LA MISIÓN
1938-1944
«Nos queda un largo camino por delante. Encontraremos a quienes sean capaces de cumplir, tan cierto como que el sol sale todos los días. Quienes falsean su reputación, abundan en discursos ingeniosos y banales y buscan deslumbrar a base de apariencias serán descubiertos y arrojados por la borda. Un liderazgo firme […] y una determinación férrea para encarar el desaliento, el riesgo y las avalanchas de trabajo sin pestañear serán siempre los atributos de quien se halle al mando de una unidad con vocación de triunfo. Deberá tener, además, una buena imaginación; de continuo me llevo las manos a la cabeza al ver cuán poco abunda la imaginación. […] Por último, deberá ser capaz de olvidarse de sí mismo y de su suerte personal. Ya he relevado a dos oficiales por no preocuparse más que de “injusticias”, “atropellos”, “prestigio” y… ¡por el amor del cielo!».
Comandante supremo Dwight David Eisenhower, en una carta al general Vernon Prichard, 27 de agosto de 1942
«Creo que si al principio obtuvimos resultados, fue porque nadie nos conocía y nadie nos molestaba; y porque no teníamos dinero».
John Gettens, Departamento de Conservación del Museo Fogg, describiendo los avances científicos realizados con George Stout, 1927-1932
LOS HOMBRES DE MONUMENTOS
Los hombres de Monumentos fueron un grupo de hombres y mujeres de trece países, de quienes la mayoría prestaron servicio como voluntarios en la recién creada sección de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, o MFAA. La mayor parte de los voluntarios de primera hora contaban con experiencia como directores de museo, conservadores, estudiosos y profesores de arte, artistas, arquitectos y archiveros. La descripción de su trabajo era bien simple: salvaguardar cuanto fuera posible del legado cultural europeo mientras durasen las hostilidades.
La creación de la sección MFAA fue un experimento que hizo historia. Por vez primera, un ejército marchaba a la guerra procurando reducir al mínimo posible los estragos culturales, aun careciendo de medios de transporte, pertrechos, personal o precedentes históricos. A primera vista, los hombres a quienes se encomendó esta misión tenían bien poco de héroes. Los primeros sesenta que sirvieron en los campos de batalla del norte de África y Europa hasta mayo de 1945, la primera etapa que cubre esta historia, eran en su mayoría personas de mediana edad, sobre la cuarentena. El mayor de ellos, un «viejo e indestructible[1]» veterano de la primera guerra mundial, contaba sesenta y seis años; sólo cinco estaban entre los veinte y los treinta. Los más tenían familia y un buen empleo, pero todos eligieron unirse a la causa bélica ingresando en la sección de Monumentos, Bellas Artes y Archivos y luchando y dando la vida por aquello en lo que creían. Es para mí un orgullo presentárselos al lector y narrarle, lo mejor que sepa, sus formidables hazañas.