Capítulo XV

EL COMIENZO DE LA AGONÍA

Después de la batalla de Teruel, Castro comenzó a desconfiar de todo y de todos. Él no era un hombre dado a engañarse. Estaba acostumbrado por una educación política de años a buscar obstinadamente la realidad de cada momento. El hacerse ilusiones, el soñar le estaba prohibido en aquellos momentos; dejaba el soñar para la vejez, para esa hora en que no teniendo nada que hacer en la vida no es pecado perder el tiempo. ¿Comprendía el general Rojo la situación de gravedad que se había creado para la España republicana? ¿Les preocupaba mucho a los consejeros rusos esta evidente gravedad? ¿Comprendía el Partido la situación militar o engañaban los consejeros rusos al Partido sobre la verdad de una situación que ofrecía una trágica perspectiva?

«¡Tendrás que hablar, Castro; tendrás que hablar!… ¡Si los demás no hablan allá ellos, pero tú tendrás que hablar!»… «El silencio comienza a ser un crimen contra el Partido, contra la revolución, contra el socialismo… «Y si el Partido, por razones que desconozco, no quisiera creerme. ¿qué haces entonces?… Sólo hay un camino: equivocarse con el Partido. Costará muchos muertos, costará la victoria, habrá que esperar años terribles para comenzar de nuevo, quién sabe cuántos años, pero para mí no existe el dilema: «Vale más equivocarse con el Partido que, tener razón contra el Partido»… No era ésta la única preocupación de Castro. Había otra extraordinariamente importante que había nacido de su observar a los combatientes, que había nacido a través de la etapa decisiva que había comenzado con la batalla del Norte: los hombres son mejores soldados que ayer pero los hombres odian menos que ayer. La «fórmula» ha comenzado a falsificarse. Ya no es una guerra de exterminio, es simplemente una guerra y esto no es bastante. Y recordaba mentalmente aquellos días en que el enemigo era todo el que «no estaba con nosotros»… ¿Qué importaba que fueran hombres o soldados; qué importaba que fueran jóvenes o viejos; qué importaba que fueran hombres o mujeres? El enemigo era enemigo sin que este concepto pudiera ser debilitado por la edad o por el sexo.

¿De quién era el pecado?… ¿De los Partidos y sindicatos?… ¿Del Partido?… ¿De los comisarios?… Era un pecado mortal que abarcaba a todos y que había comenzado a convertirse en el cáncer de nuestra lucha. Ayer todo era frente; hoy hay frente y retaguardia.

Ayer la «fórmula» se aplicaba ininterrumpidamente, matemáticamente, íntegramente. Hoy la «fórmula» se ha dosificado, se ha minimizado. Se habla mucho, pero se mata poco.

Ayer a los militares profesionales que dirigían nuestra guerra se les exigía algo más que fidelidad al régimen; se les exigía capacidad. Y se castigaba sin ruido con la pena de muerte. Hoy la dirección militar de la guerra está en sus manos. Y nadie les pide cuentas. Y pasan meses y meses y se pierden batallas y más batallas y los que las perdieron siguen mandando unidades, siguen dirigiendo la guerra… Mueren millares de hombres, pero no se «muere» este coronel ni aquel general…

La «fórmula».

La «fórmula».

Sólo la «fórmula» puede, como ayer, llevar el miedo al alma de todos nuestros enemigos, de los que están en las trincheras y de los que están entre nosotros… «Estoy convencido de que el camarada Tomás era tan importante como el general Rojo»… «Estoy convencido de que el hotelito de la calle de Serrano era tan importante como el Estado Mayor Central… Porque el Estado Mayor Central sólo sabe hacer la guerra en un solo frente, en el frente militar; mientras que aquel pequeño grupo sabía hacer la guerra además de en los frentes en la retaguardia, una guerra cruel y difícil, una guerra que jamás sabrán hacer los generales, una guerra sin la cual puede perderse la guerra»…

«Nuestro terror se ha debilitado.»

«Esto es grave.»

«Y se les tiene hoy más miedo a ellos que ellos a nosotros» «¿No verá esto el Partido?»

«Nuestro error ha sido aceptar tan sólo los Ministerios de Agricultura y de Instrucción Pública… ¡Este ha sido nuestro error!… ¿Qué puede hacer un socialista en el Ministerio de Gobernación?… Hoy los fascistas que están en nuestra zona toman café y les da el sol, mientras que ayer vivían encerrados en sus guaridas, estremeciéndose ante cada ruido, agonizando por un miedo interminable que no descansaba ni de día ni de noche… ¡Porque sabían que la muerte les buscaba!»

«¿Qué se ha resuelto con la crisis del gobierno Caballero en el terreno militar?… ¿Acaso es mejor Prieto que aquél?… ¡Creo también que Negrín ha sido un error!… ¡Hay demasiada frivolidad en él!… ¡Se está haciendo la guerra que él y Rojo quieren, no la guerra que necesita el Partido, la revolución, el socialismo!»

Pero…

* * *

El gobierno republicano se había replegado un escalón más. Y con él Castro había llegado a Barcelona, la capital de Cataluña. Arlandís, un viejo comunista y director de la Escuela de Comisarios en Cataluña le había buscado una pequeña casita en un pueblecito cercano a Barcelona: Pins del Vallés. Una casita pequeña con dos recámaras, cocina y un pequeño jardincito a la espalda. Situada en uno de esos pequeños y maravillosos valles de verde y silencio que rodean la ciudad de Barcelona. De una de las habitaciones, Castro había hecho un modesto despacho sin otras cosas en él que una mesa y una silla, varios mapas por las paredes y una estantería con unos cuantos libros en cuyos lomos podían verse los nombres de sus autores: Lenin, Stalin, Stalin y Lenin, el dios y el papa rojos. Y con él Esperanza, Elena y «Concud». Que sus otras cuñadas, Aurora, Amelia y Chelo andaban trabajando en pequeñas cosas que les daban de comer…

Con quien más hablaba Castro era con «Concud», que con menos paciencia que ellos para soportar las escaseces que Castro no quería suprimir, se dedicaba a saltar al corral de la casita de al lado, en donde vivía un capitán que tenía gallinas y conejos y a cazar de vez en cuando uno de ellos que se lo llevaba quién sabe dónde y del que no dejaba restos. Era un cazador hábil y silencioso… Nunca se le veía como a otros «cazadores» relamerse después del festín. Regresaba lento y humilde. Y se tumbaba en un rincón cualquiera. A esperar a que el vecino hablara de una extraña fiera que le mataba los conejos. Y a escuchar al vecino mirándole fijamente.

—¿Otra vez, «Concud»?

Y «Concud» meneaba el rabo y se acercaba a él como una estampa de la inocencia.

—«Concud», eres un ladrón.

Y «Concud» acostado frente a él, escondía su cabeza entre las manos.

—«Concud», si sigues robando conejos te tendré que echar de casa.

Y «Concud» se alejaba triste, sin comprender por qué aquellas gentes no comprendían su hambre.

«Concud» tenía razón Él no era un beligerante en la doble locura que envolvía a España. Él era un perro. Un perro que tenía derecho a comer. Porque él no entendía nada de lo que su amo decía por los frentes. Él no entendía nada de «¡Hay que sacrificarse por la victoria!». Él no era antifascista ni fascista. Él era un perro que tenía necesidad de comer. Y comía, Posiblemente si los perros hubieran tenido como los hombres alguna profesión hubieran trabajado tranquilamente en ella. Pero él no sabía hacer más que dos cosas: cuidar la casa y querer a sus amos. Y esto no era una profesión bien pagada en aquellos tiempos. Además a él no le gustaban las verduras cocidas, ni aquel pan que tanto gustaba a los soldados cuando no había otro pan. A él le gustaba la carne, la necesitaba. Él no pedía nada a sus dueños, salía, saltaba la cerca vecina y buscaba a los conejos que no comprendían que él necesitaba carne.

Quería a sus dueños.

Pero no les entendía… ¿Cuándo en la historia de los perros se había conocido un perro que comiera todos los días verduras cocidas? Y cuando meditaba sobre esto miraba dulcemente a su dueño, con cierta indulgencia y parecía decir con su mirada: «Entenderás a los hombres, pero no comprendes a los perros». Y a dormir, que el comer y el dormir y cuidar la casa era su quehacer de todos los días.

—¿Qué has hecho, «Concud»?

Y «Concud» miraba a otro lado. En realidad, estaba cansado de que se le diera tan poco de comer y se le hicieran tantas preguntas. Y para que no le siguiera preguntando su amo, se dormía. Y hacía la digestión al mismo tiempo.

* * *

—¡Enrique!

—¡Enrique!

Abrió los ojos y miró la hora. Las cinco de la mañana. Sí, Esperanza estaba enferma, de otra manera ¿cómo se atrevía a llamarle a las cinco de la mañana?

—¡Enrique!

—¿Qué? —respondió entre sueños.

—El teléfono está llamando desde hace tiempo.

Se levantó lentamente y de mal humor porque dormía poco y aún querían que durmiera menos.

—¿Quién habla?

—……

—Dime, Rojo.

—……

—Saldré en seguida para el frente… Allí nos veremos… Una pregunta. Rojo: ¿es grave la situación?

—……

—Saldré dentro de dos horas… Adiós, Rojo.

Y después de ponerse los pantalones se sentó sobre el borde de la cama. Y comenzó a calzarse aquellas botas altas y duras que habían recorrido con él casi todos los campos de batalla de España. Y después buscó la camisa, y más tarde el correaje, asegurándose que la pistola estaba en la funda.

—¿Sales?

—Sí.

—¿Qué ocurre, Enrique?

—El enemigo ha comenzado una gran ofensiva en Aragón.

—¿Y…?

—Parece que ha roto el frente.

Esperanza se levantó. Y comenzó a preparar el café. Y después, silenciosa y pálida, puso sobre la pequeña mesa de la cocina una taza de café negro y humeante. Y un vasito de cristal con un poco de azúcar de la que él se sirvió una cucharadita.

Un coche del Estado Mayor que se detiene en la puerta. «Concud» gruñó inquieto y triste.

—Salud, Esperanza.

—Salud.

Y subió al coche que arrancó rápido. Y cuando volvió la cabeza vio a Esperanza y junto a ella a «Concud» que le miraban alejarse.

—¿A dónde, comisario?

—Al Comisariado.

Y llegó al Comisariado. Y avisó a Hierro Muriel. Y a Zaparáin. Y cuando llegaron descendieron hasta la puerta de la que cuidaban centinelas con sueño. Y se dirigieron al coche de Castro que ya esperaba.

«¡A Caspe!»

Y horas después en el espacio de la guerra y la muerte. Y a mirar caras llenas de polvo y pena, de cansancio y duda. Y a reanudar la vieja tarea de detener a los hombres, de hablar a los hombres, de darles fe y darles miedo con aquella mirada que era en momentos como aquellos una amenaza de muerte.

* * *

El ataque de las fuerzas franquistas comenzó el 9 de marzo al amanecer. Solamente 15 días después de terminada la batalla de Teruel.

El sector del ataque desde el sur del Ebro hasta Galve, aproximadamente unos 100 kilómetros, daba la siguiente proporción de fuerzas:

Ejército republicano: 17 Brigadas, 68 batallones de Infantería.

Ejército franquista: 165 batallones de Infantería.

El Ejército franquista logró ser ocho veces superior en el frente del XII Cuerpo y cuatro veces en el del XXI Cuerpo.

El ataque enemigo logró rápidamente desbordar la débil resistencia de la 30 División. Roto el centro por el Cuerpo de Ejército Italiano y la IV División Navarra, penetraron muy profundamente en la dirección general Oliete (Cuerpo Italiano) y Albalate del Arzobispo (IV División Navarra). Una División franquista que enlazaba el Cuerpo Italiano con el de Galicia, siguió el movimiento de aquél y entre ambos quedó aislada la 34 División que se encontraba concentrada en las proximidades de Segura de los Baños como una amenaza sobre el flanco de la posible penetración enemiga Calamocha-Montalbán. La 34 División no acertó a adoptar una decisión inmediata en algún sentido activo de:

—Actuar sobre el flanco derecho de las fuerzas enemigas que la separaban del XXI Cuerpo de Ejército conforme a su misión.

—Oponerse al avance enemigo hacia el Este según la dirección del esfuerzo más próximo, y se replegó a través de una maniobra por el monte, larga y difícil buscando el contacto con el XXI Cuerpo de Ejército sobre el eje de Montalbán-Alcañiz.

Los flancos del dispositivo republicano se mantuvieron firmes frente a los golpes de los Cuerpos de Ejército de Galicia y Marroquí.

Al final de la primera jornada la situación para los republicanos empezaba a tomar un carácter peligroso. De seis Divisiones que defendían el sector atacado, dos de ellas, la 30 y la 34 habían desaparecido prácticamente de la lucha. El XXI Cuerpo con su flanco derecho (Norte) completamente al descubierto. El XII Cuerpo de Ejército, reducido a las Divisiones 24 y 44, se defendía al sur del Ebro en el triángulo formado por la línea Fuentes de Ebro-Villanueva-Azaila.

Pero la gravedad de la situación para los republicanos residía, principalmente, no sólo en el éxito del ataque enemigo, sino fundamentalmente en:

a) Que el Estado Mayor republicano a pesar de que el enemigo había introducido grandes fuerzas de infantería, artillería y tanques, seguía considerando las acciones de éste como operaciones demostrativas y que el golpe principal sería asestado sobre Madrid por Guadalajara. En consecuencia, la concentración de las reservas no se efectuaba ni con la rapidez ni en el volumen necesario desaprovechando las posibilidades de una acción enérgica sobre el flanco izquierdo del enemigo.

b) Frente a los acontecimientos el general Pozas, jefe del Ejército del Este, no adoptaba ninguna disposición activa convirtiéndose de hecho, en un espectador pasivo de los acontecimientos.

c) La defectuosa organización del mando. El Estado Mayor, obsesionado con la idea del golpe enemigo sobre Madrid se resistió a fijar el Ejército de Maniobra a un frente (Aragón) por temor a perder la única posibilidad de gran maniobra (que la ofensiva enemiga en realidad había anulado al obligar más tarde o más temprano a embeber en la dirección principal de su acción las reservas principales de los republicanos) y se daba el caso de que en el sector atacado (Sur Ebro-Galve) la dirección se hallara dividida entre el Ejército del Este y el de Maniobra haciendo extraordinariamente difícil la coordinación del esfuerzo.

El día 10, el general Dávila metió en el combate una gran parte de sus fuerzas de choque. En el sector de Belchite fueron introducidas 4 Divisiones de Infantería del Cuerpo Marroquí y una División de Caballería; en la dirección Muniesa dos divisiones del Cuerpo italiano y al Sur tres Divisiones del Cuerpo de Galicia.

Pero la situación para el enemigo era un poco compleja. Sus alas habían sido detenidas en la región de Belchite por la 24 y 44 Divisiones y por la 70 en la dirección Ultrillas-Montalbán, en el Mirabueno donde una compañía de la 132 Brigada apoyada por un Batallón de la 92 Brigada bajo el mando del comandante Toral había de detener durante cinco días y en las condiciones más difíciles (superioridad enemiga mayor de 1 a 5, con el aire completamente dominado por la aviación enemiga, con un esfuerzo enemigo continuo, sin recibir refuerzos, con los flancos desbordados y con una fortificación ligera y sin refugios) las fuerzas de Aranda que al final hubo de desistir de su propósito de forzar la carretera de Montalbán.

Para el mando franquista se planteaba: o continuar explotando la ruptura hacia el Este o maniobrar sobre los flancos para dar paso a las alas detenidas.

En la noche del 10 al 11 el general García Valiño y el general Berti celebraron una reunión. De ella salió la conclusión de romper la resistencia, de maniobrar sobre la retaguardia operativa de los flancos republicanos para abrir paso a los Cuerpos de Ejército Marroquí y Galicia.

En la mañana del 11, la IV División Navarra, con un refuerzo de Caballería y fuerzas italianas penetraron rápidamente en la dirección Híjar-Sáslago para envolver la resistencia del sector de Belchite y dar paso al Cuerpo de Ejército Marroquí que avanzaba lentamente y que entonces pudo alcanzar el río Martín. El mando republicano dio orden de retirarse a las Divisiones 24 y 44 que pasaron al Norte del Ebro. Después de éste, García Valiño tuvo tiempo para volver sobre el Sur (Híjar) amenazando el flanco de aquellas resistencias de la 211 Brigada republicana delante de Alloza sobre el río Estercuel cuyos puentes había volado.

El mismo día el Cuerpo de Ejército Italiano había progresado al sur de la sierra de Arcos que le separaba del Cuerpo Marroquí y había alcanzado el río Martín en Oliete y paralelamente había lanzado algunos destacamentos hacia Alcañiz y Alón sobre la retaguardia del XXI Cuerpo Republicano que seguía oponiéndose a la penetración del Cuerpo de Galicia.

Mientras tanto, el general Rojo había logrado constituir una pequeña agrupación de fuerzas sobre la base de la supuesta 73 División que mandaba el comandante Enciso que recibió la misión de defender la línea del río Martín, a su izquierda (Sur) la 211 Brigada de Carabineros tomaba posiciones sobre la confluencia del río Martín con el Estercuel y Alcañiz. Al sur de la 211 Brigada, la 110 Brigada de la 25 División del Ejército de Maniobra buscaba enlazar, sin lograrlo hasta el 13 entre Alloza y Andorra, pero la línea del Martín no duró mucho.

* * *

—Hola, Rojo.

—Buenos días, Castro.

Y mientras Rojo hablaba con unos oficiales, Castro se dedicó a mirar la cara de los soldados. Partidario por educación de no dar jamás un paso en falso queda medir el estado de ánimo de los combatientes antes de lanzarse contra la retirada sin combatir, contra el miedo. Miraba con la misma minuciosidad que un viejo relojero suizo podía contemplar la máquina de uno de sus maravillosos relojes que no funcionara.

—Sí.

Tomaba la medida al miedo.

Tomaba la medida al valor.

Y cuando la hubo tomado miró a Hierro Muriel.

—Vámonos de aquí.

Y dirigiéndose al general Rojo que seguía discutiendo con los oficiales, dando órdenes y alientos:

—Me voy, Rojo.

—Que tengas suerte, Castro.

Y el coche comenzó a hundirse en los secos y polvorientos campos de Aragón, bajo un sol que parecía gozar con el terrible juego de secar los campos y quemar a los hombres.

Y cara a cara con la retirada.

Aquello era como si la tierra hubiera temblado: los escombros de un ejército; y escombros humanos caminando por los caminos; y camiones y armas abandonados entre el polvo, silenciosos e inmóviles, como si hubieran muerto para siempre…

—¿Seguimos? —le preguntó Hierro Muriel.

—Sí, camarada… Lo importante es saber qué pasa más allá… Sí… Porque habrás observado que los soldados hablan de que el enemigo está encima… Y todavía no… Lo ves… Sólo los derrotados… Los restos de un ejército hecho con tanto cariño como una madre hace de un niño un hombre… ¡Mira!… Sed y polvo…

Y el coche siguió avanzando.

Y al fin casi nadie… Sólo allá, a lo lejos, un camión que se detenía unos minutos, que volvía a rodar por la carretera y unos segundos después una gran explosión que hacía saltar en pedazos los puentes del camino… Y el coche siguió su camino. Y a unos quinientos metros del camión que estaba parado Castro ordenó a su chófer que detuviera el coche. Y descendieron. Y se quedaron quietos en medio de la carretera… Esperando… Y vieron avanzar a aquel camión en el que unos hombres en el último intento por detener al enemigo cortaban el camino con heridas profundas… y el camión delante de ellos… Y unos hombres que descienden de él y que se acercan…

—A tus órdenes, camarada Castro.

—Hola, Carlos.

Se veían los dos hermanos después de muchos años de no verse.

Y se abrazaron.

Y Enrique miró las insignias de Carlos: comisario de artillería. Y Carlos miró las insignias de su hermano: Subcomisario General de Guerra. Y desaparecieron los lazos de sangre.

—¿El enemigo?

—Detrás de nosotros.

—¿Mucha gente nuestra retrasada?

—No… ¡Somos los últimos!

—Bien, camaradas, seguir con vuestra tarea… Como hasta este momento en que por unos minutos os hemos distraído… ¡Magnífico, camaradas!… ¡Magnífico!… Cuando uno se encuentra con gentes como vosotros la alegría y la esperanza retoña…

—Gracias, subcomisario Castro —dijo el comisario que se llamaba Carlos Castro.

—Seguid, camaradas…

Y cada uno se llevó la mano a la sien derecha en un saludo que era como un desafío a la derrota.

—Salud.

—Salud.

Y el coche del subcomisario Castro dio la vuelta y se alejó en medio de una nube de polvo. Y el camión del comisario Castro continuó pesado por unos momentos, después continuó su camino y los hombres que en él iban su tarea…

«¡A Caspe!»

El pánico dominaba el pueblo. Y por las calles pálido, desencajado, el gobernador Mantecón como un hombre cualquiera, como un hombre perdido, que un gobernador lo es cuando puede gobernar, cuando tiene un palacio y un sillón desde los cuales hacerlo.

Y ante Alcañiz. Y allí unos momentos de conversación con el general Rojo.

—Hay que contener unas horas a esta gente, Castro… Unas horas… Hasta que puedan llegar unidades frescas… Posiblemente la 11 División… Posiblemente también la 3ª.

—¿Qué quieres de mí?

—Que te hagas cargo de «esto», Castro… Y que hagas cuanto puedas para darme el tiempo necesario para que lleguen nuestras reservas…

—Vete tranquilo.

—Cuídate, Castro.

Y Castro se quedó parado en medio de la carretera. Mirando a un lado y a otro. Mirando a aquellos hombres sentados en los bordes de las cunetas con las cabezas caídas sobre el pecho o el mirar perdido en el horizonte. Cuerpo y ojos que parecían muertos… Un poco más allá sobre camiones, la artillería cuyo personal se preparaba para retirarse hacia Monroyo… Y en las avanzadas unas cuantas compañías de guardias de asalto que se habían acordado en aquellos momentos que llevaban más de tres meses en el frente y que tenían derecho al relevo.

—Vamos, Hierro.

Y se dirigió hacia los guardias de asalto… Y algunos oficiales al verle acercarse comenzaron a caminar en dirección a él.

—Salud, comisario.

—¿Qué me cuentan, camaradas?

—Que hemos cumplido nuestro tiempo de permanencia en el frente… ¡Y queremos que se nos releve!

Castro rompió a reír. Los otros comenzaron a mirarle desconcertados.

—¿Relevaras, camaradas?… ¿Con qué?… ¿Con quién?… Os felicito por vuestro gran sentido del humor… ¡Os felicito!… Vuestra broma ha sido maravillosa… ¡Maravillosa!

—No, no es una broma, comisario.

—¿No?

—No.

—¡Qué lástima!… En fin, en vista de que ustedes quieren irse y yo tengo el deber de impedir que se marchen, por el momento, les invito a que llamen a todos los oficiales, que nos reunamos unos minutos en aquella casita… Sí… Porque no conviene que lo que vamos a hablar lo escuchen los soldados… Y se fue hacia la casita.

Y fueron llegando los oficiales.

Y comenzó:

—Camaradas, ustedes llevan mucho tiempo en el frente… ¡Tienen derecho al relevo!… ¡Al relevo!… mas para que exista el relevo tiene que haber con quién relevaros… ¿Verdad que sí?… Y no hay con quién relevaros… Entonces, si vosotros os marcháis no será un relevo, será una deserción frente al enemigo, algo que se paga con la muerte.

—Pero.

—Un momento, dejarme terminar… Si intentáis huir yo procuraré impedirlo con todos los medios a mi alcance… Claro es que antes de que yo salga de esta casa uno de vosotros puede pegarme un tiro y acabar con mi vida y con mi historia… Podéis hacerlo… Pero el asesinato del subcomisario Castro no tardada en ser conocido; en ser conocido por cientos de comisarios; en ser conocido por cientos de comunistas… Y comenzaría la cacería… Y ni uno de vosotros se salvaría… Porque el Partido Comunista cobra caro a sus muertos.

—Pero.

—¡Un momento!… Yo sólo os pido que aguantemos unas horas aquí, hasta que llegue la división del camarada Líster… ¡Unas horas!… Unas horas que yo estaré con vosotros… Unas horas en las que si el subcomisario Castro intenta huir todos tendréis derecho —y esta vez no será un crimen —de disparar sobre él… Pero también el camarada Castro tendrá el derecho de disparar sobre quien quiera huir… ¡Sea quien sea!

—Pero.

—¡A sus puestos, oficiales!

Y abandonó la casita acompañado de Hierro Muriel… Y se dirigió a la carretera en donde las cunetas estaban cubiertas de hombres perdidos…

«¡Comisarios!»

«¡Comisarios!»

«¡Comunistas!»

«¡Camaradas!»

Y las gentes comenzaron a moverse hacia él. Y a rodearle. Y a mirarle con ojos que parecían rechazar cualquier nuevo esfuerzo, cualquier nuevo sacrificio. Miró a Hierro Muriel. Sí. Estaba a su lado. Sereno y decidido. Antes de hablar, Castro pensó unos momentos: «Un error, un error mío… Meterse en un círculo como éste, es provocar a la muerte… ¡Un error, Castro!… Pero ya no hay remedio… Sólo podrás salir de él si sabes convencer a esta gente».

Y habló:

«Camaradas… Quiero hablaras unos minutos… Sólo unos minutos… No es para regañaros… ¡A los héroes no se les regaña!… Quiero hablaros solamente para deciros dos cosas: Primero. —El general Rojo me ha prometido que antes de diez horas llegará la 11 División, la división del camarada Líster, para relevaros a todos. Sabéis bien que el general Rojo es un hombre serio. Sabéis también que yo soy un hombre que no es capaz de engañaros. Segundo. —Hay que resistir diez horas… ¿Cómo?… No conozco otra manera que ésta: reorganizando vuestras unidades, seleccionando pequeñas unidades de voluntarios dispuestos a todo; peleando, peleando sin tregua hasta que Líster llegue…

Silencio.

«Vamos a ponemos a «trabajar»… Veréis qué fácil es todo… Claro es que algunos tendrán que morir… que algunos tendremos que morir… Pero así es la guerra: matar ellos y matar nosotros y ver quién mata más…»

Y silencio.

«¡Comisarios!… A trabajar».

«¡Oficiales!… A trabajar».

Y silencio.

«¡Camaradas comunistas!… Necesitamos diez horas… Tenéis que darnos diez horas… Después llegará Líster… Llegarán otras unidades con otros camaradas… Pero hasta entonces hay que resistir. ¡Es la orden del Partido!… ¡Es la voluntad del Partido!»

«Vamos… Vamos, camaradas».

Y la gente comenzó a moverse… Y se oyeron las voces de los oficiales y de los comisarios… Y por encima de estas voces las voces de los delegados del Partido en las unidades… Y casi a rastras, batidos por el cansancio y el hambre, los hombres se fueron acercando a las trincheras… Y cuando las tanquetas italianas llegaron a Alcañiz los hombres comenzaron a disparar… Y los cañones concentraron su fuego sobre las tanquetas que querían alcanzar la carretera Caspe-Monroyo… Y una hora, otra hora…

—¿Cuántas horas han transcurrido ya, camarada Hierro?

—¡Diez. Castro!

—Cómo pasa el tiempo.

Y pocos después un enlace… «Camarada: se acerca el batallón de ametralladoras de Líster».

Y el jefe del batallón de ametralladoras: «Castro: a tus órdenes». Y Castro que habla: «Mete a tu batallón, pero no en primera línea, en segundo escalón, camarada, por si esta gente quiere huir… Hay que dar tiempo a que llegue la división»… «A tus órdenes, camarada Castro».

Y Castro se sentó en la cuneta.

—¿Cuánto tiempo ha transcurrido?

—Once horas, Castro.

Y la llegada de la 11 División…

—Salud, Castro.

—Salud, Líster.

Y Castro se alejó del frente. Y se dirigió a Monroyo, en donde Rojo había instalado su cuartel general.

—Hola, Rojo.

—Gracias, Castro.

Y se sentaron en la mesa porque era la hora de comer. Y Zapiráin, que se había convertido en comisario provisional del Cuartel General, comenzó a hablar a Rojo del comunismo; Cordón, el Antonio Cordón que había comenzado en el Partido una brillante carrera militar servía la mesa, mientras elogiaba la comida. Y Rojo comiendo. Y Castro comiendo. Y Hierro Muriel comiendo.

—No sigas, Zapiráin: si alguien tiene que convencer al general Rojo para que se haga comunista, ese «alguien» tengo que ser yo, ¿verdad. Rojo? Rojo se sonrió.

—Gracias por tu maravillosa comida, camarada Cordón.

Y se levantó seguido de Hierro Muriel. Y abandonaron aquel pueblo que a pesar del tiempo transcurrido desde las guerras de fines del siglo XVIII, aún estaba dividido en carlistas y liberales. Y descendieron por aquellas calles de piedra bajo las miradas de la gente… Y después subieron al coche… Y a la carretera otra vez…

—Estoy cansado.

—Y yo, Hierro.

Y por la carretera en dirección a ellos una columna de camiones. Y soldados a los lados…

«¿Otra?»

«Sí».

«Cuidado, Hierro… Poneros a unos metros de mí…»

Y otra vez en medio de la carretera… Mirando fijamente a la gente que se acercaba… Y a unos metros de él un oficial de artillería subido en un camión que dice a gritos.

—¡Queremos pasar, comisario!

—No se puede pasar, camarada.

—Estamos dispuestos a todo.

—Igual que yo, camarada.

Y aquel oficial dominado por el pánico se echó el fusil a la cara. Detrás de Castro sonó un disparo. Y el cuerpo del oficial se dobló sobre las redilas del camión y luego se derrumbó sobre la carretera. Al chocar contra el suelo su cuerpo produjo un ruido seco… Los demás miraron a Castro fijamente… Pero Castro no esperó… Sabía que era el momento… De imponerse o de que se le impusieran.

«¡Camaradas!… ¿Dónde está el enemigo?… ¿Dónde?… ¡Sí, yo sé que existe… ¡Lo sé!… Pero está lejos, muy lejos todavía… Así, camaradas, que vamos a dar media vuelta… Y vamos a marchar hacia donde debe estar el enemigo… Y yo delante.

Y comenzó a caminar…

Y los soldados le siguieron… Y mientras caminaba clavándosele el polvo y el sol en la carne unas palabras con Hierro: «Esta ha sido más fácil que las otras…» Y hablando consigo mismo, unas palabras sin mover los labios: «¡Un muerto!… ¿Quién podría hacerlo más barato?… Y luego el encuentro con las últimas unidades de Líster que marchaban hacia Alcañiz… Y las entregó a la gente…

Y regresó a su coche… Y mirando a Hierro unas palabras impregnadas de cansancio.

—Vamos a buscar un sitio donde dormir.

—Sí.

Y mientras el sol se ocultaba ellos marcharon en busca de un pequeño pueblo del Aragón herido, para dormir un poco… ¡Porque tenían sueño, mucho sueño!… Y ganas de olvidarse de todo por unas horas.

* * *

—¿Vives, Castro?

—Vivo.

—En Barcelona se ha dicho que habías caído en poder del enemigo…

—¿Quién dio la noticia?

—Salvadores.

—¿Y no le habéis fusilado por cobarde?

El otro se le quedó mirando.

—Comunicar al Partido que estoy bien… Y decirle al Partido de mi parte que comunique a Esperanza que estoy bien, maravillosamente bien.

* * *

El día 14 el enemigo ocupó Alcañiz. El día 16 las fuerzas franquistas salieron a la línea Pina-Caspe-Alcañiz-Calanda.

Pero el general Rojo que había decidido intentar fijar al enemigo en la línea Caspe-Alcañiz tuvo tiempo de concentrar algunas fuerzas.

El día 14 entraba en posición al norte de Alcoriza la 47 División que se clavó en el costado de la penetración italiana sobre Calanda y fue el núcleo que permitió la resistencia posterior en la dirección Morella. Aquel mismo día comenzaban a entrar otras fuerzas del V Cuerpo cubriendo la línea del Guadalupe.

El 16 de marzo por primera vez desde el comienzo de la ofensiva franquista e intervencionista aparecía el embrión de un dispositivo sólido que permitiera combatir. Por vez primera también se corregía uno de los errores más graves que se manifestó desde el primer día de la ofensiva enemiga: el frente desde Pina hasta Golee depende del Ejército de Maniobra bajo el mando del general Menéndez y cuyo dispositivo era: desde el Ebro al norte de Calcada el V Cuerpo con las Divisiones 45 y 11 en línea y la 35 en reserva en la zona de Batanera; a la izquierda del V Cuerpo, las Divisiones 47 y 25 del XX Cuerpo de Ejército que se extendían hasta Ejulve; a continuación el XXI Cuerpo de Ejército con las Divisiones 70, 27 y 19, que llegaban hasta el enlace con el Ejército de Levante.

El 16 de marzo terminó la primera fase de la ofensiva franquista sobre Aragón.

Pero en estos 7 días de la batalla hasta entonces más importante de la guerra de España aparecían algunos aspectos importantes que merecen mencionarse.

a). —El mando republicano fue sorprendido por la envergadura de la ofensiva franquista. La causa principal de esto residía en su idea de que las acciones enemigas no eran otra cosa que operaciones de diversión para crear mejores posibilidades para la acción sobre Madrid por Guadalajara que habría de ser el golpe principal enemigo.

b). —Esta idea en el Estado Mayor republicano estaba reforzada por las falsas informaciones de los agentes enemigos del Ejército del Centro que afirmaba constantemente de la concentración de fuerzas enemigas, informaciones que eran apoyadas por el Ministro de Defensa Indalecio Prieto que se oponía al mismo tiempo, de acuerdo con el general Miaja, a desplazar las reservas del Centro (cuatro Divisiones) al frente de Aragón.

c). —La resistencia del XXI Cuerpo de Ejército (70, 27 Divisiones) no fue aprovechada para apoyándose en ella, contraatacar al norte de la penetración enemiga. Las causas de esto fueron principalmente: la no-utilización de las divisiones 35 y 19 que estaban próximas y que dependían del Estado Mayor Central y la 34 División que dependía del Ejército de Maniobras.

El enemigo ofrecía dos particularidades principales en la ofensiva:

a). —La maniobra inicial enemiga obtiene éxito en el Centro (donde no encuentra más dificultades que el terreno y que era además zona de enlace de los Ejércitos del Este y Maniobra), pero es detenido por una débil cortina formada por la 211 Brigada y algunos destacamentos sueltos. Pero las alas son detenidas desde el primer momento y no logran avanzar hasta que García Valiño maniobra en la dirección Hijar-Sástago al norte para facilitar la progresión del Cuerpo Marroquí y al sur sobre Oliete para abrir el camino al Cuerpo Italiano.

Esto demuestra —y era una advertencia para los republicanos que una ruptura aun realizada en un frente estrecho, si es aprovechada para lanzar a la retaguardia operativa de la defensa (50 kilómetros) una fuerza móvil, manejada audazmente, puede forzar la decisión.

b). —La timidez de la actuación del escalón móvil de penetración italiano, que lanzado desde Andorra a Alcañiz-Calenda se detiene sin resistencia en estos puntos, dejando a 15 ó 20 kilómetros más al este, la única carretera (Morella-Monroyo-Valderrobres-Caspe que les quedaba a los republicanos al oeste del Beceite. Con ello dieron la posibilidad de organizar la resistencia al oeste de Beceite, en lugar de obligar a los republicanos a maniobrar ya por la carretera de la costa (50 ó 60 kilómetros más al este), perdiendo con ello la posibilidad de un desenlace mucho más rápido.

* * *

El 15 de marzo Franco lanzó su directiva número 2. En ella trazaba las líneas generales para la segunda fase de la ofensiva.

Ella se realizarla al norte del Ebro hasta los Pirineos y tendría como objetivo el río Cinco y a ser posible el Segre. En ella tomarían parte tres Cuerpos de Ejército.

A la izquierda: el Cuerpo de Ejército de Navarra (general Solchaga) compuesto de cuatro Divisiones (3, 61, 62 y 63), entre los Pirineos y la ruta incluso de Huesca-Barbastro.

Al centro: el Cuerpo de Ejército de Aragón (general Moscardó) con cuatro Divisiones (51, 50, 54 y 55) al sur de la ruta Jaca-Zaragoza-Albalate del Cinca.

A la derecha: el Cuerpo de Ejército Marroquí (general Yagüe) con cuatro Divisiones (5, 15, 13 y 150) que debía franquear el Ebro en la región al oeste de Sástago y tomar inmediatamente como eje de marcha la carretera Bujaraloz-Fraga-Lérida.

Con esta operación el mando rebelde se proponía anular la posibilidad de un golpe de los republicanos sobre su flanco izquierdo, asegurando para ello el flanco en su dirección principal de penetración.

Al sur la continuación de la ofensiva tendría como objetivo el Ebro mismo y más a la derecha la región de Morella-Cantarroja. Se aconsejaba en la directiva la adopción de aquellas disposiciones que permitieran asegurar la posición de los puentes sobre el Ebro en el sector de Mora de Ebro y la carretera Gandesa-Tortosa.

Mientras tanto al sur del Ebro se terminaban las operaciones correspondientes a la primera fase: la División García Valiño ocupaba Caspe el día 17 después de combates violentísimos contra la 12 Brigada de la 45 División. El mismo día el Cuerpo de Ejército de Galicia ocupaba Ejulve y Alcoriza, después de sangrientos combates contra fuerzas de las Divisiones 70 y 25. El Cuerpo de Ejército Italiano se concentraba en la región Alcañiz-Catelseras.

Por aquellos días se celebró en Morella una reunión entre los generales Rojo y Menéndez, el teniente coronel Cordón, jefe de operaciones del Estado Mayor Central y el jefe de operaciones del Ejército de Maniobra comandante Ciutat.

En dicha reunión se reconoció la necesidad de efectuar un contraataque sobre el flanco enemigo hacia el Norte.

Pero no se hizo lo necesario para realizarlo. El general Rojo no se atrevía a sacar reservas del Ejército del Centro porque «temía que de un momento a otro el enemigo iniciara su ofensiva sobre Guadalajara». Recurrió al procedimiento de obtener reservas sobre la base de sacar de cada División un batallón. Con esto se formaron Divisiones que se agruparon en una gran unidad improvisada y llamada durante unos días Cuerpo de Ejército de Maniobra al mando del teniente coronel Reyes de manifiesta incapacidad.

Dicho Cuerpo se componía de.

División «Levante» con dos Brigadas al mando del comandante Cortina. División «Extremadura» con dos Brigadas al mando del teniente coronel Morandi.

División «Andalucía» con dos Brigadas al mando del comandante Martín Calvo.

Estas fuerzas empezaron a llegar el día 28 y terminaron de concentrarse en San Mateo el día 21. Pero la organización de estas fuerzas era muy rudimentaria, sus Estados Mayores improvisados, los jefes de las unidades no se conocían.

Y los acontecimientos sorprendieron una vez más a los republicanos.

El día 22 de marzo se inició la ofensiva de los Cuerpos de Ejército de Aragón y Navarra.

El frente republicano desde la frontera francesa hasta el Ebro que cubrían dos Cuerpos de Ejército con 5 Divisiones, con una organización débil del terreno, sin reservas y con un mando, el general Pozas, incapaz de prever una acción del enemigo no pudo resistir, y fue roto por el Cuerpo de Ejército de Aragón al este de la Perdiguera, al este de Leciñena y en la región de Almudévar, y por el Cuerpo de Ejército Navarro, al oeste de Huesca hacia Ozna.

El día 23 el Cuerpo de Ejército de Aragón establecía una línea sobre Farlete, Alcubierre, Almuniente, Sangarren. El Cuerpo de Ejército de Navarra, había anulado la tenaza sobre Huesca, empujando a los republicanos más allá del río Plumea y avanzaba con su centro y su izquierda sobre Bol-taña y Broto.

El alto mando republicano se vio obligado a atender a este frente en el que no esperaba ningún golpe enemigo y enviar las divisiones 27, 46 y 16 que no llegaron hasta después del día 25 a la línea del Cinca.

El día 26 los dos Cuerpos de Ejército descritos han alcanzado el río Alcandre.

El día 28 llegan a su primer objetivo, al Cinca; el Cuerpo de Aragón ocupa Albalate del Cinca y Monzón, el Cuerpo de Navarra, Barbastro y Boltaña.

Mientras tanto el Cuerpo de Ejército Marroquí logra franquear el Ebro en la región de Quinto en las jornadas del 23 al 24. Al fin de la jornada todo el Cuerpo de Ejército se encuentra al norte del Ebro. El día 25 el general Yagua ocupa Bujalaroz, el 27 se establece, después de violentos combates, sobre el Cinca, en Fraga. Al mismo tiempo, fuerzas de Caballería ocupan Ballobar.

Al sur del Ebro el Ejército de Maniobra republicano reforzado con la 3 División ha contenido todos los ataques de carácter local desarrollados por el enemigo durante algunos días.

El día 26 asegurado su flanco por el éxito de la agrupación norte, la agrupación sur comienza una ofensiva enérgica en todo el frente.

El esfuerzo se desarrollaba en dos direcciones: la izquierda (esfuerzo principal), formada por la División García Valiño y la División de Caballería del general Monasterio. El centro lo integraban el cuerpo italiano reforzado por la 15 División mandada por el general García Escámez. El conjunto de estas fuerzas tenía por objetivo general el Ebro. La zona de maniobra estaba limitada al norte por el curso del Ebro y al sur por la línea Foz de Calando-Belmonte-Tortosa.

La derecha (esfuerzo auxiliar) estaba formada por el Cuerpo de Ejército de Galicia y se orientaba hacia el sur en dirección Cantavieja y hacía el sudeste sobre Morella y el mar.

La 15 División agregada al Cuerpo Italiano tenía por misión asegurar el enlace entre el Cuerpo Italiano y el Cuerpo de Galicia sobre la carretera Alcañiz-Morella.

El 5 Cuerpo de Ejército republicano mandado por el teniente coronel Modesto opuso una tenaz resistencia, pero al fin la 45 División tuvo que ceder terreno en la región de Caspe. Esta División y la 35 cubrían un frente que se extendía constantemente por la derecha (Norte) por razón de la curva del Ebro en Mequinenza. Esto dificultaba extraordinariamente la defensa y les obligó a apoyarse poco después en el Matarraña.

Las Divisiones 11 y 3 al mando de Listen y Tagueña, se mantienen heroicamente frente al Cuerpo Italiano cuya presión no cede hasta que logra romper entre la 11 y la 35 avanzando hacia la carretera Morella-Gandesa.

El mismo día el enemigo logra romper también el frente de la División Levante y deja aislada a la 3 División; el enemigo logra alcanzar al fin la carretera de Gandesa-Morella entre Valdealgorta y Fornoles.

En medio de combates violentísimos el Ejército de Maniobra va cediendo terreno.

El 30 de marzo las Divisiones 35 y 45 pasan el Ebro destruyendo los puentes; al sur las Divisiones 11 y 3 defienden tenazmente el desfiladero del Ebro, debute de Cherta.

El Cuerpo de Ejército de Aranda progresando por su esfuerzo alcanzó Zorita el día 29, el 30 Monroyo-Morella y Torre de Arcos el 1.° de abril.

La lucha prosigue encarnizada frente a Cherta y Mora de Ebro.

El 2 de abril dos Divisiones 1 y 55 y el Cuerpo Italiano con las divisiones «Littorio», «XXIII de marzo» y la 15 División, avanzan hacia las sierras que les separan del Ebro. García Valiño ocupa Venta de Camposines y Corbera, el Cuerpo Italiano ocupa la línea Gandesa, Bot, Horta de San Juan y la 15 División Arnés, Beceite, Fuentespalda contra la Sierra Montenegrelo.

El 3 de abril las crestas de las sierras son alcanzadas y sobrepasadas. Las Divisiones de García Valiño, alcanzan el Ebro por Mora y Miravet, la División «XXIII de marzo» ocupa Pinell y llega con algunos destacamentos al Ebro, la División Littorio se establece en Prat de Compte y a la izquierda de la 15 División en Pauls.

El pasillo que unía Cataluña con Levante se iba estrechando constantemente. Mientras tanto en el Norte del Ebro la progresión de las fuerzas rebeldes continúa. El Cuerpo de Ejército Marroquí después de ocupar Fraga avanza en todo el frente desde Lérida a Mequinenza.

El 4 de abril después de tenaces combates logra llegar al Segre, ocupar la parte oeste de Lérida y establecer una cabeza de puente en Seros. Todos los intentos de prolongar su avance se estrellaron contra la Agrupación Sur (Divisiones 27, 16 y 46) mandada por el teniente coronel Cordón.

Más al norte los Cuerpos de Ejército de Aragón y Navarra continuaban su progresión. El general Pozas había renunciado desde los primeros días de la ofensiva a oponerse a la voluntad del enemigo. En su tesis «Cataluña se defiende en el Bruch», encontraron los pusilánimes o cobardes una justificación para la retirada. El Cuerpo de Ejército de Aragón franqueando el Cinca por Albalate y Monzón ocupa Alfarrás y logra establecer una cabeza de puente en Balaguer. El Cuerpo Marroquí, venciendo la resistencia ocupa Tremp el 7 de abril y establece una cabeza de puente al norte de la Sierra del Montsech.

Así termina la segunda fase de la ofensiva enemiga sobre Aragón en la que aparecían con extraordinaria claridad los elementos de traición en el Ejército del Centro apoyados por el Ministro de Defensa.

* * *

Fue en esos días cuando coincidiendo con la presencia de tres buques de guerra franceses que ofrecían sus servicios al gobierno, Prieto quiso obligar al Estado Mayor a ordenar el repliegue de todo el Ejército a Cataluña.

El 6 de abril la prensa publicó una nota de la presidencia del Consejo de Ministros y la lista del nuevo gobierno.

De la nota de la presidencia destacaba principalmente esto:

«Para corresponder a ese heroísmo de nuestras tropas y darles la seguridad de que ninguno de sus sacrificios será estéril y de que serán llevados a la victoria por hombres resueltos a obtenerla cueste lo que cueste, el gobierno ha decidido en la reunión de hoy, al mismo tiempo que reconcentrar los servicios de la patria, hacer caer sin miramiento alguno y con toda severidad instantánea sobre los traidores y los cobardes el peso de la ley republicana.

El presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa Nacional ha recabado y obtenido del Consejo de Ministros poderes para proceder tanto en la sanción de quienes se hagan merecedores a ella, como en la depuración de los resortes esenciales a la victoria, con la rapidez de horas y la energía inexorable que la gravedad de las circunstancias requiere».

El gobierno quedaba reorganizado de esta manera:

Presidencia y Defensa Nacional: Juan Negrín López (socialista). Estado: Julio Álvarez del Vayo (socialista). Gobernación: Paulino Gómez (socialista), Justicia: Ramón González Peña (Unión General de Trabajadores). Agricultura: Vicente Uribe (comunista). Instrucción Pública y Sanidad: Segundo González Blanco (Confederación Nacional del Trabajo). Hacienda y Economía: Francisco Méndez Aspe (Izquierda Republicana). Obras Públicas: Antonio Velao Dilate (Izquierda Republicana). Comunicaciones y Transportes: Bernardo Giner de los Ríos (Unión Republicana). Trabajo: Jaime Ayguadé (Esquerra Republicana de Cataluña). Ministros sin cartera: José Giral (Izquierda Republicana) y Manuel Irujo (Partido Nacionalista Vasco).

Al segundo gobierno del doctor Negrín se adhirieron: Partido Comunista, Partido Socialista Obrero Español, Unión General de Trabajadores y Juventudes Socialistas Unificadas.

El presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Defensa Nacional procedió con cierta rapidez al nombramiento de los altos cargos del ministerio de la Defensa Nacional. El mismo día 7 de abril la prensa publicaba los nombramientos de Antonio Cordón como subsecretario del Ejército de Tierra, de Carlos Núñez Mazas como subsecretario de Aviación, de Alfonso Játiva para la subsecretaría de Marina, confirmaba como subsecretario de armamento a Alejandro Otero y nombraba a Julián Zugazagoitia, para el puesto de Secretario.

El 13 de abril se publicaba en la prensa un decreto llamando a filas a los reemplazos de 1927, 1928 y 1941. Paralelamente el pueblo secundaba los llamamientos del gobierno acudiendo entusiasta a los lugares de trabajo y de lucha para la defensa del país sobre el que pesaba una grave amenaza. Como en Madrid en noviembre de 1936, en Cataluña en abril de 1938 la movilización del pueblo daba vida a la esperanza de sacar de una grave situación a la República Popular.

El 16 de abril el general Miaja era nombrado jefe del grupo de Ejércitos de la zona Centro-Sur, con Jesús Hernández como comisario e integrado por los ejércitos siguientes:

Levante, mandado par el coronel Menéndez y el comisario Ortega: Centro, mandado por el coronel Casado y el comisario Piñuela; Extremadura, mandado por el general Escobar; Andalucía, mandado por el coronel Moriones.

Se creó también el grupo de Ejércitos de la zona catalana cuyo mando pasó a ejercer el general Sarabia con Gil Roldán como comisario e integrado por los ejércitos siguientes:

Ebro, mandado por el coronel Modesto y comisario Delage; Este, mandado por el teniente coronel Perea y el comisario Mantecón.

Las armas y servicios quedaron así:

D.E.C.A., general Jurado, comisario Jurado; Artillería, coronel Fuentes y comisario Guerra; ingeniero, coronel Azcárate y comisario Edmundo Domínguez: Transporte, general Bernal y comisario Caballero; Intendencia, Trifón Gómez y comisario; Comunicaciones, coronel Montaud y comisario Lera; Sanidad, doctor Puche y comisario; Tanques, coronel Paredes, comisario Miret; Aviación, general Hidalgo de Cisneros, comisario Belarmino Tomás.

Estas eran las confirmaciones y modificaciones principales hechas por el nuevo Ministro de Defensa.

En la organización de los puestos fundamentales del Ejército aparecían ya desde los primeros momentos algunos graves errores.

1. —Dividido por la ofensiva enemiga el territorio republicano, el Ministro de Defensa nombraba como jefe supremo del territorio de la zona Centro-Sur, al general Miaja, a pesar de haberse comprobado que éste se había negado a enviar sus reservas en los momentos más graves de la ofensiva enemiga sobre Aragón, llegando incluso cuando no pudo retenerlas por más tiempo a privarles de todo medio de transporte, de artillería y ametralladoras. El mismo general Miaja defendió las informaciones de un jefe de información comandante Garijo en las que hacían ver que el enemigo atacaría por Guadalajara. De esta manera crearon la inquietud y el desconcierto, impidieron al mando mover libremente las reservas y facilitaron con ello los planes del enemigo.

2. —La depuración no se había iniciado en ninguno de los escalones superiores del Ejército: en el Estado Mayor Central se encontraban desde el principio de la guerra los hermanos Guarner. Contra uno de éstos se habían entregado a la sección de Información en Valencia 100 cartas firmadas de su puño y letra en las que avalaba o pedía autorización para salir al extranjero a elementos antirrepublicanos. También se encontraba el teniente coronel Fe, elemento extraño. En el Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la zona Centro-Sur, había entrado el teniente coronel Garijo como jefe de información, agente de Franco y el reaccionario teniente coronel Muedra. Al frente del Ejército del Centro se había colocado al coronel Casado, un hombre que hasta entonces no había hecho nada en la lucha y cargado de rencor contra todos por creerse postergado. En el Ejército de Extremadura estaba el general Escobar un viejo republicano pero un militar incapaz. En los Servicios destacaba el general Bernal cargado de odio contra los republicanos y el pueblo en general.

3. —Las gentes de Prieto y Caballero continuaron en sus puestos e incluso ocuparon algunos nuevos. El teniente coronel Alonso, jefe del transporte de la zona Centro-Sur; Trifón Gómez, nombrado intendente General; el coronel Jurado al lado de la República, no por sentimiento, sino por circunstancias casuales y un pesimista incorregible; Manuel Albar, delegado para la coordinación de los diferentes comisariados; el subsecretario de Marina, Játiva; Belarmino Tomás, comisario de Aviación; Cruz Sulido y Julián Zugazagoitia situados en la propia secretaría del presidente Negrín.

4. —En las comandancias militares quedaron: en Barcelona el coronel Gabilondo; en Valencia el general Aranguren; en Madrid el general Martínez Cabrera; en Albacete el general Martínez Monje.

Era un contrasentido que al presidente Negrín que como jefe del gobierno cogió en sus manos la bandera de la resistencia le faltara decisión para poner al frente de los puestos del Ejército a hombres capaces de defender hasta el fin la II República.

* * *

Mientras tanto el enemigo se preparaba afanosamente para llegar al mar.

La resistencia encarnizada de los republicanos detiene a las fuerzas enemigas en Cherta y Alfara. Todos los intentos para quebrar la defensa fracasaron.

Esto impuso al general Dávila una nueva idea de la maniobra. Tortosa fue considerado entonces como un objetivo secundario, más espectacular que real. La salida al mar era la finalidad fundamental a la que había que subordinar todas las demás.

El general Dávila decidió cambiar su dispositivo para asegurar la realización de la misión principal. Para ello lanzó su orden general el 10 de abril. La División de Caballería de Monasterio tenía por misión vigilar y guardar los pasos del Ebro desde Mequinenza hasta Pinell asegurando al mismo tiempo la ligazón con el Cuerpo Marroquí en la confluencia del Segre.

El Cuerpo Italiano debía atacar al enemigo sobre el frente Cherta-Montespina, maniobrando por su derecha en dirección a Alfara-Tortosa: él aseguraría al mismo tiempo la vigilancia del Ebro hasta su desembocadura.

El grupo García Valiño sería trasladado a la zona de Morella y desde allí marcharía por Cherta para establecerse en la línea Amposta-Santa Barbara-Más de Barberans.

El Cuerpo de Ejército de Galicia cuyas vanguardias se hallaban a algunos kilómetros al oeste de Cherta marcharía hacia el mar para establecerse hacia el sur dispuesto a tomar por nuevo objetivo el frente de Castellón de la Plana-Alcora.

Los republicanos, mientras tanto, ante el temor de que fueran cortadas las comunicaciones, desplazaron dos nuevas divisiones a Cataluña (34 y 68), la Aviación también recibió una orden en este sentido. Los tanques no pudieron llegar a Cataluña por haberse realizado antes el corte de las comunicaciones.

El 12 de abril comienza la tercera fase de la ofensiva.

García Valiño y Aranda concentrados en la región de Cherta inician la marcha hacia el este, Valiño por la izquierda sobre Santa Bárbara y Amposta, Aranda a la derecha sobre San Mateo y Vinaroz.

El día 15 de abril, el general Aranda llega al mar por Vinaroz. García Valiño llega hasta algunos kilómetros al oeste de Amposta. Este mismo día, los republicanos realizan un contraataque general. García Valiño es detenido en la línea Más de Barberans-La Galera-Freginals.

El 18 de abril, las fuerzas de García Valiño reforzadas por el Cuerpo Italiano, atacan simultáneamente el frente de Cherta-Alfara. El frente republicano después de una resistencia breve, pero enérgica, cede y las divisiones 11 y 3 pasan el Ebro.

Lograda la salida al mar y apoyando su flanco izquierdo en el Ebro, el general Dávila se lanzó rápidamente hacia el sur en explotación del éxito obtenido en las jornadas del 9 de marzo al 18 de abril.

Sin grandes esfuerzos logró alcanzar la línea Albocacer-Cuevas de Vinromá-Alcalá de Chisvert-Alcocebre, donde las fuerzas de las divisiones 70, 19, 6 y 47 con una constancia activa magnífica pararon el avance.

Conclusiones de la Batalla de Aragón. —La batalla de Aragón ofrecía algunas conclusiones que independientemente de lo que enseñan, permiten comprender el desarrollo de los hechos; estas conclusiones son:

1ª El error del alto mando republicano que no aceptó a prever la dirección del golpe enemigo.

2ª La proporción de fuerzas después de la batalla de Teruel se había alterado en provecho de los sublevados. Esto puede medirse por el hecho de que las divisiones 11, 47, 27, 39, 25, 66, 46 y 70 esto es, 9-10 divisiones republicanas hablan sufrido pérdidas que variaban de un 30 a un 70 por ciento de sus efectivos. Las divisiones exigían un plazo de tiempo variable para reponer su capacidad combativa que oscilaba entre una y cuatro semanas

La condición de superioridad era, por tanto, temporal y obligada a actuar rápidamente.

El alto mando republicano se encontraba con que de sus 19 divisiones de la reserva general, no menos de ocho (el 60 por ciento) estaban por bajo de su valor combativo y que en estas condiciones tenía que esperar y hacer frente a una operación enemiga.

¿Cuál fue la decisión del Alto Mando Republicano?

Por los hechos se refleja en el despliegue de los cinco Cuerpos de Ejército del Ejército de Maniobra, que era su reserva general.

1 Cuerpo de Ejército en la dirección de Madrid (V Cuerpo de Ejército).

2 Cuerpos de Ejército en la dirección de Aragón (XXI Cuerpo de Ejército) en Montalbán y el XVII Cuerpo de Ejército en Alcañiz

3 Cuerpos de Ejército en situación central (el XXII en Cuenca y el XX en Teruel).

Si se tiene en cuenta la escasa capacidad de la red del ferrocarril que ligaba estas tres Agrupaciones (un solo ferrocarril que daba un largo rodeo por Valencia) y lo reducido del parque-automóvil (que podía desplazar como máximo una División cada dos días), la concentración de aquellas fuerzas en una dirección había de tardar lo menos de 10-15 días.

En este plazo, el enemigo podía penetrar 50-90 kilómetros, lo que obligaría a emplear las reservas republicanas nuevamente, conforme a su llegada, sin poder reunir una agrupación poderosa para el contragolpe.

Así, pues, el despliegue, aun orientando su centro de gravedad en la dirección de Aragón, no ofrecía una idea definida ni prometía una maniobra eficaz y a tiempo en ninguna de ambas direcciones.

Este defecto en el despliegue estratégico es la segunda de las conclusiones que merecen señalarse al enjuiciar la operación en su conjunto.

3ª Las reservas republicanas que constaban de 13 divisiones y cinco Cuerpos de Ejército, habían sufrido un desgaste que, en junto, podemos apreciar a efectos de claridad, en un tercio de sus efectivos reales. Por tanto, quedaban en 8-9 Divisiones.

Los Ejércitos del Centro, Extremadura, Andalucía y Este tenían intactas sus fuerzas

En estas condiciones al enfrentarse con la batalla decisiva, era claro que la misión fundamental del mandó republicano era la creación de nuevas reservas. A pesar de su superioridad, Franco lo hacía. Esto lo comprendió el general Rojo y quiso hacerlo, pero no lo logró, y además empezó tarde.

Las primeras fuerzas del Centro, Extremadura y Andalucía llegaron al frente de Aragón el 24 de marzo, esto es quince días más tarde. La batalla evidenció la carencia de mando. Toda la acción en los Ejércitos, especialmente en la del Centro, era un problema diplomático que exigía del halago, de la astucia y del engaño. El general Miaja con estúpida terquedad, negaba sus Divisiones, y cuando al fin, tarde, las enviaba, les quitaba los morteros, parte de las ametralladoras, el transporte y una brigada. Esto era lo que el general Rojo podía lograr después de cada discusión y forcejeo de días (cuando el enemigo penetraba con ritmo de 810 kilómetros por jornada.)

4ª De todos los hechos, la conclusión más destacada es esta: que un despliegue estratégico equivocado no puede corregirse durante la batalla y es causa de derrota.

De Montalbán al mar hay 100 kilómetros. El ataque del general Franco comenzó el 9 de marzo con 120 batallones contra 52, y cuando Franco alcanzó el mar, el 15 de abril, atacaba con 300 batallones y los republicanos habían empeñado en el combate por partes 190 batallones.

Nunca el general Franco, ni hasta entonces ni después, logró concentrar en la dirección de un golpe más de 300 batallones, esto es, ya hacia fines de marzo tenía todas sus reservas empeñadas.

Para entonces, el mando republicano que tenía al principio de la operación (9-III) 19 Divisiones en reserva, había logrado atraer 10-12 Divisiones (136 batallones), es decir dos tercios de las reservas do que disponía ya un mes antes.

Con esta claridad los hechos en su consecuencia resaltan el aleccionador contenido de la conclusión fundamental que debe destacarse de la batalla: —La trascendencia decisiva del despliegue estratégico erróneo.

—La carencia de mando supremo que coronaba la obra del Ministro de Defensa.

* * *

Los comunistas mientras tanto seguían proclamando la necesidad de resistir. ¿Para qué si la guerra no podía ganarse?… Había que impedir que Alemania e Italia tuvieran las manos libres. Había que dar tiempo a la URSS para reforzar sus defensas. Y en nombre del socialismo y por el socialismo el Partido desangraba a España. Para los comunistas esto no era una gran pérdida: era tan sólo una pequeña pérdida si daba tiempo a los rusos a fortalecer su país. ¡Porque Rusia era Rusia! Y España nada.