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22.05 HORAS, 4 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA ZETA DORADUS / LA LUNA DE ONYX / A BORDO DE LA PATRULLERA «DUSK» DEL UNSC
—¡Señor, tengo algo! —El teniente Joe Yang se encorvó sobre su puesto de sensores en cuya pantalla danzaban picos de energía—. Señal doble de pulso electromagnético. Bajo la superficie. —Negó con la cabeza y tiró nerviosamente de una ceja—. Señales de energía múltiples. Cientos. Todas subterráneas.
El comandante Lash y el capitán de fragata Waters se inclinaron por encima del hombro de Yang e intentaron encontrar alguna explicación a aquello.
—Armas nucleares sin la menor duda —musitó Waters—. Las proporciones radiológicas indican que es una de las nuestras.
Los pulsos electromagnéticos se desvanecieron en un mar embravecido de oleadas mayores.
—Esa es muchísima más energía que dos cabezas nucleares FENRIS —dijo Lash—. Algo mucho más gordo está sucediendo ahí abajo.
Soltó aire y su aliento surgió en forma de trémulos estremecimientos. Nadie lo advirtió.
Abrió un canal interno de radio a Cho.
—¿Situación de los condensadores de Slipspace?
—Siete tres por ciento —respondió Cho—, perdiendo un cero tres por ciento por minuto, señor.
—Esté atento para desviar de golpe la potencia del reactor —le dijo Lash— y mandar toda la energía al sistema de Slipspace.
Se produjo una larga pausa en la radio.
—A la orden, señor —respondió al fin—. Cho, fuera.
Desviar de golpe la potencia de los reactores lanzaría una señal luminosa a la armada del Covenant. No obstante, Lash esperaba que fuera la que fuese la actividad que tenía lugar en el planeta, ésta los distrajera y diera al Dusk una posibilidad de conseguir escapar.
La teniente Bethany Durruno se balanceó adelante y atrás en su asiento, con los ojos pegados a las tres conexiones vía satélite que penetraban en su puesto de navegación. Pulsó un trío de controles de micropropulsión, manteniendo a los satélites VIUDA NEGRA revoloteando justo en el límite de la distancia a la que podían permanecer sin perder el contacto.
La oficial estaba al borde del colapso nervioso. Aunque lo mismo podía decirse de Yang y Waters. Incluso Cho, bajo cubierta, mostraba las clásicas señales de retraimiento que acompañaban a la fatiga de combate.
El Dusk había sobrevivido a la destrucción de la flota del almirante Patterson, y luego se había mantenido en silencio y camuflado en la oscuridad mientras la armada del Covenant pasaba justo por encima de donde estaban.
Aquello había sido lo más difícil para su tripulación; moverse metro a metro en dirección a la luna, flotando lentamente entre un campo de escombros repleto de cascos destrozados de naves del UNSC, cápsulas de salvamento destruidas… y miles de cadáveres de los hombres y mujeres más valientes de la marina.
Habían conseguido llegar al lado opuesto de la plateada luna de Onyx sin ser detectados, y se posaron suavemente en la sombra de un cráter. Mientras el Dusk se acomodaba en la superficie, el capitán de fragata Cho había soltado tres satélites espía VIUDA NEGRA del tamaño de una pelota de béisbol para que pudieran observar a las fuerzas enemigas.
—Ondas de energía extendiéndose por el planeta, señor —dijo Yang, completamente desconcertado por sus lecturas.
—Póngalo en pantalla —ordenó Lash.
Las tres pantallas principales se encendieron a medida que el material procedente de los satélites hacía pasar por ellas imágenes de Onyx: océanos de lapislázuli y nubes nacarinas, continentes color esmeralda con cordilleras zigzagueantes.
En órbita alta se deslizaban los navíos del Covenant, moviéndose en manadas y emitiendo un fulgor azulado sobre el fondo negro del espacio.
Un punto apareció en la superficie del planeta; una llamarada roja que describió un arco hacia las alturas lanzando una lluvia de roca fundida y cenizas. Otros tres hicieron su aparición…, luego una docena más centelleó…, y a continuación fueron cientos.
Grietas irregulares se abrieron entre los puntos de erupción y una telaraña de refulgentes fisuras de lava se extendió sobre el mundo. Alcanzaron las regiones polares y los casquetes de hielo estallaron en forma de géiseres de vapor.
—Un bombardeo de plasma —murmuró Waters—. El Covenant está vitrificando el planeta.
—No se detecta plasma, señor —indicó Yang—. Toda la energía se está originando en el interior del planeta.
Un solitario haz de luz atravesó la nubes cada vez más espesas: un dorado cegador que hendió la atmósfera superior y salió disparado al espacio.
Un espectro de luz fluctuante centelleó en la pantalla de Yang.
—Hemos visto eso antes —dijo Lash—. Fuego combinado de drones.
Un segundo haz se unió al primero; luego miles de ellos centellearon e irradiaron de la superficie de Onyx; lanzas fulgurantes inundaron el espacio y transformaron el mundo en un erizo marino de energía pura.
Las naves del Covenant atrapadas por los rayos, se desvanecieron, ionizadas en el acto.
Onyx se hizo añicos y la superficie estalló lanzando los restos al espacio.
Oscurecido por capas de polvo y fuego, un dibujo llameante emergió debajo: cruces, líneas y puntos.
—Factor de ampliación mil —ordenó Lash.
Yang estaba paralizado.
Waters se inclinó sobre él y tecleó la orden.
La imagen en la pantalla parpadeó y se acercó más —dejando atrás aire hirviendo, nubes, montañas que se desplomaban— enfocando a nivel del suelo para mostrar un entramado de botalones de tres metros de largo y esferas centelleantes de medio metro que flotaban entre ellos, formando una estructura cristalina.
—Hacedla retroceder —dijo Lash.
La imagen retrocedió y mostró que aquel andamiaje formado por drones se extendía a lo largo de kilómetros… Habían estado debajo de cada continente, cada océano…, debajo de toda la superficie; hileras conectadas ordenadamente, igual que los enlaces de carbono de una cadena infinita de polímeros, o una inmensa colonia de hormigas soldado inter-conectadas.
Los drones eran el planeta Onyx.
—Hay trillones de ellos —murmuró la teniente Durruno.
Grupos de drones se calentaron y más haces de luz pura volvieron a salir disparados, apuntando a los navíos del Pacto más lejanos y haciéndolos desaparecer.
—Están protegiendo este lugar —dijo Waters—. ¿Por qué?
—La onda expansiva de la detonación de la superficie hará impacto sobre la otra cara de la luna en siete segundos —anunció Durruno, y su rostro se quedó blanco como el papel.
Las pantallas se cubrieron de estática.
—Hemos perdido los satélites —anunció Yang.
—Cho —dijo Lash—. Traspase toda la potencia del reactor y arroje todo lo que tenga a esos condensadores. ¡Ahora! ¡Sáquenos de aquí!