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1928

Las revistas gallo y Pavo

Al poco tiempo de empezar el año, Federico le informa a Melchor Fernández Almagro que ha estado escribiendo muchas «cosas nuevas»; que ha terminado La zapatera prodigiosa; que está trabajando en la Oda al Santísimo Sacramento; y que prepara una conferencia sobre el «patetismo de la canción de cuna española» que pronunciará en la Residencia de Estudiantes.[1] A Guillén le anuncia, por las mismas fechas, la publicación, en la editorial de la Revista de Occidente, de sus romances. «Estoy aterrado porque son espantosamente malos», confiesa.[2] Y a Gasch le recuerda que su Romancero está «en puertas» y le confirma su deseo de editar sus dibujos, con la colaboración de éste y de Dalí.[3] Como siempre, tiene en marcha al mismo tiempo diversos y variados proyectos.

Pero lo que especialmente le ocupa en estos primeros meses del año, y que le retendrá en Granada hasta finales de abril o primeros de mayo, es gallo, al que dedicará buena parte de su tiempo y de su energía hasta «ver andando» la revista, de la cual se considera, con pleno derecho, «padre».[4] Se alegra de no haber cedido a la tentación de visitar Barcelona a principios de enero con una comisión de escritores madrileños (Ernesto Giménez Caballero, Juan Chabás, Antonio Espina, Benjamín Jarnés y Francisco Ayala), precisamente porque ello le ha permitido dedicarse casi exclusivamente a gallo.[5] Los redactores de la revista son, en su mayoría, bastante más jóvenes que él, y no cabe duda de que, sin el estímulo, apoyo y nombre del poeta difícilmente habría levantado el vuelo.

Los chicos de gallo se llaman: Joaquín Amigo Aguado, Enrique Gómez Arboleya, Manuel López Banús, Luis Jiménez Pérez, Antonio González Cobo, Francisco Cirre. Francisco García Lorca es, oficialmente, director de la revista. A Gasch le escribe Federico en enero de 1928: «Creo que estos muchachos valen mucho. Desde luego, yo soy partidario de que la hagan exclusivamente ellos para hacer una cosa en la que no salgan nuestras firmas, que ya están en todas partes».[6] Afán generoso y desinteresado del poeta. Pero no pudo ser: su participación, a todos los niveles, era imprescindible para que la revista saliera adelante.

Las preparaciones para el lanzamiento de gallo no impiden que, en compañía de Manuel de Falla, haga un viaje relámpago a la ciudad de Guadix, famosa, entre otras razones, por sus cuevas, y donde el maestro se extasía ante un precioso clavicémbalo del siglo XVIII descubierto en los sótanos de la catedral. Los visitantes se encuentran con el joven escritor accitano Juan Aparicio, que manda a La Gaceta Literaria una sucinta y chispeante crónica del paso del poeta por la ciudad:

… Federico hizo la postrera anagnórisis del Barrio de las Cuevas —oh, ah, eh— incluyéndolo ya para siempre en el circuito de turismo recomendable a forasteros visitadores; llegó hasta prometer, para el verano próximo, una temporada de medio mes de vida troglodita, de casi probables cuadros suyos cueveros —que él cree entusiasmarían y entusiasmarán a Salvador Dalí—. … Federico anunció la inminentísima aparición de la revista de la joven literatura granadina gallo… Federico estuvo toreando a la tarde y lo vimos a punto de interpretar a Haydn en el clave sin tecla…[7]

El 8 de marzo, en vísperas de la publicación del primer número de gallo, que saldrá al día siguiente, la redacción de la revista y sus amigos celebran, en la Venta de Eritaña —establecimiento situado en la carretera de la Sierra, cerca de Lancha de Cenes, y hoy desaparecido—,[8] una comida íntima para festejar tan magno acontecimiento. La mañana siguiente, El Defensor de Granada (dirigido ya en estas fechas por el gran amigo de Federico, y también fusilado en 1936, Constantino Ruiz Carnero) da detallada cuenta del acto, que se ha desarrollado en un ambiente eminentemente eufórico y lúdico.

Los discursos son muchos e ingeniosos, discurriendo varios oradores sobre los valores simbólicos del gallo y, por ende, del título y de los propósitos de la flamante revista. Enrique Gómez Arboleya proclama que ésta intenta ser «el comienzo de una nueva época para Granada», y sigue: «Todos sus redactores tienen el deseo de incorporar a esta ciudad al mapa artístico mundial teñida con el color alegre y jugoso de sus plumas. “Que se borren los últimos ecos románticos y que todos los relojes canten la serenidad y belleza de la hora actual” es la aspiración del grupo. Así Granada puede despertar».[9] Francisco García Lorca se expresa en términos análogos, refiriéndose al «ansia de renovación» que sienten todos los presentes.[10]

En cuanto a Federico, empieza recordando que, desde la desaparición de la revista Andalucía,* en Granada se nota la falta de un periódico literario. A pesar de todos sus esfuerzos, él y sus amigos no han podido conseguir hasta ahora suplir aquella laguna, pues «hay en todos nosotros el mismo germen contemplativo y la misma actitud patética del don Alhambro de mi leyenda» (la «Historia de este gallo», prosa que encabeza el primer número de la revista). Pero, por fin, se ha producido el milagro. Y el poeta, hablando ya en términos casi ganivetianos, se exalta:

* Véase lo dicho antes sobre esta mal recordada revista (pp. 124-125).

Un grupo de Granada, unido al antiguo, se reúne ahora en torno de este gallo, y creo que ahora va de firme. Todos a una. Con el amor a Granada, pero con el pensamiento puesto en Europa. Sólo así podremos arrancar los más ocultos y finos tesoros indígenas. Revista de Granada, para fuera de Granada, revista que recoja el latido de todas partes para saber mejor cuál es el suyo propio; revista alegre, viva, antilocalista, antiprovinciana, del mundo, como lo es Granada. Granada tiene un nombre en el universo y una corona de gloria… Hay que proteger esta revista, queridos amigos, porque es la voz más pura de Granada; la voz de su juventud, que mira al mundo y, desde luego, la única que se oirá fuera de ella. Protegedla, proteged las ediciones de sus clásicos y haced posible una unión de nuestros grandes poetas del siglo XVII y los escritores de hoy… Ése es nuestro camino. La tradición poética viva y la actual recién cuajada… Brindemos porque se extingan pronto los malos granadinos, que no la dejan decir su mejor canto, y pidamos a Dios aventureros, locos, gente que derroche el dinero para que en la ciudad vibre toda la fuerza que tiene escondida, y haya un atleta desnudo que con un martillo de oro vaya abriendo a la fuerza los puños cerrados, florecidos con el salitre de la avaricia.[11]

Constantino Ruiz Carnero, que se encuentra entre los comensales reunidos en la Venta de Eritaña, había sido —ya lo vimos— uno de los fundadores, en 1915, de la revista recordada por Lorca. Comentaría unos días después, en El Defensor, la ilusión con que se lanzó aquella efímera publicación, y, refiriéndose a las palabras finales del discurso de Federico, advertiría: «Y ese martillo de oro no habría de golpear sólo en los puños cerrados. Sería preciso también que golpease en las conciencias dormidas». Para Ruiz Carnero está claro, como para Lorca y los demás redactores de gallo, que Granada puede y debe abrirse al mundo, ahora: «Se puede haber nacido en el Campo del Príncipe y tener una sensibilidad europea. Ganivet, que sintió hondamente el granadismo, fue un hombre europeo, un granadino sensible a las emociones universales. Y nadie como él representaba el espíritu de Granada».[12]

Gallo —subtitulada Revista de Granada— está ya en la calle. La redacción ha logrado conseguir catorce anuncios para ayudar a financiar la publicación que, con formato de veinticuatro por treinta y tres centímetros y con portada, muy sobria, diseñada por el propio Lorca, comprende veintidós páginas de texto, elegantemente impresas por la casa Paulino Ventura Traveset (la encargada, diez años antes, de la confección de Impresiones y paisajes).

Los anuncios nos evocan el ambiente de la ciudad entonces. El Salón Regio se proclama «el mejor cinema de Granada» y ofrece, con «proyección ultraluminosa insuperable», el estreno diario «de las más grandiosas y modernísimas producciones cinematográficas mundiales». El Gran Hotel París tiene «departamentos con cuarto de baño privado», mientras que el Real Hotel Washington Irving, «punto de reunión de las más distinguidas familias», insiste en que es el único hotel de Granada con instalación de agua corriente fría y caliente en todas sus habitaciones. Tiene, además, la ventaja de que los tranvías eléctricos paran en la misma puerta de la casa. La librería Enrique Prieto (Mesones, 65) es «la mejor surtida en obras literarias y científicas». José María Domínguez Nieto (Gran Vía, 2) es agente exclusivo para Granada de los automóviles Oakland, Cadillac, Chevrolet, Pontiac, GMC y La Salle, «los mejores del mundo». El Siglo es la «primera casa en ROPAS HECHAS y a la medida». El Café Imperial (Acera del Casino, 17) es «el mejor situado» y L’Abeille, compañía francesa fundada en 1857, ofrece una variada gama de seguros contra todo tipo de accidentes, siendo «el número uno» en el ramo de responsabilidad civil de los automóviles, caballos y carruajes. En cuanto a espectáculos, el Coliseo Olympia anuncia el estreno, para el día mismo de la publicación del primer número de gallo (9 de marzo), de la película de la Metro Goldwyn Mayer El sargento Malacara, cuyos intérpretes principales son Lon Chaney, Eleanor Boardman y William Haines. La película, que «ha causado una gran sensación en su reciente estreno en el Cine del Callao en Madrid», promete ser apasionante y divertidísima.

En estos anuncios, a pesar de sus alegatos en pro de la excelencia y modernidad de los productos y servicios ofrecidos, sentimos latir el aburrido corazón de la vida provinciana granadina: corazón que los muchachos de gallo quieren hacer vibrar al contacto del arte nuevo aun cuando saben, de antemano, que tal pretensión resultará fracasada.

El número inaugural de la revista comprende la «Historia de este gallo», de Federico; un poema de Jorge Guillén; un «Brindis de cualquier día», de Melchor Fernández Almagro, en el que éste, desde Madrid, aboga por la «reconstrucción» espiritual de Granada, «esclavizada por el perro chico» y lanza un duro ataque contra el tacaño, que «forma en la vanguardia de nuestros enemigos»; una serie de aforismos sobre el tema del gallo por el agudo José Bergamín, titulada «El grito en el cielo»; el San Sebastián de Salvador Dalí (que, como se ha visto, había aparecido el verano anterior, en catalán, en L’Amic de les Arts); «Lucía en Sexquilandia», cuento vanguardista de Manuel López Banús; la primera parte de una prosa de Enrique Gómez Arboleya, «Cuadernos de Eugenio Rivas»; y una serie de «Notas», impresas en papel amarillo: «Los pintores de Granada» (con referencia especial a Ismael González de la Serna y Manuel Ángeles Ortiz, «hoy triunfantes en París»); «La construcción urbana» (crítica al estilo «andaluzoide» y al «afán arabizante» que van predominando en Granada); una reseña despectiva de la novela Los cármenes de Granada, de Armando Palacio Valdés; y, debida a Lorca, la presentación de López Banús y Gómez Arboleya, «dos literatos auténticos, llenos de brío, sensibilidad y vocación».

En cuanto a ilustraciones, la cabecera y contraportada de la revista ostentan sendos gallos de Dalí, enviados a Federico más de un año antes, y en páginas interiores hay otros cinco dibujitos del catalán.

Gallo anuncia, en este número inicial, los proyectos editoriales aludidos por Lorca en su discurso del banquete de la Venta de Eritaña, declarando que, «cumpliendo con uno de sus principales fines», publicará en breve (como primeros títulos de una «Colección de clásicos granadinos») Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos, de Pedro Soto de Rojas, con un prólogo de Lorca y fotografías de Fernando Vílchez, y Fábula de Acteón y Diana, de Antonio Mira de Amescua, edición a cargo de Dámaso Alonso con fotografías, esta vez, de Hermenegildo Lanz. Otras iniciativas editoriales anunciadas son una Antología de los poetas árabes, en traducción de José Navarro Pardo; una Selección de poemas líricos de Pedro de Espinosa; y un Cancionero popular de Granada, dirigido por Manuel de Falla. También proyecta gallo editar traducciones de obras modernas recientes, «en justa compensación a la atención que presta a los clásicos». «Suscríbase a la revista y proteja esta modesta labor editorial de tanta importancia para Granada», exhortan los redactores de gallo a sus conciudadanos. «Evite usted como buen granadino que por dificultades económicas no se lleve a cabo esta colección».

Pero las dificultades económicas no se superarían, al no otorgarse a tan digna iniciativa el apoyo solicitado a los granadinos. La edición de Soto de Rojas a cargo de Lorca llegó a prepararse para la imprenta, pero de allí no pasó.[13] Y ninguno de los otros libros proyectados vería la luz.

La «Historia de este gallo» (ya escrita en marzo de 1927)[14] es un texto delicadamente irónico en el cual el poeta plasma su visión de Granada. Don Alhambro, protagonista del cuento (inspirado, en parte, en la persona de don Luis Seco de Lucena, fundador de El Defensor e incansable redactor de guías de Granada),[15] vuelve a su ciudad natal en 1830. En Inglaterra ha aprendido a amar a Granada y, al regresar a ésta, desea conocerla «en sus más íntimos detalles». Don Alhambro es un consumado catador de agua, como buen granadino. No ama la Granada pintoresca, costumbrista, de los románticos, sino la Granada profunda. La Granada que pudiera y que debiera ser. ¿Cómo puede don Alhambro sacudir a la ciudad «del sopor mágico en que vive»? ¿Cómo hacer que salga de su letargo? ¿Cómo «verla surgir con acento propio en el mapamundi»? A don Alhambro se le ocurre finalmente la idea de fundar una revista. Una revista cuyo lema será el simbólico gallo. Pero el gran proyecto fracasa:

Fue una lástima. Pero en Granada el día no tiene más que una hora inmensa, y esa hora se emplea en beber agua, girar sobre el eje del bastón y mirar el paisaje. No tuvo materialmente tiempo.

La reacción y suma de esfuerzos no se realiza en esta tierra extraordinaria. Dos y dos no son nunca cuatro en Granada. Son dos y dos, siempre, sin que logren fundirse jamás.[16]

Y don Alhambro, «en una constante aspiración de disentir de sus paisanos, pero sin expresarlo en letras de molde», se muere; una víctima más de la inercia granadina.[17]

No así García Lorca y sus jóvenes amigos. Según le cuenta el poeta, entusiasmado, a Gasch, la salida de gallo a la calle ha provocado la esperada polémica:

El gallo en Granada ha sido un verdadero escandalazo. Granada es una ciudad literaria y nunca había pasado nada nuevo en ella. Así es que el gallo ha producido un ruido como no tienes idea. Se agotó la edición a los dos días y hoy se pagan los números a doble precio. En la Universidad hubo ayer una gran pelea entre gallistas y no gallistas, y en cafés, peñas y casas no se habla de otra cosa.[18]

El estilo de las colaboraciones publicadas en este primer número —todas en prosa con la excepción de la de Jorge Guillén— tiene un carácter marcadamente homogéneo. La influencia del Lorca de Santa Lucía y San Lázaro sobre sus jóvenes compañeros de redacción es evidente, así como la del San Sebastián de Dalí, texto conocido de los «gallistas» desde el verano anterior. Abundan las alusiones a la parafernalia de la vida contemporánea, en sus aspectos lúdicos: kodaks, charlestón, tennis (con dos enes), películas americanas, automóviles, aeródromos, playas veraniegas con esbeltas chicas deportistas, deslumbrantes de belleza y exuberantes de erotismo cosmopolita… todo ello expresado en una prosa ágil, rítmica, irónica, surcada de metáforas resueltamente atrevidas. Si la redacción de gallo tenía el propósito de épater le bourgeois, es indudable que, por lo que concernía a los representantes granadinos de la especie, lo lograron plenamente.

El segundo número de gallo comentará la hostilidad e indignación con que se ha recibido en Granada la revista, contrastando esa reacción con las que ha suscitado fuera. Y, cosa extraña, entre los no granadinos sólo se ha expresado un reproche, el de Salvador Dalí, «que está compungido porque encuentra nuestra revista de una putrefacción intolerable».[19] A Sebastià Gasch le escribe Federico:

A Dalí (es natural) le ha parecido gallo malísimamente y dice que su San Sebastián es horroroso. Esto ya lo sabía yo. Su carta es deliciosa y nos hemos muerto de risa por las gansadas que tiene. Pero no tiene razón en absoluto. Es injusto. Y es irrazonable. No se puede llevar un criterio plástico a un arte literario. En esto es admirable, pero está equivocadísimo.[20]

Parece ser que Lorca ya no siente por el San Sebastián del pintor la admiración de antes, aunque no se desprenden claramente de sus palabras las razones que pudiera tener Dalí para que la prosa, en la versión dada por gallo, le parezca horrorosa. Gasch tampoco lo entiende. En su contestación a la carta de Lorca escribe:

No puedo concebir la actitud de Dalí frente a gallo. No sé qué quiere más. La presentación es noble, plástica, clara y el contenido excelente. No adivino a comprender por qué no le gusta. En cuanto al San Sebastián, releído ahora en castellano, me parece de lo mejor que ha hecho Dalí.[21]

Entretanto, el 17 de marzo, al salir a la calle otra revista, los granadinos han recibido una nueva sorpresa. «Ayer apareció el primer número de un simpático periódico bautizado por sus fundadores con el suculento título de Pavo —informaba El Defensor al día siguiente—. Los vendedores que lo voceaban en Puerta Real nos dieron la efímera sensación de unas Pascuas extraordinarias y fuera de abono en pleno mes de marzo». Y continuaba el diario:

Como Pavo parece ser un periódico antivanguardista, hemos de encontrar en él una posición divergente de la revista de vanguardia gallo, recientemente aparecida y que tantos y tan apasionados comentarios ha producido en los medios intelectuales y no intelectuales. De todas maneras, justo es reconocer que el periodismo nuevo adquiere en Granada un carácter opíparo y sabroso.[22]

Pavo, como sabía El Defensor, era producto del ingenio satírico y burlón de los propios «gallistas». Este primer —y único— número de la revista consistía de un pliego de cuatro caras, impreso, como gallo, en los talleres de Paulino Ventura Traveset, y se proclamaba, efectivamente, como réplica burguesa a tan «aturdida» revista juvenil, con sus tendencias modernas y ataques a las «glorias nacionales».[23] Como viñeta de cabecera, la revista ostentaba una butaca, símbolo de la comodidad burguesa, ajena a inquietudes artísticas. Mientras que, en vez de números, las páginas dos, tres y cuatro de la revista se indicaban, respectivamente, con viñetas de una gabina, de dos bombines y, en la tercera página, de un bombín, una gabina y otro bombín. Se trataba, claro está, de otra alusión a la burguesía granadina y, tal vez, a los bien vestidos y tocados socios del Casino.

Al quiquiriquí de gallo, Pavo se proponía oponer el glo-glo-glo característico del pesado pájaro navideño.[24] En la primera plana de la revista se publicaba un «Romance no gallista» que empezaba:

Para hacer buena poesía

aunque sea putrefacta,

versos que rimen con garbo

o prosas sin camelancia,

es necesario señores

ser muy de la retaguardia…

En un ejemplar de la revista Lorca añadió debajo del título del poema, de su puño y letra, la indicación: «(acróstico)».[25] Y es cierto que las letras iniciales de los versos forman esta frase: «Pavo está hecho por la redacción de gallo».

Pavo ofrece, para escarnio de los «gallistas», un ejemplo de «poesía de vanguardia» seguido de otro de «la gran poesía tradicional española», en cuya composición se ha lucido el equipo de gallo, expresando en veinte versos alejandrinos el sentimentalismo granadino poético más raído y tópico:

EL CRUZADO

(Fragmento de un poema)

Mientras la ingente mole como blanca paloma

recibe los fulgores del Astro Rey, el Sol.

Mientras en la enramada que la violeta aroma

y do la cruz venciera la espada de Mahoma,

mi corazón te ofrezco gallardo y español.

Yo que surqué los mares en busca de aventura,

yo que crucé las tierras de la esperanza en pos,

yo que medí los bosques de apretada espesura

y que afronté peligros bajo la noche oscura

a solas con mi alma y a solas con mi Dios.

Yo que agoté sin tasa mi juventud impía,

yo más fuerte mil veces que el tigre y el león,

vengo a tu fiel regazo con mi melancolía.

Acoge los suspiros de la esperanza mía

y cobija en tu seno mi herido corazón.

Quiero vencer la fuerza misteriosa del hado

y que Granada sea la tumba de mi amor.

Mujer de labios rojos y cuello nacarado:

un poeta a tus plantas quiere morir postrado

recibiendo en su frente tu aliento abrasador.

Luego viene una parodia de los aforismos «gallistas» de José Bergamín y otra, divertidísima, del San Sebastián de Dalí, titulada «Elogio del bisturí o San Cosme y San Damián» y firmada «Enrique Solí, mataor de marranos, La Rábita»:*

* San Sebastián está firmado en gallo: «Salvador Dalí, pintor, Cadaqués».

San Antón tenía un marrano y no me dio las morcillas. Máquinas de picar carne: cuchillos, alpargatas. Euritmia de Ricardo León. Palais de Nouveautés. Apliqué mi ojo a los mataores de marranos… Pepa y Encarnación y Miss Bulto bailaban desnudas en los mondongos estupefactos. Danza única y final… Beeee, beeee, beeee, gemían las criadas enfangadas en la sosa cáustica de la sangre…

Pavo, claro, se vanagloria del «renacimiento arquitectónico pujante» hoy visible en Granada y tan criticado por gallo, y se proclama, lógicamente, defensor de la Gran Vía de Colón, tan odiada por Lorca y sus amigos, «que abrió nuestra ciudad a los aires de Europa». Finalmente, la revista da cuenta del acto antivanguardista celebrado el día antes en la «Venta de la Lata», durante el cual ha pronunciado un discurso tradicionalista «el ilustre poeta granadino Emilio Sandoval y Lindoré», quien terminó diciendo:

Queremos pintar, esculpir y hablar como nuestros padres y si algún día no podemos entendernos en la calle, nos encerraremos en la casa como buenos granadinos y en ella nos dedicaremos al comercio de antigüedades.

Pedimos el castigo de gallo como lo pide toda Granada, ¿seremos escuchados? (Algunas voces: vamos a Madrid).

No, no. Todo lo tenemos que hacer sin salir de Granada, de la que no debemos faltar ni un minuto, para impedir los asaltos de la canalla literaria.

Desde aquí y fijos nuestros ojos en las torres almenadas de la Alhambra a esperar confiados la muerte entre el ruido de las fuentes y el murmullo de los bosques de la Alhambra.[26]

Entre las adhesiones recibidas durante el banquete de Pavo figura, ¿cómo no?, la de Isidoro Capdepón Fernández, el eminente poeta apócrifo inventado por el Rinconcillo, y cuyas efusiones líricas habían aparecido en varias publicaciones granadinas.

La broma es buena. Federico está entusiasmado con el éxito de gallo y con el bullicio que su publicación —y la de Pavo— ha provocado en Granada. Llegan de fuera cumplidos y comentarios. El 22 de marzo el prestigioso crítico Andrenio (Eduardo Gómez de Baquero) publica en La Vanguardia de Barcelona un artículo sobre las revistas jóvenes, motivado por gallo, y en el cual elogia la tipografía de la revista granadina, observa que, como otras publicaciones parecidas, tiene un marcado carácter antipopular, y califica de «páginas interesantes» aquellas de García Lorca, Fernández Almagro y José Bergamín.[27] Juan Guerrero Ruiz —«cónsul general de la poesía», como le llama Federico— manda desde Verso y Prosa un telegrama de solidaridad.[28] Lluís Montanyà publica una entusiasta reseña en L’Amic de les Arts (31 de marzo), revelando que gallo, correspondiendo al proyecto de la revista sitgetana de dedicar un número extraordinaria a «la joven Andalucía», piensa consagrar otro tanto a «la joven Cataluña».[29] Sebastià Gasch, por su parte, se ocupa de gallo en La Veu de Catalunya (15 de abril), donde afirma que la nueva revista granadina es, de todas las que se publican actualmente en Andalucía, la más homogénea. «Todos sus redactores —dice— parecen estar inconscientemente unidos por un mismo anhelo y una misma inquietud. Un estilo común los vincula».[30] Gasch le informa a Federico, además, que en la librería Catalònia, de la plaza de Cataluña —«la librería más importante» de Barcelona— la gente, según le han dicho, pide constantemente gallo.[31] En cuanto a La Gaceta Literaria de Madrid, la revista más influyente de todas, gallo le parece de «excepcional» calidad y Pavo «una burla sangrienta y definitiva de los filisteos provincianos, un gracioso episodio de la vida literaria de Granada». El anónimo redactor, recordando, sin duda, que hace casi exactamente un año La Gaceta Literaria anunció la inmediata aparición de gallo, termina deseando que la revista «viva tanto —al menos— como se ha hecho aguardar de todos».[32]

Pero, por desgracia, gallo sólo viviría dos escasos meses.

La respuesta catalana ante la esperada aparición de la revista le es especialmente grata a Federico, así como el proyecto de L’Amic de les Arts de publicar un número extraordinario consagrado a la joven Andalucía. Le escribe a Gasch:

La idea del número dedicado a Andalucía te la agradecemos en el alma. Toda Andalucía lo agradecerá, y, desde luego, cuenta conmigo. Yo buscaré anuncios y todo lo que sea preciso en Granada y donde pueda. Como ves, cada día Andalucía y Cataluña se unen más, gracias a nosotros. Esto es muy importante y no se dan cuenta, pero más tarde se darán. Todavía no ha venido Falla, pero está al llegar y se entusiasmará con la idea tanto como nosotros. Falla es amante de Cataluña y colaborará con verdadera fe. El número puede ser un escandalazo.[33]

Gasch se comportaba estupendamente y se revelaba —como buen catalán que era— formal y cumplidor en todo cuanto atañera a la amistad. El 15 de marzo sale en La Gaceta Literaria su artículo «Lorca dibujante», versión castellana bastante retocada de la reseña, publicada el verano anterior en L’Amic de les Arts, de la exposición de dibujos de Federico celebrada en las Galerías Dalmau. Lorca está encantado con Gasch. «Constantemente te tengo que dar las gracias —le escribe—. Gracias por tu artículo primoroso de la Gaceta. Me estás abrumando. Y no sé cómo te podré pagar nunca ni tu cariño ni tu bondad conmigo. Es demasiado». En la misma carta Federico le reitera su intención de publicar un libro de dibujos y su deseo de que le haga el prólogo.[34] En otra carta al mismo destinatario, correspondiente a una fecha próxima, el proyecto se concreta más. «Ya sabes que definitivamente y en las ediciones del gallo voy a editar mis dibujos —escribe Lorca—. Quiero que lleven un ensayo tuyo y otro de Dalí. Prólogo y epílogo».[35] Pero no podría ser.

A principios de abril, cuando los alegres quiquiriquíes de gallo resonaban por las calles de Granada, llegó a la Colina Roja una redactora del New York Times, Mildred Adams, que viajaba entonces por España. La Adams, que había venido a Granada con tarjetas de presentación para Antonio Gallego Burín y el poeta Valentín Álvarez Cienfuegos,[36] conoció durante su estancia a Lorca, teniendo lugar el encuentro en el hotel Washington Irving, al lado de la Alhambra. Allí el poeta, sentado ante el viejo piano, canta sus romances sobre el prendimiento y muerte del gitano Antonio el Camborio. «En gesto, tono de la voz, expresión de la cara y del cuerpo, Lorca era el propio romance», escribiría Mildred Adams.[37] A través de Federico la norteamericana conoce a otros miembros del grupo y, una tarde de domingo inolvidable, a Manuel de Falla, visitando con el poeta el carmen de la calle de Antequeruela Alta. Notó la viajera que, en aquella casa, Lorca no era sólo amigo y discípulo del maestro sino aceptado como un miembro de la pequeña familia.[38]

Mildred Adams se aleja de Granada con gallo bajo el brazo, como recuerdo de aquella estancia.[39] Poco más de un año después volverá a ver a Lorca, rodeado ahora de los rascacielos de Nueva York en vez de las torres, de dimensiones humanas, de la Alhambra y del Generalife.

Durante marzo y la primera parte de abril, la redacción de gallo trabaja denodadamente para preparar el segundo número de la revista. Fechado «abril 1928», parece haberse publicado a finales de aquel mes o a principios de mayo.[40]

Además de La doncella, el marinero y el estudiante y El paseo de Buster Keaton de Lorca, ya mencionados, este segundo número de la revista contiene un artículo de Sebastià Gasch sobre Picasso, acompañado de tres reproducciones representativas de la evolución de la obra del malagueño; un fragmento de novela vanguardista escrito por Francisco García Lorca (la novela nunca llegaría a ser editada), que hacía las delicias de Federico;[41] una «Novillada poética» compuesta de los primeros ensayos en el ruedo lírico de Manuel López Banús, Enrique Gámez Arboleya y Francisco Cirre, ensayos analizados a continuación (tal vez por el propio Federico) en una anónima «Reseña»; un comentario de José Navarro Pardo a cuatro versos árabes anónimos que ensalzan las bellezas de Córdoba; la segunda parte del «Cuaderno de Eugenio Rivas», de Enrique Gómez Arboleya; una breve y deslumbrante prosa de Francisco Ayala, «Susana saliendo del baño»; una traducción al castellano, con un comentario de Joaquín Amigo, del Manifiesto antiartístico catalán de Dalí, Lluís Montanyà y Sebastià Gasch, que se había publicado a mediados de marzo en Barcelona; y, en la sección de «Notas», un artículo sobre «Falla en París» (en el cual la redacción se mete con un «putrefacto» comentarista de la revista La Esfera), un picante análisis de la «recepción» de gallo, un artículo de Luis Jiménez sobre «Bandas de música» y, finalmente, unas «Advertencias sin importancia» acerca de la identidad de don Alhambro y otras menudencias.

Gallo se había marcado un tanto al ser la primera revista en publicar en castellano el Manifiesto antiartístico catalán —el Manifest groc—, al poco tiempo de salir éste en su versión original. El documento firmado por Dalí, Gasch y Montanyà, en cuya primitiva redacción había colaborado Lorca durante el verano de 1927, iba dirigido a la intelectualidad catalana, y expresaba, sobre todo, la reivindicación de la época moderna —«época nueva, de una intensidad poética imprevista», revolucionada por el maquinismo— y el tajante rechazo y denuncia de las imitaciones del arte anterior, del sentimentalismo y de la sensiblería. Para esta trinidad de inconformistas, «Grecia se continúa en la resultante numérica de un motor de aviación, en el tejido antiartístico de anónima manufactura inglesa destinado al golf, en el desnudo del music-hall americano». Hay, en el mundo actual, «nuevos hechos de intensa alegría y jovialidad» que reclaman la atención de los jóvenes: cinema, estadios, boxeo, «tennis» y otros deportes; jazz y la danza moderna; salones de automóviles y de aeronáutica; juegos en las playas; concursos de belleza al aire libre; desfiles de maniquíes; nueva ingeniería y nueva arquitectura; magníficos transatlánticos; el gramófono; el aparato de fotografiar; y otros tantos atractivos. Y Dalí, Gasch y Montanyà terminan así su manifiesto:

FINALMENTE PONEMOS BAJO LA ADVOCACIÓN DE LOS GRANDES ARTISTAS DE HOY, de las más diversas tendencias y categorías:

PICASSO, GRIS, OZENFANT, CHIRICO, JOAN MIRÓ, LIPCHITZ,

BRANCUSI, ARP, LE CORBUSIER, REVERDY, TRISTAN TZARA,

PAUL ELUARD, LOUIS ARAGON, ROBERT DESNOS,

JEAN COCTEAU, STRAWINSKY, MARITAIN, RAYNAL,

ZERVOS, ANDRÉ BRETON, etc., etc.

El mentor de todo el grupo de gallo era Joaquín Amigo, según Federico «uno de los jóvenes de más valía de Granada y de más entusiasmo y pureza».[42] Manuel López Banús ha recordado, con nostalgia, la extraordinaria capacidad de entrega de Amigo, que ayudaba a todos y poseía «una sonrisa increíble» y un don innato para la amistad.[43] En su análisis del manifiesto de los catalanes, Amigo subraya que lo que piden éstos, siguiendo en ello a vanguardistas anteriores, es, sencillamente, un arte nuevo capaz de satisfacer «la urgente necesidad de alegre y objetiva belleza que siente la aséptica emotividad de nuestro tiempo», y señala, con aprobación, que, a las «antiguas delicuescencias íntimas y subjetivas», Dalí, Gasch y Montanyà oponen «la objetiva asepsia de la máquina y de los útiles sencillos». «Bañemos nuestras pupilas en la maravillosa realidad que tenemos ante nosotros —le recomienda Amigo al lector—; intentemos captar la verdadera esencia de nuestro tiempo y aprendamos a sacar de ella su belleza como otras épocas que fueron fieles a sí mismas supieron hacerlo pudiendo dar por eso su creación original».[44]

Gallo, que ha tratado de expresar, a su modo, aquella esencia contemporánea, ya no saldrá más a la calle. Al poco tiempo de editarse el segundo número, Lorca se va a Madrid, después de una ausencia de unos cuatro meses. Allí se desentiende de la revista. Durante el último tercio de mayo recibe en la Residencia de Estudiantes, donde se hospeda, una desesperada postal de su hermano Francisco y de otro redactor de gallo, Antonio González Cobo:

¡Sinvergonzón!

El adjetivo calificativo que antecede es original de González Cobo que no se ha atrevido a poner más. Esta postal quieren ellos que tenga carácter de ultimátum. El motivo es: gallo no anda. He escrito a M. Ángeles* y no contesta. Gasch no contesta. A ti te han escrito: tú no contestas. ¿Qué hacemos? —Las fiestas se hechan [sic] encima. El original… Es preciso que reclutes original interesante y lo envíes. —No digo nada de ir. — Tú no dices nada ni a la familia. Esperamos carta. Recuerdos. Abrazos. PACO.

* Manuel Ángeles Ortiz.

Y añade González Cobo:

Paquito ha dicho ya todo: yo lo ratifico en mi nombre y en el de Banús, Joaquín, Pitín,* Montesinos,** etc., etc. —Es una pena que nos desunamos en la suerte, ahora que se va viendo mejor la vida exuberante de gallo al recibir multitud de números de revistas nacionales y extranjeras que establecen el cambio. —Clientes que piden con todo interés el l.er n.º de gallo —En fin: no hay más espacio. Inteligenti [sic] pauca… Gz. COBO.[45]

* Apodo de Luis Jiménez.

** José Fernández-Montesinos.

Sí, era una pena, pero Federico, después de su ausencia de Madrid, y con su Romancero gitano en prensa, ya se ocupaba de otras cosas, entre ellas la corrección de las pruebas del libro. Sin duda pensaba que, después de editado éste, cuando volviera a Granada para las vacaciones de verano, ya habría tiempo de sobra para ocuparse de sacar el tercer número de gallo. Además, Lorca —frustrado, por lo visto, su proyecto de visitar a Dalí— andaba muy entregado en estas fechas a su relación con un joven escultor de personalidad diabólica.

Emilio Aladrén

Emilio Aladrén Perojo era alumno de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de San Fernando, donde había ingresado, como Salvador Dalí, en 1922. Hijo de un militar, Ángel Aladrén y Guedes, natural de Zaragoza, y de Carmen Perojo Tomachevsky, natural de Viena y cuya madre, Josefina Tomachevsky, era rusa, oriunda de San Petersburgo, había nacido en Madrid el 1 de marzo de 1906. Tenía, pues, ocho años menos que Federico.[46]

Aladrén era un chico extraordinariamente guapo, de brillante pelo negro, facciones finas y temperamento fogoso, dionisíaco. Federico ya le conocía en el verano de 1925, cuando el joven le pide que le escriba con frecuencia,[47] pero parece ser que su amistad sólo se llegó a profundizar en 1927. «Emilio Aladrén era muy guapo, muy guapo, como un efebo griego —ha declarado la pintora Maruja Mallo, compañera suya de San Fernando—. Era un festejante mío (como dicen en Argentina) y Federico me lo quitó, entre otras cosas porque le decía que tenía un temperamento ruso, y le decía tantas cosas que, claro, él se enardeció y se fue con Federico».[48] El hermano de Maruja, el escultor Cristino Mallo, estuvo en el mismo curso que Aladrén, y recuerda que éste llevaba «una vida disparatada».[49] Lo confirma hasta cierto punto el hecho de que, en marzo de 1926, el director de la Escuela le informó a Aladrén de las «repetidas quejas por indisciplina y conducta poco seria» que había recibido de los profesores y de que, en consecuencia, se le imponía el «castigo de apercibimiento, que constará en su expediente, esperando que moderándose será en adelante ejemplo de buen alumno».[50]

Cristino Mallo ha recordado que Lorca llegaba con frecuencia a la Escuela de San Fernando para ver a Emilio, con quien salía a la calle de Alcalá acompañado, a menudo, de Maruja Mallo, Alfonso Ponce de León (después uno de los decoradores de La Barraca) y una muchacha llamada Margarita Manso, a quien Federico dedicará el poema «Muerto de amor» del Romancero gitano.[51]

La mayoría de los amigos de Lorca tenían en poca estima a Aladrén, como escultor y como persona. «Federico le inventaba que era un escultor fabuloso —ha dicho Santiago Ontañón—, pero era malo, malo. Federico, cuando iba con un muchacho así, muy guapo, muy joven, pues le inventaba un talento para justificar el que este muchacho alternara con sus amigos».[52] El comentario de Ontañón ha sido corroborado por otras numerosas personas[53] y, especialmente, por uno de los confidentes de Federico en Granada, José María García Carrillo. El testimonio de éste, recogido en 1955 por el investigador Agustín Penón, puede ser exagerado; pero evoca con indudable fidelidad el ambiente de envidias y de rencores que provocaba la relación de Lorca con Aladrén. Penón apuntó en su diario, después de una larga conversación con García Carrillo:

Pepe me dice que el escultor explotaba descaradamente a Federico. Todos los amigos de Federico lo sabían. Como escultor, era malo. Utilizaba la fama de Federico para subir, para que la gente le conociera. Todos los amigos de Federico le aconsejaban que le dejara, pero el poeta estaba hondamente enamorado del escultor. Un día se quejó Federico ante Pepe de que el escultor no le quería lo que él hubiera deseado. Entonces Pepe, fastidiado, tuvo la idea de decirle que le abandonara, pues él, Pepe, también había estado en la cama con él. Federico estaba furioso. «¡No es posible!», exclamaba. «¡No es posible!». Pero Pepe insistió, inventando detalles y hasta la descripción de la casa donde había estado con el escultor. Federico estaba lívido.

Unos meses después, Lorca descubrió la mentira. Pepe estaba entonces en Madrid y se había hecho asiduo del grupo de Federico. Una noche, en un bar, el poeta observó a un señor ya mayor que estaba sentado en una mesa con una joven prostituta. Era el padre de un joven amigo de Federico, muy guapo, a quien el padre prohibía salir por la noche. Federico se levantó y se dirigió a él. «¡Usted debe avergonzarse de estar aquí con esta joven —le espetó el poeta— mientras tiene a su pobre hijo encerrado bajo llave en casa! ¡Sería mejor que usted se quedara en casa y permitiera que su hijo se divirtiera siendo joven! ¡Viejo tirano!».

Aquel señor, claro, se levantó y se fue, pues fue una escena muy violenta. Todos felicitaron a Federico. Pero luego surgió el tema del escultor. Federico les dio su palabra de que éste no venía. Los amigos le empezaron a criticar como siempre hacían, diciendo pestes del chico. Y, de repente, éste apareció allí, entre ellos. Nadie dijo nada. Y entonces, al presentar a Pepe al escultor, Federico dijo: «Claro, ya os conocéis». Y el escultor dijo: «No creo conocerle». Y Pepe, sin poder contenerse ya más, gritó: «¡Claro que no! ¡Me alegro de poder decir que nunca he conocido a un tipo como tú!».

Se armó la marimorena. El escultor trató de pegarle a Pepe. Y Federico gritaba: «¡Estáis locos! ¡Estáis locos! ¡Dejadlo! ¡Pasaremos todos la noche en la cárcel!».

«El escultor fue el gran amor de Federico», dice Pepe. «Él fue la causa de que Federico quiso escaparse de España, huir… Él fue la causa de todo…».[54]

En cuanto a la opinión que le merecía Aladrén a Salvador Dalí quien, como queda dicho, había ingresado en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado el mismo año que él, no cabe duda que fue mala. Al escultor le llamaba Dalí, despectivamente, «Aladrenino»,[55] y sólo hay una alusión pasajera a él en la Vida secreta del pintor ampurdanés.

De los amigos íntimos de Federico, quien más abiertamente se ha referido en público a la relación del poeta con Aladrén es Rafael Martínez Nadal, que conocía a Lorca desde el otoño de 1923.[56] Nadal ha escrito:

Era Emilio Aladrén un joven escultor de extraños ojos grandes y algo oblicuos, de pómulos marcados, «entre tahitiano y ruso», decía de él Federico. Algo de sangre eslava parece que en efecto tenía; lo de tahitiano sería acaso el lejano parecido con alguno de los rostros pintados por Gauguin en Tahití. No obstante críticas muy adversas respecto a las facultades artísticas de Aladrén, Federico creía que a su lado el joven escultor daría de sí todo lo que el poeta creía había en el joven Aladrén. Le llevaba a todas partes, lo presentaba a todo el mundo y era evidente que esa amistad fue para el poeta durante varios años fuente de alegría.[57]

Nadal describe una escena de la cual fue testigo a comienzos, según él, del verano de 1928, y que tuvo una indudable gracia:

Serían las dos o las tres de la madrugada. Yo regresaba a mi casa después de haber pasado la velada en una tertulia que en el entresuelo de la Granja El Henar tenían una vez a la semana un grupo de deportistas. En la calle de Alcalá, subiendo hacia la Plaza de la Independencia, me encontré con Ignacio Sánchez Mejías que bajaba llevando del brazo a la Argentinita con aquel gesto de propiedad amorosa que a ella tanto le deleitaba. «Encarna, vamos a acompañar un poco a Nadal para oler las acacias. Luego tomamos un taxi». De pronto por mitad de la plaza, riendo y cantando bajaban Lorca y Aladrén. «¡Comadre de mi alma!», Federico abrazaba a Encarna. Cuentos y chistes y, de pronto: «¿Habéis visto el nuevo circo?… ¡Emilio —gritó Federico—, quítate el impermeable y rueda por el suelo!». Había llovido y la plaza estaba cubierta de ese barrillo grasiento que dejan los breves chaparrones estivales. Emilio dio la gabardina a Lorca. Vestía un buen traje gris perla. Sin vacilar, se arrojó a la calzada y fingiendo rugidos de león rodaba por el suelo. A las tres o cuatro volteretas irrumpió Federico: «¡Emilio, en pie!». Le ayudó a ponerse la gabardina y haciendo los dos un cómico saludo de circo, se fueron abrazados, alegres, muertos de risa, la botella de ginebra asomando por el bolsillo de la gabardina de Emilio.[58]

En otro momento de su narrativa, Martínez Nadal precisa que la ginebra era la bebida preferida de aquel extravagante escultor «entre tahitiano y ruso».[59]

Un día Federico invitó a Jorge Guillén y a su mujer Germaine a visitar con él el estudio de Aladrén. El autor de Cántico ha referido:

Y allí fuimos una tarde, y nos encontramos con un señor muy reverente, muy ceremonioso y serio. Claro, yo pienso que Federico le había dicho «Oye, mira, no hay que…». Y yo noté un joven de muchos gestos y tal, y al salir de allí mi mujer me dijo: «Hombre, ¿sabes que este es el amigo de Federico?». A veces las mujeres tienen más olfato que los hombres para estas cosas.[60]

De las pocas cartas de Aladrén que conocemos (las enviadas por Federico al escultor probablemente fueron destruidas durante o después de la guerra), dos —sin fecha— corresponden indudablemente al período anterior al viaje de Lorca a Nueva York. Dan una buena idea del temperamento exuberante y desordenado del joven escultor:

Federicooooooooooo

Federicooooooooo — me oyes?

Como te he comprendido yo eso!

Sí, te oigo sí, te oigo.

[Dibujo de tintero y despertador con las manecillas que indican las once]

Mi tintero y un despertador con la hora de la noche que es

[Dibujo de botón]

El botón de apagar la luz

Hola Federico: Como estás? Son tantas las cosas que tengo que decirte que muchas veces por eso no te escribo. Fíjate, te escribo un montón de ideas, puha! Ocho días pasan, se me olvidó lo que te decía y el estado de ánimo en que te las decía, tú me contestas, bien, pero ya no es lo mismo, ¿no te parece?

Federico quisiera ser franco contigo no sé si puedo. A veces pienso, estos días lo he pensado, ahora ya no, pero como ha habido un momento que lo he pensado y admitido, como máquina lo recuerdo y te lo escribo, y es que fíjate, he pensado que no comprendía como tú te habías interesado por mí (te diré una cosa, desde la otra página donde hay una cruz, hasta aquí, lo escribo después de cenar, la p.ª 1 y 2 es de antes de cenar, en la cena un hermano mío ha hablado de una serie de cosas de que vivir no es nada, que me ha cambiado un poco le [sic] curso de mis ideas (!!) que no comprendía etc. por mí que todo lo que yo te había dicho era una cosa tan sin interés para nadie, tan ridículo y tan mezquino me parecían esas cosas ahí!!! me gustaría ser taquígrafo, porque pienso una cosa y en el rato que tardo en escribírtela ya pienso otra. Qué mal he hecho Federico y como me has castigado tu en tu carta sin decirmelo de lo mal que he hecho hablandote en mis cartas de gente de fuera. Verdad que es como una profanación? Estoy leyendo «Du Côté de chez Swann» de Marcel Proust. Cómo me gusta lo fino, grande, misterioso, abierto y escondido que es! Te copio un párrafo que acabo de leer, bueno, que leí anoche (sabes por que te he dicho que acabo de leer, y luego que leí anoche? Verás. Si lo leo anoche lo he pensado todo el día y en todo el día me ha podido llegar a parecer feo y tú juzgarme mal gusto el mío, porque ya fríamente etc. etc. En cambio si lo acabo de leer está más en caliente y tú en vista de eso me disculpas. Pero no, verás como es bonito: «Nous sommes très longs à reconnaître dans la physionomie particulière d’un nouvel écrivain le modèle qui porte le nom du “grand talent” dans notre musée des idées generales. Justement parce que cette physionomie est nouvelle nous ne la trouvons pas tout à fait ressemblante à ce que nous appelons talent». Te quería haber buscado otro párrafo un poco poético también, para mandártelo con este que es un poco demasiado definición, pero verdad que está bien este que te he escrito?

Página novena y aun no te he dicho nada. ¿tú ves? Federico a ratos me tengo mucha rabia a mí, soy un afectao (he borrado la «d» porque «afectao» es natural y afectado no lo es). Y sin embargo empiezo a tener muchísima ambición, también soy un idiota y tu un buenazo de aguantarme. Me despido ya de ti. Adios escribeme mucho y dime muchas cosas. Tengo ambición de progreso

firmado,

EMILIO ALADRÉN

[En página aparte]

¿Seré un majadero? No quisiera pero a lo mejor quien sabe… Qué entiendes tú por majadero? Esto se presta a que me contestes. Entiendo por majadero lo que tú eres. Fíjate que en donde pone lo que tú eres he tenido que coger tinta nueva, la pluma se resistía etc.

[En otra página aparte]

Trátame bien en tus cartas[61]

La segunda carta, más breve y menos caótica, tampoco lleva fecha, pero puede corresponder al verano de 1928, cuando Federico ha vuelto ya a Granada:

La primera cosa que hago en este día es escribirte. Federico! Como estás? Escríbeme tú, si quieres… me alegraré mucho de recibir una carta tuya, pero… larga! Qué haces en Granada? Escríbeme donde siempre, Goya 61; aquí [una flecha indica el membrete de la carta: Hotel Nacional, Madrid] estuve unos días pero ya he vuelto al hogar (!) paterno. Es probable que en Decembre [sic] vaya a París. Hago retratos a señores con bigote y uniforme y a señoras semidesnudas, trabajo mucho, para esa gente y para mí. Adios Federico espero que me escribirás a vuelta de correo. Hazlo! Poeta! Tú eres mi amigo de Primavera de jardín de residencia recien florida. No tengas mala idea de mí…

EMILIO[62]

En la primavera de 1928 Aladrén terminó una cabeza de Federico en escayola, de la cual, como veremos, el poeta estaba orgulloso, y que haría lo posible por promocionar. La cabeza, así como las cartas de Lorca al joven, ha desaparecido, pero por suerte se conservan algunas fotografías de la misma.

El Primer romancero gitano

Los tres meses pasados por Lorca en Madrid en el período inmediatamente anterior a la publicación del Romancero gitano están poco documentados. Los amigos del poeta, que durante años le habían oído recitar sus romances, esperaban con impaciencia la salida del libro. El 30 de junio, cuando la publicación de éste ya está próxima, Ramón Gómez de la Serna le recomienda a Lorca que no deje de enviar un ejemplar al musicólogo judío Máximo José Kahn, que vive en Toledo, puesto que éste lo espera «con vivísimo interés».[63] Como Kahn, muchísima gente. Raras veces —tal vez nunca— en la historia de la poesía española había despertado tanta expectación la publicación de un libro de versos.

El 10 de julio Federico viaja en tren a Zamora, invitado por la Real Coral de esta ciudad. Allí le espera en la estación un ex compañero de la Residencia de Estudiantes, José Antonio Rubio Sacristán, quien, a pesar de tener sólo veinticinco años, ya se ha doctorado en Historia (en Alemania) y en Derecho (en Madrid). En Zamora —donde, doce años antes, los alumnos de Martín Domínguez Berrueta ofrecieran una «charla de viaje» y Lorca tocara una «Zambra gitana» y un «Idilio en el Albaicín» de su propia composición— el poeta pronuncia ahora la parte de su conferencia sobre Pedro Soto de Rojas en la cual se analiza el alma de Granada y la predilección por lo diminuto y lo primoroso que, según Lorca, define la ciudad. La conferencia es un gran éxito.

Federico pasa dos o tres días en casa de Rubio Sacristán en Zamora. Hacen varias excursiones: entre ellas al lago de Sanabria y a Toro a ver la colegiata de Santa María la Mayor, una de las iglesias románicas más bellas de España. Luego vuelve el poeta a Madrid.[64]

El Romancero gitano se pone a la venta a finales de julio, habiendo llegado a manos de los críticos madrileños algunos días antes, como se desprende del hecho de que salen casi en seguida las primeras reseñas del mismo.

Se trata de un librito pulcro y de pequeño formato, casi de bolsillo —mide sólo 9 x 15 centímetros—, de 149 páginas, con muchos espacios y páginas en blanco. Ha sido impreso en Tipografía Nacional, San Marcos, 4, Madrid, la misma calle donde Lorca pasara una temporada en una casa de huéspedes durante su primera estancia en la capital, en la primavera de 1919. El diseño de la cubierta es del propio poeta. Debajo del título, escrito en rojo, hay uno de esos graciosos búcaros andaluces que a Federico tanto le gustaba dibujar por esta época y, en él, tres flores negras hechas a plumilla con tinta china. Detrás del búcaro, fundiéndose con él, rojo y como salpicado de sangre, asoma el mapa, en miniatura, de España, con la firma del poeta debajo. A pie de página, en marcado y sobrio contraste con el carácter popular del diseño de Lorca, y ya en letras de molde, constan las indicaciones editoriales:

1924 Revista de
1927 Occidente

Cada uno de los dieciocho romances va dedicado. He aquí, respectivamente, los nombres de Conchita García Lorca, Dámaso Alonso, Fernando de los Ríos y su mujer Gloria, José Moreno Villa, la cubana Lydia Cabrera y «su negrita»,* José Navarro Pardo, el diplomático Diego Buigas de Dalmau, Juan Izquierdo Croselles (contertulio ocasional del Rinconcillo), Agustín Viñuales (catedrático de Federico en la Universidad de Granada y luego ministro de la República), Margarita Xirgu, José Antonio Rubio Sacristán, Margarita Manso, Emilio Aladrén, Juan Guerrero («Cónsul general de la Poesía»), Rafael Martínez Nadal, el hispanista francés Jean Cassou y, finalmente, Alfonso García Valdecasas.

* Ha habido mucha especulación acerca de la identidad de esta «negrita». Se trata de una doncella que ayudaba a Lydia Cabrera en la casa de decoración montada por ésta en Cuba. La chica, llamada Carmela Bejarano, tenía talento y gracia, y hacía poemas. Lorca la conocería después en Cuba.

De todas las reseñas aparecidas en la prensa a raíz de la publicación del Romancero gitano, la de Ricardo Baeza, dada a conocer en la primera plana de El Sol el 29 de julio y 3 de agosto de 1928, fue tal vez la más halagadora. Y una de las más incisivas. Hemos visto que, al comentar Canciones un año antes, en el mismo diario, Baeza había señalado la presencia, entre los líricos de la nueva generación, de «un verdadero gran poeta, don Federico García Lorca, que, al parecer, pasados ya a la historia don Antonio Machado y el señor Jiménez, se nos anuncia como el primer lírico español contemporáneo». Baeza había opinado en aquella ocasión que Lorca obraría cuerdamente no difiriendo demasiado la publicación de su obra inédita. «De la voluntad del señor García Lorca depende ya la entronización —terminó—. Publique los Romances gitanos y ella tendrá lugar automáticamente».[65]

Ahora, un año después, ante la edición, por fin, del esperado libro, Baeza declara en El Sol que «España tiene de nuevo un gran poeta, el poeta que le faltaba desde que Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez enmudecieron … Federico García Lorca ha logrado forjarse el instrumento de expresión lírica más personal y singular que ha aparecido en castellano desde la gran reforma de Darío».[66]

Dada la elogiosa acogida otorgada al Romancero gitano por la gran mayoría de los críticos, la expectación con la cual se había esperado su publicación y las cualidades propias de los poemas, no es sorprendente que el libro fuera un éxito de ventas inmediato y sin precedentes. En unas pocas semanas Federico se hizo famoso. Una humorística «Postal ibérica» publicada el 15 de agosto de 1928 en La Gaceta Literaria («ANDALUCÍA. Del diario de un lector de García Lorca») expresaba la impaciencia con la cual los lectores de provincias —en este caso de Sevilla— esperaban la llegada de nuevas remesas del libro, que se agotaban en seguida:

3 de agosto. —EN LA LIBRERÍA

Librero: ¿El libro de García Lorca?

Lector: Sí, los Romances gitanos. ¿Tiene los Romances gitanos?

Librero: He vendido los dos que me remitió la editorial. Pero se han pedido más.

Lector: Pues cuando lleguen, guárdeme uno, el mío, debajo de una piedra.

4 de agosto. —EN LA CALLE

Lector (hablando sólo): Mañana tengo un domingo todo de huerta, con sombras y reposos para los Romances gitanos.

EN LA LIBRERÍA

Lector: ¿Vino García Lorca? Librero: No, no ha venido todavía.

(Contrariedad y jubileo de librerías. En el escalón de todas ellas, el recuerdo de la huerta. Dentro, sin noticias de García Lorca y la pena de la mano sin libro, a la salida. Cinco libreros sansebastianizados de maldiciones tácitas).

5 de Agosto. Domingo. —DOS HERMANAS

(En la huerta, dedicación de calés, canónigos, santamarías, alberos, alpechines, caminos, soles, al recuerdo del buen andaluz. Y riego —con sus sabidos versos— del eucalipto, el júpiter, el dompedro… «por una vereda»).

6, lunes. —EN LA LIBRERÍA

(11 mañana – 12,30, 6-8 tarde. Sin noticias del vuelo Madrid-Sevilla. Ha habido un desfile hormiguero de lorquistas sevillanos por la placeta del Salvador. Pura recepción de un García Lorca invisible. Con gran extrañeza en esta Sevilla tan… sevillana).

Librero: Tendré que hacer un pedido telegráfico.

7 ¡y martes! —EN LA LIBRERÍA

(Aumentan los lorquistas. Visitas sin reloj).

Librero: Esta noche, definitivamente, pongo el telegrama.

8, miércoles. —EN LA LIBRERÍA

(El correo está al llegar. Las 12,30 y un envoltorio de Revista de Occidente. El librero, con la calma propia de las situaciones excitadas, comienza a solucionar el nudo que centra la cruceta del bramante de seguridad. La dificultad de Gordio y la mano de Alejandro. El corte. En el aire de Sevilla hay plumas sueltas, invisibles, de alegría, esta tarde).

EN EL PRADO

(Media noche. Los de Mediodía hacen un homenaje oportuno a Federico García Lorca. En su arboleda del Prado de San Sebastián «beben limonada todos»).[67]

La «postal» lleva la firma de Alejandro Collantes de Terán, a quien Federico conociera, así como a otros redactores de la revista Mediodía, cuando visitó Sevilla en diciembre de 1927.

Los amigos del poeta granadino están de enhorabuena, entre ellos Miguel Pérez Ferrero, quien escribe en La Gaceta Literaria:

Verdaderamente, la publicación de este libro ha revestido carácter de acontecimiento. Las campanas de elogio han sido lanzadas al vuelo, y en el concierto no han faltado ni la voz grave, mesurada para un tipo medio de lector … ni tampoco los desbordamientos de entusiasmo perjudicial … Federico García Lorca debe estar satisfecho: él ha clavado las flechas de sus romances en diversas sensibilidades, y, a su modo, cada una de esas sensibilidades ha respondido.[68]

La Residencia de Estudiantes, en esos momentos, era un hervidero de actividad, pues allí se desarrollaba, como todos los años, el curso de verano organizado por el Centro de Estudios Históricos. Estos cursos se habían hecho muy populares, y atraían a la Colina de los Chopos a un cada vez mayor número de estudiosos extranjeros. Al constatar los nombres de los profesores que colaboraban en esta empresa de divulgación de la cultura española, no nos puede extrañar el éxito de la misma, pues entre ellas figuraban personalidades de la talla de Ramón Menéndez Pidal, Manuel Gómez Moreno, Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Ramiro de Maeztu, Federico de Onís, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Claudio Sánchez Albornoz, Pedro Sainz Rodríguez y Rafael Lapesa.

César M. Arconada, después de una visita a la Residencia, escribía el 15 de agosto de 1928 en La Gaceta Literaria:

Sepan ustedes ahí —en New York, en Baltimore, en California, en Londres…— Sepan ustedes —señoritas: alumnas lejanas de nuestro idioma…— Sepan ustedes estas noticias: Que el Centro de Estudios Históricos abre todos los veranos sus puertas —de la sabiduría— a los extranjeros. Que la Residencia abre sus pabellones monásticos a la coquetería femenina. Que el Centro envía el equipo más fuerte de sus profesores. Que la colina libérrima —linfa y chopos. Algo de morisco Albaicín— tiene frescura de sierra —saludos de Guadarrama—.

Arconada había quedado asombrado por la intensidad pedagógica del programa de aquel curso, y por el dinamismo administrativo de su director, Pedro Salinas. Y había notado que, al lado de Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Concha Méndez y José Moreno Villa, se encontraba García Lorca, «poeta oficial de la Residencia».[69]

Algunos días antes —exactamente, el 25 de julio —Santiago Ontañón había visitado a Federico en la Residencia. El poeta, acompañado de algún amigo más, estaba tendido sobre su cama leyendo Abc. De repente se incorporó: «¡Fijaros lo que es la vida!», exclamaría. Le acababa de llamar la atención el siguiente relato:

Crimen desarrollado en circunstancias misteriosas

Almería 24, 1 tarde. En las inmediaciones de un cortijo de Níjar se ha perpetrado un crimen en circunstancias misteriosas.

Para la mañana de ayer se había concertado la boda de una hija del cortijero, joven de veinte años.

En la casa se hallaban esperando la hora de la ceremonia el novio y numerosos invitados. Como la hora se acercaba y la novia no llegaba ni aparecía por la casa, los invitados se retiraron contrariados. Uno de éstos encontró a una distancia de ocho kilómetros del cortijo el cadáver ensangrentado de un primo de la novia que iba a casarse, apellidado Montes Cañada, de treinta y cuatro años. A las voces de auxilio del que hizo el hallazgo acudieron numerosas personas que regresaban de la cortijada y la Guardia Civil, que logró dar con la novia, que se hallaba oculta en un lugar próximo al que estaba el cadáver y con las ropas desgarradas.

Detenida la novia, manifestó que había huido en unión de su primo para burlar al novio. La fuga la emprendieron en una caballería, y al llegar al lugar del crimen les salió al encuentro un enmascarado, que hizo cuatro disparos, produciendo la muerte a Montes Cañada.

También fue detenido el novio, quien niega toda participación en el crimen, que hasta ahora aparece envuelto en el mayor misterio.[70]

En días sucesivos toda la prensa sigue de cerca las averiguaciones de la justicia en relación con el crime passionnel de Níjar. Ontañón ha presenciado, aquel 25 de julio, el nacimiento de Bodas de sangre, obra que Lorca escribirá, con gran rapidez, cuatro años después.[71]

Entre los extranjeros que frecuentan la Residencia de Estudiantes este verano hay un joven norteamericano de veintidós años, Philip Cummings, que se hace amigo de Lorca. El 2 de agosto, a bordo del barco que le lleva a Estados Unidos, Cummings le escribe una simpática carta: «Nunca olvidaré España, la gente española, y especialmente mi poeta español —usted—, mi querido señor Lorca. Espero a ver unos versos de su poesía alguna vez por favor».[72] Al poco tiempo de llegar a Nueva York el verano siguiente, Federico pasará una temporada con Cummings en su casa de Eden Mills, Vermont. Como veremos después, el testimonio de Cummings acerca del granadino no carece de interés.[73]

Publicado el Romancero gitano, Federico vuelve inmediatamente a Granada donde, el 3 de agosto, El Defensor anuncia su llegada.[74] No regresará el poeta a Madrid hasta noviembre. Durante el verano y otoño le llegarán numerosas reseñas del libro, casi sin excepción elogiosas. Le llegarán también las reacciones de sus amigos. El 24 de agosto le dice desde Murcia Juan Guerrero, a quien va dedicado el «Romance de la Guardia Civil Española»:

Creo será el libro de poesía que adquirirá mayor gloria popular de toda la obra poética de los poetas nuevos. Tus romances sabiamente recogidos del pueblo volverán a él, después de haber sido delicia en los paladares más finos de la España inteligente de nuestros días.

De un salto, te coloca este libro junto a los más grandes poetas de nuestra lengua.[75]

Vicente Aleixandre, que está pasando el verano en Miraflores de la Sierra, cerca de Madrid, le escribe el 7 de septiembre, al acabar de leer el Romancero gitano: «Te agradezco del todo la magnífica, la vehementísima fiesta de poesía a que me has convidado. Pocas veces —¡qué pocas!— puede uno tan totalmente abandonarse a una fruición de belleza tan íntegra con tan absoluto contento».[76] En El Defensor de Granada Valentín Álvarez Cienfuegos dedica tres artículos al nuevo libro del «genial poeta granadino».[77] En la Revista de Occidente, Melchor Fernández Almagro publica una reseña que le agrada especialmente.[78] «Me ha gustado en extremo —le escribe— y me ha satisfecho tu modo de apreciar, tu sentido común, que casi no tiene ninguna persona que ejerce la crítica».[79]

Desgarro amoroso

Federico, en Granada y fuera de ella, es ya un hombre indudablemente célebre. Pero, en vez de pasar estos meses de verano y otoño en un estado de euforia, el poeta es víctima otra vez de un desgraciado conflicto sentimental, condición que desvela discretamente en sus cartas a Jorge Zalamea y a Sebastià Gasch.

De la amistad de Federico con Zalamea se sabe poco, pero no cabe duda de que fue intensa. Rafael Martínez Nadal ha recordado el fervor que, en 1928, sentía Zalamea por Goethe, y sus conversaciones —en las cuales intervendría alguna vez Lorca— acerca de Fausto.[80] Y Carlos Morla Lynch nos ha dejado la siguiente descripción, correspondiente a 1932, de aquel joven:

Jorge Salamea [sic] es un muchacho colombiano, lleno de condiciones, amigo muy apreciado de la juventud intelectual y especialmente de Federico, que lo distingue. Es un ser curioso, serio y reflexivo cuando está equilibrado; bullanguero y un tanto exaltado después de ingerir algunos whiskies. Vive con una joven amiga suya, de la cual tiene un niño. Un niño hermoso…

Posee Salamea [sic] un espíritu varonil dentro de una envoltura de aspecto frágil y linfático. Todo en él es transparente y sedoso; sus cabellos finos y naturalmente ondulados se soliviantan al contacto de la menor brisa. Sus ojos son de color indefinido, como las ondas glaucas de una laguna envuelta en niebla.[81]

Durante agosto de 1928, al poco tiempo de volver a Granada, Lorca le escribe a Zalamea. Espera una contestación rápida, pero ésta no llega. Y le escribe otra vez, preocupado. De la segunda carta conocemos dos fragmentos, publicados por el propio Zalamea menos de un año después de la muerte del poeta:

[I]

Yo hablo siempre igual y esta carta lleva versos míos inéditos, sentimientos de amigo y de hombre que no quisiera divulgar. Quiero y retequiero mi intimidad. Si le temo a la fama estúpida es por esto precisamente. El hombre famoso tiene la amargura de llevar el pecho frío y traspasado por linternas sordas que dirigen sobre él los otros…*

Estoy enfrascado en la Oda al Santísimo Sacramento del Altar. Veremos a ver. Es dificilísima. Pero mi fe la hará.

Debajo de las alas del dragón hay un niño

y en la luna que cruje, caballitos de sangre.

El unicornio quiere lo que la rosa olvida

y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Solo tú, Sacramento de luz en equilibrio,

aquietabas la angustia del amor sin cadenas.

Solo tú, Sacramento, manómetro que salva

corazones lanzados a quinientos por hora.

Este verso, «El unicornio quiere lo que la rosa olvida», me gusta mucho. Tiene un encanto poético indefinido de conversación borrada.[82]

* La supresión indicada es del mismo Zalamea.

[II]

Sentiría

que

te

hubieses

disgustado

por

la carta que te he mandado. ¿Es que un poeta no puede regañar a sus amigos díscolos? Vamos. No lo espero. Sería tonto. Y tú no eres tonto. ¿Qué sabes tú de lo que yo estoy sintiendo? No me hubiera quedado tranquilo sin decirte lo que te dije.

Pero bien te demostré que no estaba enfadado.

Adiós.

Ahora hago un poema que se llama «Academia de la rosa y el frasco de tinta». Es un poema cruel pero limpio. Dalí viene en septiembre. En su última carta me decía: «Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo. La última temporada de Madrid te entregaste a lo que no debiste entregarte nunca. Yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar».

Es así este maravilloso amigo mío.

¿Tú no vienes a Granada? ¡Ven!

Adiós.

Otro adiós más sensible.

Adiós.

Y más lejano.

Fede

ri

co.[83]

La carta de Dalí citada por Lorca no se encuentra en el archivo de éste. ¿A qué se refería Salvador al aludir a «la última temporada de Madrid» durante la cual el poeta se habría entregado a lo que «no debió» entregarse nunca? Es posible que, informado por el propio Federico o por algún amigo de la Residencia, estuviera pensando en la relación de Lorca con Emilio Aladrén, por quien, como se ha señalado, sentía poco respeto. Tiende a confirmar esta hipótesis la segunda carta de Zalamea (no conocemos la primera), que merece ser reproducida íntegra:

No, Federico, no.

Desde antes de escribirte mi primera sabía que estabas disgustado conmigo. Y esto me gustaba. Si no te contesté antes… Paso por unos días horribles. Me siento relleno de aserrín, flojo y recuerdo a los tres hombres felices. ¡Tengo necesidad de libertarme de tantas cosas! Ahora, urgentemente, necesito cosas tuyas! Un baño de poesía tuya, limpia, fría (sí, la quiero así), llena de luces de cuchillos y de espejos de agua.

Debajo de las alas del dragón - - - - - - - -

— — — — — — — — — — — — —

— — — — — — — — — — — — —

— — — — — — — — — — — — —

Solo tu Sacramento de luz en equilibrio

me han hecho feliz. Y la cita epistolar de Dalí. Mundo del que no quisiera estar desterrado y al que, tal vez, he penetrado sin derecho. Todavía cargo demasiadas cosas informes. Lo peor es que me aferro a ellas no sé bien si por orgullo o por disciplina. ¿Debo ir a Granada? Siento que lo necesito. Me has mostrado un camino nuevo y sería estúpido (e inútil) no seguirlo.

Ya quieren los ojos ver esa «Academia de la rosa y el frasco de tinta». Cópiame los versos que tengas.

No temas nunca la exhibición de tus cartas. Te quiero y me quiero demasiado para jugar a los manuscritos famosos.

El artículo de Andrenio* y el de la Gaceta Literaria** empiezan a mostrar la falta de poesía grande que había en España desde hacía siglos. No ven, no entienden, no sienten. Les has dado amor, misterio, formas, luces y no saben qué hacer con todas estas cosas. Yo les puedo perdonar porque nos acendran el goce de intuir siquiera tu verdad.

Envíame pronto ¡¡pronto!! versos tuyos. Me traerán tu necesaria presencia.

A E… no he vuelto a verle.

No veo a nadie. Mejor.

Ahora voy a soñar con Granada y contigo. Tengo seis horas limpias, talladas en cubo para este sueño. 6 horas y 6 lados en cada una hacen 36 imágenes tuyas.

JORGE[84]

* Seguramente alude Zalamea al artículo de Andrenio sobre el Romancero gitano publicado en La Vanguardia, Barcelona, el 12 de agosto de 1928.

** Aquí la referencia debe ser a la reseña del Romancero gitano hecha por Miguel Pérez Ferrero (La Gaceta Literaria, 15 de agosto de 1928), p. 2.

«E…», con toda probabilidad, es Emilio Aladrén, y el hecho de que Zalamea no escribe el nombre completo del escultor sugiere que está en el «secreto» de la relación de éste con Federico.

En cuanto a Dalí, ¿tenía realmente la intención de pasar una temporada con Lorca en Granada aquel otoño? Es imposible saberlo. Lo único cierto es que tal visita no tuvo lugar, ni entonces ni después.

Contestando a la carta de Jorge Zalamea, Federico le hace saber que él también ha padecido últimamente una grave depresión, sólo superada a fuerza de voluntad. La carta, una de las más conmovedoras que se conocen del poeta, reviste el extraordinario interés de revelar su lucha, en este atormentado verano de 1928, por impedir que puedan reconocerse en su obra los conflictos que le están desgarrando:

Querido Jorge: He recibido tu carta. Yo creí que estabas molesto. Celebro con todo mi pobrecito corazón (este desdichado hijo mío), que estés como antes, como la primera vez. Lo pasas mal y no debes. Dibuja un plano de tu deseo y vive en ese plano dentro siempre de una norma de belleza. Yo lo hago así, querido amigo… ¡y qué difícil me es!, pero lo vivo. Estoy un poco en contra de todos, pero la belleza viva que pulsan mis manos me conforta de todos los sinsabores. Y teniendo conflictos de sentimientos muy graves y estando transido de amor, de suciedad, de cosas feas, tengo y sigo mi norma de alegría a toda costa. No quiero que me venzan. Tú, no debes dejarte vencer. Yo sé muy bien lo que te pasa.

Estás en una triste edad de duda y llevas un problema artístico a cuestas, que no sabes cómo resolver. No te apures. Ese problema se soluciona solo. Una mañana empezarás a ver claro. Lo sé. Me apena que te pasen cosas malas. Pero debes aprender a vencerlas sea como sea. Todo es preferible a verse comido, roto, machacado por ellas. Yo he resuelto estos días con voluntad uno de los estados más dolorosos que he tenido en mi vida. Tú no te puedes imaginar lo que es pasarse noches enteras en el balcón viendo una Granada nocturna, vacía para mí y sin tener el menor consuelo de nada.

Y luego… procurando constantemente que tu estado no se filtre en tu poesía, porque ella te jugaría la trastada de abrir lo más puro tuyo ante las miradas de los que no deben nunca verlo. Por eso, por disciplina, hago estas academias precisas de ahora y abro mi alma ante el símbolo del Sacramento, y mi erotismo en la Oda a Sesostris, que llevo mediada.

Te hablo de estas cosas, porque tú me lo pides; yo no hablaría más que de lo que, exterior a mí, me hiere de lejos de una manera segura y sapientísima.

¡Pero me defiendo! Soy más valiente que el Cid (Campeador).

Esta Oda a Sesostris te gustará, porque entra dentro de mi género furioso. La Oda al Sacramento está ya casi terminada. Y me parece de una gran intensidad. Quizá el poema más grande que yo haya hecho.

La parte que hago ahora (tendrá más de trescientos versos en total) es «Demonio, segundo enemigo del alma», y eso es fuerte.

Honda luz cegadora de materia crujiente,

luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,

anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba

por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgia ni sueño.

Rumor de superficies libertadas y locas.

Medula de presente. Seguridad fingida

de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.

Un momento de venas y ternura de ombligo.

Amor entre paredes y besos limitados,

con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.

Vendaval y mancebo de rizos y moluscos,

fuego para la carne sensible que se quema

níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Me parece que este Demonio es bien Demonio. Cada vez esta parte se va haciendo más oscura, más metafísica, hasta que al final surge la belleza cruelísima del enemigo, belleza hiriente, enemiga del amor.

Adiós. Te he dado la lata. Un abrazo muy cariñoso de

FEDERICO

Escríbeme.[85]

De las «academias», compuestas expresamente como defensa contra la tentación o el peligro de revelar conflictos personales, sólo sabemos que una de ellas, como hemos visto, se titulaba «Academia de la rosa y el frasco de tinta». Pero ni de ella ni de las otras se conoce fragmento alguno.

En cuanto a la Oda a Sesostris, en la cual el poeta dice «abrir» su erotismo, Lorca añade algunos detalles en una carta a Sebastià Gasch, escrita en septiembre: «Hago también la Oda a Sesostris, el Sardanápalo de los griegos, llena de humor y llanto y ritmo dionisíaco».[86] El borrador de este poema, que es casi seguro que el poeta no terminó, consta de cuarenta y ocho versos, y tiene un gran interés biográfico pues, con toda probabilidad, Lorca quiso proyectar en él sus preocupaciones homosexuales, como ha señalado André Belamich en los comentarios que acompañan su traducción del manuscrito al francés (manuscrito todavía inédito en español en el momento de redactar estas líneas).[87] Sardanápalo, como apunta Belamich, fue, según los autores griegos, el último rey de Asiria (aunque, en realidad, personaje ficticio), y era reputado como invertido.[88] El narrador del esbozo lorquiano subraya esta característica del rey, dirigiéndose a él en estos términos: «En el harem bordabas arrullado / por tijeras de negros cortadores. / Gran mariquita asirio…».

Los primeros veintiocho versos del borrador evocan a Sardanápalo. Los ocho siguientes a los marineros griegos. Y los últimos doce al faraón Sesostris, que «se peinaba en su pirámide / con un peine de avispas y marfiles». Tal vez se trataba de Sesostris III, «tipo ideal de vencedor egipcio», según precisa André Belamich.[89] No parece descabellado deducir, a la vista de los versos del poema que conocemos, que la intención de Lorca era describir a continuación el encuentro de Sardanápalo y Sesostris, pero tampoco se puede avanzar tal hipótesis con certidumbre, ni hacer conjeturas fiables sobre las posibles consecuencias de tal encuentro. El gran interés del esbozo, de todas maneras, reside en que, diez meses antes de partir para Nueva York, Lorca ha empezado a construir un ambicioso poema en el cual se roza el tema de la homosexualidad. Este ensayo fracasado prepara el terreno, indudablemente, para la Oda a Walt Whitman, escrita poco después de llegar el poeta a Estados Unidos en el verano de 1929.

Por lo que toca a la Oda al Santísimo Sacramento, que desde principios de 1928 le ocupa, volveremos a ella más adelante.

Lorca, entusiasmado con la cabeza suya en escayola ejecutada por Emilio Aladrén, había decidido hacer lo posible por dar publicidad a esta obra del joven escultor, todavía poco conocido. Una reproducción de la misma acompañó la reseña del Romancero gitano, debida a Miguel Pérez Ferrero, publicada en La Gaceta Literaria el 15 de agosto, pero ello no sirvió de nada toda vez que no se mencionó el nombre del artista.[90] Lorca acudió luego a Cipriano Rivas Cherif a quien, poco después de volver a Granada, le pidió que interviniera para ver si había alguna manera de insertar una fotografía de la cabeza en las páginas de huecograbado de Abc. El fragmento de esta carta que se ha conservado demuestra hasta qué punto se sentía Lorca identificado entonces con su protégé:

Yo quisiera que se reprodujera en algún sitio, bien reproducido, no por mí, naturalmente, sino por él y por su familia.

Si en el ABC pudiera reproducirse bien, yo te enviaría la foto. Esto no es compromiso, de ninguna manera. Si a ti te ocasiona la más leve molestia, quiere decir que no se hace; pero si es fácil que salga decentemente puesto, me gustaría dar esta sorpresa a un buen amigo mío artista novel. Esto en la más discreta reserva. Me sonrojo un poco de pedir que salga como foto mía en los papeles, pero te repito que se trata de otra persona, aunque sea yo el modelo. En esto me parezco a Melchorito, que coloca poemas, dibujos y prosas de sus amigos y ha sido en cierto modo lanzador del pimiento picante de Maruja Mallo. Contéstame, Cipri. Ponte bueno, requetebueno. Te abraza estrechamente tu amigo

FEDERICO

Muchísimos recuerdos de mi familia, que dice eres simpatiquísimo. «Es un hombre de talento que sabe ir por la vida», ha dicho mi padre.[91]

Rivas Cherif sabía, indudablemente, «ir por la vida». Pero no se sentía muy dispuesto a aceptar el papel que en este caso le quería endilgar Federico, y le contestó el 28 de agosto:

No están en Madrid Juan Ignacio Luca de Tena ni Luis Calvo, únicas gentes de A.B.C. con quien tengo relación para la gestión que me pides; pero sospecho desde luego que no querrán, porque para hacerlo bien como tú quieres tenía que interesarle al A.B.C. el escultor (Benlliurede* por ejemplo) o el retratado, y aunque por este lado se puede intentar, también estimarán que es un reclamo gratis … De todos modos, en cuanto venga uno u otro se lo diré. Donde sería más fácil, pero no te gustará, es en Nuevo Mundo o en Estampa. En ese caso convendría que le mandaras tu libro a José Francés y a Vicente Sánchez Ocaña…[92]

* Se trata del famoso escultor valenciano Mariano Benlliure (1866-1947).

No saldría en Abc, ni en Nuevo Mundo ni Estampa, una fotografía de la escultura de Aladrén, pero sí en El Defensor de Granada, el 11 de septiembre, donde acompaña la segunda entrega de un largo artículo de Valentín Álvarez Cienfuegos sobre el Romancero gitano. Según rezaba el pie de la fotografía —¿redactado por el propio Lorca?— «La personalidad de este joven escultor comienza a destacarse entre los artistas de la última generación como una de las más brillantes promesas de la juventud». Federico pensaba dar a conocer la fotografía también en la edición de Mariana Pineda que preparaba La Farsa para su número del 1 de septiembre de 1928. «Hoy he recibido el paquete de las “fotos” y los dibujos —le escribe el director de la revista, Valentín de Pedro, el 20 de agosto—. Poco después recibí tu carta. Lo que no he recibido aún es la foto de tu retrato».[93] Si el poeta mandó ésta a Madrid, lo que no sabemos, no llegó a tiempo para ser reproducida en dicha publicación. De todas maneras, no podía quejarse Emilio Aladrén de Federico: hacía todo lo posible por darle a conocer.*

* Otra fotografía de la cabeza aparecería en la revista madrileña Cosmópolis (agosto 1929), y al año siguiente, durante la estancia de Lorca en Cuba, en la revista Social, de La Habana (abril 1930, p. 106).

Un interesante pleito poético

El 4 de septiembre Lorca fecha el borrador de una prosa titulada, primero, Técnica del abrazo. (Poema aclaratorio de varias actitudes) y luego, tachado este título, Últimos abrazos (Pequeño homenaje a un cronista de salones).[94] A mediados del mes le manda el texto, ya titulado Nadadora sumergida. Pequeño homenaje a un cronista de salones, a Sebastià Gasch, para su publicación en L’Amic de les Arts, acompañándolo de otra prosa, Suicidio en Alejandría, de inspiración y hechura parecidas, y de varios dibujos. Por lo que le dice Lorca al crítico catalán, podemos deducir que Suicidio en Alejandría se compondría en las mismas fechas que Nadadora sumergida:

Mi querido Sebastián: Ahí te mando los dos poemas. Yo quisiera que fueran de tu agrado. Responden a mi nueva manera espiritualista, emoción pura descarnada, desligada del control lógico, pero, ¡ojo!, ¡ojo!, con una tremenda lógica poética. No es surrealismo, ¡ojo!, la conciencia más clara los ilumina.

Son los primeros que he hecho. Naturalmente, están en prosa porque el verso es una ligadura que no resisten. Pero en ellos sí notarás, desde luego, la ternura de mi actual corazón.

Siempre te agradezco los elogios a mis dibujos. Debo publicar un libro.

Insiste con Dalí para que venga a Granada.

Yo, como siempre, tengo una enorme gana de ir a Barcelona y estar con vosotros, contigo, paseando por las Ramblas, por el prodigioso puerto, por los merenderos de Montjuit [sic], donde tan bien lo pasamos.

Escríbeme. Los dibujos que publicáis te quedas tú con ellos. Te los regalo. Y te vas haciendo una colección de pequeñas tonterías. Adiós, Sebastián. Recibe un abrazo entrañable de

FEDERICO[95]

Las dos prosas, que se publicarán en el número de L’Amic correspondiente al 30 de septiembre de 1928 después de un texto superrealista de Dalí, Peix perseguit per un raïm («Pez perseguido por un racimo de uvas»), continúan, de hecho, la línea iniciada, a finales de 1927, con Santa Lucía y San Lázaro. Y demuestran que, pese a sus afirmaciones en contra, Lorca se encuentra en estos momentos muy atraído por el surrealismo. Es probable, además, que la yuxtaposición del texto daliniano con los de Lorca no fuera fortuita, dada la estrecha amistad que relacionaba a ambos creadores con Gasch y con otros redactores de la revista sitgetana. Pero hay más, de Peix perseguit per un raïm existe una versión en castellano mandada por el pintor a Federico y que lleva la indicación: «Dedicado a una conversación de Federico García Lorca con la Lydia» (dedicatoria que no figura en el texto publicado en L’Amic).[96] Y entre Peix perseguit y las dos prosas de Federico existen varios puntos de contacto: escenarios de playa, personajes —la Baronesa de X en Dalí, la Condesa de X en Nadadora sumergida—, tono irónico, alusiones al whisky, automóviles, tendencia o querencia de los objetos a metamorfosearse…

En la primera parte de Nadadora sumergida, el narrador, que ahora dice saber «lo que es despedirse para siempre», se dirige a la Condesa de X y le refiere el «último abrazo» de su gran amor, abrazo «tan perfecto, que la gente cerró los balcones con sigilo»:

Una noche, el demonio puso horribles mis zapatos. Eran las tres de la madrugada. Yo tenía un bisturí atravesado en mi garganta y ella un largo pañuelo de seda. Miento. Era la cola de un caballo. La cola del invisible caballo que me había de arrastrar. Condesa: hace usted bien en apretarme la mano.

Empezamos a discutir. Yo me hice un arañazo en la frente y ella con gran destreza partió el cristal de su mejilla. Entonces nos abrazamos.

Ya sabe usted lo demás…

Condesa: aquel último abrazo tuvo tres tiempos y se desarrolló de manera admirable.

Desde entonces dejé la literatura vieja que yo había cultivado con gran éxito.

Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor.

Es preciso que el elefante tenga ojos de perdiz y la perdiz pezuñas de unicornio.

Por un abrazo sé yo todas estas cosas y también por este gran amor que me desgarra el chaleco de seda…[97]

De los dibujos enviados por Lorca a Gasch con sus dos prosas, la que se publicó en L’Amic de les Arts como ilustración a Nadadora sumergida nos parece de indudable interés biográfico. Veámoslo:

Las cabezas de estos dos cuerpos que se funden, al lado del mar, en el «último abrazo» del primitivo título de la prosa, ¿representan las de Lorca y de Dalí? Es muy probable. La de la izquierda, más ancha que la otra, tiene mucho pelo y cierto parecido con los autorretratos del poeta que conocemos.[98] La de la derecha es ovalada y parece no tener pelo —alusión, cabe pensar, al Dalí que, durante el servicio militar, se ha visto obligado a llevar aquél muy corto.

Pero hay más. El narrador de Nadadora sumergida declara, sin ambages, que a raíz del desgarrador último abrazo en la playa ha abandonado la «literatura vieja» que hasta entonces cultivaba con gran éxito. Esta prosa, no hay que olvidarlo, está fechada 4 de septiembre de 1928. Por los mismos días Lorca ha recibido una larga carta de Dalí en la cual éste, desde Cadaqués, expresa su opinión — radicalmente adversa— del Romancero gitano, hace un acendrado panegírico del superrealismo y le urge a abandonar «las normas de la poesía antigua».

La carta de Dalí no lleva fecha, pero, toda vez que sabemos que llegó a manos del poeta con anterioridad al 8 de septiembre, parece razonable deducir que su lectura provocaría en éste una fuerte reacción y la composición, el 4, de Nadadora sumergida, resultado, ella misma, del esfuerzo de Lorca por que, como dice el narrador de la prosa, «las normas tengan nuevo temblor».

He aquí la importantísima carta de Dalí (cuyas tachaduras señalamos entre corchetes):

Querido Federico: He leido con calma tu libro del que no puedo estarme de comentar algunas cosas. Naturalmente me es imposible coincidir en nada a la opinión de los grandes puercos putrefactos que lo han comentado. Andrenio,* ect ect. pero creo que mis opiniones que cada dia van concretandose en torno de la poesia pueden interesarte algo.

I Me parece lo mejor del libro lo ultimo, martirio de Santa Olalla, pedazos del incesto —Rumor de rosa encerrada— estas cosas pierden ya buena parte de costumbrismo, son mucho menos anecdotico que los demas ect. Lo peor me parece lo de aquel senyor que se la llevo al rio. La gracia producto de un estado de espíritu vasado en la apreciación deformada sentimentalmente por el anacronismo. Lo de las enaguas del santito en su alcoba (San Gabriel)** me es hoy en que en toda produccion solo admito la rabia en el crearla, una especie de inmoralidad —eso es lo que a sido empleado por los Franceses por el —esprit— Frances, asqueroso i inatmisible —Cocteau— ect. i del que todos hemos estado contagiados.

II Tu poesia actual cae de lleno dentro de la tradicional, en ella atvierto la substancia poetica mas gorda que ha existido: pero! ligada en absoluto a las normas de la poesia antigua, incapaz de emocionarnos ya ni de satisfacer nuestros deseos actuales —Tu poesia esta ligada de piez i brazos [al arte] a la poesia vieja — Tu quizas creeras atrevidas ciertas imagenes, o encontraras una dosis crecida de irracionalidad en tus cosas, pero yo puedo decirte que tu poesía se mueve dentro de la ilustracion de los lugares comunes mas estereotipados i mas conformistas — [o gran Federico Tu] — Precisamente estoy convencido que el esfuerzo oy en poesia solo tiene sentido con la evasión de las ideas que nuestra inteligencia a ido forjando [sobre la realidad deseando una irrealidad] artificialmente, asta dotar a estas de su exacto sentido real.

En Realidad, no hay ninguna relación entre dos danzantes i un panal de abejas, a menos que sea la relacion que hay entre Saturno i la pequeña cuca que duerme en la crisalida o a menos de que en realidad no exista ninguna diferencia entre la pareja que danza i un panal de abejas.

Los minuteros de un reloj (no te figes en mis ejemplos que no los busco, precisamente, poeticos) empiezan a tener un valor real en el momento en que dejan de señalar las oras del reloj i perdiendo su ritmo circular i su mision arbitraria a que nuestra inteligencia los a sometido (señalar las horas), se evaden del tal reloj para articularse al sitio que corresponderia al sexo de las miguitas del pan.

Tu te mueves dentro de las nociones aceptadas i antipoeticas, — hablas de un ginete i este supones que va arriva de un caballo i que el caballo galopa, esto es mucho decir, por que en realidad, seria conveniente averiguar si realmente es el ginete el que va arriva, si las riendas no son una continuacion organica de las mismisimas manos, si en realidad mas veloz que el caballo resultan que son los pelitos de los cojones del ginete i que si el caballo precisamente es algo inmobil aderido al terreno por raizes vigorosas… ect ect. Figurate pues lo que es llegar como tu haces al concepto de un Gardia civil —

Poeticamente,

un guardiacivil en realidad no existe… a menos que sea una alegre i mona silueta viva i reluciente precisamente por sus calidades i sus piquitos que le salen por todos lados i sus pequeñas correas que son parte viceral de la misma vestiecita ect ect

Pero tu, …putrefactamente —el guardia civil— que hace? tal tal —tal. tal. irrealidad irrealidad.

—anti poesia—

formación de nociones arbitrarias de las cosas: Hay que dejar las cositas libres de las ideas convencionales a que la inteligencia las a querido someter — Entonces estas cositas monas ellas solas obran de acuerdo con su real i consubstancial manera de ser — Que ellas mismas decidan la dirección del curso de la proyección de sus sombras! i a lo mejor lo que creiamos que haria una sombra mas espesa no hace sombra. ect ect —Feo. bonito? palabras que an dejado de tener todo sentido — Horror, eso es otra cosa, eso lo que nos proporciona lejos de todo estilo el conocimiento poetico de la realidad, ya que el lirismo solo es posible dentro de las nociones mas o menos aproximativas que nuestra inteligencia puede percivir de la realidad.

[Y una rosa es una vestia ect ect] saldra un articulo dedicado a ti en la Gaceta en que hablo de estos usos, i ademas de la importancia del dato estrictamente obgetivo obtenido antiartisticamente por un riguroso metodo analitico.

pero dejemos, yo cada dia puedo escrivir menos asi en cartas, en canvio hago largos i substanciosos articulos llenos de ideas.

Federiquito, en el libro tuyo que me lo he llevado por esos sitios minerales de por aqui a leer, te he visto a ti, la vestiecita que tu eres, vestiecita erótica con tu sexo i tus pequeños ojos de tu cuerpo, i tus pelos i tu miedo de la muerte i tus ganas de que si te mueres se enteren los señores,* tu misterioso espiritu echo de pequeños enigmas tontos, de una estrecha correspondencia horóscopa i tu dedo gordo en estrecha correspondencia con tu polla i con las humedeces de los lagos de baba de ciertas especies de planetas peludos que hay — Te quiero por lo que tu libro revela que eres, que es todo el rebes de la realidad que los putrefactos an forjado de ti, un gitano moreno de cabello negro, corazón infantil ect ect., todo ese Lorca Nestoriano** decorativo antireal, inexistente, solo posible de haber sido creado por los cerdos artistas lejos de los pecitos i de los ositos i siluetas blondas, duras, i liquidas que nos rodean ect ect.

ti vestia con tus pequeñas huñas —ti que abeces la muerte te coge la mitad el cuerpo, o que se suve por [el brazo asta] las uñitas asta el ombro en esfuerzo esterilisimo; yo he vevido la muerte en tu espalda en aquellos momentos en que te ausentabas de tus grandes brazos que no eran otra cosa que dos fundas crispadas del plegamiento inconciente e inutil del planchado de las tapices de la residencia; … a ti, al Lenguado que se ve en tu libro quiero i admiro, a ese lenguado gordo que el dia que pierdas el miedo te cagues con los Salinas, abandones la Rima, en fin el arte tal como se entiende entre los puercos —arás cosas divertidas, orripilantes, crispadas, poeticas como ningun poeta a realizado.

adios — CREO en tu inspiración, en tu sudor, en tu fatalidad astronomica

Este invierto [sic] te invito a l’anzarnos en el vacio Yo ya estoy en el desde hace dias, nunca abia tenido tanta seguridad

aora se algo de Estatuaria i de claridad REAL ahora lejos de toda Estetica

Abrazos DALÍ

El surrealismo es uno de los medios de Evasion Es esa Evasion lo importante.

Yo voy teniendo mis maneras al margen del surrealismo, pero esto es algo vivo — Ya ves que no hablo de el como antes, tengo la alegría de pensar muy distintamente de el verano pasado qué fino he?[99]

* «Andrenio», «Romancero gitano», La Vanguardia, Barcelona, 12 de agosto de 1928.

** Dalí se confunde. Se trata del romance dedicado a San Miguel.

*** Dalí alude, con estas citas, a «Muerto de amor» y a «El emplazado».

**** Alusión a Néstor Martín F. de la Torre, pintor de efebos.

Dalí es perfectamente consciente del cambio operado en su visión del mundo y del arte desde el verano de 1927 —es decir, desde la época de la larga estancia de Federico en Barcelona, Figueras y Cadaqués— por el cada vez más estrecho contacto con el superrealismo. El Dalí de septiembre de 1928 está en plena rebelión contra lo que considera la realidad convencional (que él define como «irrealidad») y, como siempre, está dispuesto a arremeter contra cualquier punto de vista no acorde con el suyo. No cabe duda de que Lorca leyó con suma atención la crítica del Romancero gitano que le hizo el pintor. A Gasch le comenta:

Ayer me escribió una carta muy larga Dalí sobre mi libro (¿lo has recibido ya? Yo te lo mandé hace días). Carta aguda y arbitraria que plantea un pleito poético interesante. Claro que mi libro no lo han entendido los putrefactos, aunque ellos digan que sí.

A pesar de todo, a mí ya no me interesa nada o casi nada. Se me ha muerto en las manos de la manera más tierna. Mi poesía tiende ahora otro vuelo más agudo todavía. Me parece que un vuelo personal.[100]

Si la crítica de Dalí era «aguda y arbitraria», si planteaba «un pleito poético interesante», también constituía el rechazo de una faceta fundamental del temperamento poético y humano de Lorca. Todo ello se refleja, a nuestro juicio, en Nadadora sumergida y el dibujo que la acompaña: es el adiós al mundo andaluz del Romancero y, parece intuirlo Lorca, el adiós al gran amigo catalán, a quien, inútilmente, el poeta tratará de atraer a Granada en estos días. Se está proyectando un número especial de gallo dedicado al pintor ampurdanés. «Éste va a venir a Granada —escribe Lorca a Gasch— y le debemos este homenaje. Aconséjale tú en tus cartas que venga. Dile que le hace falta, como es verdad, una visita a este importante Sur. No te puedes imaginar con qué alegría le esperamos».[101] «Insiste con Dalí que venga a Granada», le urge en otra carta.[102] Pero los esfuerzos de ambos fracasarán.

Dalí, en estos momentos, se siente más cerca de Buñuel que de Lorca, algo que éste, probablemente, no sospecha. La reacción del aragonés ante el Romancero gitano ha sido tan próxima a la de Dalí que parece indudable que comentaron juntos el libro después de una visita del cineasta a Cadaqués durante el verano de 1928. El 14 de septiembre le escribe Buñuel a Pepín Bello:

A Federico lo vi en Madrid, volviendo a quedar íntimos; así mi juicio te parecerá más sincero si te digo que su libro de romances El romancero gitano me parece …* muy malo. Es una poesía que participa de lo fino y aproximadamente moderno que debe tener cualquier poesía de hoy para que guste a los Andrenios, a los Baezas y a los poetas maricones y cernudos de Sevilla. Pero de ahí a tener que ver con los verdaderos, exquisitos y grandes poetas de hoy existe un abismo. Abro el libro al azar:

San Miguel lleno de encajes

En la alcoba de su torre

Enseña sus bellos muslos

Ceñido por los faroles

(Bueno y qué!).

Hay dramatismo para los que gustan de esa clase de dramatismo flamenco; hay alma de romance clásico para los que gustan de continuar por los siglos de los siglos los romances clásicos; incluso hay imágenes magníficas y novísimas, pero muy raras y mezcladas con un argumento que a mí se me hace insoportable y que es lo que tiene llenas de menstruaciones las camas españolas. Desde luego lo prefiero a Alberti, que está tocando los límites del absurdo lírico… Nuestros poetas exquisitos, de élite auténtica, antipopulacheros, son: Larrea, el primero; Garfias (lástima de su limitación y escasez de imaginación; sus efusiones serían divinas si tuviera sólo la mitad de fantasía de Federico); Huidobro; a veces el histrión de Gerardo Diego, y, la verdad, los demás a mí no me excitan como al grupo de Mediodía.[103]

* Aquí hay, evidentemente, un corte. Pepín Bello insistió, ante nuestra petición de que nos mostrara el original, en que no lo posee. ¿Dónde andará?

La carta de Buñuel hace sospechar que el cineasta ha leído, en La Gaceta Literaria (de la cual, no lo olvidemos, es colaborador), la «postal ibérica» de Alejandro Collantes de Terán, citada antes, en la que éste evoca la impaciencia de los redactores de la revista sevillana Mediodía por conseguir ejemplares del Romancero gitano. Es interesante comprobar otra vez, además, el desprecio que sentía el aragonés por los homosexuales (la alusión a «los poetas maricones y cernudos de Sevilla» no sorprenderá a los que algo saben de Buñuel), así como el poco aprecio que le merece en general Andalucía, región que, por más señas, todavía desconoce, así como Dalí. Pepín Bello ha confirmado que entonces Buñuel «no le tenía demasiada simpatía a Andalucía», ni sentía entusiasmo por los poetas y artistas procedentes de allí.[104] Y no podemos dudar que este desdén pesaría en las apreciaciones de Dalí, siempre impresionable.

Podemos comparar esta carta de Buñuel a Pepín Bello con una de Dalí a Gasch, escrita en noviembre de 1928, acerca, asimismo, del Romancero gitano. En «Panorama», su columna habitual de L’Amic de les Arts, Lluís Montanyà acababa de elogiar el nuevo libro de Lorca en un largo y extático artículo, insistiendo en las cualidades misteriosas, atávicas, del mundo poético del granadino y subrayando —demasiado, tal vez— los aspectos «gitanos» del mismo. Y comenta Dalí (traducimos del catalán):

Con Montanyà tampoco estoy totalmente de acuerdo — Del Romancero me repugna todo lo que tiene de trágico, de gitanismo, etc., yo creo que allí lo bueno son el maridaje imprevisto de ciertas palabras, el uso inadecuado (adecuadísimo) de ciertas cualidades, y sobre todo una inspiración erótica inconsciente (idiota, que no hay que confundir con la misteriosa), sobre todo para mí lo mejor es «El martirio de Santa Olalla» (dentro de la poesía), o sea lo importante es lo latente no lo realizado y ya sabes la enorme estima y admiración que siento por Lorca — Lo que me gusta más de todo el artículo de Montanyà es eso de que [Lorca] les dará muchas sorpresas — eso yo se lo garantizo.[105]*

Durante septiembre, mientras sigue esperando la llegada de Dalí, Federico impulsa la preparación del tercer número de gallo. «El gallo apenas he llegado yo a Granada quiero que salga inmediatamente», le escribe a Gasch[106] quien, poco tiempo después, manda un artículo sobre el pintor Manuel Ángeles Ortiz que entusiasma a Lorca y a sus compañeros de redacción.[107] El 21 de septiembre Constancio —Constantino Ruiz Carnero— apunta en su «Silueta del día» de El Defensor que no sólo están preparando los «gallistas» una nueva salida de su revista sino que también reaparecerá pronto Pavo. Constancio ha podido constatar la frenética actividad nocturna que en estos momentos están desplegando, en el Café Alameda, los redactores de gallo:

* En su artículo, publicado en el número de L’Amic correspondiente al 31 de octubre de 1928, Montanyà había escrito, después de atacar a los intelectuales «burgueses» que no han comprendido más que los elementos superficiales del Romancero: «Federico García Lorca, sin embargo, les reserva todavía muchas sorpresas» («Federico García Lorca, però, els reserva moltes sorpreses encara»).

Nuestros buenos y admirados amigos los jóvenes de la vanguardia literaria granadina piensan reanudar la publicación de gallo. Ya les hemos sorprendido en la ardua y generosa tarea de escribir artículos y versos demoledores en la mesa propicia, aunque inocente, del café. Es allí donde la fervorosa grey, capitaneada por el señor García Lorca, prepara por las noches, entre sorbos de café y de limonada, la nueva explosión vanguardista para inquietar e indignar a los buenos y pacíficos burgueses que admiran aún a los escritores putrefactos del pasado siglo. Las gentes apacibles que toman asiento en las mesas de al lado, bajo la fronda rumorosa y mayestática de los árboles del Campillo, ignoran lo que allí se trama. A esta ignorancia se debe la tranquilidad con que toman el fresco y hablan de sus asuntos, sin sospechar que junto a ellos, en una mesa que será histórica, hay un volcán en erupción literaria…[108]

A principios de octubre, Federico le anuncia a Jorge Zalamea que la revista se está tirando.[109] Pero luego a finales de mes o principios de noviembre le confiará a Gasch que «El gallo se está retrasando por muchas cosas».[110] Es la última referencia de Lorca a gallo que se conoce hasta ahora. ¿Qué fueron las «muchas cosas» que impidieron la salida del tercer número de la revista? Hay que suponer que la principal fue económica, pues el entusiasmo no faltaba, y en cuanto a colaboraciones, el hecho de que gallo ya se estuviera tirando a principios de octubre es contundente. Por lo que toca al contenido del fallado tercer número de la revista sabemos que hubiera incluido, además del artículo de Gasch sobre Manuel Ángeles Ortiz, el diálogo Quimera de Lorca —texto parecido a El paseo de Buster Keaton y La doncella, el marinero y el estudiante—, y un fragmento de la Fábula de Equis y Zeda de Gerardo Diego.[111]

Hemos visto que, en su larga carta a Lorca sobre el Romancero gitano, Dalí había anunciado la próxima aparición de un artículo suyo, dedicado al poeta, sobre los temas desarrollados en dicha misiva. El trabajo en cuestión, titulado «Realidad y sobrerrealidad», se publica (sin la prometida dedicatoria a Lorca) en La Gaceta Literaria el 15 de octubre de 1928.[112] A Federico probablemente le sorprendería entonces encontrarse con que el artículo daliniano no sólo repetía las ideas expuestas en la carta, sino que reproducía textualmente, o casi, frases y hasta párrafos enteros de la misma, con algún que otro cambio requerido por la delicadeza (los «pelitos de los cojones del ginete», por ejemplo, se han metamorfoseado, decorosamente, en los «pelitos del brazo» del mismo personaje).

En aquella carta Dalí había declarado: «Presisamente estoy convencido que el esfuerzo oy en poesia solo tiene sentido con la evasión de las ideas que nuestra inteligencia a ido forjando artificialmente, asta dotar a estas de su exacto sentido real», añadiendo en una posdata que «El surrealismo es uno de los medios de Evasion. Es esa Evasion lo importante». No era la primera vez que Salvador había suscitado en sus cartas a Lorca el tema de la evasión estética. Pero sus palabras acerca de ello en esta contundente epístola teórica (tal vez la última carta que le escribiría al poeta hasta pasados varios años) hacen mella especial en la sensibilidad de Lorca, teniendo el efecto de hacerle meditar profundamente sobre su postura estética actual y de que él también empiece a defender una teoría de evasión poética. Una indicación del cambio que se está operando en el espíritu del poeta, después de su etapa «aséptica», la encontramos en una carta de principios de otoño a Jorge Zalamea, en la cual alude otra vez a la crisis que le sacude, y se refiere a la poesía que ahora le ocupa:

Has debido pasar un mal verano. Ya afortunadamente entra el otoño, que me da la vida. Yo también lo he pasado muy mal. Muy mal. Se necesita tener la cantidad de alegría que Dios me ha dado para no sucumbir ante la cantidad de conflictos que me han asaltado últimamente. Pero Dios no me abandona nunca. He trabajado mucho y estoy trabajando. Después de construir mis Odas, en las que tengo tanta ilusión, cierro este ciclo de poesía para hacer otra cosa. Ahora tengo una poesía de abrirse las venas, una poesía evadida ya de la realidad con una emoción donde se refleja todo mi amor por las cosas y mi guasa por las cosas. Amor de morir y burla de morir. Amor. Mi corazón. Así es.

Todo el día tengo una actividad poética de fábrica. Y luego me lanzo a lo del hombre, a lo del andaluz puro, a la bacanal de carne y de risa. Andalucía es increíble. Oriente sin veneno, Occidente sin acción. Todos los días llevo sorpresas nuevas. La bella carne del Sur te da las gracias después de haberla pisoteado.

A pesar de todo, yo no estoy bien ni soy feliz. Hoy hace un día gris en Granada de primera calidad. Desde la Huerta de San Vicente (mi madre se llama Vicenta) donde vivo, entre magníficas higueras y nogales corpulentos, veo el panorama de sierras más bello (por el aire) de Europa…

Al final de la carta añade una posdata:

¡Qué estés alegre! Hay necesidad de ser alegre, el deber de ser alegre. Te lo digo yo, que estoy pasando uno de los momentos más tristes y desagradables de mi vida.[113]

Poesía «de abrirse las venas», poesía «evadida ya de la realidad»: ¿se refiere Lorca con ello a Nadadora sumergida y Suicidio en Alejandría, publicadas en el número de L’Amic de les Arts correspondiente al 30 de septiembre de 1928? Es probable, puesto que, en la carta del poeta a Sebastià Gasch que acompaña los dos textos, carta ya citada, llama a éstos «poemas», explicando: «Naturalmente, están en prosa porque el verso es una ligadura que no resisten. Pero en ellos sí notarás, desde luego, la ternura de mi actual corazón».[114]

Ahora bien, en estas mismas fechas, Lorca prepara, para la inauguración de la temporada 1928-1929 del Ateneo granadino, una conferencia que titulará «Imaginación, inspiración y evasión en la poesía». El manuscrito de la conferencia, pronunciada el 11 de octubre, no se conoce, pero el resumen de ella, publicado —con amplias citas— en El Defensor de Granada al día siguiente basta para demostrar, otra vez, la influencia de Dalí en estos momentos sobre la estética del poeta, que se aleja ya resueltamente de la «asepsia» artística. Para Lorca, en el otoño de 1928, la imaginación poética —imaginación, según él, siempre limitada por la realidad— ya no le es suficiente. Ahora le atrae otra «lógica poética», la de la inspiración, donde «ya no hay términos ni límites, admirable libertad».[115] Acabado, pues, el culto a Góngora, a quien, en una versión posterior de la conferencia, Lorca denominará «el perfecto imaginativo, el equilibrio verbal, y el dibujo concreto»,[116] prima ahora el «hecho poético» que descubre la inspiración y que tiene, según Federico, sus propias leyes, aunque rompe con todo «control lógico». Y resume El Defensor así el siguiente pasaje, clave, de la charla:

Poesía en sí misma llena de un orden y una armonía exclusivamente poéticos. Las últimas generaciones de poetas se preocupan de reducir la poesía a la creación del hecho poético y seguir las normas que este mismo impone, sin escuchar la voz del razonamiento lógico ni el equilibrio de la imaginación. Pretenden libertar la poesía no solo de la anécdota, sino el acertijo de la imagen y de los planos de la realidad, lo que equivale a llevar la poesía a un último plano de pureza y sencillez. Se trata de una realidad distinta, dar un salto a mundos de emociones vírgenes, teñir los poemas de un sentimiento planetario. «Evasión» de la realidad por el camino del sueño, por el camino del subconsciente, por el camino que dicte un hecho insólito que regale la inspiración.

El poema evadido de la realidad imaginativa se sustrae a los dictados de feo y bello como se entiende ahora y entra en una asombrosa realidad poética, a veces llena de ternura y a veces de la crueldad más penetrante.[117]

Resulta fuera de duda aquí la influencia del pintor. Al afirmar que los poetas nuevos «pretenden libertar la poesía no sólo de la anécdota, sino del acertijo de la imagen y de los planos de la realidad», Lorca está pensando en una reciente carta de Salvador en la cual pontifica, con casi idénticas palabras: «La metáfora y la imagen han sido hasta oy anecdoticas, tanto es asi que hasta los mas puros e incontrables [sic] pueden ser explicados como un acertijo».[118] Mientras que, al referirse a la sustracción «a los dictados de feo y bello» conseguida por el poema «evadido de la realidad imaginativa», Lorca sigue teniendo presente la larga carta de Salvador sobre el Romancero gitano, en la cual el pintor afirmaba: «Feo. bonito? palabras que an dejado de tener todo sentido — Horror, eso es otra cosa, eso lo que nos proporciona lejos de todo estilo el conocimiento poetico de la realidad…)».

Con la conferencia «Imaginación, inspiración, evasión en la poesía» se vincula estrechamente el «Sketch de la pintura moderna», que Lorca terminó de preparar el 26 de octubre de 1928 y pronunció al día siguiente en el Ateneo de Granada al final de una «Noche de gallo» dedicada al arte contemporáneo. Este acto sería el último organizado por los redactores de la ya moribunda revista granadina. En su charla Lorca analiza la revolución cubista que, sobre las cenizas del «arte de representaciones» y del impresionismo, ha levantado la nueva pintura autónoma, y fija su atención en las tendencias actuales. Ganada la batalla del cubismo, empieza a invadir la pintura, en 1926, según el poeta, «un triste cerebralismo, un cansado intelectualismo». «¿Adónde vamos?» en esta situación, pregunta el conferenciante, y contesta: «Vamos al instinto, vamos al acaso, a la inspiración pura, a la fraganda de lo directo».[119] Es decir, al superrealismo. El poeta no lo dice, pero en sus palabras acerca del nuevo movimiento se está refitiendo también a la evolución de su propia obra:

Empiezan a surgir los sobrerrealistas, que se entregan a los latidos últimos del alma. Ya la pintura libertada por las abstracciones disciplinadas del cubismo, dueña de una inmensa técnica de siglos, entra en un período místico, incontrolado, de suprema belleza. Se empieza a expresar lo inexpresable. El mar cabe dentro de una naranja y un insecto pequeñito puede asombrar a todo el ritmo planetario, donde un caballo tendido lleva una inquietante huella de pie en sus ojos fijos y fuera de lo mortal.

La pintura, después del objetivismo agudo a que llegó en 1920, llega hoy sapientísima y vieja a un campo lírico donde tiene necesariamente, siguiendo un proceso biológico, que salir desnuda de su antigua piel, pintura niña, hermana de las estilizaciones de la época cavernaria y prima hermana del exquisito arte de los pueblos salvajes.[120]

Federico ilustra sus comentarios sobre los superrealistas con la proyección de un cuadro (tal vez más) del «joven pintor Dalí, levemente influido por Chirico», y de dos de Joan Miró, hacia quien el poeta expresa una admiración profunda. El manuscrito del sketch no registra más alusiones a Dalí, pero parece ser que Lorca improvisó un comentario sobre la obra de éste durante la proyección, ya que, en una carta a Sebastià Gasch, refiere lo siguiente: «Cuando yo proyecté y elogié los cuadros de Miró, se armó una cosa gorda, pero yo dominé al público y hasta los hice aplaudir… También proyecté cosas de Dalí, del que hice un gran elogio».[121]

No cabe duda, en definitiva, que Lorca considera ya cerrada su etapa «aséptica», etapa de contención, de disciplina, de límites y términos, y que espera del arte nuevo grandes hallazgos y logros. Al final de la charla, y hablando ahora en nombre del grupo de gallo, afirma su plena identificación con los valores del arte actual:

El arte tiene que avanzar como avanza la ciencia día a día en la región increíble que es creíble y en el absurdo que se convierte luego en una pura arista de verdad.

Antes de terminar quiero decir que nuestra posición es honrada. Que tenemos todos fe en lo que decimos y que ni las risas ignorantes ni el tachado de locos o de otras cosas nos importan nada. Nada en absoluto.

La fe y la alegría de una hermosa época futura está clavada, y forma parte de nuestras conciencias.[122]

La Oda al Santísimo Sacramento

Durante el otoño, o en las primeras semanas del invierno, Federico entrega a la Revista de Occidente las secciones «Exposición» y «Mundo» de su Oda al Santísimo Sacramento del Altar, que se publicarán en el número de la misma correspondiente a diciembre de 1928.[123] Como hemos visto, trabajaba ya, a principios del año, en este magno proyecto poético[124] cuya estructura cuatrimembre (después de «Exposición» vendrá la evocación de los «tres enemigos del alma»: el mundo, el demonio y la carne) estaría decidida, cabe pensarlo, desde los momentos iniciales de la composición. En agosto le había dicho a Jorge Zalamea que estaba «enfrascado» en el poema, mandándole dos estrofas de «Mundo»;[125] algunas semanas después le anunciaba que la oda se encontraba «ya casi terminada» y le envía esta vez, como vimos (pp. 580-581), las cuatro primeras estrofas de la sección tercera, entonces titulada «Demonio, segundo enemigo del alma».[126]

Por las mismas fechas Federico le informaba a Gasch que estaba trabajando en la «primera parte» de la oda («Exposición»)[127] y, poco tiempo después, que estaba ya «terminando» el poema.[128] Ello parece indicar que el poeta escribía entonces la cuarta, y última, sección de la oda («Carne») aunque, con toda probabilidad, ésta sólo la concluiría, así como «Demonio», en Nueva York en el otoño de 1929.[129]

Cuando «Exposición» y «Mundo» se publicaron en la Revista de Occidente llevaban la dedicatoria: «Homenaje a Manuel de Falla». Lorca sabía que el catolicismo del maestro gaditano —a quien consideraba un «santo»— no era sólo acendrado sino estrictamente ortodoxo. Es impensable, en vista de ello, que, al dedicarle al compositor estos fragmentos, hubiera tenido en cuenta la posibilidad de que éste se ofendiera ante la lectura de tales versos. Cabe deducir que, si Falla era católico ortodoxo, también creía parecerlo Federico en la parte de su poema ofrecido al público en las páginas de la prestigiosa revista de Ortega y Gasset.

Lorca le había dicho a Zalamea, al mentar el esfuerzo que le costaba componer la oda: «Es dificilísima. Pero mi fe la hará».[130] ¿Fe en sí mismo o en Cristo? Creemos que la segunda. Acosado por conflictos emocionales, sintiéndose, sin duda, rechazado por una sociedad extremadamente intolerante en su actitud hacia la heterodoxia sexual, el poeta vuelve a aferrarse, en este turbulento período de su vida, a su fe cristiana, fe nunca perdida del todo. Recordemos aquellas otras palabras a Zalamea: «Se necesita tener la cantidad de alegría que Dios me ha dado para no sucumbir ante la cantidad de conflictos que me han asaltado últimamente. Pero Dios no me abandona nunca».[131] Al aludir a esta crisis, utiliza, tanto con Zalamea como con Gasch, una terminología idéntica, homogénea. Se siente maltratado, baqueteado y asaltado por «conflictos de sentimientos muy graves», por «pasiones» que tiene que vencer. Teme sucumbir ante el embate. Y para luchar contra la desesperación recurre a su voluntad, se entrega febrilmente a su trabajo… y vuelve, siquiera temporalmente, al seno de la religión en que ha sido educado.

El Dios cantado por Lorca en «Exposición», el Dios presente en la Eucaristía, es el Cristo a quien el poeta, en los escritos de la adolescencia, expresaba una férvida devoción, contrastando el amor de Jesús por los hombres con la actitud de un Padre autoritario, ausente. El Dios que Lorca dice haber visto dentro del ostensorio, vivo en la hostia, «palpitante y desnudo, como un niño que corre / perseguido por siete novillos capitales»,[132] es el Cristo indefenso que muere en la cruz:

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.

Panderito de harina para el recién nacido.

Brisa y materia juntas en expresión exacta,

por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,

Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,

repetido mil veces, muerto, crucificado

por la impura palabra del hombre sudoroso.[133]

La segunda sección de la oda, «Mundo» —primer enemigo del alma—, arranca con la evocación de un desolador paisaje urbano que, más que reflejar el de Madrid (todavía, en 1928, capital pequeña, de proporciones humanas, con menos de un millón de habitantes y cuyo edificio más alto, no concluido hasta enero de 1930, será la Telefónica), prefigura la metrópoli neoyorquina que pronto conocerá personalmente el poeta. Estos versos escalofriantes demuestran que, meses antes de embarcarse Lorca para Estados Unidos, su poesía ya va rebasando el marco estrictamente español:

Noche de los tejados y la planta del pie,

silbaba por los ojos secos de las palomas.

Alga y cristal en fuga ponen plata mojada

los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores

con su afán impaciente de cuello seccionado.

En la casa del muerto, los niños perseguían

una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.

Ramera con los senos de cristal arañado.

Cables y media luna con temblores de insecto.

Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían

tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.

Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo

una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.[134]

Para el «desamparo» de este mundo pecaminoso, cruel y deshumanizado, donde los elementos naturales son sometidos a una sistemática mutilación y el hombre vive sin amor, en espantosa soledad, sólo el Cristo crucificado presente en la hostia ofrece solución; para el horror del mundo ante la muerte, sólo el sacramento puede ser «meta»:

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio

aquietaba la angustia del amor desligado.

Sólo tu Sacramento, manómetro que salva

corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste

donde naipe y herida se entrelazan cantando,

donde la luz desboca su toro relumbrante

y se afirma el aroma de la rosa templada.[135]

Mencionemos brevemente las evocaciones del segundo y tercer enemigo del alma. Hemos visto (p. 577) las estrofas iniciales de «Demonio». Para el poeta, el terrible poderío de este deslumbrante, bellísimo tentador reside, fundamentalmente, en su absoluta falta de amor al prójimo y en su sistemática explotación sexual del mismo. Al demonio de Lorca, encarnación del principio de carpe diem, sólo le interesa el placer del momento. No le importan nada las consecuencias de sus actos ni los sufrimientos de los demás. Y el poeta subraya que el pecado no es el sexo en sí, sino el sexo sin amor:

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente

ni el corazón clavado con besos y lancetas.

No es el dueño de todos los caballos del mundo

ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.

Permanecer. Quedarse en la luz del instante.

Permanecer clavados en su belleza triste

y evitar la inocencia de las aguas nacidas.[136]

Para combatir esta potentísima llamada dionisíaca sólo sirve el sacrificio de Cristo. El lenguaje del poema se vuelve de repente diáfano:

Para vencer la carne del enemigo bello,

mágico prodigioso de fuegos y colores,

das tu cuerpo celeste y tu sangre divina

en este Sacramento definido que canto.[137]

Sacramento maravilloso que, lanzando «semillas de alegría / contra los perdigones de dolor del Demonio», reconcilia al hombre con su sexualidad.[138]

En «Carne» el poeta desarrolla, con un lenguaje ya densamente simbólico, el tema de la dignificación de la sexualidad que, para él, ha supuesto el sacrificio de Cristo, sacrificio que, al mismo tiempo, abre la posibilidad de la resurrección de la carne:

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,

el gusto de tu sangre por los dientes helados.

Es tu carne vencida, rota, pisoteada,

la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte

que se llena de rosas concretas y finales.

Adán es luz y espera bajo el arco podrido

las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.[139]

Como ha señalado Eutimio Martín, Lorca no perderá jamás su fe en la posibilidad de la resurrección de la carne,[140] declarando en junio de 1936, poco antes de su asesinato: «¿No sabes que la Iglesia habla de la resurrección de la carne como el gran premio a sus fieles? El profeta Isaías lo dice en un versículo tremendo: “Se regocijarán en el Señor los huesos abatidos”… Las criaturas no quieren ser sombras».[141]

Es lógico que, ante poema tan denso y de expresión tan hermética, los críticos no estén de acuerdo acerca del grado de ortodoxia o heterodoxia que éste encierra. Pero, con todo, la intención de la Oda, cuya composición abarca más de un año, parece clara, constituyendo una desesperada oración a Cristo en la cual, baqueteado por problemas que amenazan con destruirlo, el poeta busca reconciliarse con la religión de su juventud y encontrar así una paz interior que le permita seguir viviendo.

Pero ¿por qué, si creía que la Oda al Santísimo Sacramento era «quizá el poema más grande» que hubiera hecho, se apresuró a publicar sólo la primera mitad del mismo en la Revista de Occidente? ¿Por qué no esperó un poco hasta tener completa la oda, ya casi terminada? Según la hipótesis de Eutimio Martín, quizá quería con ello «tantear el terreno para ver cómo reaccionaba el lector en general y el católico en particular», correspondiendo al mismo motivo la tardía dedicatoria a Manuel de Falla (que no figura en el autógrafo). Ésta, como hemos sugerido, indica que, para Lorca, la primera mitad del poema era ortodoxa. De acuerdo con la tesis de Martín, sabía perfectamente que la segunda mitad de la composición no lo era tanto. Si la reacción del público y de Falla ante la lectura de la parte ortodoxa del poema era negativa, ¿qué pensarían de «Demonio» y «Carne»?[142]

Tal vez la teoría del «tanteo» sea correcta. Sea como fuera, Lorca no tomó la precaución de mostrarle a Falla el fragmento antes de editarlo, ni de pedirle permiso para dedicárselo en la Revista de Occidente. Tal proceder revelaba una ceguera poco habitual en el poeta. ¿Cómo podía imaginar que el hipercatólico, escrupuloso y tímido Falla reaccionaría positivamente ante la imagen del Dios vivo en el ostensorio, «latiendo como el pobre corazón de la rana / que los médicos ponen en el frasco de vidrio», o ante la oposición establecida, en la estrofa siguiente, entre la nívea pureza de la hostia y «el mundo de ruedas y falos que circula»? La mera mención, sin paliativos, del órgano viril habría bastado, en otras circunstancias, para espantar al delicado músico. Pero más, mucho más le dolería en un contexto sagrado. Falla, que sólo vería casualmente los versos publicados en la Revista de Occidente, no dudaría en escribirle al respecto:

Granada, 9 de febrero 1929

Querido Federico:

Nada me había dicho usted de la obra que preparaba, ni esta vez —por consiguiente— que pensara dedicármela.

Ahora, al volver de Madrid Pepe Segura, me entero por él, y cuando quise procurarme un n.º de la Revista recibí el que ha enviado Adolfo Salazar para que leyera su artículo.*

No extrañe Vd. por lo tanto que no le haya escrito antes mi agradecimiento por el honor que su dedicatoria me hace.

A usted, que tan bien me conoce, no necesito decirle cuáles son las diferencias que nos separan ante el tema de su Oda. De ser tratado por mí lo haría con el espíritu puesto de rodillas, y aspirando a que toda la humanidad se divinizara por la virtud del Sacramento.

Y con ello, la ofrenda: oro, incienso y mirra. Puros; sin mezclas

Usted me entienda, Federico, y perdóneme si en algo le molesto. ¡Cuánto lo sentiría!…

Claro está que como siempre ocurre en sus obras, en esta hay bellezas y aciertos de expresión indiscutibles; pero tratándose de usted yo no podía ocultarle —como haría en otro caso mi impresión exacta. Ello sería contrario a la amistad y lealtad que le debo. — Pongo además mi esperanza en la versión definitiva y en el resto del poema.

Para don Federico y para Paco mis cariñosos recuerdos.

Todos los suyos están bien. Hoy he tenido el mucho gusto de verles.

Le abraza muy agradecido,

MANUEL DE FALLA[143]

* Adolfo Salazar, «La música española en tiempos de Goya», en Revista de Occidente, XXII (1928), 334-377.

No sabemos cómo reaccionó el poeta al recibir esta noble carta, que es de suponer contestaría en seguida (estaba entonces en Madrid). El hecho de que la respuesta no se encuentre entre la correspondencia de Falla, que guardaba meticulosamente las cartas que recibía, hace pensar que tal vez la destruiría, pensando que su contenido —presumiblemente íntimo— no debía ser leído por otros ojos. Pero esto es especulación. Lo cierto es que la publicación de «Exposición» y «Mundo» no supuso el enfriamiento del sincero afecto sentido por Falla hacia Federico, aunque sí parece probable que la reacción adversa del compositor hizo que Lorca acudiera con menos frecuencia, a partir de entonces, al carmen de la calle de Antequeruela Alta.[144]

Precisiones de fin de año

Hemos visto que, a principios de 1928, Lorca había anunciado, entre otros proyectos, el de pronunciar en la Residencia de Estudiantes una conferencia sobre «El patetismo de la canción de cuna española», tema, según él, «dificilísimo». No poseemos información alguna acerca de la elaboración de la misma, pronunciada en la Residencia el 13 de diciembre de 1928, pero cabe suponer que había ocupado al poeta asiduamente durante el año.

Conferencia bellísima esta de «Las nanas infantiles», en la cual el poeta bucea en el hondón del alma española, en la «viejísima y compleja sustancia de España», de España «el país de los perfiles», donde «un muerto es más muerto… que en cualquier otra parte del mundo».[145]

Al tratar de explicar la arraigada melancolía de las canciones de cuna, el poeta —dentro de quien palpita siempre su propia niñez— no olvida a las transmisoras de esta tradición poética y musical, las mujeres pobres del pueblo, «cuyos niños son para ellas una carga, una cruz pesada con la cual muchas veces no pueden».[146] La compasión que siente Lorca por estas desaventajadas madres la expresó ya en aquel juvenil escrito en prosa Mi pueblo, de 1916 o 1917, y a ella añade ahora su gratitud por la profunda labor cultural que, sin saberlo, llevan a cabo estas criaturas:

Estas nodrizas, juntamente con las criadas y otras sirvientas más humildes, están realizando hace mucho tiempo la importantísima labor de llevar el romance, la canción y el cuento a las casas de los aristócratas y los burgueses. Los niños ricos saben de Gerineldo, de don Bernardo, de Tamar, de los amantes de Teruel, gracias a estas admirables criadas y nodrizas que bajan de los montes o vienen a lo largo de nuestros ríos para darnos la primera lección de historia de España y poner en nuestra carne el sello áspero de la divisa ibérica: «Solo estás y solo vivirás».[147]

Es interesante constatar que, al volver después de cuatro meses de ausencia a la Colina de los Chopos, Federico sintió la necesidad de aludir públicamente a su amistad con Salvador Dalí, que tanto le preocupaba en estos momentos. Hablando de la presencia del «coco» en las canciones de cuna, recuerda: «Yo conocí a una niña catalana que, en una de las últimas exposiciones cubistas de mi gran compañero de Residencia Salvador Dalí, nos costó mucho trabajo sacarla fuera del local, porque estaba entusiasmada con los “papos”, los “cocos”, que eran cuadros grandes de colores ardientes y de una extraordinaria fuerza».[148] ¿A qué exposición «cubista» alude el poeta? La última muestra individual del pintor que se puede considerar como cubista fue la celebrada en las Galerías Dalmau en 1927. Pero sabemos que Lorca no estuvo entonces en Barcelona. Tampoco había visto la exposición de 1925, asimismo organizada por Dalmau. Tal vez todo el episodio de la niña catalana fue invento del poeta, cuya capacidad para la elaboración de mentiras «pequeñas» era ilimitada.

El 15 de diciembre, dos días después de pronunciada esta conferencia, Ernesto Giménez Caballero publica en La Gaceta Literaria una entrevista telefónica con Federico. Después de preguntarle por su familia, su infancia, sus estudios, sus amigos granadinos, Gecé quiere saber quiénes son los «camaradas habituales» del poeta en Madrid. «Dalí, Buñuel, Sánchez Ventura, Vicéns, Pepín Bello, Prados y tantos otros», contesta Federico.[149] La respuesta es reveladora, toda vez que tanto Dalí —nombrado primero entre estos camaradas— como los otros cinco amigos mencionados están ya fuera de la capital: Salvador se encuentra en Figueras o Cadaqués; Buñuel, Rafael Sánchez Ventura y Juan Vicéns andan por París; Pepín Bello está en Sevilla y Emilio Prados en Málaga. Los «días heroicos» de la Residencia pasaron hace ya tiempo, pero todavía viven dentro de Lorca en un eterno presente. En la respuesta del poeta a otra pregunta de Giménez Caballero («Dicen que se puede escribir un libro con tus aventuras de colegio, de Residencia. ¿Cuál te parece la más divertida?»), vuelve a surgir el nombre de Dalí:

La de la Cabaña en el desierto. Un día nos quedamos sin dinero Dalí y yo. Un día como tantos otros. Hicimos en nuestro cuarto de la Residencia un desierto. Con una cabaña y un ángel maravilloso (trípode fotográfico, cabeza angélica y alas de cuellos almidonados). Abrimos la ventana y pedimos socorro a las gentes, perdidos como estábamos en el desierto. Dos días sin afeitarnos, sin salir de la habitación. Medio Madrid desfiló por nuestra cabaña. También hemos encontrado nosotros eso de los «putrefactos», ya generalizado.[150]

No parece cierto que Federico y Dalí compartiesen durante mucho tiempo una habitación en la «Resi». Al propagar detalles como éste, Lorca quería realzar públicamente, sin duda, el hecho de ser íntimo amigo del pintor ampurdanés.

A Giménez Caballero le refiere que está preparando (se entiende que para su publicación) los siguientes títulos: Odas; Las tres degollaciones (que dice saldrán en La Gaceta Literaria); un tomo de teatro (Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín y Los títeres de cachiporra); un Libro de dibujos («de mi exposición de Barcelona»); y otros no especificados.[151] Que pensaba editar un libro de Odas se confirma, además, por una nota que acompaña los fragmentos de la Oda al Santísimo Sacramento dados a conocer este mismo diciembre en la Revista de Occidente: «De un libro próximo de poemas que se publicará con fotografías». Pero, con la excepción de dos de las «degollaciones», ninguno de los otros títulos se editaría en vida del autor.

En respuesta a la pregunta de Giménez Caballero «¿Cuál es tu posición teórica actual?», el poeta, en estos últimos días de 1928, confirma que ya, para él, pasó la etapa de la «asepsia» poética: «Trabajar puramente. Vuelta a la inspiración. Inspiración, puro instinto, razón única del poeta. La poesía lógica me es insoportable. Ya está bien la lección de Góngora. Apasionado instintivamente, por ahora».[152]

Ya está bien la lección de Góngora no sólo para Lorca sino para otros poetas del grupo, entre ellos Rafael Alberti. El poeta gaditano está pasando por una aguda crisis sentimental que se refleja en poemas explosivos y desgarrados que integrarán el libro Sobre los ángeles, editado al año siguiente. Y el 20 de diciembre, presentado por Pedro Salinas, lee una selección de los mismos en la Residencia de Estudiantes.[153]

Lorca se encuentra, con casi toda seguridad, entre el público, y cabe suponer que aquella tarde los dos poetas andaluces, amigos desde 1924, comentaron juntos el nuevo rumbo impuesto a su obra no sólo por imperativos internos sino por las circunstancias artísticas del momento. Como Lorca había dicho en su «sketch» de la pintura nueva, el creador auténtico no puede vivir ajeno a su época. Ni él, ni Dalí, ni Alberti eran excepciones a la regla.[154]