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11.00 HORAS, 4 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR)/LOCALIZACIÓN NO DETERMINADA EN EL INTERIOR DE LA ESTRUCTURA DE LOS FORERUNNERS CONOCIDA COMO MUNDO ESCUDO
Los Spartans y la doctora Halsey se reunieron alrededor de las sepulturas de William y Dante.
Era un lugar excelente: la luz del sol moteaba el río que fluía junto aquel robledal. Un sendero de franjas de ónice describía una curva a través de la zona. Habían levantado algunos de los bloques, grabado los nombres de William y Dante y erigido otros dos para conmemorar a Holly y al capitán.
El Jefe Méndez leyó unas líneas de un libro pequeño con tapas de piel negra:
—«Hemos llegado a un lugar lejos del hogar / Mucho tiempo ha transcurrido desde que vimos alzarse el sol / Un lugar donde la paz finalmente puede llegar / Un lugar donde podemos descansar y reír y cantar y amar una vez más».
Inclinó la cabeza y cerró el libro Historia de un soldado: guerras de los bosques tropicales, un clásico militar escrito en 2164.
Hubo un momento de silencio.
—Destacamento de honras fúnebres, rompan filas —ordenó Fred.
Ash depositó un casquillo usado de latón sobre cada lápida, una muestra de respeto hacia sus camaradas Spartans. No sabía qué otra cosa hacer.
Había transcurrido un día y medio desde que el capitán les había ordenado entrar en la fisura, y un día y medio desde que se había sellado, dejándolos allí perdidos a todos.
La conmoción de perderlo a él y a los otros Spartans no había desaparecido, y todos se sentían atontados y vacíos. Los Spartans no acostumbraban a permitirse experimentar pesar; el recuerdo de los muertos casi siempre se veía truncado por otra misión, una batalla, y su atención se desviaba hacia el más amplio panorama de salvar a la humanidad.
… No en aquella ocasión.
La fisura de Slipspace estaba estable cuando la doctora Halsey y el Jefe Méndez habían pasado por ella los primeros, dejándolos caer desde tres metros de altura sobre una colina cubierta de hierba. Las vainas criogénicas y el equipo Sable los habían seguido al poco rato. Juntos contemplaron como la abertura empezaba a desmoronarse inmediatamente después.
Fred, Linda y Kelly intentaron volver atrás en cuanto hicieron su aparición. Luego fueron Tom y Lucy los que cayeron rodando por la abertura, y para entonces la fisura era ya demasiado pequeña. Sólo pudieron contemplar cómo se comprimía hasta convertirse en un solitario puntito oscilante que luego desapareció.
La mayoría había pensado que el corredor de Slipspace los trasladaría a una habitación interior dentro de la construcción artificial conocida como Onyx.
Nadie, ni siquiera la doctora Halsey, estaba preparado para aquello.
En las alturas llameaba un sol dorado. El cielo, si se le podía llamar así, tenía el tono azul de un huevo de petirrojo a la altura del horizonte, pero se oscurecía rápidamente hasta adquirir un tono añil y luego negro cuanto más arriba se miraba, luego volvía a iluminarse a medida que se acercaba al sol. No había estrellas.
La superficie se extendía en todas direcciones; prados, ríos, lagos, bosques, senderos sinuosos, todo totalmente llano. Es decir, hasta que Linda miró por su mira telescópica Oráculo. Entonces descubrió que todos los horizontes ascendían hasta que las curvas superficies se desvanecían en la lejanía.
Linda dijo que era como estar en el fondo de un cuenco enorme.
La doctora Halsey les había asegurado que de ningún modo se encontraban en el interior de un «cuenco».
—Una esfera —dijo, repitiéndoselo por tercera vez al Jefe Méndez—, es allí donde estamos.
—Una vez más —le pidió el Jefe, sentándose en la hierba—. Vuelva a explicármelo, por favor, doctora. Despacio.
La doctora Halsey suspiró, alisó su falda, y luego se sentó junto a él.
—Muy bien, Jefe.
Abrió su ordenador portátil, y números, gráficos y análisis espectroscópicos aparecieron en la pantalla.
Los Spartans también se reunieron a su alrededor para escuchar. Lo cierto era que, si bien comprendían los principios científicos que llevaban a la doctora a sus conclusiones, todavía seguían sin creerla del todo.
—Empezamos con este llamado sol. —Señaló directamente al cielo y luego punteó los datos de su pantalla—. El espectro y la energía que produce son coincidentes con una enana del tipo G2, una de dimensiones ligeramente más pequeñas que las de nuestro Sol.
»A continuación observaréis la curvatura de este mundo, cóncavo, tal como se ve por la mira del rifle de Linda.
Pulsó para pasar a una nueva pantalla y ésta mostró la estrella y una curva que describía un círculo completo.
—Extrapolándolo, calculo un diámetro de ciento cincuenta millones de kilómetros: dos unidades astronómicas, o un radio equivalente a la distancia de la Tierra orbitando su sol.
»¿Conclusión? —Hizo una pausa para darle un toque teatral—. Estamos en el interior de una microesfera Dyson.
Ash se quitó el casco y se rascó enérgicamente la cabeza con ambas manos.
—Eso no puede ser —protestó—. Cruzamos la fisura y aparecimos aquí al momento. Incluso en el espacio Slipstream se habría necesitado algo de tiempo para viajar a otra estrella.
—Totalmente cierto —admitió la doctora Halsey—, pero nosotros no hemos abandonado Onyx.
—Esta es la parte que no comprendo —masculló Kelly.
—Los conocimientos de los Forerunners sobre la tecnología del Slipspace estaban mucho más avanzados que los nuestros o los del Covenant —explicó la doctora—. Creo que esta esfera reside en el centro del planeta, encerrada y protegida por una burbuja de Slipspace de dimensionalidad comprimida.
El Jefe Méndez miró a su alrededor y negó con la cabeza, incapaz o reacio a aceptar su interpretación de los hechos.
—Si todo esto es cierto, doctora —repuso Fred—, y los Forerunners construyeron esto como un refugio, un refugio antibombardeo para protegerlos de los Halos o del Flood, ¿por qué no están ellos aquí?
La doctora Halsey se encogió de hombros y profirió las palabras que nadie creía que fuera capaz de pronunciar:
—No lo sé. —Cerró el ordenador—. ¿Salió algo mal en su plan? ¿O salió todo tal y como lo planearon? Puede que nunca lo sepamos. Por qué el Flood sobrevive hoy en día y adonde fueron los Forerunners son misterios que aún tenemos que resolver.
Permanecieron allí un minuto, en silencio, reflexionando sobre la envergadura del lugar, los antiquísimos secretos de los Forerunners, e intentaron integrarlo en los acontecimientos de las últimas semanas.
—Ash —dijo Fred entonces, agarrando su rifle—, coge a tu equipo y reúne nuestros suministros. Vamos a desplegarnos en grupos de cinco.
—Sí, señor.
Ash se colocó el casco, y él y los otros SPARTANS-III se movieron como espoleados por un relámpago.
—Jefe —dijo Fred a Méndez—, quiero un recuento de cada proyectil que tengamos.
—Señor. —Méndez se puso en pie de un salto—. Ya estoy en ello.
—Con el debido respeto, teniente —observó la doctora Halsey, que permaneció sentada—. ¿Adonde exactamente tiene intención de ir? Deberíamos descansar, pensar y curar nuestras heridas. Hemos perdido tantos…
—Sí, así es —la interrumpió él—. Motivo por el que vamos a ponernos en marcha. Dante y Holly dieron sus vidas peleando. Kurt se quedó atrás y se aseguró de que el Covenant no pudiera seguirnos. Ahora es nuestro deber completar la misión: encontrar tecnologías de los Forerunners y llevarlas de vuelta a la Tierra. —Bajó la voz y añadió—: Hacer menos que eso deshonraría sus sacrificios.
Linda fue a colocarse junto a él y dijo:
—Sugiero que empecemos por encontrar un modo de abrir las vainas criogénicas que contienen al equipo Katana. Hay que sacarlos de ahí y hacer que vuelvan a la actividad.
—¡Sí! —exclamó Kelly, y se reunió con ellos—. Rompamos los campos de Slipspace que encierran esas cosas, y a lo mejor así encontraremos un modo de abrirnos paso fuera de aquí.
La doctora Halsey los contempló y se subió aún más las gafas por el puente de la nariz.
—Ya veo. Comprenderéis que si bien externamente este espacio puede que sólo tenga unos pocos metros de diámetro en el interior del centro de Onyx, internamente, su dimensionalidad comprimida le proporciona una superficie… —ladeó la cabeza, calculando— muchas veces la superficie de la Tierra.
Fred miró a Kelly y a Linda, y dijo:
—Entonces es mejor que nos pongamos en marcha. Tenemos mucho terreno que cubrir.
La doctora Halsey se puso en pie, suspiró y sacudió algunas briznas de hierba de su bata de laboratorio.
—Muy bien, recogeré mis cosas.
Se alejó con aire resuelto y los Spartans la siguieron con la mirada.
—¿Creéis que John sigue ahí fuera? —susurró Kelly—. Quiero decir ¿vivo?
—Sí —respondió Linda.
—Tiene que estar —asintió Fred—. Es el único que queda para detener al Covenant.
—Mientras nosotros estamos atrapados aquí. —Kelly pateó la hierba—. ¿Qué piensas de los demás? ¿Del equipo Sable?
—Son unos críos —dijo Fred—. Pero también lo fuimos nosotros una vez. Creo que son Spartans como nosotros.
Ash trotó hasta ellos, con Olivia y Mark cerrando la marcha cargados con mochilas.
—Todo listo, señor —dijo Ash.
—Bien.
Fred posó una mano sobre el hombro de Ash y asintió con la cabeza en dirección al resto.
—Bienvenidos al equipo Azul, Spartans —dijo Kelly—. Vamos a formar un gran equipo.