Zack y Quinn desplegaron el mapa de las montañas de las Cascadas sobre la mesa del cuarto de Zack, en el hotel del Afluente Norte.
Las propietarias del hotel, Kristy y Beth Krause, dos hermanas de mediana edad, habían abierto su pequeño establecimiento a primeras hora de la noche para la policía, así que cuando Zack y los demás llegaron a las dos de la mañana, ya les tenían varias habitaciones preparadas.
—La niebla era demasiado espesa para que los equipos de búsqueda de la policía del condado intentaran montar una persecución esta noche —dijo Quinn. Señaló una zona cercana a la falda de la montaña y el río Anchor—. Al menos una docena de hombres empezarán por aquí al alba provistos de perros. Tendremos a otros hombres con perros acercándose desde el otro lado. —Señaló el lugar, cerca del campamento de los Boy Scouts, donde Driscoll se había estrellado con la camioneta.
—Puede que esquive a nuestros hombres por la noche —dijo Zack—. Si no se para, llegará a la falda de la montaña por la mañana.
—Miranda dice que esta zona es casi intransitable. De manera que o tiene que seguir la Carretera 56 (y tenemos hombres discretamente apostados en diferentes sitios a lo largo de la carretera) o bien dar un rodeo hacia el río y seguirlo hasta el final.
»Existe una posibilidad —continuó Quinn— de que pudiera atravesar la Carretera 56 en un punto, lo cual lo situaría en este lado de la montaña. Allí hay varias casas de campo y zonas de acampada públicas. La temporada ya está un poco avanzada, pero la policía del condado ha enviado a varios agentes a todas las viviendas, primero, para alertar a cualquiera que se encuentre en ellas, además de para inspeccionar las casas vacías. Han pedido ayuda a los condados vecinos y también a los guardas forestales.
—El hotel está en esta zona. Si Driscoll cruza la carretera, podría acabar aquí.
—Esa es la razón de que la policía del condado haya enviado a dos agentes a este terreno.
Zack se pasó la mano por la cara.
—Yo debería de haber estado haciendo todo esto.
—¿Por qué? Para eso tienes un buen equipo contigo. La última semana has estado trabajando prácticamente veinticuatro horas al día. —Quinn le dio una palmadita en la espalda—. Durmamos un poco. Todo el terreno que se puede cubrir en las cuatro horas que faltan hasta que amanezca, ya ha sido cubierto.
El móvil de Quinn sonó, y Zack se puso tenso. ¿Malas noticias? ¿O habían capturado a Driscoll?
—Agente Peterson —respondió Quinn. Su relajación fue evidente—. Voy inmediatamente. Yo también te quiero. —Cerró el teléfono—. Era Miranda para decirme que fuera a acostarme.
—Es una buena mujer.
—Y no sabes ni la mitad. Cada vez que pienso en todo el tiempo que he perdido… —Su voz se fue apagando—. Esto… hace mucho tiempo que conozco a Olivia. Es muy importante para Miranda y para mí.
¿Qué se suponía que quería decir aquello? Zack arrugó la frente.
Quinn levantó la mano para detener lo que fuera que Zack estuviera a punto de decir. ¡Carajo!, Zack no sabía qué era lo que había estado a punto de decir, pero sintió una incomodidad evidente, como la de un adolescente que se enfrentara al padre de su novia después de haberla llevado tarde a casa.
—Lo que quería decir es que Olivia se ha echado el mundo sobre los hombros y no ha tenido mucho tiempo para sí. Se merece un poco de felicidad. Sobre todo, después de esto.
Zack mostró su acuerdo.
—En cuanto terminemos esto, nos vamos a ir unos días.
—Bien. —Quinn asintió con la cabeza. Parecía querer decir algo más. Entonces, añadió—: ¿Conoces esa sensación de cuando llevas un caso difícil y te enfrentas a un ultimátum, y no hay ninguna decisión que sea perfecta? ¿Cuándo, con independencia de lo que escojas, hay consecuencias?
—Siempre hay consecuencias, Peterson. Uno tiene que hacer lo que considera más adecuado.
—Exacto. Bien. Bueno. Descansemos un poco. Mañana será otro día largo.
Quinn se marchó, y Zack se puso taciturno. ¿De qué iba todo aquello? Bostezó y se frotó la cara. Estaba agotado, pero era imposible que pudiera dormir de inmediato; su cabeza estaba haciendo horas extras. Habían rescatado a Nina, sí, pero Driscoll seguía allí fuera.
Necesitaba una ducha, así que abrió el agua, se desnudó y se metió debajo del chorro del agua.
Cuando Olivia se había resbalado en la grieta, creía que se había matado en la caída. Habría sido terrible perderla. Cuando Zack la vio viva, por lo menos pudo volver a respirar. Y cuando la estrechó entre sus brazos, deseó no volverla a soltar. Aquel miedo gélido se había convertido en algo caliente y apremiante. Zack jamás se había sentido tan cerca ni tan vinculado a alguien.
Olivia había alargado la mano hacia él, y su pasión provocada por la adrenalina lo había llevado al límite; Zack había deseado hacerle el amor allí mismo. Ni por un momento se le había pasado por la mente el hecho de que estuvieran en mitad del bosque y rodeados de público.
En ese momento, su deseo redobló la intensidad.
¿Qué estaría haciendo Olivia en ese preciso instante? ¿Estaría durmiendo? ¿O, al igual que él, su mente estaría demasiado activa para desconectar?
Cerró el grifo y se secó, se volvió a poner los calzoncillos y empezó a dar vueltas. Pensó, no sin cierta excitación, en Olivia y sus labios; recordó la exuberancia de sus pechos bajo la bata mojada que llevaba puesta en la habitación del hotel aquella mañana; se acordó de la estela eléctrica que los dedos largos y suaves de Olivia le dejaban siempre que le rozaban la piel.
Esa noche no iba a poder dormir lo más mínimo, si no la volvía a besar.
Se puso los vaqueros, cogió la funda de la pistola y salió.
• • •
Olivia tampoco era capaz de dormir.
Por primera vez en su vida, deseaba acudir a un hombre; deseaba meterse en la cama al lado de Zack Travis y pedirle que le hiciera el amor.
Cuando se casó, no se había insinuado sexualmente ni una vez. Greg siempre sugería que tuvieran una cena romántica, que era su forma de empezar una velada romántica que acabara en la cama.
Ella sabía el motivo… que no era otro que el de su aversión a que la tocaran. Había tardado mucho tiempo en sentirse cómoda con Greg, y mucho tiempo en aceptar que la tocara. Pero en ese momento, y después de unos pocos días, ya no se estremecía ante la idea de que Zack lo hiciera. Ya no dudaba en alargar la mano para tocarlo, y ni siquiera para darle una palmadita en el brazo con total indiferencia.
Tendría que estar comatosa para no darse cuenta del cambio operado en su interior. Y aquello tenía tanto que ver con la manera en que Zack la trataba y le hablaba, la manera que tenía de respetarla y exigirle, como con su madurez interior.
¿Pero habría adquirido tanta fortaleza y aceptado el pasado, olvidándose de él, si Zack no hubiese entrado en su vida? Los dos acontecimientos estaban relacionados.
Se levantó de la cama y atravesó la habitación hasta el gran ventanal que dominaba el valle. Salvo sombras y una pradera apenas sugerida, no pudo ver mucho. Llevaba puesto un largo camisón de franela que le había prestado Kristy Krause cuando la amable mujer le recogió la ropa sucia para lavarla. Olivia se había duchado, y aún no se había secado el pelo, pero no tenía frío.
¿Qué debía hacer? ¿Debía cruzar sin más el pasillo, llamar a la puerta de Zack y arrojarse en sus brazos? Eso era lo que quería. Lo que necesitaba.
Pero ¿y si estaba equivocada respecto a él? Creía que Zack sentía algo más que un mero interés profesional por ella, pero teniendo en cuenta que no había salido con nadie desde Greg, no sabía si estaba interpretando la situación correctamente. Y considerando que los dos habían pasado los últimos cinco días con los nervios a flor de piel, trabajando sin parar en aquel caso, tal vez lo que estuviera percibiendo fuera aquella intensidad, y no ningún sentimiento personal entre ellos.
Sin embargo, no se trataba sólo del abrazo de esa noche después de haber rescatado a Nina. ¿Y qué pasaba con el beso en el coche mientras estaban en California? Zack había abierto el corazón de Olivia como esta nunca habría creído que fuese posible.
No le había contado toda la verdad a Zack. Se mordió el labio, debatiéndose. Tenía que contárselo; Zack se merecía saber que ella no era quién había pretendido ser. Pero eso podía esperar; tenía que esperar. En cuanto Driscoll fuese detenido, y el caso hubiese concluido, se lo contaría. Le explicaría con todo detalle lo que había hecho y por qué.
Sin duda, Zack lo comprendería; tenía que comprenderlo.
Dio un respingo al oír que llamaban a la puerta con los nudillos, aunque supo que era Zack. Casi tropezó al ir a abrirla, y se sintió como una adolescente tonta.
—Hola —dijo Olivia, retrocediendo un paso.
—Hola. —Zack dio un paso hacia ella y cerró la puerta tras él.
Iba sin camisa, y su pecho duro y desnudo quedó al nivel de los ojos de Olivia, que, sintiendo la boca repentinamente seca, separó los labios. Se pasó la lengua por ellos, avanzó un paso y le puso la boca en el pecho, respirando sobre la piel limpia y húmeda de Zack.
Él la rodeó con los brazos y le levantó la cara para atraerle la boca hasta la suya.
El beso no fue suave, ni siquiera amable, sino poderoso y ávido, y Olivia respondió con tanta pasión y avidez por él como Zack había mostrado por ella.
Zack gimió entre los labios de Olivia, y la besó con tanta ansiedad que Olivia estuvo a punto de quedarse sin resuello.
—Olivia, he tenido tanto miedo de perderte. De perderte antes de encontrarte realmente.
—Zack…
Sus pies dejaron de tocar el suelo repentinamente cuando él la levantó en vilo y la estrechó entre sus brazos. Su cabeza se volvió ligera, y la sintió asombrosamente vacía, y la necesidad de ser tocada hizo que todos sus sentidos se estremecieran.
Nunca había deseado que alguien la tocara, que la tocara íntimamente. En ese momento, no fue capaz de imaginar las manos de Zack en alguna otra parte que no fuera en su cuerpo; ni sus ojos fijos en ningún sitio como no fuera en ella; ni su respiración en ningún otro lugar que en su cuello.
La piel de Zack estaba caliente al tacto, y Olivia se asombró de la enorme cantidad de calor que generaba. Nunca más volvería a necesitar un camisón de franela, para qué hablar de una manta, si Zack dormía junto a ella todas las noches.
La tumbó en la cama y se quitó los vaqueros, quedándose en calzoncillos, y su cuerpo grande y firme se cernió sobre el suyo. Olivia tragó saliva, alargó las manos hacia él, y Zack se acercó.
Entonces, le metió las manos por debajo del camisón y le aferró los pechos, y con los pulgares trazó círculos alrededor de los pezones, hasta que estos se convirtieron en unos nudos duros. El frío que había ocupado el corazón de Olivia durante la mayor parte de su vida se derritió ante las insistentes y atinadas caricias.
Olivia soltó un grito ahogado y le rodeó el cuello con los brazos para atraerle la cara hasta la suya, y se ensimismó con los besos precisos de Zack.
El fuego que creció en su interior no se parecía a nada que ella hubiese experimentado con anterioridad. Nada de besos lentos ni de paciente seducción; Zack se centró de inmediato en todo el cuerpo de Olivia, y todos y cada uno de los poros de la piel de ella ansiaron su atención. Olivia restregó el cuerpo contra él con una desvergüenza y una libertad insólitas para ella.
Zack estaba sacando una pasión de su interior como ella no había imaginado jamás que fuera capaz de alcanzar.
La boca de Zack le abrasaba la piel allí por donde arrastraba los labios; su lengua le dejó un rastro caliente al bajar por el cuello, meterse detrás de la oreja y martirizarle el lóbulo. Olivia nunca había sabido que su cuello, sus orejas y sus hombros fueran tan sensibles, ni que los besos ardientes y los gemidos de ansiedad pudieran producirle aquellas sacudidas de calor pulsátil que le recorrían el cuerpo en oleadas.
El camisón la estaba frustrando; quería sentir el cuerpo caliente de Zack contra su piel desnuda, así que trató de zafarse de la prenda como pudo.
Cuando Zack advirtió que estaba intentando quitarse el camisón de franela, bajó las manos y con un rápido movimiento se lo sacó por la cabeza.
Se quedó contemplando fijamente el cuerpo de Olivia bajo la débil luz de la noche. No llevaba nada debajo, y Zack la encontró perfecta.
Era menuda pero llena de curvas, con unos pechos exuberantes y caderas amplias. Su figura de reloj de arena apenas se intuía bajo aquellos trajes de chaqueta funcionales. Desnuda, Olivia era un sueño de erotismo.
Zack bajó las manos por sus costados, siguiendo el contorno, disfrutando del tacto. Jamás olvidaría aquel momento, la primera vez que le tocaba el cuerpo desnudo, la primera vez que la tenía en la cama.
Contó con hacerlo muchas más veces.
Puso los brazos a ambos lados de la cabeza de Olivia y contempló su expresión. Con los ojos cerrados, su piel de porcelana estaba roja por el deseo. Zack se inclinó para besarla. Con suavidad; muy lentamente. Olivia era demasiado especial para correr, demasiado apetecible para esperar. Él lo quería todo en ese mismo instante, y sin embargo ansiaba tener tiempo para paladear cada roce, cada beso, cada necesidad.
Los pechos de Olivia ascendían con cada inspiración. El pulso le latía en el pecho, «bumbum, bumbum», acompasado al jadeo ansioso de Zack. La besó en el lugar donde le latía el corazón, tras lo cual le trazó un círculo con la lengua por todo el pecho, disfrutando de la reacción así provocada. Olivia alargó las manos hacia él, le agarró los hombros y se los apretó. Cuando la lengua de Zack le rozó el endurecido pezón, gimió.
Zack la cogió por la nuca, se enroscó el sedoso pelo de Olivia en las manos y le chupó los pezones; primero uno, luego el otro. El tiempo se detuvo; sólo estaban ellos dos, y el único objetivo de Zack era darle placer.
Él la deseaba. La necesitaba. Zack actuaba sin precipitación; lo que más le importaba era el placer de Olivia. Ella reaccionaba a todas sus caricias, gemía cuando la boca de Zack encontraba un punto no besado que devorar. Los besos lentos y acariciadores se volvieron apremiantes; los besos apremiantes se convirtieron en tiernos susurros.
Todo el cuerpo de Olivia vibró con el calor y las expectativas. El apasionado ataque de Zack, que había empezado siendo suave y dulce, era ya intenso y atrevido. Pero no era suficiente; ella quería más. Olivia se sentía descontrolada, concupiscente, ávida.
Las manos de Zack no paraban de moverse, tocándole el pelo, el cuello, los hombros; dejándole el rastro de una leve caricia por el brazo; cogiéndole las manos y apretándoselas con fuerza, mientras le chupaba los pechos y apretaba su cuerpo duro contra el de ella.
Volvió a subir por el cuello, dejándole un rastro de besos hasta que encontró su boca. Olivia le puso las manos en la cara y lo sujetó para ella, besándolo apasionadamente mientras él la embestía. Olivia no podía obtener todo lo que quería de él, de su cuerpo, de la fuerza de sus labios, y se encontró recorriéndolo con las manos, acercándolo para sentir su dura musculatura de piedra al apretarse contra su carne más suave.
—Olivia —le susurró al oído, y acto seguido le mordisqueó el lóbulo de la oreja. Ella jadeó cuando la ardiente sensación le envió por todo el cuerpo un cosquilleo aún más ardiente desde la oreja.
—Hazme el amor —le susurró ella con voz ronca.
Zack le soltó los brazos y bajó por su cuerpo, besándola y saboreándola hasta que Olivia se retorció con una dulce inquietud, deseando que él acabase lo que había empezado y dejase de torturarla.
—Zack —murmuró, incapaz de pronunciar otra palabra cuando la boca de Zack alcanzó la cara interior del muslo. Olivia jadeó, y sus nervios le produjeron un hormigueo por todo el cuerpo, provocándole calor y frío alternativamente. La lengua caliente de Zack bajó trazando círculos y siguió bajando hasta que la besó en la rodilla; y en la pantorrilla; y en el pie. Hasta ese momento, Olivia jamás habría imaginado que la pierna fuese semejante dechado de energía erótica. Pero cuanta más atención le prodigaba Zack a sus piernas, mayor se iba haciendo su deseo de que le hiciera el amor.
Ningún hombre había puesto jamás tanto interés sólo en besarla. Pero aquellos no eran unos simples besos. Zack no dejaba ni un milímetro de piel sin tocar. Besaba, frotaba, chupaba y respiraba sobre todos y cada uno de los poros del cuerpo de Olivia. Ella era incapaz de ver, incapaz de oír; excepto el tacto, todos sus sentidos habían desaparecido. Ignorante hasta ese momento de semejante experiencia táctil, el más ligero susurro sobre la piel la excitaba y le dificultaba la respiración.
La boca de Zack volvió a encontrar su oreja.
—Quiero hacerte el amor.
—Sí —jadeó Olivia—. ¿Estás… esto… preparado? —Aborrecía preguntarlo, pero ya no tomaba la píldora. No había vuelto a hacerlo desde el divorcio.
—Lo estoy —susurró Zack.
Olivia observó como Zack se quitaba el calzoncillo y deslizaba un condón sobre su rígido pene. Nunca había observado a un hombre penetrarla, y se humedeció los labios, sintiendo alternativamente vergüenza y una profunda excitación.
Zack miró fijamente a Olivia, su piel enrojecida, los pezones enhiestos, los labios hinchados. Sería capaz de estar contemplándola toda la noche, de abrazarla eternamente. Olivia alargó las manos hacia él, y Zack se inclinó hacia abajo y la besó son suavidad, pero los labios de ella se apretaron con más fuerza, atrayéndolo, instándolo a continuar. Olivia le bajó las manos por la espalda acariciándolo, y la levedad de su tacto se hizo casi insoportable.
Zack sintió la necesidad de estar dentro de ella.
Le separó las piernas con dulzura y le tocó su más recóndita humedad. Olivia jadeó y se retorció contra el dedo de Zack. Entonces, este sustituyó el dedo por su verga, y empezó a penetrarla poco a poco, al tiempo que le rodeaba la espalda con un brazo, y las nalgas con el otro.
El cuerpo de Olivia se tensó, y él dejó de moverse.
—¿Estás bien? —Lo último que Zack deseaba era hacerle daño.
—Ha pasado bastante tiempo —le susurró Olivia al oído.
—No te haré daño, Liv. Nunca te haría daño.
—No me lo vas a hacer. —Olivia lo besó en el cuello, y unos ligeros jadeos salieron de su garganta mientras Zack volvía a acomodar su cuerpo, saliendo de ella lo suficiente para ponerle los brazos a ambos lados de la cabeza.
Contempló el hermoso rostro de Olivia, le besó los labios rojos y dijo:
—Abre los ojos, cariño.
Lentamente, Olivia los abrió como si estuviera en un profundo y agradable sueño.
—Quiero contemplarte —dijo Zack, y la volvió a besar.
Esta vez, se impulsó dentro de ella y no retrocedió. Lento y constante. Olivia estaba excitada y tensa, y la idea de que él era el primer hombre en años al que ella había confiado su cuerpo, hizo que Zack se emocionara, y aumentara su excitación.
Zack se metió completamente dentro de ella, y Olivia volvió a jadear. Se detuvo para dejar que el cuerpo de Olivia se acostumbrara al suyo. Los ojos de Olivia examinaron su rostro. ¿Qué estaba buscando? ¿Qué veía en él?
¿Veía acaso que la quería de una manera de la que Zack ni siquiera se había creído capaz? ¿Veía una necesidad que él saciaba? La besó en los labios, y quiso decirle que aquella no sería la última vez. Pero eso tendría que demostrárselo el beso, y el tacto tendría que convencerla.
Olivia contuvo la respiración mientras Zack la llenaba. Ella lo miró a la cara, y lo que vio fue una excitación descarnada, en la que todos los pensamientos y actos de Zack estaban concentrados en ella. Todas y cada una de las terminaciones nerviosas del cuerpo de Olivia quisieron aparearse con Zack. Y este llevó el deseo sexual a un nivel superior.
Olivia se movió lentamente, y él lo interpretó como que ella estaba preparada. Olivia no sabía si lo estaba; lo único que deseaba era sentir cómo se movía dentro de ella.
Lentamente, Zack se retiró y volvió a impulsarse aún más profundamente, y la punta de su pene bailó contra el cérvix de Olivia, creando una sensación completamente nueva. Ella jadeó. Zack volvió a repetir el movimiento; se salió lentamente y volvió a entrar con suavidad, y siguió balanceándose hasta que Olivia hizo una larga y temblorosa inspiración.
Entonces, ella empezó a moverse con él. Al principio, con vacilación, insegura de sí misma. Nunca había sido la incitadora; jamás había deseado tanto el sexo como para exigir. En ese momento, no podía conseguir todo lo que quería. Estiró las manos para encontrar las de Zack y se las apretó, mientras una oleada de sensaciones la inundaba. El sudor cubría el cuerpo de ambos. Olivia ya no podía decir dónde acababa él y empezaba ella. Se agarraron de las manos, y Zack las sujetó a ambos lados de la cabeza de Olivia, sujetándola a ella a la cama, sin desviar ni un ápice la atención del pene introducido en ella, penetrándola lentamente, sin prisas.
El coito pausado y silencioso no duró. Zack empezó a moverse más deprisa encima de ella, y los profundos gruñidos de su garganta no hicieron sino excitarla aún más. Olivia acompasó su ritmo al de Zack, y dentro de ella se desató un tornado que aceleró sus jadeos e hizo que su cuerpo empezara a girar sin control.
—¡Ah, Dios mío! —dijo Olivia sedienta, sudorosa, agotada.
—Olivia —le susurró Zack contra el pelo, empujando aún más dentro de ella y conteniéndose.
Juntos, prolongaron la culminación del acto hasta que estuvieron empapados y saciados. Zack rodó sobre su costado, arrastrando a Olivia con él mientras le salpicaba el rostro con lentos y lánguidos besos, hasta que alcanzó su boca.
Entonces, se la devoró, dejándola casi tan exhausta como el orgasmo.
Olivia suspiró y se relajó entre sus brazos. Tranquila.
Zack la abrazó, y la estrechó con fuerza contra él. No quería soltarla.
Entre ellos había habido algo más que sexo. ¿Cuánto significaba aquella mujer para él? Mucho, mucho más de lo que él habría pensado antes de meterse juntos en la cama.
La respiración de Olivia se fue haciendo regular, fácil, y Zack se dio cuenta de que se había quedado dormida.
La contempló en la penumbra. Dormida, parecía vulnerable, una palabra que él normalmente no asociaba con Olivia.
Tuvo una ligera palpitación, aunque suficiente para cuestionar sus propios sentimientos.
Amor; no era una palabra que él asociara normalmente con las mujeres.
Pero que categóricamente asociaba con aquella mujer.