niños está el futuro director de teatro José Luis Alonso, que escucha el recital con tanta atención, embelesado, que el poeta no puede por menos de darse cuenta de ello. «Éste ha sido el que mejor me ha escuchado», proclama después.[48]
Es probable que fuera el mismo doctor Hernando quien solicitó la firma de Lorca para un manifiesto de protesta contra la invasión de Abisinia por Mussolini. El poeta accedió. El documento, fechado 6 de noviembre de 1935, se publicó el día 9 del mes en Diario de Madrid, y sólo más tarde en otros periódicos, debido sin duda a la censura. Al lado de los nombres de Teófilo Hernando y Lorca figuran los de Machado, Fernando de los Ríos, Ángel Ossorio y Gallardo, Álvaro de Albornoz, Álvaro de Buen y Luis Jiménez de Asúa.[49]
Entretanto, Margarita Xirgu, después de pasar por Tarragona, ha iniciado una temporada de dos semanas en el teatro Principal de Valencia. Empieza sus actuaciones el 26 de octubre con La dama boba, representa en fechas sucesivas Fuenteovejuna y Don Juan Tenorio, y el 5 de noviembre da a conocer Yerma, que cosecha un éxito extraordinario.[50]
Se había anunciado la presencia de Lorca para el estreno pero no acudió, debido, según se informaba en la prensa local, a una enfermedad. Se esperaba ahora su llegada para asistir a las últimas representaciones de la obra.[51]
De creer a dicha prensa del 10 de noviembre de 1935 el poeta llegó a la ciudad el día antes, a las dos de la tarde, por avión.[52] Si realmente fue así —y parece difícil que se inventara tal detalle—, es la única noticia que se tiene de que Lorca hubiera subido jamás a un avión, medio de transporte que, dado su profundo miedo a la muerte y al peligro físico, podemos suponer que le inspiraría terror.
Y dato curioso, el mismo día 10 en que se anuncia la llegada del poeta a la ciudad, El Mercantil Valenciano publica el manifiesto de los intelectuales contra la invasión italiana de Abisinia, firmado unos días antes en Madrid por Lorca. Ello aumentaría el respeto que sentían por el poeta los republicanos valencianos.[53]
La despedida de la compañía de Margarita Xirgu, el 11 de noviembre, es apoteósica. En ambas representaciones el teatro está lleno, y durante la de la noche Lorca y la Xirgu tienen que aparecer al final de cada cuadro de Yerma. Izquierda Republicana, el partido a que pertenece la actriz, entrega a ésta una canastilla de nardos y claveles, adornada con la bandera republicana y la valenciana. Al final del acto Lorca, como solía hacer en estas ocasiones, ofrece los aplausos a Margarita.[54]
Las reacciones de la prensa valenciana —la liberal y la católica— ante la despedida de Margarita Xirgu expresan, como la de Barcelona y Madrid, la creciente división del país en dos bloques opuestos. Mientras El Mercantil Valenciano se identifica con el republicanismo de la actriz catalana, Diario de Valencia ni reseña el acto. Sin embargo, el 13 de noviembre este periódico publicó la siguiente información: «Durante la mañana de ayer, la ilustre actriz Margarita Xirgu visitó en su Capilla a nuestra excelsa Patrona, la Virgen de los Desamparados, a la que hizo entrega de las flores con que aquélla fue obsequiada anteanoche, en la función-homenaje que se celebró en el teatro Principal».[55] Sólo leyendo entre líneas, y recordando que Margarita Xirgu era considerada poco menos que comunista por las derechas, se capta la intención del comentario.
Lorca ha sido entrevistado, en el cuarto de la Xirgu en el Principal, y en presencia de Cipriano Rivas Cherif, por un periodista de El Mercantil Valenciano, Ricardo G. Luengo. Las preguntas son directas, punzantes; las contestaciones, también.
Nada más empezar la entrevista surge el nombre de Dalí. ¿Son reales —quiere saber el periodista— los personajes del teatro de Lorca? Sí, pero aunque el poeta los ha conocido, su meta es convertirlos en un «hecho poético». «Son una realidad estética —explica—. Por esa razón gustan tanto a Salvador Dalí y a los surrealistas».
El periodista suscita la cuestión de la crudeza de Yerma, sobre la que ha insistido cierta prensa. El poeta rechaza la imputación, aunque reconoce que es su deseo sacudir al público. «Una de las finalidades que persigo con mi teatro es precisamente aspaventar y aterrar un poco —confiesa—. Estoy seguro y contento de escandalizar. Quiero provocar revulsivos, a ver si se vomita de una vez todo lo malo del teatro actual». Y prosigue: «Voy a llevar a la escena temas horribles. El público a que usted ha aludido se va a aspaventar mucho más». «Tengo un asunto de incesto, “La sangre no tiene voz” —revela a continuación—, ante cuya crudeza y violencia de pasiones Yerma tiene un lenguaje de arcángeles».
El poeta opina que en el teatro contemporáneo sólo interesan dos temas o problemas: el social y el sexual. La obra que no afronta uno de ellos está abocada al fracaso comercial. «Yo hago lo sexual, que me atrae más», declara rotundamente.
Lorca considera que la raíz de su teatro es calderoniana. «Entre mis ecos han notado la huella de Lope —manifiesta—, pero se les ha escapado la sombra de Quevedo en mi amargura. Yo soy un poeta telúrico, un hombre agarrado a la tierra, que toda creación la saca de su manantial».
El periodista esboza una crítica de Yerma según la cual le faltaría profundidad psicológica. Otra vez el poeta es tajante: no ha querido hacer una obra analítica, aunque le habría sido más fácil, dada la que llama su «disposición psicológica para ahondar de un modo tremendo en las causas». Además, tiene dos obras que no ha dado aún «por demasiado intelectuales». ¿Se refiere Lorca a El público y a Así que pasen cinco años? Es probable.
Al ser preguntado por su actitud hacia el advenimiento de un teatro revolucionario popular, repite ideas que han ido aflorando estos meses en diversas entrevistas. «De eso no quiero hablar yo todavía —contesta—. Es prematuro. Aspiro a enseñar al pueblo y a influir en él. Tengo ansia porque me quieran las grandes masas. Es una idea nietzscheana. Por eso a mí Nietzsche me lastima el corazón».
A la pregunta de si ha hecho en teatro alguna «innovación revolucionaria, subversiva», el poeta contesta: «En lo formal, acabo de terminar un acto completamente subversivo que supone una verdadera revolución de la técnica, un gran avance». El asunto es «un tema social, mezclado de religioso, en el que irrumpe mi angustia constante del más allá». Lo más probable es que se tratara de la llamada Comedia sin título, mencionada en su reciente alocución radiofónica y a la que se referirá varias veces antes de su muerte y leerá a diversos amigos, entre ellos Margarita Xirgu.
Al final de la entrevista repite que está todavía «empezando» como autor teatral, que es «un auténtico novel». Aun así, el lector no puede dudar que tiene ya enorme confianza en su destino de autor dramático, ni que está empeñado en escribir teatro avanzadísimo. Lorca se congratula de las discusiones que ha provocado Yerma, y cree haber superado ya a Lenormand y a Kaiser, lo cual no es poco decir. «Mi obra apenas está comenzada —recalca—. La veo a lo lejos, como un orbe denso, con firmeza de pulso para acercarme a ella».[56]
Parece ser que el proyecto de La sangre no tiene voz había nacido poco tiempo antes en Barcelona donde, según el testimonio de Rivas Cherif, el poeta se enteró de un caso de incesto ocurrido a «uno de sus amigos menestrales» de la Ciudad Condal. Se trataría, de acuerdo con Rivas, del «trasunto moderno del “Romance de Tamar y Amnón”». Otra fuente precisa que el argumento de la obra giraba en torno a la atracción incestuosa surgida entre una muchacha y su madre, al conocerse casualmente por vez primera. El poeta seguirá hablando de este atrevido proyecto (épater le bourgeois es ya preocupación suya casi obsesiva), vacilando entre el título La sangre no tiene voz y El sabor de la sangre (con subtítulo Drama del deseo). Pero, que se sepa, nunca empezará a redactar la obra.[57]
Un amigo barcelonés del poeta, Mauricio Torra-Balari, que le había conocido en 1929 en casa de Carlos Morla Lynch, se trasladó a Valencia por estas fechas para reunirse con él y la Xirgu. Ha referido que encontró a Lorca extremadamente inquieto porque esperaba la llegada en tren desde Madrid de un «íntimo amigo» que no apareció.[58] Parece seguro que se trataba de Rafael Rodríguez Rapún, que se juntaría con el poeta en Barcelona unos días después.
Apoya esta hipótesis el que los borradores de dos de los llamados «sonetos de amor oscuro» —«El poeta dice la verdad» y «El soneto de la carta»— están escritos en papel con membrete del hotel Victoria, donde paró Lorca durante su breve estancia en Valencia, y que otro, «Soneto gongorino en que el poeta manda a su amor una paloma», se inspiró durante estos mismos días.[59]
El hecho de estar escritos los dos primeros en papel del hotel Victoria no es prueba contundente, evidentemente, de que fuesen redactados durante la visita del poeta, ya que éste pudo llevarse con él varias hojas del mismo, aunque lo da a entender. Lo que sí parece cierto es que el poeta sufría entonces en su relación con Rafael Rodríguez Rapún[60] y que el hecho de no presentarse éste en Valencia, según lo aparentemente convenido, se le figuraría un abandono. Son sentimientos que se reflejan en «El poeta dice la verdad» y «Soneto de la carta».
En cuanto al «Soneto gongorino», tenemos más información. A Lorca le había conocido brevemente en 1933, cuando La Barraca visitó Valencia, el joven poeta Juan Gil-Albert, alcoyano nacido en 1904, hijo de un rico industrial levantino. Gil-Albert reanuda ahora su contacto con Federico y asiste embelesado a la lectura de Doña Rosita la soltera que Lorca efectúa ante Margarita Xirgu y su compañía en el teatro Principal —«la mejor representación de la obra que se podía ver», recordaba Gil-Albert en 1987— y, tal vez al día siguiente, tiene la ocurrencia de mandarle al hotel Victoria un insólito regalo: un pichón en una jaula, que acababa de comprar en el mercado de la plaza Redonda. Gil-Albert no sabía nada de Rafael Rodríguez Rapún —a quien no conocía ni conocería jamás— y se sorprenderá unos meses después, en Madrid, al decirle Luis Cernuda que Federico había compuesto un soneto amoroso en el cual hablaba del regalo de «un pichón del Turia». Efectivamente, aunque no se sabe si lo compuso en Valencia o pocos días después, había escrito aquel soneto bajo la inspiración directa del regalo de Gil-Albert y también, cabe pensarlo, del hecho de que éste acababa de leerle algunos de los sonetos amorosos que aparecerían poco tiempo después en su libro Misteriosa presencia, publicado por Manuel Altolaguirre en Ediciones Héroe. Sonetos en los cuales Gil-Albert en absoluto ocultaba el carácter homosexual de su inspiración.[61]
¿Era Rapún el destinatario del soneto? Parece que sí, e incluso existe la posibilidad de que Lorca le mandara realmente aquel pichón. De todas maneras, se trata de uno de los sonetos más tiernos de la serie:
Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en lirio doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma,
la ausencia de tu boca está marcando.
Pasa la mano sobre su blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.
Así mi corazón de noche y día,
presa en la cárcel del amor oscura,
llora sin verte su melancolía.[62]
Muerto Lorca, a quien Gil-Albert volvería a ver en el Madrid del Frente Popular, éste le dedicará un soneto elegíaco en el cual se recuerde el del granadino, que tal vez le oiría al propio poeta, y se aluda al pichón (dorado, no blanco) comprado aquel otoño de 1935 en la plaza Redonda valenciana:
Aquel pichón dorado que tuviste,
la pompa levantina de mi envío,
con las rosadas bridas del estío
pasó a ser de tu casa ornato triste.
Transparente ciudad, la que ofreciste
galas de pluma en marco de tu río
al que en laurel precoz, amigo mío,
gloriosa es ya la luz con que se viste.
Solitario está en tierra, enmudecido,
vástago fiel de músicas umbrosas
otras alas circundan al poeta,
¡oh príncipe cantor muerto en la meta
de la feliz Alhambra en que has crecido!
Que aquel pichón te otorgue eternas rosas.[63]
No se conoce hasta hoy ningún documento en que Lorca se refiera a sus sonetos amorosos con el título genérico de Sonetos del amor oscuro. Sabemos que lo hacía gracias al testimonio de su íntimo amigo Vicente Aleixandre, que, en su conmovedora evocación del poeta, de 1937, recordaba una lectura de los sonetos que le había hecho pocos meses antes de morir:
Recordaré siempre la lectura que me hizo, tiempo antes de partir para Granada, de su última obra lírica, que no habíamos de ver terminada. Me leía sus Sonetos del amor oscuro, prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor, en que la primera materia es ya la carne, el corazón, el alma del poeta en trance de destrucción. Sorprendido yo mismo, no pude menos que quedarme mirándole y exclamar: «Federico, ¡qué corazón! ¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir!». Me miró y se sonrió como un niño.[64]
Cuarenta y cinco años después, el mismo Aleixandre negaría que la expresión «amor oscuro» tuviera necesariamente una única connotación homosexual, declarando: «Para él, era el amor de la difícil pasión, de la pasión maltrecha, de la pasión oscura y dolorosa, no correspondida o mal vivida, pero no quiere decir específicamente que era el amor homosexual. Eso de oscuro puede aplicarse a cualquier clase de “amor amor”. Nunca él a mí me dijo “ése es esto”, no, no, no me dijo nada, era el amor doloroso, el amor con un puñal en el pecho… oscuro por el siniestro destino del amor sin destino, sin futuro». Con todo, Aleixandre no dudaba de que, al componer estos doloridos poemas, Lorca pensaba en una persona concreta, por supuesto masculina. «Ya no existe el tipo de prejuicios que existían antes —continuaba—. Hay que aceptar al hombre entero. ¿Qué importa eso?». Aleixandre insistía, además, en que no se puede comprender la obra de Lorca sin tener en cuenta su homosexualidad.[65]
Cuando el 17 de marzo de 1984 los Sonetos del amor oscuro fueron publicados por ABC, Aleixandre comentó aquel mismo día, al observar que en las notas críticas que acompañaban a los poemas no aparecía ni una sola vez la palabra «homosexual»:
Lo curioso es cómo en todos los artículos que acompañan a los sonetos se evita cuidadosamente la palabra homosexual, aunque se aluda a ello, pues nadie ignora que esos sonetos no están dedicados a una mujer. Se ve que todavía ésa es palabra tabú en España, en ciertos medios, como si el confesarlo fuese un descrédito para el poeta. Todo eso viene de muy antiguo, de cuando la Inquisición quemaba vivos a los culpables del delito nefando.[66]
Parece indudable, se quiera o no, que si bien en los sonetos hay una clara alusión a la «oscura noche del alma» de san Juan de la Cruz, el adjetivo «oscuro», aplicado al amor, tiene para Lorca un claro matiz homosexual. Ya en la versión de 1930 de su conferencia «La imagen poética de don Luis de Góngora» había recordado el caso del asesinato del conde de Villamediana, que «cae atravesado por las espadas de sus amores oscuros».[67] El poeta tenía noticias, con toda seguridad, del reciente libro de Narciso Alonso Cortés, La muerte del conde de Villamediana (1928), y sabía que, según las investigaciones más al día, el asesinato del aristócrata tenía probablemente una motivación homosexual.[68]
De todas maneras, el acecho y la persecución a que, en los sonetos escritos sobre el papel del hotel Victoria de Valencia, se encuentran sometidos los amantes remiten, cabe pensarlo, a la naturaleza proscrita de su amor, y no sólo a la omnipresente muerte que indefectiblemente destruirá a aquél.
Bodas de sangre y Doña Rosita en Barcelona
Otra vez en Barcelona, Federico participa en los frenéticos preparativos de la compañía de Margarita Xirgu para el reestreno de Bodas de sangre, previsto para el 22 de noviembre en el teatro Principal Palace.
Siguen los telegramas al decorador, José Caballero, pues todavía hay cierta indecisión en cuanto al telón del primer cuadro del tercer acto, en que aparece la luna en escena. El día 15 Lorca manda a Caballero una indicación tajante: «TELÓN CONSISTE GRAN CABALLO BLANCO SOBRE MONTES NOCHE LUNA TE RUEGO ENTREGUEN [sic] ENSEGUIDA A BURMANN LO QUE FALTA SALUDOS».[69] A los dos días Lorca decidirá no utilizar un telón con estas características. Las siete decoraciones diseñadas por Caballero y realizadas en el madrileño taller de Siegfried Burmann causarán un enorme impacto en Barcelona.
Por las mismas fechas el poeta envía otro telegrama a Madrid, esta vez de neta significación política. En octubre el fiscal del Estado había demandado al escritor de izquierdas Antonio Espina por un fuerte artículo en que criticaba a Hitler. Espina, increíblemente, pasó a la cárcel, donde estuvo encerrado mes y medio. Cuando le ponen en libertad, a mediados de noviembre, sus amigos y simpatizantes le ofrecen un multitudinario banquete. Margarita Xirgu, Cipriano Rivas Cherif y Lorca mandan desde Barcelona su adhesión al acto.[70]
Años después Rivas Cherif recordaría en un artículo que levantó tupida polvareda la revelación que tuvo estos días acerca de la homosexualidad de Lorca. Una tarde, al acudir a primera hora al Principal Palace, donde se ensaya Bodas, el asesor artístico de la Xirgu encuentra a ésta «extrañamente nerviosa», pues no ha aparecido el poeta. Rivas Cherif había estado aquella madrugada con Lorca y otros amigos en un conocido establecimiento flamenco del Barrio Chino, Juanito el Dorado. Allí, después de la medianoche, se había improvisado una imponente juerga andaluza, en la cual había participado notablemente el poeta, a gusto como nunca entre gente de su tierra. Después Rivas le había acompañado al hotel Majestic Inglaterra, en el paseo de Gracia, donde se alojaba.
Rivas Cherif llama al hotel. No está Lorca, lo cual tampoco le parece anormal al director teatral, quien, entretanto, se da una vuelta y entra en un café cualquiera a tomar un refresco. Allí, por casualidad, encuentra a Federico, apoyado de codos en una mesa, solo, ensimismado. «Estaba como loco —recuerda Rivas—. Era otro, que nunca hubiera sospechado en él».
Lorca creía que Cipriano sabía lo que había pasado. Pero no lo sabía. «No ha ido a casa en toda la mañana —exclama el poeta—. Se me ha ido. ¡Y eso sí que no!».
Se trataba de un chico de La Barraca, guapo estudiante de ingeniería a quien Rivas llama «R», venido desde Madrid probablemente para arreglar la visita de la farándula a Barcelona (que se efectuará en abril de 1936), y que desde su llegada paraba, sin que Rivas lo supiera, con Federico en el Majestic.
No cabe duda, por estas y otras indicaciones proporcionadas por Rivas Cherif, de que «R» era Rafael Rodríguez Rapún.
Repasando mentalmente los acontecimientos de la noche anterior, Rivas recuerda que, efectivamente, al terminar la juerga en Juanito el Dorado, «R» se había ido con una de las gitanas de la casa.
Por primera vez el asesor artístico de la Xirgu y viejo amigo del poeta oye ahora, de labios de éste, la confesión de su condición de homosexual… de homosexual en estos momentos desesperado. Federico saca un paquete de cartas recibidas del chico, cartas apasionadas. «¡No me digas que no lo sabías! —exclama—. ¡Tú que te enteras de todo y todo te divierte!».
Pero no, de la relación de Lorca con Rapún el conocido hombre de teatro no sabe nada.
Lorca alega no haber «conocido» jamás a una mujer. Rivas no se lo cree, dada la extraordinaria fascinación que ejerce el poeta sobre todo el mundo. Pero Federico insiste:
Sólo hombres he conocido; y sabes que el invertido, el marica, me da risa, me divierte con su prurito mujeril de lavar, planchar y coser, de pintarse, de vestirse de faldas, de hablar con gestos y ademanes afeminados. Pero no me gusta. Y la normalidad no es ni lo tuyo de conocer sólo a la mujer, ni lo mío. Lo normal es el amor sin límites. Porque el amor es más y mejor que la moral de un dogma, la moral católica; no hay quien se resigne a la sola postura de tener hijos. En lo mío, no hay tergiversación. Uno y otro son como son. Sin trueques. No hay quien mande, no hay quien domine, no hay sometimiento. No hay reparto de papeles. No hay sustitución, ni remedo. No hay más que abandono y goce mutuo. Pero se necesitaría una verdadera revolución. Una nueva moral, una moral de la libertad entera. Ésa es la que pedía Walt Whitman. Y ésa puede ser la libertad que proclame el Nuevo Mundo: el heterosexualismo en que vive América. Igual que el mundo antiguo.[71]
Continúan las revelaciones. Lorca cuenta ahora —siempre según el recuerdo de Rivas Cherif, en este caso algo borroso en los detalles, pues todavía vivían los García Lorca entonces en Fuente Vaqueros— que antes de cumplir los siete años estuvo a punto de tirarse de la torre de la Vela de Granada porque los padres de su mejor amigo en la escuela de párvulos, un poco más pequeño que él, se lo llevaron con ellos a otro pueblo. Y recoge Rivas el siguiente comentario del poeta:
Me gustaba acapararle, separarle de los demás y que jugase sólo conmigo. Después, cuando me he podido dar cuenta de mis preferencias, he sabido hasta qué punto lo que me gusta es eso que le dicen «pervertir» —y se interrumpió con una risa en que no había asomo de perversión—, de pervertir a los jóvenes que ya saben lo que se hacen, y sobre todo, mejor cuanto más hombrecitos.
Luego, para explicar su preferencia por los hombres, el poeta habla del hondo respeto que siente por su madre, que probablemente actúa a nivel subconsciente, a su juicio, para impedir que pueda tener una relación heterosexual. Rivas Cherif en absoluto se da por convencido: «Esto sí que ya no es intuición tuya. Lo has leído, mucho tiempo después, en una traducción de Freud». Y, por fin, Lorca se ríe.[72]
Si las palabras atribuidas por Rivas Cherif a Lorca no pueden ser exactamente las pronunciadas en aquella ocasión —por lo visto la única en que el poeta le haría una confidencia acerca de su vida privada—, sí reflejan lo esencial de su pensamiento en estos momentos. La «nueva moral» de que habla es la misma que propone explícitamente en El público, escrito cinco años antes, a raíz de la experiencia estadounidense, así como en la Oda a Walt Whitman, e implícitamente en toda su obra.
No es casual que fuera Rivas Cherif, recipiente de las confidencias homosexuales de Lorca, quien se adelantara a dejar constancia de uno de sus proyectos teatrales más atrevidos, La bola negra, de cuyo manuscrito sólo obran cuatro hojas en el archivo del poeta. «Voy a escribir un drama realista. Como los de Linares Rivas», le dice Federico, contando a continuación, entre risas, la primera escena de la proyectada pieza:
Una capital de provincia. Un señor tras de una mesa de despacho. Llama al timbre y entra un criado:
—Que venga el señorito.
Entra su hijo.
—¿Qué quiere decir esto que sé? —y el padre muestra a su hijo una carta.
—¿Que te has presentado pretendiente a socio en el Casino y te han echado bola negra? ¿Por qué?
—Porque soy homosexual.
«¿Qué te parece para empezar?», preguntaría Lorca a Rivas, riéndose «con estrépito».[73]
Del manuscrito de La bola negra, subtitulada Drama de costumbres actuales, las dos primeras cuartillas contienen una relación de los personajes y las restantes los momentos iniciales del drama, que transcurren en un «Gabinete de familia burguesa». Luego, en la lista de diez proyectos teatrales, ya mencionada, que hizo el poeta en una fecha indeterminada entre 1935 y 1936, pero posteriormente a la redacción de las hojas de La bola negra que conocemos, el título original de la obra sufre una metamorfosis. Lorca tacha las palabras «bola negra» y las sustituye por «piedra oscura», dejando incólume el nuevo subtítulo: Drama epéntico.[74] Se trata ya, pues, de una obra titulada La piedra oscura. Drama epéntico, que no sabemos si llegó a terminar.[75] Más bien parece que no. En cuanto al subtítulo, Luis Sáenz de la Calzada ha narrado una conversación con Federico sobre el término «epente» («epentismo», «epéntico») —una de las palabras medio inventadas por él junto con tantas otras (chorpatélico, anfistora, ronconquélico, etcétera)—, apuntando que, para el poeta, la expresión venía a significar a los que «crean pero no procrean».[76] Es decir que el subtítulo refuerza la significación homosexual que en algunos de los sonetos amorosos daba Lorca al adjetivo «oscuro». En La piedra oscura, parece evidente, su intención era enfrentarse rotundamente, en un lenguaje inteligente para todos, con el problema de la homosexualidad en la sociedad contemporánea. En ello, no lo olvidemos, seguía los pasos de Rivas Cherif, cuya obra Un sueño de la razón trataba de una problemática parecida.*
* Véanse pp. 612 y 741.
Aunque la infidelidad de Rapún le trae desesperado, el poeta está entusiasmado, una vez más, con la labor de Margarita, quien en Bodas de sangre encarna el papel de la Madre. La gran actriz catalana está, a juicio del poeta, «mejor que nunca». «No habría podido soñar con encontrar a una intérprete más feliz», declara a la prensa. Los decorados y figurines del joven Pepe Caballero le parecen extraordinarios. Y tiene la convicción de que el nuevo montaje de Bodas de sangre va a tener éxito. De hecho, estima que se trata del «verdadero estreno» de la obra.[77] Comentario este que, de conocerlo, habría dolido profundamente a Lola Membrives.
Además, los elementos musicales del montaje ofrecen la garantía de haber sido pensados y escogidos por el propio poeta, que interviene en la dirección de los coros y acompañará él mismo al piano, durante su estancia en Barcelona, la nana del caballo «que no quiso el agua», cuya música, así como la de las entradas de la boda, él ha compuesto.[78]
El reestreno de Bodas, en este su tercer montaje, cosecha el triunfo que prevé Lorca. «No es estreno Bodas de sangre en Barcelona —escribe María Luz Morales en La Vanguardia—. Mas la calidad de esta presentación que a la obra ha dado la colaboración de García Lorca y Rivas Cherif, con la de la interpretación que de la Madre hace Margarita Xirgu, honores de estreno se merece». También le ha llamado la atención a la misma redactora la excelente dirección de Rivas Cherif y el «admirable conjunto» que supone el montaje.[79] La reacción de Domènec Guansé, de La Publicitat, es parecida. «García Lorca, más que un autor de teatro nato, nos parece siempre un poeta que hace teatro —opina, no sin razón—, y que tiene, naturalmente, otros instrumentos de expresión que el de la escena … Por su sinceridad, por su emoción, por su inspiración poética, por su afán de buscar la entraña y las verdades esenciales de las cosas, por huir de los falsos oropeles y de la banalidad, García Lorca representa hoy, en nuestro teatro, el intérprete más autorizado del alma andaluza».[80]
En cuanto a la propia Margarita Xirgu, en unas palabras publicadas en la prensa expresó así su reacción ante el éxito de la obra: «Mi impresión más sincera es la de ver al público aplaudiendo y, sobre todo, escuchando la poesía de un autor que no ha tenido que renegar de su condición de poeta para hacer teatro de gran público».[81]
Era una observación que seguramente complació extraordinariamente a Lorca.
El Principal Palace está situado en la plaza del Teatro, en el tramo inferior de las Ramblas, entre el Barrio Gótico y el Barrio Chino, frente a la estatua de Frederic Soler, fundador del teatro catalán. Es la Barcelona que más le gusta al poeta, para quien las Ramblas son «la calle más alegre del mundo».[82] En los cafés cercanos al teatro —el café Catalán, el Eden Concert, el Suizo, Juanito el Dorado, la taberna de Borrull, especializada, como el anterior, en flamenco— el poeta improvisa interminables tertulias.[83]
Lorca es todavía director artístico de La Barraca, aunque su distanciamiento del Teatro Universitario se va acentuando debido al apremio de tantos compromisos y de su propia labor literaria, y también, en cierta medida, por cansancio de las presiones políticas que se están haciendo cada vez más fuertes dentro de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos, cuyo congreso se abrirá en Madrid a mediados de diciembre. El 17 de noviembre La Barraca inicia en el teatro Coliseum de la capital una serie de cinco representaciones dominicales en homenaje a Lope de Vega y al pueblo de Madrid. Aquella tarde, luego el 24 de noviembre y el 1 y 8 de diciembre, se representan Fuenteovejuna y El retablo de las maravillas; finalmente, para completar el ciclo, se darán el 15 de diciembre El caballero de Olmedo y Los dos habladores.[84]
Entretanto, el 12 de diciembre, patrocinados por el Ateneo de Madrid, los estudiantes representan, en el teatro de la Comedia de la calle del Príncipe, El caballero de Olmedo y Los dos habladores, colaborando con ello en las celebraciones organizadas en torno al centenario de la docta y liberal sociedad de la calle del Prado.[85]
Durante la función del 24 de noviembre en el Coliseum los estudiantes distribuyen entre el público unos preciosos pliegos de ocho páginas, impresos en papel rosa, titulados «Cantares de Lope de Vega», que contienen, entre otras composiciones, los romances y coplas de Fuenteovejuna. Los asistentes quedan encantados con el detalle.[86]
Las representaciones de La Barraca en el Coliseum tuvieron una importante resonancia debido a que fueron emitidas a toda España, a partir de la tercera, por Unión Radio. Pero el montaje de Fuenteovejuna seguía sin gustar, como era lógico, a las derechas. A este respecto vale la pena citar un comentario publicado en El Debate, el diario católico más importante del país, el 10 de diciembre de 1935:
No es la primera vez. «La Barraca» ha vuelto a representar Fuenteovejuna profanada. La gloriosa obra de Lope de Vega, canto vigoroso a la unidad de España y a sus forjadores, Fernando e Isabel, se transforma en una breve fiesta bolchevique, de la cual han desaparecido las figuras insignes de los Reyes Católicos.[87]
La publicación de este comentario coincide con una rápida visita del poeta a Madrid el 8 de diciembre, probablemente con la finalidad de presenciar la representación de Fuenteovejuna en el Coliseum.[88]
Son momentos de alta tensión política en todo el país. El escándalo del estraperlo ha hundido en la ignominia al Gobierno que, dividido entre lerrouxistas y gilroblistas, está en plena crisis. «Hoy hace dos años que agoniza el Parlamento —protesta el Heraldo de Madrid el 7 de diciembre, y pregunta a continuación—: ¿Será hoy también cuando acabe definitivamente?». Los socialistas piden la inmediata disolución de las Cortes. El presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, ofrece el poder a Miguel Maura, que lo declina, y luego encarga la formación de un nuevo Gobierno a Chapaprieta, que también rehúsa el ofrecimiento. Gil Robles, confiado en ganar las elecciones generales que inevitablemente se aproximan, insiste soberbiamente: «Todo el poder para nosotros o disolución de las Cortes». Pero Alcalá-Zamora no se fía del jefe de la CEDA, y finalmente le ofrece el encargo a Manuel Portela Valladares, que acepta el 13 de diciembre.[89]
En estas fechas el poeta vuelve a Barcelona, donde se encuentra ya otra vez el 10 de diciembre.[90]
Bajo la experta —e inspirada— dirección de Cipriano Rivas Cherif están muy adelantados los ensayos de Doña Rosita la soltera, que empezaron a principios de mes.[91] Y si Yerma y luego Bodas de sangre habían despertado una extraordinaria expectación en Barcelona, la que suscita el próximo estreno de la nueva obra de Lorca es casi sin precedentes en la vida teatral de la capital catalana. «No recuerdo una expectación semejante, verdad —apunta algunos días después el corresponsal de la revista madrileña Crónica en Barcelona, G. Trillas Blázquez—. Ni siquiera cuando don Ángel Guimerà estrenó su Jesús que torna se percibía un interés tan agudo por conocer una obra teatral». En Barcelona, según el mismo crítico, había ya sólo dos temas de conversación entre la gente culta: Doña Rosita y la crisis ministerial. «El poeta maravilloso del Romancero gitano hacía un codo a codo con los señores Chapaprieta, Maura y Portela Valladares, encargados sucesivamente de formar Gobierno —sigue—, y casi les vencía en popularidad. Mejor dicho, en resonancia. El nombre de García Lorca era pronunciado por tantas bocas como el de los tres políticos juntos». Los críticos teatrales llegados especialmente por avión desde Madrid, invitados por la empresa del Principal Palace —Alberto Marín Alcalde (Ahora), Antonio de Obregón (Diario de Madrid), Eduardo Haro (La Libertad), Enrique Díez-Canedo (La Voz),* Juan G. Olmedilla (Heraldo de Madrid) y Cruz Salido (Política)—, infundían, según la misma fuente, «cierta admiración mitológica». La noche del estreno había en los establecimientos flamencos como El Manicomio, La Taurina, Cádiz o El Cangrejo Flamenco «un silencio sepulcral»: era que los calés del distrito Quinto, con quienes Lorca había hecho amistad, asistían al gran acontecimiento. «Zí, zeñó —explicó uno que se había quedado en casa—; s’han ío toos a ver la función de don Federico».[92]
* Enrique Díez-Canedo llegó a Barcelona en estos momentos, rumbo a América, pero no salió crónica suya en La Voz.
El 12 de diciembre, día del estreno, el poeta, a petición del periódico La Humanitat, publicó un breve comentario sobre Doña Rosita, dando a conocer, en pocas palabras, su intención en la obra y señalando el fondo autobiográfico de la misma:
Con Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, he querido realizar un poema de mi infancia en Granada, en el cual salen criaturas y ambientes que he conocido y sentido.
Éste es el drama profundo de la solterona andaluza y española en general. España es el país de las solteras decentes, de las mujeres puras, sacrificadas por el ambiente social que las envuelve.
Para descansar de Yerma y de Bodas de sangre, que son dos tragedias, yo quería realizar una comedia sencilla y amable; no me ha salido, sin embargo, pues la que me ha salido es un poema que a mí me parece que tiene más lágrimas que mis dos anteriores producciones.[93]
El éxito del estreno de Doña Rosita es fulgurante, tanto de crítica como de público. «Pocas veces —dice La Publicitat— ha estado tan de acuerdo la crítica; pocas veces, sobre todo, ha estado tan de acuerdo con el público».[94] Federico se ve obligado a salir a escena al final de cada acto; después del segundo, el público, puesto de pie, le proporciona «una ovación unánime, calurosa, alegre»; cuando termina la representación es la apoteosis, y el poeta tiene que dirigir palabras de gratitud al aforo enfervorizado.[95]
Casi sin excepción, los críticos entendieron que se trataba no de una comedia, sino de una tragedia, y que debajo de sus risas y sus ironías a cuenta de la cursilería de fin de siglo, yacía un tema afín al de Bodas de sangre y de Yerma. «No es un viraje en el trayecto, como se nos dijo», declara V. Serra Crespo en La Razón, mientras Emilio Tintorer, de Las Noticias, veía en la obra «la tragedia misma de Yerma (que no puede ser madre), “corregida y aumentada”, pues Rosita ni puede ser madre ni siquiera puede llegar a casarse».[96] La reseña de María Luz Morales, de La Vanguardia —tal vez la única mujer en España que entonces ejercía habitualmente la crítica teatral—, era de una especial perspicacia y ternura. Entendió perfectamente la intención de la obra, que movía «los labios a risa y el corazón a pena». En la evocación de las tres épocas del drama —que el crítico de La Humanitat Lluís Capdevila veía como una sonata con tres movimientos, andantino cantabile, scherzo y adagio—,[97] María Luz Morales consideraba que tanto el autor como Rivas Cherif y Margarita Xirgu habían logrado milagros.[98]
Por lo que se refiere a la espléndida actuación de la Xirgu, Lluís Capdevila subrayaba especialmente las cualidades de la voz de la actriz, jamás tan sutil como en esta obra, «voz rica en inflexiones y matices, que tiene todos los registros, una voz musical por esencia y por potencia, que va del do a do, recorriendo toda la escala».[99]
Domènec Guansé, el prestigioso crítico de La Publicitat, se quedó maravillado ante la obra en sí, ante la dirección, ante la «armonía del conjunto», los actores, la dirección, todo. Percibió, en el segundo acto, la influencia de El jardín de los cerezos de Chéjov —otro crítico había intuido la presencia de Maeterlinck—,[100] y pensaba que Lorca había aprendido la fórmula de J. J. Bernard, derivada del teatro del ruso, según la cual «el teatro es el arte de expresar lo inexpresable».[101]
Los «mitológicos» críticos madrileños estaban de acuerdo con sus colegas barceloneses. Se trataba, indudablemente, de una obra maestra y de un montaje extraordinario en todos los sentidos. Cruz Salido, de Política, asombrado por la originalidad de la «comedia», comentaba que «García Lorca parece resuelto a frustrar todos los augurios que sobre su clasificación como autor teatral que cultiva determinado género y temas concretos puedan hacerse. No guarda más que una fidelidad: la que debe a su temperamento de poeta».[102] Antonio de Obregón, crítico de Diario de Madrid, comprendía el temor del autor ante el estreno de obra tan compleja, tan finamente matizada, y encontraba que se trataba de «una comedia peligrosísima, prodigiosamente lograda».[103] Juan G. Olmedilla, de Heraldo de Madrid, que lleva años siguiendo de cerca la carrera del poeta y dramaturgo granadino, entiende, con razón, que Lorca ha trabajado «larga y amorosamente» en Doña Rosita, que «en lo hondo de la intención … es pura tragedia de amor», y nota la filiación de la obra con Mariana Pineda. Lorca ha conseguido el milagro: hacer llorar y reír a la vez. «Cuando la Xirgu vuelva de América y estrene en Madrid —termina Olmedilla su reseña—, los madrileños comprobarán que no he exagerado nada en mis elogios».[104]
Pero Margarita nunca volverá a Madrid.
En Ahora Alberto Marín Alcalde se mostró sensible a la amarga crítica social que subyace en la obra. Comenta que Lorca, «el poeta que con más personal acento se ha revelado en el teatro durante los últimos años», ha sabido evocar la época de la cursilería «en su más flagrante y dramática manifestación de honradez triste e inane»; y que Margarita Xirgu ha alcanzado en Doña Rosita «el grado máximo de su maravillosa sensibilidad».[105]
Pero es Eduardo Haro, de La Libertad, quien, en una larga reseña, más profundiza en la significación del estreno de la nueva obra. Haro no duda de que la aparición de Lorca marca en la historia del teatro contemporáneo español «una fecha jubilar». Bodas de sangre, Yerma y ahora Doña Rosita la soltera han transformado el teatro «en la fiesta amplia de los sentimientos cultos, a la que, naturalmente, no pueden concurrir los habitantes del teatro de otro tiempo, todavía —y en mala hora— en uso, porque son habitantes viejos y vulgares que difícilmente podrían someterse a un tratamiento de reeducación artística. Teatro para espectadores nuevos, para masas conscientes, con naturales esfuerzos creadores. Teatro que aborda problemas inmensos como Yerma…».
Haro ha quedado deslumbrado ante el trabajo de Margarita Xirgu. Su juicio es contundente: «Admirable su juego escénico, entre el patetismo y el amor, yo afirmo que la doña Rosita de Margarita Xirgu es un jalón indestructible para la edificación del nuevo teatro castellano». Y de Cipriano Rivas Cherif opina que el brillante director artístico es «el único en España que puede hacer cara a los problemas agudos de la renovación dramática».[106]
Antonio Espina, de El Sol —recién liberado de la cárcel, después de su ataque periodístico a Hitler—, entiende, con Olmedilla, que Doña Rosita procede de Mariana Pineda. Le ha impresionado «la compenetración espiritual» entre el público y la obra que ha presenciado en el Principal Palace.[107]
Incluso el crítico del diario católico El Matí apenas encuentra pegas que poner a Doña Rosita. «Desde el aspecto moral —escribe—, sólo hemos encontrado algunas palabras de la criada en las primeras escenas, y cabría hacer algunos reparos a la glosa del lenguaje de las flores. Por lo demás, García Lorca ha sabido ser respetuoso…».[108]
La única voz discrepante entre el coro de elogios es la del crítico y autor teatral barcelonés Ignacio Agustí, que por enfermedad no ha podido asistir al estreno y que publica su reseña varios días después, cuando ha podido comprobar el incondicional entusiasmo de sus colegas. Agustí estima que, pese a los innegables aciertos del montaje, Doña Rosita fracasa por estar su lirismo «al margen de la obra»: en Doña Rosita Lorca triunfa como poeta, pero fracasa como dramaturgo.[109]
En Madrid, al enterarse del éxito del estreno, José Moreno Villa, recordando el día en que le hablara a Federico de su «hallazgo» de la historia de la rosa mutabilis, le envía un telegrama. Reza sencillamente: «Te felicita cordialmente el abuelo de Doña Rosita».[110]
Al día siguiente del estreno, 13 de diciembre, Margarita Xirgu ofrece una comida a los críticos barceloneses y madrileños, que se reúnen en el restaurante Miramar, en Montjuich, con escritores y poetas catalanes. Hace un frío intenso —envuelve el puerto una boira «digna de Londres»— y el banquete se desarrolla en un ambiente de franca camaradería. Entre los periodistas y actores están presentes Francisco e Isabel García Lorca, venidos desde Madrid, Jaime Pahissa —crítico musical y futuro biógrafo de Manuel de Falla— y el compositor Federico Elizalde, con quien en estos momentos Lorca tiene un proyecto de colaboración.[111] Según Ignacio Agustí, presente en el acto, durante los discursos se aludió a los presos políticos de la Generalitat, entonces en el penal de Santa María de Cádiz.[112]
Al día siguiente se celebra en el cementerio de Montjuich un homenaje a Isaac Albéniz, compositor muy vinculado a Granada y uno de los más apreciados del poeta. Éste, acompañado de Margarita Xirgu, Rivas Cherif y otros amigos, acude a la tumba, donde se fija una placa, y lee un soneto, «Epitafio a Isaac Albéniz», expresamente escrito para la ocasión.[113]
Lorca estaba encantado con la crítica de Doña Rosita debida a la inteligente pluma de María Luz Morales, aparecida aquella mañana en La Vanguardia, y decidió visitarla sin aviso. Estuvieron horas charlando, y María Luz —como había pasado y pasaría con otras tantas personas— tuvo la sensación de que había conocido toda su vida al poeta. En septiembre de 1936, cuando ya circulaba el rumor del fusilamiento de Lorca en Granada, recordaría que Federico le había hablado en aquella ocasión —primero y último encuentro— de dos nuevas obras de teatro que quería escribir. «Voy a hacer la tragedia de los “Soldados que no quieren ir a la guerra” —diría—. Quiero también dar al teatro español una “Santa Teresa”, mística y humana. Esta figura me atrae de modo irreversible. Pero antes está la otra obra, la obra de la paz… En ella, un coro de madres de hombres de todas las naciones dirigirán a los representantes de las grandes potencias sus apóstrofes y sus gemidos…».[114]
Es la única referencia que tenemos del proyecto de una obra sobre santa Teresa. En cuanto a Los soldados que no quieren ir a la guerra, se trata con toda probabilidad de la proyectada obra Carne de cañón, mencionada a principios de 1935, obra que tal vez se pueda identificar con la titulada Caín y Abel, de la cual hablaría Lorca a Martínez Nadal, quien la recuerda como «drama feroz contra la guerra». De estos proyectos, que quizá sólo existían en la mente del poeta, no conocemos ningún esbozo.[115]
Antes de abandonar Barcelona, Federico quiere complacer a los socios de la Associació de Música de Cambra, en su sección de Audicions Íntimes, con un doble programa: el recital «Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre» —dado primero en Buenos Aires—, acompañándose al piano, y una lectura de su último libro, aún inédito, Diván del Tamarit. El programa de mano, primorosamente impreso, contiene una reproducción de un retrato del poeta hecha por José Serrano, el facsímil de la «Casida de la rosa» y una fotografía de una calle del Albaicín con la Alhambra al fondo. Se preveía, pues, una velada eminentemente granadina.[116]
El acto, que se celebra en el Casal del Metge de la Via Laietana, empieza a las diez de la noche y pone una corona triunfal a los cuatro meses que ha pasado Lorca en Barcelona.
Entre los asistentes está el crítico Luis Góngora, amigo de Lorca desde los días de la Residencia de Estudiantes. «Su voz no era un instrumento circunscrito a la emisión material de la música —comentó en La Noche—, era una voz empapada de espíritu, de ese espíritu que cuando es Poesía es lo único en el mundo que tiene derecho a cantar. Con gracia auténtica, García Lorca supo hacer que al cantar “sin voz de cantante” la emoción musical de las canciones de Andalucía llegara incisiva y estremecida a la sensibilidad de un auditorio de conciertos, acostumbrado a “divos” y “virtuosos”, y que la verdad de la Poesía imperase, anulando inercias y reservas mentales». En cuanto a las composiciones del Diván del Tamarit, Góngora, sin espacio para comentar la lectura, se limita a decir que «en estos poemas de amor he hallado todo el aroma y toda la cálida y fina ternura de la mejor Poesía Oriental», y que en ellos, «a pesar de la esclavitud estilística, la personalidad de García Lorca es más insobornablemente original que nunca».[117]
Después del acto, Federico, eufórico, vestido de «smoking impecable»,[118] declara, riéndose, que va a mandar al alcalde de Granada su conferencia y las reseñas que de ella se hagan «para que vea cómo siento yo a mi tierra, y le diré: soy más alcalde de Granada que usted». Góngora sabe que, en el fondo, Lorca no está bromeando (Granada está en manos de un ayuntamiento derechista y antidemocrático), y quiere que el poeta diga si se siente bien tratado en su patria chica, si allí aprecian la calidad de su obra. «Granada es una ciudad encerrada, maravillosa, pero encerrada —contesta, algo elípticamente, el poeta—. Y debe ser así. Ángel Ganivet, el más ilustre granadino del siglo diecinueve, decía: “Cuando voy a Granada, me saluda el aire”. Pero eso no importa. Granada es Granada, y así está bien».[119]
O bien Lorca recordaba mal la frase de Ganivet, contenida en el primer capítulo de Granada la bella, o Góngora apunta incorrectamente las palabras del poeta. De todas maneras, el sentido de éstas parece claro: en Granada le saluda poca gente; en Granada no se le aprecia.[120]
Margarita Xirgu no ha podido asistir al concierto-recital de Federico, pues sigue representando Doña Rosita la soltera en el Principal Palace, a teatro lleno. Más tarde aquella noche Lorca repite el recital para ella y toda la compañía en el restaurante de la estación de Francia, ante medio centenar de amigos y admiradores. Después el pianista Alexandre Vilalta interpreta a Albéniz y Falla; Federico, Rivas Cherif y Josep Maria de Sagarra improvisan parodias de discursos; y Margarita Xirgu —en un papel insólito para ella— recita el célebre poema anticlerical y obsceno de Sagarra, Balada de Fra Rupert, que encanta a Lorca.[121]
El 22 de diciembre Margarita y Federico ofrecen una representación especial de Doña Rosita a las floristas de las Ramblas. El poeta presenta el simpático acto haciendo un cálido elogio de «estas mujeres de risa franca y manos mojadas donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina», así como de las mismas Ramblas —«la única calle de la Tierra que yo desearía no se acabara nunca»— donde aquéllas ejercen su hermosa profesión: flores para la alegría, flores para la tristeza, flores para la muerte. Después de la representación, calurosamente ovacionada por los invitados, Lorca vuelve a dirigirse al público y Margarita recita un fragmento del poema «La Rambla de les Floristes», de Sagarra.[122]
Doña Rosita, en estos momentos en que se aproxima el fin de la triunfal temporada de Margarita Xirgu en el Principal Palace, es la obra de teatro que está dando mayores entradas en Barcelona.[123]
Lorca también abandonará pronto la ciudad, para pasar la Navidad con su familia en Madrid. Antes, el 23 de diciembre, se le ofrece un magno homenaje en el hotel Majestic Inglaterra, donde se hospeda. Allí se reúnen más de cien comensales que, según Luis Góngora, representan «lo más selecto de la intelectualidad barcelonesa». Joaquim Ventalló lee las numerosas adhesiones —«de gran calidad»—, Rivas Cherif un poema divertidísimo «en que el ingenio de don Salvador Vilaregut mostraba con excelente humor su admiración hacia Lorca», y Carles Soldevila ofrece el banquete «con verbo fácil, en el que se mezclaban preocupaciones raciales y disquisiciones arqueológicas y antropológicas en una atmósfera de fino humorismo».[124]
Cuando interviene para agradecer el homenaje, Federico hace un elogio de las Ramblas, y surge en seguida el nombre de Salvador Dalí, el gran ausente del banquete. Lorca, según el reportaje aparecido en La Publicitat, «veía en nuestras ramblas, la de Barcelona y la de Figueras, conocida en compañía de Salvador Dalí, algo que le recordaba el mar, seguramente más tropical, de Málaga». Según la versión de Las Noticias, el poeta manifestó que se sentía en Barcelona como en su patria chica.[125]
El poeta sigue, pues, sin desperdiciar ocasión para referirse públicamente a su amistad con el pintor de Cadaqués, con quien hace dos meses ha reanudado su relación después de siete años.
Expresa a continuación su admiración y gratitud hacia Margarita Xirgu, y, finalmente, exalta a las criadas de su infancia —Dolores la Colorina y Anilla la Juanera— que le enseñaron oralmente las poesías y canciones populares que le hicieron poeta. «¿Qué sería de los niños ricos —pregunta— si no fuera por las sirvientas, que los ponen en contacto con la verdad y la emoción del pueblo?».[126] Había expresado sentimientos afines en su conferencia de unos años antes sobre las nanas infantiles, y sin duda ahora, con el éxito de Doña Rosita, tiene muy presente a Dolores Cuesta, la Colorina, modelo del Ama.
Son días de extraordinaria expectación —y preocupación— política. Con el telón de fondo de la guerra de Abisinia y de la creciente agresividad de Hitler, el temor a una conflagración de magnas proporciones se hace cada vez más palpable. «Si Ginebra fracasa ahora —declara lord Robert Cecil a un periódico madrileño—, será imposible evitar la guerra europea».[127] Las sesiones de Cortes han sido suspendidas hasta el 1 de enero de 1936, pero nadie espera que se reabran, y se prevé de minuto en minuto la firma, por parte del presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, del decreto de disolución. Éste se publicará, finalmente, el 7 de enero de 1936, anunciándose al mismo tiempo la fecha de nuevas elecciones a Cortes: el 16 de febrero.[128]
Entretanto, el improvisado Gobierno de Manuel Portela Valladares —formado por dos independientes, dos radicales, un progresista, un liberal demócrata, un agrario, dos técnicos y un regionalista—, que ha prometido emprender una labor de «conciliación republicana», no satisface en absoluto a las fuerzas populares, aunque con la salida del poder de Gil Robles como ministro de la Guerra y de su jefe de Estado Mayor, el general Francisco Franco, se ha registrado cierto alivio en el país.[129]
También, por primera vez en dos años, se ha suspendido la censura de prensa, y los periódicos democráticos pueden airear sin trabas la cuestión de la represión de Asturias. La prensa se llena en seguida de reportajes sobre lo ocurrido allí en el otoño de 1934. Además, aún están en la cárcel miles de presos políticos, y el clamor por su liberación se hace ensordecedor por estas fechas. Acrecienta la crispación imperante en todo el país el hecho de que dentro de pocos días empezará el consejo de guerra contra las milicias socialistas acusadas de haber participado en la revolución asturiana, así como en las secuelas de ésta registradas en otros puntos del país. Se rumorea insistentemente que se va a formar un vasto Frente Popular para luchar en los próximos comicios contra las derechas, mientras que entre éstas gana terreno la idea de un Frente Nacional. En medios progresistas es corriente hablar de la «recuperación de la República», y la calificación de «bienio negro» a los dos años de gobierno derechista se ha puesto en circulación.[130]
Por estas fechas se da a conocer en muchos periódicos el manifiesto contra la invasión italiana firmado a principios de noviembre, entre otros, por Antonio Machado, Lorca y Fernando de los Ríos. Algunos días después la revista Gracia y Justicia, que desde hace años la tiene tomada con el poeta granadino, le ridiculiza, así como a Machado, por haber prestado su nombre a tan, a su juicio, risible documento.[131]
Al hablar con la prensa de su inmediata gira americana, Margarita Xirgu ha declarado que la acompañará no sólo Cipriano Rivas Cherif sino también Lorca.[132] El poeta dice públicamente estar de acuerdo. «Seguramente me iré a Mejico, con Margarita Xirgu —declara a Luis Góngora—, y después volveré en cuanto pueda, pues tengo que acabar varias obras en las que tengo una gran fe y hacer que se estrenen Los muñecos de cachiporra, para los que ha compuesto Federico Elizalde una música que es una maravilla».[133]
La verdad, sin embargo, es que —y Margarita se lo explica a Rivas Cherif— si Lorca no puede llevar consigo a Rafael Rodríguez Rapún hay pocas esperanzas de que el poeta se decida a abandonar España con ellos. La actriz propone que, sin decir nada al principio a Lorca, la compañía busque la forma de contratar a Rapún. Pero no habrá manera, porque el joven está preparando exámenes.[134]
La decisión de Lorca de no acompañar a Margarita a América da lugar en seguida a rumores en el chismoso mundo del teatro. ¿Por qué no va con ella el poeta, por lo menos a México, ya que tal viaje no supone hoy en día precisamente una hazaña a lo Julio Verne? Se difunde la especie de que entre Lorca y la Xirgu se han enfriado las relaciones, y se aventura incluso la hipótesis de que lo que en el fondo quiere el poeta es formar su propia compañía para llevar su personal repertorio por América. También se rumorea que Catalina Bárcena estrenará Doña Rosita en Madrid, donde a buen seguro ganará con ella «un dineral». Pero todo ello sólo descansa sobre la ligereza y maledicencia de las gentes.[135]
El 24 de diciembre el poeta abandona Barcelona y vuelve a Madrid acompañado de Cipriano Rivas Cherif.[136] Detrás, en la capital catalana, deja un reguero de afectos, de envidias, de resentimientos y de admiraciones que, con las inevitables distorsiones obradas por el tiempo y los intereses de cada uno, se metamorfosearán después en materia de leyendas y tergiversaciones. Lluís Capdevila, por ejemplo, a quien Lorca lee el primer acto de La casa de Bernarda Alba, dirá que Federico fue «muy amigo» de él, lo cual parece una exageración.[137] Sebastià Gasch, gran amigo de 1927, apenas ve a Lorca en 1935 y le encuentra muy cambiado, inmerso en un superficial ambiente literario-mundano. Para Gasch, el «íntimo amigo» de Lorca en estos momentos es el joven comediógrafo Rafael de León.[138] Es posible que León, efectivamente, fuera entonces uno de los nuevos amigos del poeta. El sevillano, que después de la guerra llegará a ser famosísimo, estrena estos días una obra, María de la O, compuesta en colaboración con Salvador Valverde, que, según el crítico madrileño Juan G. Olmedilla, muestra la fuerte influencia del «garcialorquismo».[139] Ignacio Agustí, por su parte, también da a entender que su relación con Lorca fue estrecha, aunque ello no parece fácil.[140] Y es que Lorca, en Barcelona como en todas partes, se entregaba a la relación del momento, y todos creían, o querían, ser «su mejor amigo».
La temporada de Margarita Xirgu en el Principal Palace termina el 6 de enero, con dos representaciones de Doña Rosita la soltera, y, para remate, la escena de las lavanderas de Yerma y la de la fiesta en Bodas de sangre.[141]
Ha sido una temporada triunfal, inolvidable, y tanto éxito han tenido las obras de Lorca que la actriz no ha podido estrenar las de Pirandello y de Pérez Galdós que traía montadas. Desde que inauguró sus actuaciones en Barcelona el 10 de septiembre de 1935, Margarita ha representado La dama boba, en la versión de Lorca, veintitrés veces; Yerma, treinta y siete; Bodas de sangre, treinta y cinco; Doña Rosita la soltera, cuarenta y siete.[142] Ello sin contar su breve temporada en Valencia y sus esporádicas actuaciones en otras localidades. Ha sido una labor intensísima, sin apenas descanso, y tanto más extraordinaria cuanto que la actriz no goza de salud muy robusta.
El día del estreno de Yerma en el Principal Palace, Margarita había declarado: «Todas nuestras esperanzas están en García Lorca; es joven, tiene talento y fantasía. Cada producción suya es más bella, más trascendental. ¿Cuál de sus obras será juzgada la mejor por la posteridad? Estamos condenados a ignorarlo siempre».[143]
Con el enorme éxito de Doña Rosita —regalo de Navidad de Lorca a los barceloneses—, aquellas esperanzas se han cumplido. ¿De qué obras ya no será capaz el autor granadino?
Antes de que poeta y actriz se separen, Federico le promete que se reunirá con ella en Bilbao a finales de enero. Allí, en el teatro Arriaga, después de pasar por Logroño, actuará brevemente la compañía antes de seguir hasta Santander, donde embarcará para América el último día del mes.[144] El poeta será fiel a su palabra, y en aquella ciudad se despedirá para siempre, sin saberlo, de la actriz a quien él y su obra tanto deben.