Quizá fue el arranque de valor, aunque inútil, de la llama, o el hecho de que Cassie había conseguido llegar de nuevo a los ojos del reptil y volvía a escarbar en ellos, el caso es que abrió las mandíbulas ligeramente.
Saqué la pata de su boca y traté de alejarme lo suficiente para poder atacarle de frente.
Por desgracia, esto último desplazó la batalla, oso pardo, ardilla, llama y cocodrilo incluidos, al centro del plató.
Allí, Barry y Cindy Sue intentaban mantener el tipo y entrevistaban a Jeremy Jason McCole, que justo en ese momento decía:
—Barry y Cindy Sue, formo parte de una maravillosa organización. Creo que…
Los focos iluminaban aquel caos de golpes, arañazos, gritos y rugidos, una enorme bola de pelo, garras, colas, escamas y dientes.
Barry abandonó su silla de un brinco y se alejó a una velocidad portentosa.
Cindy Sue mantuvo la calma y se limitó a pedir que saliera Bart Jacobs y se llevara de allí a sus animales.
Bart Jacobs, por su parte, sabía de sobra que nadie debe interponerse en una pelea entre un oso y un cocodrilo.
—¡Esos animales no son míos, tonta del bote! —gritó Bart.
Pero lo más sorprendente fue la reacción de Jeremy Jason. No salió corriendo, ni gritó. Se quedó helado, más tieso que una estatua. Lo único que movía era los ojos que estaban a punto de salírsele de las órbitas.
En ese momento apareció por allí un andalita, que estaba fuera del radio de acción de las cámaras y tuvo la prudencia de seguir así. ¡Era Ax!
<¿Qué hace falta para parar esto?>, me preguntó Cassie a la desesperada, mientras intentaba arañas los ojos al cocodrilo.
<Más de lo que tenemos>, contesté sin rodeos.
De repente, una violenta sacudida recorrió el cuerpo del cocodrilo. Yo me había transformado en un oso pardo y nunca hubiera creído que había otro ser que me superara en fuerza, pero cuando el cocodrilo atizaba, todos recibíamos.
Cassie salió volando y supongo que sobrepasó a Marco, la cuestión es que la perdí de vista cuando estaba en pleno vuelo con su cola de ardilla serpenteando como una cometa.
Entonces, ya nada se interpuso entre el cocodrilo y yo.
Aquella fiera se alimenta arrastrando impalas y ñus al interior del río. Yo era mayor que sus presas habituales, pero me tenía entre ceja y ceja porque me había escapado después del primer mordisco. Y esas cosas no se olvidan así como así.
Me embistió. Os diré una cosa: lo que menos os conviene en este mundo es que un cocodrilo os haya escogido de cena.
¿Que si tenía miedo? Vaya que sí. Si me quedaba allí y luchaba, perdería. Punto.
<Bueno, ya vale —dijo Jake—. ¡Nos vamos de aquí!>
Jake había conseguido llegar hasta allí y no parecía muy contento.
<¡Estoy donde los interruptores de la luz! —era la voz telepática de Cassie—. ¡Creo que puedo apagar las luces! ¡Preparaos para salir corriendo!>
<¿Qué?>
<¡Cuando se apaguen las luces que todo el mundo desaparezca!>
<Yo estoy listo>, informó Marco.
Y entonces intervino el destino. Marco, la llama, se estaba poniendo de pie, cuando sus pezuñas patinaron sobre el suelo encerado, sus patas se abrieron y en su caída fue a darle al respaldo del asiento de Jeremy Jason.
El actor, o el yeerk de su cabeza, seguía petrificado de miedo y ése seguía siendo su estado cuando cayó de la silla y aterrizó a un palmo del cocodrilo.