EL DECRETO NERÓN DE HITLER
Berlín, Alemania
18 y 19 de marzo de 1945
Albert Speer, el arquitecto personal de Hitler y ministro nazi de Armamento y Producción Bélica, estaba totalmente desconcertado. Speer no era miembro de primera hora del Partido Nazi —su número de afiliado era el 474.481—, aunque mantenía una estrecha relación con Hitler desde mediados de la década de 1930. Al Führer le gustaba dárselas de arquitecto aficionado y profesaba especial simpatía hacia los «artistas». Durante el decenio que trabajaron juntos, Speer no había desobedecido nunca una orden directa, pero en los últimos tiempos Hitler había concebido un plan para destruir las infraestructuras alemanas —puentes, vías férreas, fábricas, almacenes— con el propósito de impedir el avance del enemigo. Durante semanas, Speer había logrado mantener a Hitler dentro de los límites de la prudencia y la contención.
Sin embargo, el 18 de marzo de 1945, Speer recibió la noticia de que cuatro oficiales habían sido ejecutados a instancias de Hitler por negarse a volar el puente de Remagen, permitiendo con ello que los Aliados cruzasen el Rin. Temeroso de que la caída de Remagen fuera la excusa que Hitler necesitaba para poner en práctica su política de «tierra quemada», Speer se apresuró a redactar un memorando de veintidós páginas acerca de los efectos nefastos de una destrucción planificada. En él se lee: «Si se vuelan los numerosos puentes de ferrocarril que hay sobre los pequeños canales y valles del Ruhr, o se destruyen los viaductos, la cuenca ni siquiera podría volver a producir lo necesario para reconstruirlos».[163] Más pesimista aún se mostraba con respecto al efecto sobre las ciudades alemanas: «La consecuencia de las voladuras de puentes previstas para Berlín habría sido la insuficiencia en los abastecimientos alimenticios de la ciudad y habría hecho, además, imposible durante años la producción industrial y la vida en ella. Así pues, estas voladuras habrían supuesto la muerte de Berlín».
El 19 de marzo, tan sólo un día más tarde, recibiría la respuesta del Führer, que llegó en forma de orden a todos los oficiales militares:[164]
El Führer
Cuartel del Führer
19 de marzo de 1945
La lucha por la existencia de nuestro pueblo obliga, también dentro del territorio del Reich, a emplear cualquier medio que pueda debilitar la combatividad del enemigo e impedir que continúe su penetración. Deben aprovecharse todas las posibilidades para dañar al máximo, directa o indirectamente, la potencia de ataque del enemigo. Es una equivocación creer que las instalaciones (de transporte, de comunicaciones, industriales o de abastecimiento) no destruidas o sólo temporalmente paralizadas podrán ser utilizadas en nuestro beneficio una vez que se hayan reconquistado los territorios perdidos. En su retirada, el enemigo sólo dejará una tierra quemada y no tendrá ninguna consideración hacia la población de dichos territorios.
Por consiguiente, ordeno:
Adolf Hitler