Capítulo XI

LAS VIEJAS MONTAÑAS ARDEN
(Continuación)

Entre la pérdida de Santander y el comienzo de la batalla en Asturias, media un pequeño espacio de tiempo que llena la persecución de las fuerzas en retirada hacia Asturias La persecución la lleva a cabo el Cuerpo de Ejército Navarro siguiendo hábilmente la línea de penetración por la divisoria del Escudo de Cabuerniga. Este avance aunque lento era seguro, pues el avance por la arista montañosa llegaba al fin a desbordar por el flanco todos los intentos de organización de una posición de resistencia, cubriendo los valles costeros y apoyándose en su flanco derecho en las cumbres del Pirineo Cantábrico. Las fuerzas del general Solchaga supeditaron su rapidez a la seguridad: contaban sin duda con una resistencia tenaz en Asturias y el Cuerpo Expedicionario no se atrevió a lanzar los tanques en la persecución.

Frente a Unquera se detiene la persecución y comienza la batalla de Asturias, una nueva operación, la última, del frente del Norte.

* * *

Después de la constitución del Consejo Soberano de Asturias y León, el mencionado Consejo ratificó en sus cargos de jefe de Ejército de Asturias, al coronel Prada, de jefe del Estado Mayor al comandante Ciutat y como jefes de los Cuerpos de Ejército a los tenientes coroneles Linares y Galán.

Y como comisario del ejército nombró al alcalde de Lugones.

Los efectivos de los republicanos al comenzar la batalla de Asturias eran los siguientes:

El Cuerpo de Ejército XIV no tuvo en ningún momento más de 8 a 10.000 hombres, 250 ametralladoras y 30 cañones. El Cuerpo de Ejército XVII, se componía de 35.000 hombres, 600 ametralladoras y 150 cañones. El Ejército de Asturias carecía de aviación y por defensas antiaéreas tenía 6 cañones «Oerlikon» y las defensas antiaéreas del «Ciscar» cuando éste se hallaba en el puerto de Gijón.

El Ejército que bajo la dirección del general Dávila había sido encargado de conquistar Asturias se componía de:

La Agrupación del general Solchaga integrada por las divisiones 1ª, 4ª, 5ª y 6ª, Brigadas Navarras y el grupo Moliner con un total de 60 batallones. La Agrupación del general Aranda se componía de la 2ª y 3ª Brigadas navarras y la división 82 con un total de 30 batallones. Eran apoyadas estas agrupaciones por 250 aviones y más de 250 cañones. Estas fuerzas eran independientes de las que guarnecían los frentes.

El plan del general Dávila consistía en la combinación de los ataques: uno por el Este viniendo del río Deva; otro del Sur viniendo de la provincia de León. En el caso de que las fuerzas republicanas que guarnecían el frente de Oviedo fueran desplazadas hacia las direcciones de ataque de las fuerzas de los generales Solchaga y Aranda, las fuerzas de este último que guarnecían el Nalón deberían marchar en dirección a Gijón. De esta forma los republicanos se encontrarían frente a un triple ataque concéntrico desde el Este, Sur y Oeste.

Las operaciones comenzaron el 18 de septiembre.

La lucha en Asturias que duró cerca de dos meses se dividió en tres fases esenciales que duran desde Llanes hasta el Fito.

He aquí sus rasgos más destacados:

Primera fase. Los intentos de formación de un frente. Se desarrollan sin apenas solución de continuidad desde una heroica defensa de Cabezón de la Sal por la Brigada 156 mandada por el comandante Arriaga y perteneciente a la 50 división vasca mandada por el comandante Ibarrola y se caracteriza por el mismo rasgo de desbordamiento del flanco sur republicano por el avance de las Brigadas Navarras, que han logrado encaramarse por la crestería gracias a su superioridad táctica de los mulos. En esta fase combaten los restos de los Cuerpos XIV y XV, batidos dos veces, que no sumaban más de 5 a 6.000 hombres y la mayoría de ellos restos de unidades rotas. Enteras sólo quedaban la 50 división vasca de Ibarrola (menos los tres batallones vascos sublevados) y la recién formada brigada de Infantería de Marina. En este período que dura unos ocho días, no hubo apenas bajas y se retrocedió cerca de 50 kilómetros (una media diaria de unos 6 kilómetros).

El ataque enemigo se llevó desde la divisoria de la Sierra del Escudo de Cabuerniga al mar. El esfuerzo principal por la divisoria, es decir, en un frente de unos 15 kilómetros. Al sur de éste, sobre Puentenansa, el enemigo dirigía otra columna con misión secundaria.

Los republicanos oponían resistencia en dos direcciones: en la carretera de la costa, al norte de la Sima del Escudo de Cabuerniga, las fuerzas que pudo reunir el teniente coronel Galán en Camillas (unos 3.000 hombres); al sur, la división del comandante Ibarrola incompleta y algunas fuerzas de Santander (unos 2.000 hombres en total).

En la divisoria del Escudo de Cabuerniga las Brigadas Navarras no encontraron resistencia y su penetración fácil desbordando todas las posiciones defensivas en que los republicanos intentaban defenderse hicieron inútil toda resistencia tanto en el llano como en la ladera.

Segunda fase. Comienza cuando en la Sierra de Cueva, en Peñas Blancas sobre Llanes, logra la Brigada de Infantería de Marina, trepar a las cumbres antes que los navarros. Entonces apoyando sus flancos en la altura amiga la 10 Brigada Asturiana y la 156 vasca mandadas por «Manolín» Álvarez y Arriaga cierran las dos vías de invasión de Asturias, por el valle de Cabrales y la costa, en las verdaderas Termópilas de Asturias.

Aquí, en el Mazuco, se inició la resistencia sublime, esa tremenda tragedia en la que se iban consumiendo hombres en un combatir desesperado, sin que hubiera en cada combatiente la más leve esperanza de evitar con su heroísmo la invasión de Asturias.

Y el alma de esta resistencia fueron los hombres de «Manolín» Álvarez, pescador asturiano, héroe después de la batalla del Ebro donde murió y de Arriaga, obrero guipuzcoano. Les siguieron de cerca emulándoles Carrocera, Ladreda, obrero metalúrgico asturiano, Marquina, minero vasco, Recalde, «Joaquín» Álvarez, ferroviario asturiano, Planerías, Manuel Cristóbal, obrero guipuzcoano, que, desde la defensa de Irún (de la que fue el animador fundamental) fue dejando su ejemplo magnífico en Éibar. Marquina, Peñas de Lemona, Zamudio, el «Cinturón» de Bilbao, y más tarde en Llanes y el Mazuco; y con ellos y junto a ellos el comandante Ibarrola y el teniente coronel Galán.

Y todo ello mientras en Gijón, Belarmino Tomás, presidente del Consejo Soberano reclamaba una plaza en el avión para su hijo, mientras Amador Fernández buscaba una «comisión» en Francia y escupía al embarcar su último insulto a los combatientes en un artículo publicado en «Adelante» y titulado «No mirar al mar»; mientras Avelino González Manada, alcalde de Gijón, metía con prisa en su maleta barras de oro que luego había de esconder temblando en la carbonera del «Toñín», cuando en el mar les dio caza el «Almirante Cervera»; mientras el Tribunal Popular nombrado por Belarmino Tomás se fugaba.

Esta segunda fase tiene tras momentos fundamentales: 1). —La del Mazuco en la que el enemigo necesitó 17 días para avanzar hasta el río Bedón (12 kilómetros) y en cuyo avance había que conquistar cada palmo de terreno en choques sangrientos. El enemigo lograba ocupar los puntos de resistencia de los republicanos sólo cuando los defensores de éstos habían pagado con la vida su tenacidad en la resistencia.

2). —Fue en la línea del Nueva a 15 kilómetros entre Nueva y Onís, en donde se desarrolló una lucha tenaz y porfiada de peña en peña, en la que los republicanos buscando la complicidad de la noche para vencer su inferioridad en armamento, sobre todo su falta de aviación y artillería antiaérea, reconquistaban de noche, con bombas de mano, lo que perdían de día bajo una lluvia constante de metralla. Recalde, Ladreda y Carrocera fueron maestros consumados en el arte de atacar de noche, ocupar las alturas y al amanecer dejando débil patrulla en el monte buscar de nuevo la protección de las cuevas, para evitar bajas. Cada tarde se perdía y cada noche se reconquistaba cada uno de los picos que sobresalen del laberinto de la Sierra de Santianes. Esta lucha tenaz y salvaje termina hacia el 6 de octubre, cuando nuevamente los atacantes, empleando todas sus reservas ensanchan su frente hacia el Sur, por Camarmeña, hacia Covadonga que ocupan y salen por Cangas de Onís a la retaguardia de Recalde, Ladreda y Carrocera que hubieron de retirarse rápidamente con sus escasas fuerzas al oeste del Sella. Paralelamente el general Aranda que había comenzado su ataque por el Sur, desde la región de San Pedro de Luna, ocupaba sucesivamente los puertos de Piedrafita, Vegarada y Terna en donde encuentra una resistencia violenta por parte de los republicanos, lo que impone a la invasión un ritmo extraordinariamente lento.

3). —Comienza con el parón violento que el comandante Marquina da al enemigo con una brigada improvisada a la salida misma de Cangas de Onís. Este período se caracteriza por un nuevo aspecto que se define en que el enemigo, a quien la lentitud del avance quiebra los planes, pues siente llegar el invierno con las lluvias y las nieves, empleando todas sus reservas busca, en nuevas direcciones, desbordar la resistencia y terminar pronto con el Norte.

El ataque desde Santander, en la dirección Este-Oeste, por la vía de invasión Unquera-Llenes, había necesitado para recorrer una distancia de 30 a 35 kilómetros cerca de un mes de combates durísimos y aun para lograr esta penetración aproximada de un kilómetro por día (media del periodo entre Llanos y Cangas de Onís) se vieron obligados a empeñar en el combate parte de las reservas italianas.

A esta velocidad no podía realzar su misión y roto el frente de la línea de Nueva, segunda fase, al salir de Cangas de Onís, vio que aún no tenía ante sí camino libre, que aún no había logrado la ruptura, tras un mes de combates. La invasión por una sola dirección no da más de sí, la ofensiva llegaba a su embotamiento y el general Dávila hubo de montar una maniobra combinada que desbordara el frente republicano en profundidad. Aranda puso entonces en acción otra parte de las reservas, dos divisiones del Cuerpo de Castilla con Muñoz Grandes que atacaron los puertos de Pajares y Tarna buscando las direcciones de Laviana y Campo da Caso, hacia Infiesto.

Tercera fase. Fue una ofensiva combinada convergente hacia Infiesto desde el Este y el Sur. La defensa fue, en la dirección Este, tan tenaz como en la segunda fase se defendió con igual tesón el Sella; y en profundidad hasta los puertos de Suave y el Mirador del Fito se libró la verdadera batalla de la defensa y allí el enemigo, por fin, logró romper el frente aunque en una brecha estrecha que no pudo explotar con rapidez hacia Colunga-Villaviciosa-Borines-Infiesto. La dirección de penetración desde el Sur no tuvo éxito, el terreno era muy difícil, la distancia mayor. Esta dirección la defendió el XVII Cuerpo mandado por el coronel Linares y actuó el grupo operativo del comandante Marquina. Por los republicanos se hizo una resistencia de tipo elástico, maniobrera, sin defender línea, atacando con fuerzas concentradas a las columnas enemigas por medio de golpes sucesivos y enérgicos que obligaron al enemigo a ser prudente en el avance y en consecuencia lento. La penetración de Muñoz Grandes no logró alcanzar sus objetivos, apenas llegó a Campo de Caso con sus vanguardias después de cerca de quince días de combate.

El frente del Este donde combatía el XIV Cuerpo absorbía todas las reservas republicanas y las posibilidades. Para mantener su capacidad combativa había que enviarle cada jornada 300 hombres para reponer bajas, esto duró 45 días, llegando a agotar los recursos humanos a pesar de aplicarse medirlas extremas de movilización.

Pero la resistencia republicana se había agotado en los combates intensos del Mazuco, de Nueva y Onís, del Sella, campos sangrientos de la gran batalla de Asturias.

* * *

Mientras se desarrollaban los terribles combates que constituían la gran batalla de Asturias, en su retaguardia se producían dos importantes hechos que merecen ser reflejados: la reunión del Consejo Soberano de Gobierno de Asturias y León y la organización de la evacuación de Asturias.

A mediados del mes de octubre el Presidente del Consejo Soberano, Belarmino Tomás convocó una reunión en el edificio del gobierno civil, convertido en presidencia del Consejo.

A la reunión asistieron Segundo Blanco anarquista; Juan Ambou, comunista; coronel Prada, jefe del Ejército; teniente coronel Martín Luna, jefe de las fuerzas aéreas; capitán de navío Valentín de Fuentes, jefe de las fuerzas navales; comandante Ciutat, jefe del Estado Mayor del Ejército; teniente coronel Galán, jefe del XIV Cuerpo; teniente coronel Linares, jefe del XVII Cuerpo; coronel Franco, jefe de la industria de guerra. La reunión fue presidida por Belarmino Tomás. A ella asistieron también algunos otros miembros del Consejo Soberano.

Muchos de los convocados sólo conocían la visita que Amador Fernández y Segundo Blanco habían hecho al gobierno en Valencia, pero ignoraban lo tratado y sus resultados.

De la comisión que salió a visitar al gobierno sólo regresó Segundo Blanco. Amador Fernández se quedó en Francia. ¿Causas? Unos dijeron que obedeció a un accidente de aviación que tuvo en compañía de Segundo Blanco, pero a éste no le pasó nada; otros alienaban que Amador Fernández se había quedado a realizar algunas «gestiones» cerca del gobierno francés. Pero lo que era claro es que Amador Fernández había renunciado a volver a Asturias Belarmino Tomás planteó la cuestión de que la situación militar era excepcionalmente grave, que era necesario apreciarla en todo su volumen y decidir. Añadió que la comisión enviada a Valencia así se lo había expuesto al gobierno, que él había enviado también varios despachos cifrados y que no había obtenido ninguna esperanza de ayuda eficaz dada la urgencia con que se necesitara para que llegara a tiempo. Señaló que en tales circunstancias había que plantearse salvar al Ejército para llevarle a la zona centro-sur y que para esto había pedido al ministro de Defensa la ayuda de la flota y que se trataba también de conseguir que ayudara la flota de Francia e Inglaterra. Añadió que Amador Fernández hacía gestiones en este sentido, así como en el de conseguir que a cambio de no destruir la industria, y las minas Franco dejara embarcar al ejército. En resumen pedía a los jefes militares que dieran su opinión, sin disimular la situación por temor a ser echados de derrotistas.

¿Cuáles fueron las opiniones más destacadas?

Segundo Blanco se mostró de acuerdo con Belarmino Tomás.

Juan Ambou se mostró partidario de la resistencia para que el resto de las fuerzas republicanas ganaran tiempo y posibilidades de fortalecerse y de crear las condiciones de la victoria.

El teniente coronel Galán habló sobre la situación de su Cuerpo de Ejército. Afirmó que tenía en total unos 5.500 hombres que se extendían desde Campo de Caso hasta el mar, apoyándose en las últimas estribaciones de los puertos del Suave y cubriendo aún Infiesto. Le atacaba el Cuerpo Navarro reforzado con unidades del Cuerpo Italiano que entraron en acción para lograr romper en Arriondas y en el Mirador del Tito. Su flanco derecho se encontraba sin enlace con el XVII Cuerpo. Su frente discontinuo y sin reservas era una cortina débil. Sin embargo consideraba que aún las posibilidades de resistencia no estaban agotadas.

El teniente coronel Linares manifestó que sus reservas habían sido quemadas sucesivamente en el frente Este. Que le atacaban 2-3 divisiones del Cuerpo de Castilla y que frente a ellas oponía unos grupos que sin cubrir frente se concentraban y maniobraban en la zona de Laviana perdiendo lentamente el terreno. Señaló que el avance enemigo continuaba en dos direcciones: hacia el Norte para salir al Campo de Caso y buscar la retaguardia del XIV Cuerpo por Infiesto, y por otro lado desbordar el Puerto de Pajares que defendía Bárzana con éxito, buscando la dirección de Oviedo desde el Sur para dividir en tres partes las fuerzas republicanas. La información acusaba al mismo tiempo concentraciones en Gradó lo que confirmaba la hipótesis del jefe del XVII Cuerpo de que nuevas fuerzas se preparaban para atacar desde Grado Oviedo (como ocurrió cuatro días más tarde). Se trataba de dos divisiones del Cuerpo de Galicia.

El Ejército de Asturias no disponía de ningún navío. En el mar sólo contaba con el destructor «Ciscar», un viejo torpedero reparado con cemento para que pudiera navegar. Barcos mercantes sólo había 30-40, en su mayoría pesqueros y carboneros, de cabotaje, sin velocidad que les permitiera escapar a la persecución de los «bous» enemigos, Para la defensa de costas sólo había un cañón de 152,4 en el puerto de Gijón. Defensa antiaérea sólo se contaba con las dos piezas del «Ciscar» y las 6 «Oerlikon» de 20 mm., con escasa munición.

Expuesta así la situación por separado, el jefe del Estado Mayor, a petición del Jefe del Ejército, completó la situación con los siguientes aspectos:

Ante el ejército se plantea la misión de defenderse para sostener a toda costa los puertos de Gijón y Avilés, haciendo de Asturias una plaza de armas que esté en condiciones de servir de base a una ofensiva combinada con los ejércitos de Levante y Centro, aunque naturalmente se trate de cumplir una misión limitadísima. Para ello es fundamental mantener la comunicación con el mar. En el resto del frente podemos ceder terreno, en la dirección de la costa, no.

El período más intenso de peligro que obligue a continuar combates tenaces, durará hasta las lluvias y nieves de invierno, esto es, hasta diciembre. Si llegamos a diciembre tendremos tres meses de relativa calma. Si los aprovechamos bien, para la primavera el enemigo ya no podrá concentrar sus fuerzas sobre el Norte, pues Centro-Levante estarán en condiciones de actuar con eficacia.

El enemigo busca cortar rápidamente la salida al mar, dividiendo al mismo tiempo al Ejército con miras a cortar la salida al mar y al monte al grueso de las fuerzas que se defienden entre Infiesto-Oviedo-Grado, y al Norte, esto era, el XIV Cuerpo y la mitad del Cuerpo XVII. Para oponerse a esta maniobra el Ejército no tiene reservas y no puede constituirlas sin ceder terreno para reducir su frente.

No existe ya frente continuo ni en el Sur ni al Este, el frente O ha quedado reducido a una débil cortina de la que da idea el dato de que todo el sector de Trubia, entre Grado y Somiedo, de una extensión de más de 70 kilómetros ha quedado cubierto por dos compañías de aviación, organizadas con las ametralladoras de los aviones destruidos: en total 240 hombres con 30 ametralladoras.

La proporción de fuerzas es la siguiente:

Frente al XIV Cuerpo atacan el Cuerpo Navarro reforzado con unidades italianas. Esto es, frente a menos de 6.000 hombres más de 35.000.

Frente al XVII Cuerpo en la dirección Sur que no cuenta con más de 4.000 hombres, ataca la agrupación de Aranda con 20.000 hombres.

En total el Ejército del Norte no contaba con más de 18.000 hombres.

Para cumplir su misión, el Ejército debía concentrarse en la plaza de armas Pravia-Villaviciosa apoyándose en la fortificación del cerco norte de Oviedo para defender los puertos de Avilés, San Juan de Niera y Gijón y formar una cabeza de puente con vistas al futuro.

La solución no es fácil de realizar —continuó el jefe del Estado Mayor —, pero ofrece la ventaja de escapar al doble corte con que amenaza de una manera inminente la maniobra enemiga, pero para ello es necesario obrar muy rápido a pesar de las dificultades del transporte por falta de gasolina.

Éste era el resumen y propuesta que hacia el jefe del Estado Mayor, a pesar de las indudables dificultades de realización existentes.

La reunión no tomó ningún acuerdo concreto.

Unos días después, el 20 de octubre a las 11 de la mañana, Belarmino Tomás llamó al Jefe del Ejército. A su regreso de la entrevista, éste comunico al Jefe del Estado Mayor: «El Consejo ha decidido marcharse hoy mismo y me ha querido encargar de continuar aquí con plenos poderes dirigiendo la defensa. Yo le he dicho a Belarmino Tomás que esto no es posible, pues no bien conocida la marcha del Consejo se produciría un derrumbamiento de la moral que anularía las últimas posibilidades de lucha y que, entonces, ya no se podría pensar ni en salvar al Ejército. Y le he dicho también, que si el Consejo se va, yo me voy. Belarmino me ha contestado que el Consejo sale en avión después de comer, así que yo me voy al torpedero».

El 20 de octubre el Consejo Soberano renunciaba a su «soberanía», dando con su huida la señal de la terminación de la resistencia organizada en el Norte. Dejaba abandonado al ejército. Y en su huida el Consejo era secundado por el coronel Prada.

* * *

En el frente, conocida la huida del Consejo y del Jefe del Ejército, se empezaron a producir las deserciones en masa hacia el monte con la ilusión de poder continuar la lucha en las condiciones que fueran, antes que entregarse al enemigo.

Fue entonces cuando comenzó la organización de la evacuación.

Se designaron comandantes militares en los puertos: en el de Avilés al comandante Cristóbal; en el de San Juan de Nieva a Víctor Álvarez; en el de Gijón a Arturo Vázquez.

Los comandantes militares recibieron la lista de los barcos y de las unidades que debían de embarcarse.

En el frente se procedió a la selección de los mejores combatientes, que pasaban a formar las unidades de choque.

Fueron concentrados en los puntos de embarque los batallones de choque, la D. E. C. A., y los batallones de tanques.

Se organizaron con los que se quedaban grupos de guerrilleros desprovistos de víveres y municiones.

Entre la una y las dos horas del día 21 de octubre salieron los primeros barcos de Gijón, de San Juan de Nieva y de Avilés. En la mañana del 21 y la noche del 22 salieron los últimos.

Mientras tanto, el enemigo continuaba la ocupación. El Cuerpo de Ejército Navarro se apoderó el día 19 de Villaviciosa y de la región de Infiesto. El día 21 entra en Gijón. El día 22 las fuerzas del general Aranda ocuparon Avilés, Trubia, La Manjoya, Lena, La Felguera, etc.

En el mar los buques facciosos «Cervera», «Velasco» y «Júpiter» entre otros, apoyados por la aviación iban hundiendo o apresando muchos de los barcos que se llevaban a Francia los restos del Ejército del Norte.

¡Sólo se salvaron 9.000 combatientes!

* * *

Los republicanos habían perdido la batalla del hierro.

Desde mayo de 1937, el Ejército del Norte que nunca llegó a los 200.000 hombres, había tenido 33.000 muertos y 105.000 heridos. El 17 por ciento había pagado con su vida su fidelidad a la República. ¡El 70 por ciento del Ejército del Norte había pagado con su tributo de sangre su fidelidad a la República!

¿Merecía la II República tantos sacrificios?