NADIE sabe cómo se entra; nadie recuerda la ruta por la que se llega a esas escenas. Quizás exista un blando túnel de negrura, posiblemente sin paredes ni suelo sólidos, un receptáculo aerodinámico en el que se llega flotando hasta una oscura terminal. Luego, repentina e inesperadamente, una luz se enciende derramándose, y objetos de atrezzo aparecen por todas partes, el escenario ya está preparado y es aprendido en un segundo, mientras que ese acceso a la negrura —ese sombrío viejo túnel— es olvidado. Por otro lado, quizás no haya una puerta de entrada hacia el sueño, ningún primer acto del drama: una galería de maniquíes abruptamente despiertan y comienzan a declamar sus papeles en mitad de su frase, sin un comienzo al que regresar.
Pero lo importante no es comenzar, sino continuar; no es llegar sino permanecer. Esta es la condición fundamental, sobre la que todas las otras arraigan y crecen: la restricción, el encarcelamiento, es la ley de la estructura. Y esta estructura, ahora de hecho un edificio, es extraña; completa en sí misma, no forma parte de un paisaje mayor, como si unas montañas perfectamente pintadas se hubieran quedado sin lago o cielo en un amplio lienzo blanco. ¿Es un hospital? ¿Un museo? ¿Un laberinto gris de oficinas? ¿O simplemente una… institución sin nombre?
Tanto da lo que haya fuera, o dentro… para aquellos que están allí por lo que realmente importa… es muy tarde, y por alguna razón se ha pasado la hora de una cita crucial.
¿En qué habitación se suponía que iba tener lugar? ¿Es esta al menos la sección correcta del edificio, la planta correcta? Todos los pasillos parecen el mismo —sin iluminación adecuada ni viandantes serviciales— y ninguna habitación está numerada. Pero los números no son de ninguna ayuda, ir de una habitación vacía a otra es inútil. Ese encuentro crucial ya se ha perdido y nada en este mundo puede compensar esta pérdida.
Finalmente, se alcanza una especie de clímax en las sombras bajo una escalera, donde uno encuentra refugio de las consecuencias del fracaso.
Y dentro de este aparente refugio se produce un acontecimiento totalmente nuevo: una multitud de arañas enormes oscilan en telarañas colgantes por encima y alrededor tuyo. Tu presencia las ha molestado y comienzan a moverse maniobrando con sus inusuales cuerpos. Pero, por muy horribles que puedan ser, sabes que las necesitas.
Porque ellas son las únicas que te pueden mostrar la salida; es su tacto lo que te guía y te recuerda cómo librarte de esta tortura. Todo el mundo recuerda este vuelo final desde la pesadilla; todo el mundo sabe cómo gritar.