20

—Ey —dijo Jeremy Jason con su famosa mirada de desdén—, ¿no te he visto antes?

—No —contesté sacudiendo la cabeza.

—Ah, sí. Eres la chica que se cayó al foso de los cocodrilos junto a aquel chaval. Así que vas a salir en el programa, ¿eh?

—Y eso no fue todo —intervino Cassie—. También se le hundió la casa con ella dentro.

Le lancé una mirada asesina. Vamos, como si aquello me sumara puntos ante Jeremy Jason o fuera a impresionarle.

Cassie me respondió con un gesto de perplejidad y se encogió de hombros.

Se había quedado pasmada contemplándole con una media sonrisa boba. Claro que seguramente yo ponía la misma cara.

—Escucha —añadió Jeremy Jason con su sonrisa de anuncio—, señorita Desastre, o como te llames, ¿qué te parece si tú y tu amiguita os vais a dar un paseíto? No quiero público cuando me maquillo.

Eso hizo que nuestras sonrisas bobas se esfumaran. Tai me lanzó una mirada feroz y con la cabeza me hizo un gesto señalando hacia la puerta.

Fuera, en el pasillo, nos topamos con la llama.

—«¿Señorita Desastre?» —repetí—. ¿Cómo se atreve?

—«¿Marchaos a dar un paseíto?» —añadió Cassie.

Los dos observamos a la llama.

—Si estás esperando a que te maquillen, puedes esperar sentada —informé al animal—. No eres lo suficientemente famosa.

<Puede que no, pero lo seré algún día>, replicó la llama.

—¡Ahhh! —exclamamos Cassie y yo a la vez. Estaréis pensando que mejor que nosotras para encontrar de lo más normal que una llama hablara, pero nos pilló por sorpresa.

—¿Marco? —susurré.

<¿Quién si no podría ser esta monada? Fijaos en mi pelaje y ¡qué sonrisa! Estoy fantástico.>

—¿Se puede saber qué estás haciendo?

<Jake anda por ahí transformado en cucaracha y Ax en mosca. Yo también entré así, pero después vi la llama correteando a su aire por ahí y pensé, ¿por qué seguir siendo un insignificante insecto?>

—¿Dónde está la llama de verdad? —le preguntó Cassie en un susurro.

<No os preocupéis, está encerrada en un vestuario vacío. Por cierto, he visto la programación. Primero sale Bart Jacobs con sus animales, incluido un servidor, después Wussy Wonder y acto seguido tú, Rachel.>

Cassie me miró alzando una ceja pero yo no me di por aludida. Sabía de sobra lo que mi amiga quería decirme.

—Muy bien, se lo contaré yo —resolvió Cassie—. Marco, Rachel exageró un poco cuando dijo que ya estaba bien del todo. Será mejor que prevengas a Jake.

<¿No me digas que no se libró del cocodrilo?>

—Pues más bien no.

—No me pasará nada si consigo mantener el control sobre mí misma —me defendí.

<Rachel, se supone que yo soy el irresponsable del grupo>, protestó Marco.

—Bueno, ahora ya es demasiado tarde para suspender la intervención —observó Cassie pensativa al tiempo que se mordía el labio inferior—. Hay que tener mucho cuidado y evitar por encima de todo que la gente vea cómo se transforma Rachel.

<¿Y qué vamos a hacer si empieza a transformarse de repente…?>

—Bien —interrumpió Cassie—, lo importante es que Rachel siempre esté presente, ¿no? Me cuesta creer lo que se me está pasando por la cabeza… sólo de pensarlo me entran escalofríos pero, Rachel, necesitamos una copia tuya.

<¿Transformarse en Rachel? —gorjeó Marco—. Yo, yo, ¡yo lo haré!>

—Cuando las ranas críen pelo —sentencié.

<Oh, oh —exclamó Marco tras mirar a su izquierda—, me parece que me han descubierto.>

Al fondo del pasillo aparecieron los hombres vestidos de caqui. Se aproximaron muy despacio hacia Marco, que aguardó pacientemente, y tras deslizarle una cuerda por el cuello, se lo llevaron.

<Nos vemos —se despidió Marco—. «Que te rompas una pierna». No te lo tomes al pie de la letra, es lo que la gente del espectáculo decimos para desear buena suerte. Voy a salir en la tele. Voy a salir en la teeeeleeee. Voy a salir en la teee-leee.>

—¿Qué haces? —pregunté al notar que Cassie me agarraba de un brazo.

—No te preocupes, no utilizaré tu forma para nada malo —contestó Cassie con solemnidad. Entonces, sentí que me invadía el sueño y que languidecía. Cassie estaba adquiriendo mi ADN.

—No lo hagas a no ser que no haya más remedio —le pedí—. Se me ponen los pelos de punta sólo de pensarlo… ¡Uff! —me estremecí y, acto seguido, mi cara empezó a proyectarse hacia delante.

—¡Rachel!

—Estoy bien, estoy bien —dije y respiré hondo para librarme de la horrenda sensación que me había invadido ante la idea de haber sido adquirida. La transformación alérgica cesó y mi cara recobró la normalidad.

—¡Eh, tú! ¡La tropezona! ¡Venga!

La mujer de los papeles y la tablilla pasó a toda prisa por mi lado, me agarró de un brazo y me arrastró pasillo adelante.

—Bien, ahora escúchame con atención porque vamos retrasados. Tú aparecerás en el próximo segmento del programa. Yo te avisaré cuándo. Entras y cruzas el plató hacia donde se encuentra Barry, que te dará la mano. Luego te la dará Cindy Sue, a menos que esté histérica. Después te sientas y no pienses en qué cámara mirar, limítate a hablar con Barry y Cindy Sue. Ellos te preguntarán por esa historia del caimán…

—Cocodrilo —le corregí.

—Tú les cuentas tu historia. Si Barry hace «así» con la mano, es que quiere que te des prisa. Si hace «así», es que tienes que ir terminando porque se ha acabado el tiempo. ¿Comprendido? Bien. Y ahora relájate. Todo saldrá bien.

»¿Quién eres tú? —dijo de repente mirando a Cassie.

—Soy la compañera de la tropezona, soy… la tropezona II —respondió Cassie.

La mujer de los papeles la miró con atención.

—Es mi amiga —expliqué—. Ha venido a darme apoyo moral.

—Bueno, da igual. Venga, vamos. No podemos usar la sala de espera porque la semana pasada tuvimos a un grupo en el programa que se encargó de destrozarla —continuó sin soltarme el brazo, lo que normalmente me habría mosqueado. Sólo que no podía permitírmelo porque ese sentimiento provocaría una reacción.

Nos mandó sentar en dos taburetes altos, en una esquina oscura de la pared de bloques grises en la que están todos los cables y los interruptores.

Bart Jacobs, el tipo de los animales, estaba sentado en un taburete idéntico. Fumaba un cigarrillo mientras hablaba con uno de sus ayudantes. Contra la pared gris se alineaban la media docena de jaulas con animales que había traído Bart Jacobs: un cachorro de león, una cría de elefante, una pitón, un águila real.

Desde la oscuridad en la que estábamos, podíamos contemplar el decorado ya familiar de Barry y Cindy Sue. Estaba pensado para parecer una sala de estar, con sillas en apariencia cómodas dispuestas en el centro, hacia donde enfocaban tres cámaras, una a cada lado y otra en el centro.

Más allá de los relucientes focos del plató se sentaba el público. No se les distinguía, estaban a oscuras y las luces del plató me impedían ver más allá.

En ese momento, Barry pasó por mi lado a toda prisa.

—Hola a todos, hoy vamos a tener un programa estupendo. Espero que estéis a gusto con nosotros. ¡Bien! ¡Bien! ¡Energía! ¡Que no decaiga! ¡Nos vemos!

Diez segundos más tarde, llegó Cindy Sue envuelta en perfume y seguida de un hombre que trataba de peinarla mientras andaba.

Me lanzó una sonrisa falsa y a Bart Jacobs una mirada de desdén. Bart se acercó a mí y se quitó el cigarrillo de la boca.

—Nunca me ha perdonado que uno de mis animalillos se le hiciera pipí en uno de sus vestidos —me confesó.

Desde más allá de los focos llegó un estruendo de bienvenida procedente del público. Vi a mi padre en el otro extremo del estudio, hablando con una mujer de la tablilla. Al verme me dedicó una sonrisa y un guiño.

No estaba ni nerviosa ni asustada. No sentía emoción alguna. Era la única manera y podía conseguirlo.

Barry y Cindy Sue estaban charlando en el plató. En ese momento se nos unió Jeremy Jason como un relámpago. Estaba furioso.

—¿Qué es eso de que la sala de espera está cerrada? ¡No querrás que me quede aquí, esperando de cualquier manera! ¡Soy Jeremy Jason McCole! —mascullaba entre dientes a un hombre de aspecto atemorizado.

Claro, que quizá ya no fuera realmente Jeremy Jason McCole.

«Posiblemente es un controlador. Ahora mismo el verdadero Jeremy Jason está encerrado en algún rincón de su propia mente y no tiene más remedio que contemplar impotente cómo un yeerk controla cada uno de sus movimientos, cada acción, cada palabra», recordé.

¿Se había dado ya cuenta aquel ambicioso y vanidoso idiota de que le habían engañado? ¿Había comprendido ya que no hay nada peor que asociarse con un yeerk? El yeerk es el amo y el portador humano, su esclavo, y si la ocupación es voluntaria el humano es todavía más vulnerable y menos capaz de resistir.

Me ponía enferma sólo de pensarlo. Jeremy Jason lo había querido así, se había dejado engañar pero, aún así, me…

Un momento, me empezaba a encontrar bastante mal.

Oh, no, rogué en silencio, ahora no, por favor.

—Cassie, creo que no voy a poder hacerlo.

—¿Qué quieres decir? —me preguntó—. Oye, si lo que pasa es que estás asustada o algo así, trata de anular esa emoción y listo.

—No es eso —contesté negando con la cabeza—. Me siento… rara, distorsionada. Como si algo estuviera sucediendo en mi interior.

—¿La transformación alérgica?

—Creo que no. Eso por ahora lo tengo dominado. Me temo que es lo otro.

—¿El qué?

—Ya sabes.

—¿El hereth illint? ¿Ahora? ¿Aquí? ¿Ahora?

—Sí —asentí—. Aquí y ahora.