ARTE EN MOVIMIENTO
La mansión de Göring en Carinhall
13 de marzo de 1945
Tras arrebatar Polonia a los nazis, el Ejército Rojo cruzó el Oder y entró en Alemania el 8 de febrero de 1945. Durante los días anteriores, convoyes de autobuses y camiones habían empezado a evacuar Carinhall, la quinta que Hermann Göring utilizaba como pabellón de caza, galería de arte y palacete imperial, situada en el bosque de Schorfheide, al noreste de Berlín. Los artículos se llevaron hasta una estación próxima, donde se los cargó a bordo de los dos trenes privados de Göring, a los que tuvieron que engancharse once vagones adicionales. El cargamento era predominantemente de arte.
Un mes después, el 13 de marzo de 1945, Walter Andreas Hofer, el hombre a cargo de la colección de arte de Göring, llenó otro tren con más artículos de la preciosa colección del Reichsmarschall. Göring, más preocupado por el destino de sus posesiones privadas que por la pérdida del este de Alemania, había visitado Carinhall y elegido en persona las piezas que debían incluirse en cada remesa. Su primer impulso fue renunciar a las obras adquiridas a través del ERR en París. Göring, que se jactaba de su honestidad, sabía que, llegado el caso, no sería difícil demostrar que aquellas piezas habían sido obtenidas de manera ilegítima. Pero Hofer, que no estaba de acuerdo, logró convencer al Reichsmarschall, y al final, la mayor parte de las obras procedentes del Jeu de Paume fueron trasladadas, junto con otros cientos, a las residencias que Göring tenía más al sur, lejos del Ejército Rojo.
Él y su mujer se llevaron consigo varias pinturas importantes de pequeño formato, entre ellas seis de Hans Memling y una de Rogier Van der Weyden. Según Göring, las obras representaban una garantía económica en caso de desastre. Su esposa se llevó también consigo una de las posesiones más queridas por el Reichsmarschall, el Cristo con la mujer adúltera de Jan Vermeer. Después de haber perdido frente a Hitler otros dos Vermeer (de los treinta y ocho que por entonces se creía que había pintado el maestro), Göring no estaba dispuesto a dejar que ése se le escapara de las manos. Lo había obtenido a cambio de la friolera de 150 cuadros.
Otras piezas tuvieron que quedarse en Carinhall. Tras años de «adquisiciones» —Hofer no quería ni oír mencionar la palabra «saqueo»—, el Reichsmarschall había reunido miles de valiosas obras de arte. Las paredes de los pasillos y salones de Carinhall estaban repletas de cuadros, colgados a veces en columnas de tres debido a la continua falta de espacio. Había cuadros colgando incluso encima de las puertas y alrededor de los muebles, sin distinción alguna de períodos o estilos. A falta de buen gusto, en el Reichsmarschall primaba la cantidad por encima de la calidad, y aquel ostentoso despliegue era la prueba. La mayoría de marchantes europeos sabían que era un hombre incauto e incapaz de resistirse a la tentación de un nombre famoso, y a menudo intentaban endosarle obras menores de artistas famosos. Poseía treinta pinturas del maestro holandés Jacob Van Ruisdael, un número casi igual de obras de François Boucher y más de cuarenta cuadros del pintor holandés Jan Van Goyen, además de sesenta obras de su artista preferido, el gran maestro alemán Lucas Cranach el Viejo.[156] Hofer había intentado dar un poco de forma y empaque a la colección trasladando las piezas de menor calidad a las residencias secundarias de Göring en Veldenstein y Mauterndorf y almacenando lo mejor de la colección en el búnker antiaéreo de Kurfürst, pero aun así era del todo imposible que dos trenes, por largos que fueran, bastasen para contener los tesoros de Carinhall. Con el Ejército Rojo a menos de ochenta kilómetros, Hofer sabía que quizá el segundo cargamento fuera el último, y la idea de tener que abandonar algunas obras le revolvía las tripas.
El último cargamento partiría a principios de abril, pero ni así se logró vaciar Carinhall. Muchas de las estatuas de mayor peso y obras decorativas habían sido enterradas en el terreno de la mansión. Algunos de los cuadros de mayores dimensiones y varios muebles saqueados por el ERR seguían en su lugar en los salones. El cuerpo de la primera mujer de Göring, Carin, en cuyo honor se había bautizado la casa, se enterró en un bosque cercano.[157] Después de esto, la mansión se llenó con varias toneladas de explosivos. Göring había dado órdenes a los expertos de la Luftwaffe para que se encargaran de destruir la casa. El Reichsmarschall no tenía ninguna intención de dejar sus preciadas posesiones en manos de los soviéticos, aunque ello supusiera volar por los aires su palacete imperial y todo cuanto éste contenía.