NO puedo imaginar cómo esta voz invadió el sueño a pesar de que no pertenecía a él.
—Oh, vida inteligente del futuro de un idiota —decía—, escucha esta canción. Si al menos pudieras echar un vistazo conmigo desde esta simple roca, esta ordinaria losa que, sin embargo, es también un trono ante los mares agitados y la niebla que envuelve un susurrante paraíso. Y bajo esas aguas turbulentas… la lenta y fiera música de un mundo sombrío de monstruos. Y sobre las tierras lisas… ondulaciones caóticas entre enredaderas y vapores verdosos, la titilante danza de innumerables colas y lenguas. Y arriba en los cielos, manchadas por encima con nubes de ceniza… se baten unas alas curtidas. Oh, bestia caída, si al menos pudieras ver todo esto a través de mis ojos sin párpados, este sagrado mundo inocente de esperanza, con qué ahínco seguirías entonces la muerte de todos tus sueños vacíos.
—Inocente de esperanza, quizás —pensé al despertar en la oscuridad—. Y sin embargo, oh lagarto de ojos separados, te oía cantar algo de tu dolor y tu pánico. Un paraíso de prehistoria, sin duda. Qué finamente expresado. Pero una poesía de vida en todo caso… hecha del mismísimo cieno, del fango como tal.
»Desprecio tu elocuencia y tu mundo, la poesía de una inconsciencia viviente, y ahora busco un estilo más simple de aniquilación. Mis esperanzas permanecen intactas. Tus palabras de lengua bífida fueron una mera y burda intrusión en un sueño de cosas mucho más profundas… lo Incomparablemente Remoto.
»Y ahora deja que cierre mis ojos una vez más para seguir en sueños el camino de regreso más allá de todo ruido y de números, cayendo en ese mundo donde yo soy hermano del silencio y comparto un solo rostro con el vacío».
Pero la voz del reptil continúa burlándose, noche tras noche. Se reirá y despotricará durante todas las húmedas noches de la historia. Hasta que esa perfecta tapadera de oscuridad caiga sobre este mundo una vez más.