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—Oh, no —se lamentó Cassie en voz baja. Bart Jacobs, sentado a nuestro lado, hablaba con sus ayudantes y ultimaba los detalles de su intervención.

Barry acababa de explicar una historia graciosa. El público aullaba de risa. Cindy Sue estaba presentando al tipo de los animales. Bart se levantó y se arregló la ropa y, en ese momento, un asistente le entregó la cuerda que sujetaba la llama.

<Hola otra vez —saludó Marco—. ¿Qué os parece? ¡Hemos entrado en el mundo del espectáculo! Siempre supe que lo conseguiría, aunque no en forma de llama…>

—… aquí está, ¡Bart Jacobs!

Sonaron los aplausos y Bart apareció tirando de Marco. Sus asistentes ya estaban alineando al resto de sus animales. Jeremy Jason, muy enfadado, hablaba con alguien en una esquina oscura.

Y en medio de todo aquello, yo me estaba descomponiendo.

Ax no había mencionado que el hereth illint resulta de lo más desagradable. Empezó con unas oleadas de náuseas muy intensas que casi me hacen vomitar allí mismo. Pero tras revolvérseme el estómago llegó algo mucho peor: una desorientación total. Mi cuerpo estaba rechazando el ADN del cocodrilo pero el reptil no estaba dispuesto a irse así como así. Antes de abandonarme, su mente fría y calculadora emergió junto a la mía. ¡Estaba perdiendo el control de mi propio cuerpo!

En el mismo cuerpo y a la vez, dos cerebros totalmente diferentes miraban el mundo a través de mis ojos. El cocodrilo estaba nervioso. No estaba acostumbrado a aquello, no sabía dónde se encontraba.

Pero, aunque los cocodrilos son máquinas de matar implacables, no son estúpidos. Ignoró por completo el hecho de que aquél no era el lugar apropiado para un cocodrilo y centró toda su atención en lo que de verdad le importaba: comer.

El animal intentó agitar la cola, pero no tenía. Así que movió mi… o sea nuestro… no «mi» trasero.

—¡Rachel! ¿Qué haces?

—Yo… yo no… —logré articular a duras penas. Entonces el cocodrilo resolvió que no había nada que hacer en aquel lugar y que, ya que tenía piernas, ¿por qué no perseguir a su presa?

Antes de que pudiera reaccionar, ya estaba corriendo por allí moviendo los brazos como una idiota y arrastrando los pies como una demente. Me dirigí en línea recta hacia Jeremy Jason McCole con mis enormes mandíbulas de cocodrilo bien abiertas para procurarle una muerte rápida, sólo que yo no tenía mandíbulas de cocodrilo.

—¡Ahhh! —chilló Jeremy Jason al sentir un mordisco en el hombro.

—¡Es una gran fan tuya, Jeremy Jason! —explicó Cassie, que me agarró y me separó de él—. ¡Te adora!

—¡Apartad de mí a esta loca! —gritó él.

Intenté morder a Cassie.

El ayudante de Bart Jacobs guió a Marco fuera de escena y, acto seguido, colocaron una enorme tortuga bajo los focos.

<Los he dejado alucinados —fanfarroneó Marco—. Me adoran… ¡eh! ¡Eh!>

Le mordí en el cuello. Gracias a Dios, los dientes humanos no son mortales.

Cassie volvió a separarme de un tirón y, en ese momento, un poco tarde la verdad, empecé a ser Rachel de nuevo. Pero mis problemas no acabaron ahí. Porque aunque mi mente volvía a dominar la situación, sentí que aumentaba de peso. Me notaba increíblemente pesada.

Mi vestido empezó a estirarse por la espalda. Me tiraba del cuello y de las mangas. De repente, me convertí en el jorobado de Nôtre Dame. Algo enorme estaba creciéndome en la espalda y no sabía qué era.

Entonces entendí la explicación de Ax. Veréis, yo sabía que iba a expulsar el ADN del cocodrilo de mi cuerpo. Lo que no sabía es que para ello me transformaría en una máquina de matar de siete metros.

Sin embargo lo más triste era que ni siquiera aquello era lo peor. La situación me estaba poniendo muy nerviosa. Me sentía furiosa, asustada. Furiosa por lo asustada que estaba. Rebosaba de emociones extremas.

Y todavía no me había librado de mi alergia.