10

Fui directamente al hotel desde el hospital. Todo el mundo insistía en que necesitaba descansar. Lo que en realidad necesitaba era respuestas.

¿Qué me estaba pasando?

La habitación estaba en la planta veintidós. Me imaginé lo que pasaría si de repente volvía a transformarme en elefante: atravesaría veintidós pisos.

¿Qué diablos estaba ocurriendo? No dejaba de mirarme las manos y los pies para asegurarme de que seguía siendo totalmente humana.

Necesitaba hablar con alguien que me entendiera, alguien con quien poder hablar francamente. Mi padre es genial, pero no cesaba de repetir que el suelo no se hunde así sin más. No hay que olvidar que la casa no tenía más de diez años. Y ya que estamos en materia, ¿por qué los del zoo no construyen barandas más altas para que la gente no se caiga en el foso de los cocodrilos?

Yo no me había caído al foso ni mi casa se había desplomado porque sí. Me había convertido en una animal que pesaba más que dos camiones juntos, y las casas no están acondicionadas para elefantes.

Me moría de ganas de telefonear a Cassie y hablar con ella, pero sobre ese tema tenemos reglas muy estrictas. Nunca puedes estar segura de quién estará escuchando la conversación, así que tuve que esperar.

Opté por llamar al servicio de habitaciones.

—Tráigame una ensalada con aderezo de semillas de amapola y mmm… una hamburguesa con queso y patatas fritas. Y pastel de cereza. Ah, y anule la ensalada.

No era momento de preocuparse por la alimentación sana, ni la grasa. Tenía hambre y había sido un día largo y muy duro así que me merecía un poco de comida basura.

—¿Hacen ustedes batidos de chocolate?

Con el mando a distancia comprobé la oferta de los canales de pago. Sólo había películas de artes marciales, de crímenes, de acción y aventuras… Lo que yo necesitaba era una bonita película de amor. Mi vida ya tenía bastante acción.

Sonó el teléfono y pensé que sería alguien del servicio de habitaciones.

—¿Sí?

—¿Estás sola? —era la voz de Cassie. Qué alivio. Hasta entonces no me percaté de lo increíblemente tensa que estaba.

—No sabes cómo me alegro de oír tu voz. Sí, mi padre se ha marchado. No volverá hasta dentro de un par de horas.

—¿Se puede abrir la ventana de tu habitación?

Me levanté para comprobarlo y, en efecto, se abría con facilidad.

—Sí. ¿Vas a venir?

—Cuenta unos cinco minutos y después enciende y apaga las luces para que yo localice la ventana.

Mientras esperaba a Cassie, aproveché para llamar al servicio de habitaciones y pedir que subieran la ensalada y otro trozo de pastel para Cassie.

Aunque aguardaba su llegada de un momento a otro, me llevé un buen susto cuando un enorme búho se coló por mi ventana.

<¿Todo en orden?>, preguntó Cassie inquieta.

—Sí, pero date prisa porque el servicio de habitaciones está a punto de llegar.

Ver cómo alguien se transforma no es un espectáculo demasiado agradable. Es más, si no te lo esperas, puede convertirse en la experiencia más horrible que jamás hayas vivido. Estoy segura de que saldríais corriendo como alma que lleva el diablo, sobre todo en algunos casos. Creedme, es mejor para vosotros no ser nunca testigos de cómo una persona se convierte en mosca o en araña. Si creéis haber pasado miedo con lo que habéis visto en la tele o en las películas de terror, esperad a ver a un amigo transformarse en bicho. Tendréis pesadillas para rato.

La única que consigue que las metamorfosis no sean del todo espantosas es Cassie. Posee un talento natural para ello.

Por eso parecía casi normal que las plumas comenzaran a derretirse para dejar paso a su piel. Ni siquiera resultó demasiado extraño que de las temibles garras de búho surgieran sus piernas humanas.

Lo último que cambió fue su cabeza. Cassie es capaz de controlar el orden en que se suceden las alteraciones. A mí no me sale ni por casualidad, ni siquiera a Ax.

Para terminar, los ojazos negros de Cassie sustituyeron a los enormes ojos de búho.

Llamaron a la puerta.

—Es el servicio de habitaciones —le informé para tranquilizarla—. Te gustan los pasteles, ¿verdad?

El camarero empujó un carrito al interior de la habitación. Qué visión tan maravillosa: hamburguesa, ensalada para Cassie, dos trozos de pastel y mi batido. Le extendí un cheque y añadí algo de propina. Veréis, he ido a visitar a mi padre a hoteles cientos de veces, sé cómo comportarme.

Cuando el camarero se fue, Cassie se echó a reír.

—Vas a tener que ser rica cuando seas mayor, Rachel. Te mueves como pez en el agua. Has nacido para hacer esto.

—Bueno, tengo un don especial para gastar dinero —sonreí—. ¿Qué puedo decir? Es mi cruz.

—Bueno, cuéntame —me apremió Cassie poniéndose muy seria—. ¿Qué ha pasado?

—¿Es que no te crees que el suelo de mi habitación se haya derrumbado así por las buenas?

—Pues no —contestó mi amiga moviendo la cabeza.

—Creo que… —le di un bocado a la hamburguesa—. Debí quedarme dormida. Estaba navegando por Internet… cuando de repente empecé a transformarme en el enorme cocodrilo de esta mañana —me encogí de hombros y seguí con la hamburguesa.

—¿Empezaste a transformarte así sin más?

—Sí. No sé… Juraría que estaba despierta, pero debía de estar soñando.

—Ya. Yo sueño constantemente —replicó Cassie— y nunca me he transformado en sueños.

Me negaba a rechazar la posibilidad de que hubiera sido fruto de una pesadilla, porque la alternativa, es decir, que era incapaz de controlar las metamorfosis, resultaba escalofriante.

—¿Vas a comerte la ensalada? Ha costado diez dólares.

—Todos hemos sufrido pesadillas pero a ninguno le ha dado por transformarse por las buenas —Cassie hundió el tenedor en la ensalada sin dejar de mirarme.

—¿Qué puedo decir? —añadí al tiempo que me concentraba en la hamburguesa—. Supongo que eso fue lo que pasó, estaría soñando.

—¿Te transformaste en cocodrilo y entonces el suelo se hundió?

—La verdad es que… —me revolví nerviosa—, verás, cuando el suelo cedió me había transformado en elefante. Creo que la parte del cocodrilo la soñé porque me transformé directamente en otro animal y entonces… cuando me desperté, era un elefante.

—Rachel —dijo Cassie con la vista fija en el plato, como si se sintiera violenta—, estás hablando conmigo, Cassie, tu mejor amiga. Sé que no me estás contando toda la verdad.

Se me quitó el apetito de golpe. Dejé lo que quedaba de hamburguesa.

—Está bien. Mira, no sé muy bien lo que pasó, ¿vale? Estaba conectada a Internet y supongo que me fui atontando poco a poco, como siempre me pasa cuando miro la pantalla durante mucho rato. De repente, empiezo a transformarme en cocodrilo.

—Debemos contárselo a Ax. Como es andalita, sabrá si esto es normal.

—Pues espero que no —añadí—. Podría haber matado a Jordan y a Sara. Por suerte estaban en el comedor. No quiero ni pensar lo que hubiera pasado de haber estado en la cocina.

—No lo pienses —concluyó Cassie—. Hay que hablar con Ax.

—Por favor —le pedí tras agarrarle la mano—, no se lo digas a Jake, ¿de acuerdo? Ya sabes que se toma todo muy a pecho. Si se entera de esto, no me permitirá hacer nada y me obligará a quedarme en casa.

—Eso es lo que deberías hacer.

—No —agité la cabeza con fuerza—. Ahora lo que necesito es centrarme. Cuanto más centrada esté, menos posibilidades habrá de que esto vuelva a repetirse. No me volverá a pasar —ojalá fuese verdad.

Agarré la hamburguesa. Cassie me observó durante un momento y después picoteó la ensalada.

—De acuerdo —añadió al cabo de un rato—, pero primero hablaremos con Ax.

—Trato hecho —acepté.

—Por cierto, Jeremy Jason McCole ya está aquí.

—¿Qué?

Cassie asintió y sonrió.

—Salió en Entertainment Tonight y al parecer va a pasar la noche en el enorme yate de no sé qué productor de películas. Debe de estar allí ahora.

—Todavía nos queda averiguar si es o no un controlador —le recordé—. Le pregunté a Jordan qué haría si supiese que existe un modo de acercarse a Jeremy Jason McCole y prácticamente me contestó que sería capaz de caminar descalza sobre cristales rotos.

—No me extraña. Hace un año yo estaría detrás de ella en la cola —replicó mi amiga con una sonrisa perversa—. El amor puede con todo.

—¿Y qué quieres que hagamos? —le pegué otro bocado a la hamburguesa—. ¿Ir al yate? El productor también podría ser un controlador.

—Precisamente hemos hablado de eso y hemos pensado que mañana, después de clase, podríamos ir y echar un vistazo.

—¿Jake, Marco… todos? ¿Ellos también vienen?

—No sé por qué, pero no quieren dejarnos a solas con Jeremy Jason, al parecer no se fían.

—ASí que en un yate, ¿no? —reflexioné—. Seguro que estará en traje de baño.

—Mmmmmm.

—Mmmmmmm.